Además, aunque cada texto es diferente y extremadamente singular, todos cuentan las circunstancias de la pérdida y de esa manera se universalizan en su especificidad. Lo que cuenta cada familiar allí es único, aunque esta misma construcción de sentido los convierta a todos en familiares de desaparecidos.
Por último, esta serie permite adentrarnos en comparaciones, de índole antropológica, en la relación de los familiares con sus fotos. ¿Guardan o eligen las mismas fotos de los ausentes los hijos y los padres? ¿Qué se muestra de quien falta? ¿En qué lugar de la casa ubican las imágenes? ¿Dónde y cómo se paran frente a ellas? ¿Las fotos están recortadas, fotocopiadas, enmarcadas? ¿Conviven con los objetos cotidianos, tienen un lugar destacado, les dejan flores debajo? Ludmila da Silva Catela presenta una hipótesis generacional para mostrar las diferencias en esta relación:“Es interesante notar que hay diferencias generacionales a la hora de “mostrar” las fotos de los familiares desaparecidos. Los hijos de desaparecidos, siempre que les es posible, exhiben imágenes de sus padres en situaciones cotidianas, donde está retratada la familia y principalmente en las cuales aparecen ellos en brazos de sus padres. Por otro lado, muestran a sus padres, de ser posible, en fotos a color. En sus casas o departamentos, raramente encontramos que la foto elegida para recordarlos sea la misma que se lleva a las marchas. Esto marca, de alguna manera, no tanto la necesidad de testimonio y certificación de las fotos carnet, más usadas por la generación de las madres de los desaparecidos, sino la necesidad de marcar la singularidad que remite a esa huella física que ya no está, a ese individuo que fue particular y único” (da Silva Catela, 2009: 350).
|
|
Nuevamente, la foto viene a restablecer lo que el aparato desaparecedor interrumpió: una vida anterior, una historia singular de la que muchas veces no queda casi nada, salvo unas huellas en papel.
Las fotos de Julio Pantoja.
La serie de Julio Pantoja , Los hijos. Tucumán veinte años después (1996 - 2001), está conformada por retratos de hijos de desaparecidos tucumanos. Se trata de 38 jóvenes que miran fijamente a cámara, en casi todos los casos. De los 38, 12 han elegido sostener una o varias fotografías de su padre o madre desaparecidos, muchas veces junto a ellos mismos de bebés. Julieta Escardó presenta así este conjunto: “Julio Pantoja elige un formato clásico para retratar de manera frontal y sin artificios a la joven guardia que conforma: Los hijos. Tucumán veinte años después (1996 - 2001). Para este ensayo, también Pantoja se vale en algunos casos de fotos heredadas que los hijos portan como estandartes. Uno tras otro, los gestos orgullosos de los retratados, van revelando con contundencia la continuación de un 'linaje'” (Escardó, 2006).
En estas imágenes, la continuidad visual con el formato clásico decimonónico es mayor que en el caso de Ulanovsky. La cámara de Pantoja se pone a la altura de la mirada, sin experimentar con angulaciones ni encuadres, más en sintonía con el retrato clásico. Los sujetos, en el centro de la foto en casi todos los casos, están claramente posando ante la lente, con mirada fija y, serios, ofrecen su cuerpo y algunos recuerdos: una foto, un lugar de la casa, un piano, un cuadro.
|
|