En estos asentamientos, la población indígena lejos del control de las compañías, y lejos de la vigilante mirada del campero, estableció verdadero control sobre su residencia, adoptó una distribución por etnia, pueblo ó familia, y transformó el espacio que empezó a habitar, en verdes islotes perfectamente distinguibles en el escenario árido de Baja California. Más aún, como lo confirman algunos estudios, estos sitios, lejos de representar el estacionamiento de la población migrante, permitieron el impulso de una nueva etapa de su migración: la migración transnacional. Al respecto, Barabas (2006) afirma que “El camino de los migrantes conecta algún pequeño pueblo de Oaxaca con el valle de San Quintín (agroindustrias), donde se calcula que puede haber 80.000 oaxaqueños (Río, 1999), con Tijuana y más tarde con algún punto del sur de California, en USA, donde puede haber -según la época del año- entre 100.000 Lestage, 1998) y 600.000 (Pimentel, 1996) migrantes de estos grupos, muchos de ellos ilegales”.
Por otra parte, debido a la creciente presencia indígena con residencia permanente en San Quintín, el Instituto Nacional Indigenista (INI) hizo lo propio en la región. De contar solamente con un módulo de atención a la población migrante en ese lugar, el INI abrió un Centro Regional, cuyo trabajo se vio complementado con la aparición del PRONJA.
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Asimismo, parte de la estrategia de trabajo del INI en San Quintín, fue la creación de una radio multilingüe en 1993, que como se mencionó en pié de página anterior, tenía por objeto abrir canales de comunicación entre los distintos campamentos dispersos en el valle, y entre estos campamentos y otras regiones donde existían importantes núcleos de población mixteca, como por ejemplo el sur de California en los Estados Unidos, Baja California, Sinaloa y Oaxaca. De esta manera, con el nombre de La voz del Valle, la radio indígena empezó a transmitir en mixteco, triqui, zapoteco y español, y a establecer dichos enlaces. A partir de la aparición de esta radiodifusora, los pueblos indígenas residentes en el Valle de San Quintín, tuvieron un espacio de comunicación y expresión en la esfera pública. Esto fue posible gracias a que la XEQIN, abrió desde un principio sus puertas a la los miembros de las diferentes etnias, para que participaran como locutores, operadores y programadores. De esta manera, el éxito de este órgano fue tal, que en algunos barrios y colonias de migrantes establecidos, como la Nueva Región Triqui, se colocaron bocinas en la parte alta de los postes para que la comunidad entera escuchara su programación. Más aún, durante las horas de trabajo, los jornaleros indígenas empezaron a utilizar de manera oculta, pequeños radiocasetes portátiles, para escuchar una barra de programas que incluía recomendaciones alimentarias y de higiene, información sobre sus derechos laborales, y por supuesto su música. Otra actividad importante que empezó a realizar La Voz del Valle, fue la organización de festivales en donde empezaron a socializar los migrantes de distinto origen.
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