Por otra parte, el cine y el audiovisual en general, por tanto el video indígena, no sólo representa, sino que también construye identidades culturales. Entenderemos el cine como un arte que permite construir una comunidad imaginada desde el contexto de lo nacional, hasta el ámbito de lo local o lo regional. Hall (1996) reconoce un redescubrimiento de la identidad en las nuevas formas de representación cinematográfica, refiriéndose al cine caribeño de final de siglo XX, como una forma de “re-contar” o “traducir” el pasado, “lo esencial”, en las prácticas de representación. Lo que interesa aquí es que los elementos esencialistas no son simplemente excluidos. Lo esencial es recontado, o “traducido”, o sea, es reelaborado en la representación audiovisual. No obstante, la representación audiovisual no es estabilizadora de una identidad nacional, regional, local, étnica o de género, pero puede dar cuenta de ciertos trazos culturales o características, sin que ellas sean definitivas. Las identidades son formadas y transformadas al interior de la representación. De acuerdo con este análisis, el audiovisual puede contribuir a la construcción y proponer nuevas imágenes para la identidad indígena femenina boliviana.
Schiwy, por su parte, recoge la idea de Aronowitz, en relación al cine señalando que éste ha reflejado y representado en los últimos años de la década de los setenta, la experiencia y el modo de producción capitalista. También destaca el planteamiento de Catherine Russel, quien advirtió las dificultades de producir un filme etnográfico “que pudiese romper con sus propias legalidades coloniales” (Schiwy, 2006:34). No obstante lo anterior, hay que agregar que un video indígena, por el sólo hecho de ser realizado por indígenas, no garantiza una ruptura con las concepciones o legados coloniales.
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En los años sesenta surge el Nuevo Cine Latinoamericano, cuyo principio fundamental era constituir un movimiento cinematográfico contra la hegemonía hollywoodense, un cine revolucionario en sus modos de producción, contenidos y estética. Junto con los filmes, los directores construyeron discursos que expresaron en sendos manifiestos, que a la luz de los años sirven para entender los principios políticos y sociales que los motivaban y agrupaban en los únicos movimientos cinematográficos que ha tenido el continente. Entre otras cosas, estos escritos que pautearon el cine de los sesenta e inicios de los setenta, planteaban una estética propiamente latinoamericana, unos contenidos que abordaran la realidad del continente y unas formas de producción que promovían el trabajo colectivo y el uso del cine como instrumento transformador de la sociedad y, ante todo, un instrumento de denuncia de las desigualdades y del subdesarrollo. Bolivia no estuvo ajena a este contexto y Jorge Sanjinés recogió estos principios para formar y dirigir el grupo Ukamau, como un espacio de producción audiovisual de contrahegemonía frente al cine hollywoodense. No obstante, la gran relevancia de su obra es que pone al indígena como protagonista de la transformación social, sin pretender que éste se proletarice.
Los videos indígenas contemporáneos comparten algunos elementos con el Nuevo Cine Latinoamericano y otros no. En ambos hay una ruptura respecto al cine dominante comercial producido por las actuales majors (compañías cinematográficas que operan a nivel mundial y producen filmes con imaginarios inteligibles para todo el mundo, dominando el 95% o más del mercado audiovisual en cada país latinoamericano).
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