En el momento del disparo de la cámara "la atención del fotógrafo nunca se extiende a cada elemento de su campo visual y, por lo tanto, hay un límite a su poder de elección y aceptación" (Entler, 2005:282). El fotógrafo no puede controlar o predecir antes del disparo las circunstancias imprevistas y desconocidas que se producen durante la toma de la foto. Por lo tanto, el autor destaca: " ( …) es importante considerar que en la fotografía la casualidad no surge solo ocasionalmente, en propuestas estéticas que la favorecen. Por el contrario, está profundamente arraigada en una dinámica de creación que le es propia. Negar la casualidad es rechazar una infinidad de posibilidades que el mundo pone delante de la cámara" (Entler, 2005:284).
Por lo tanto, la casualidad es el "mismo cruce (una coincidencia) que permite el reaprovechamiento de las cualidades del objeto, en la que el fotógrafo no tiene otro mérito salvo haberlas encontrado" (Entler, 2005:280), como es el caso del fotógrafo al captar escenas del cotidiano, pues no es capaz de controlar todos los aspectos de la producción como quienes se encuentran en un estudio, con la luz adecuada, con un encuadre pensado, el foco ajustado. Incluso la casualidad puede destruir su trabajo, por ejemplo, la quema de una lámpara, o la risa en el momento equivocado, que por el contrario, puede traer un efecto inesperado cuyo resultado es satisfactorio.
Esta imagen cotidiana, aparentemente banal, no solamente nos permitió reflexionar sobre la casualidad, también nos llevó a pensar en las diferentes formas de representación del mundo.
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Entonces, como se ha descrito anteriormente, construimos un cuadro de imágenes que parecen estar inconexas, pero que tienen una característica común: una organización particular de la realidad, la que se ha convertido en el hilo conductor de nuestra reflexión.
Desde esta perspectiva, la fotografía se presenta en la forma de un mito, que tiene en sí mismo la creación de un universo paralelo, que en este caso se opone al comercio formal, aún siendo un bricolaje, puesto que es fruto de la creatividad y la capacidad humana de utilizar distintos elementos para adaptarse a distintas situaciones. Las cajas que otrora transportaban papayas, ahora se utilizan para exponerlas; el mercado da paso a la calle, espacio de tránsito de los usuarios del transporte público.
Por otro lado, por más creativo que sea el lugar de venta de estas frutas, la cuestión de la exposición y la organización de las papayas es similar a cualquier supermercado o feria libre. Pero, ¿Por qué mantener el patrón de la exposición en un lugar no convencional? Una vez más los mitos se presentan como una respuesta, pues no hacen más que narrar el proceso de ordenamiento del mundo. Es decir, lugares, objetos, comportamientos, que nos permiten concluir que el orden es atractivo para el hombre, a diferencia del caos, que la mayoría de las veces nos repele. En este sentido, las frutas expuestas según un patrón comercial, por lo tanto, ordenadas, buscan atraer la atención de los posibles compradores, en cambio si estuvieran en una situación de caos (machucadas, desordenadas, con colores desvanecidos, dañadas) no serían objeto de venta.
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