Se trata de un personaje enigmático, carente de nombre propio y de tonalidad totalmente tipificada. Impera remarcar que se trata de un extranjero cuya motivación por extraer piezas nacionales se desconoce, y que su anonimato remarca tal carácter foráneo. En este sentido, la procedencia europea y la especificidad de los objetos que roba refuerzan la diferencia de estatus con los criminales comunes que combate el héroe de esta serie, e incluso con uno de los mayores antagonistas de Gato: Ánguila, quien aparece como su subordinado. Los protagonistas se asustan por el hecho de que sólo la estatua de Cristo, que se halla en su Iglesia, se ha salvado de tal destino. El Padre Marraqueta no parece feliz de que el Cristo salga de su Iglesia, problematizando así la escisión entre el objeto patrimonial y el lugar al que se lo vincula. Francisco objeta tal preocupación, señalando que ante su eventual falta éste podría ser reemplazado, lo cual el sacerdote cuestiona fervientemente al señalar que se trata de un Cristo milagroso que ha protegido a Valparaíso de catástrofes y terremotos, así como que el protagonista subestime sus poderes señalando que son sólo leyendas y que los milagros no existen. Tras ello, sufre un súbito dolor en el pecho. Así, el escozor es tal al escuchar el escepticismo existente incluso entre la buena juventud respecto al carácter irreemplazable y mágico del patrimonio religioso que su organismo pareciera no poder soportarlo.
Por otra parte, la historia revela que Ánguila ha hurtado objetos para cambiárselos al “francés” por la estatua de la diosa egipcia Bastet. Tras ello, el Cristo es llevado a restauración por un chofer inocente, de lo cual se aprovecha Ánguila para subir a su camioneta y llevárselo.
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Al notarlo, el inocente chofer grita que devuelvan al Cristo –sin mostrar preocupación alguna por la camioneta. Lo importante es restituir la comunidad dañada, antes que su propiedad. Al ser avisado, el sacerdote dice “Santo Dios” y sufre un infarto, tras lo cual Francisco avisa al hospital señalando directamente el nombre del Padre Marraqueta –esto es, presuponiendo el conocimiento de su figura. En la posterior visita al hospital éste casi no puede hablar, pero alcanza a decir “el Cristo de la Matriz”, tendido en una cama tras la cual se halla una cruz.
Desde el circo, Ánguila se comunica con el francés, quién indica el lugar y hora de reunión. Ánguila aparece entonces como empleado –o, al menos, subordinado– al interés del saqueo extranjero. En el camino, encuentra a Francisco, quien desde su auto nota que Ánguila lleva al Cristo en la suya –sin ninguna preocupación, por cierto, de ocultar aquello de la vista pública. Transformado en Gato, los descubre reunidos en el muelle, en el cual se enfoca al Cristo cercanamente, recalcando la sangre derramada sobre su cuerpo. Se remarca su carácter sufriente ante su evidente violación, realizada en el espacio que conecta la ciudad con el resto del mundo. Gato le dice que lo recuperará, y luego la trama vuelve al hospital. Allí, la amiga de Francisco pide a Dios ayuda por el buen hombre que auxilia a los necesitados (el Padre Marraqueta), en una emotiva escena reforzada por una música incidental que refleja tristeza. Posteriormente, se vuelve a la escena del muelle. Se muestra, por primera vez, al francés. Éste aparece desde un primerísimo primer plano de medio rostro, con fuerte énfasis en sus ojos azules.
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