El nombre del documental, Tire dié, hace referencia a una tarea infantil que los lugareños llaman “ir al tire dié” y que consiste en correr al lado del tren, que a esa altura avanza lentamente por un extenso puente, para pedirles a los pasajeros que arrojen por las ventanillas monedas de diez céntimos. A través del testimonio de unas cuantas familias, el documental se centra en el destino que le dan al dinero conseguido por lo niños en el “tire dié”, también en el tipo de trabajo que realizan estas familias para poder sobrevivir, los problemas que sobrevienen con el abandono del colegio y la evaluación que hacen de la realidad que les toca vivir. Durante su realización, el documental intentó desarrollar un diálogo con la comunidad que pretende retratar. Así por ejemplo, “una primera versión fue mostrada a diferentes audiencias y la edición final incorpora varias de sus sugerencias. Fue, de muchas formas, su película. La cinta también fue exhibida en la zona con un rudimentario equipo móvil, un proyector montado en un viejo camión, anticipándose al cine móvil que se utilizaría en Cuba unos años más tarde” (King, 1994: 128).
Hacia el final de la película, los niños, que hemos visto antes, emergen corriendo detrás del tren extendiendo sus manos para solicitar un “tire dié” a los pasajeros. La cámara está ubicada dentro del tren y, subjetivamente, convierte a los espectadores en pasajeros. De ahí que el documental no sea tan sólo una denuncia de las dramáticas condiciones de vida de un grupo de familias, sino que a través de los recursos cinematográficos (planos, montaje, sonido, etc.) persigue involucrarnos en la situación social que busca retratar.
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Esta interpelación se hace manifiesta, en su más consistente eficacia, al delimitar claramente un espacio entre quienes, refugiados tras la ventanilla de un tren o de una pantalla, observan los rostros de los niños que imploran, con sus voces agudas e insistentes, una limosna. Así, la película se interna en nuestra conciencia y nos invita a reconocernos en nuestra existencia burguesa, “a través de las imágenes que retratan el interior de los vagones, poblados tanto de pasajeros indiferentes como de asombrados, de los que tiran monedas, de los que se lamentan exclamando “pobrecitos” y de los que pontifican “esta gente vive así porque no quiere trabajar”. En este sentido, la película responde a la concepción de Birri acerca de la función del cine, que en algún momento “deja de ser sólo cine para ser historia, para ser sociedad, para ser política, para ser militancia”. Poniéndose al servicio de los problemas sociales y profundizando la apelación al público, se constituye en el primer paso hacia el cine político que se desarrollará en el país” (Kriger, 2003: 290-291).
Una primera versión de 59 minutos de Tire dié fue estrenada en septiembre de 1958, tras una extensa producción que abarcó “entre las cuatro y las cinco de una tarde de primavera, verano, otoño e invierno de 1956, 1957, 1958” (Birri citado por Kriger 2003: 290). A este documental le siguieron, entre otros, La primera fundación de Buenos Aires (Fernando Birri, 1959), Los 40 cuartos (Fernando Birri, 1959), y La pampa gringa (Fernando Birri, 1963). Birri también realizó una producción argumental, Los inundados (Fernando Birri, 1961), una comedia negra con tintes de picaresca.
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