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Ahora bien, podemos retomar nuestra pregunta ¿Cuál es el sentido del trabajo de De Bry? Siguiendo a Elliot (1997) la obra indiana de Theodore De Bry puede ser leída como la sucesión de tres momentos frente al nuevo continente. Desde un punto clasificatorio, el primero de ellos mostraría a los indígenas de forma idílica, asimilables a la construcción del “buen salvaje”. Una segunda etapa, elaborada a partir del relato del alemán Juan Staden sobre los tupinambas del Brasil, prestaría especial atención a la dimensión caníbal de los indígenas, exponiendo una visión sombría sobre éstos.
Por último, una tercera fase de De Bry (en la que se incluye su edición de la Brevísima relación…) graficaría la violencia hispana hacia la población indígena del nuevo continente. Aparentemente, los tres momentos son excluyentes. Podríamos estar tentados a plantear que, amparados en el argumento de que De Bry graba relatos ajenos sobre las Indias, estas tres etapas mantienen cierta autonomía. Bajo esta lógica, el autor gráfico no sería más que un apoyo secundario al relato indiano, y por lo tanto, poseería cierta pureza o, al menos, neutralidad. Nada está más alejado de nuestra propuesta. Como planteamos anteriormente los productores de imágenes sobre el Nuevo Mundo son actores activos en cierta “guerra de las imágenes”. Ellos buscan, ocupan y defienden posiciones dentro de un campo en disputa. Visto así, su obra –antes que un comentario- debe ser leída como una propuesta sobre el nuevo continente; un discurso consistente que se articularía por sobre la diversidad de los tres momentos.
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Sin embargo, es común aproximarse a la obra de De Bry de forma fragmentaria. Uno de los análisis habituales de sus grabados suele emplearse como un reforzamiento a la leyenda negra hispanoamericana. Como ya vimos en un apartado anterior, aquí se establece una politización del discurso grafico a partir de su inserción en una política institucional. Las imágenes, por su parte, suelen graficar la violencia de la conquista española. Sin embargo, esta línea de aproximación no repara (necesariamente) en el contenido de la violencia, sino que fija su atención en el dato de que la violencia misma aparece como un hecho escandaloso. Golpizas brutales, aperreos, ahorcamientos, quemas masivas, mutilaciones corporales, son algunas de las crueldades que la corona castellana despliega en el Nuevo Mundo. De alguna manera las imágenes surgen como un comentario gráfico que acompaña al relato, el cual no pretende explicar una violencia que siempre emerge como un exceso. Los textos que acompañan los grabados de De Bry hacen explicito este punto. Por ejemplo, en el caso de la figura 1, dice:
“Muchos entre los españoles actúan con asaz execrable e increíble crueldad. Cuando han acabado los esclavos la faena diaria o han incurrido en alguna otra falta, no les dan ni comida ni bebida en regresar ellos a la noche del trabajo, sino les arrancan, siempre cuando lleven, la camisa del cuerpo, los tumban de mala manera al suelo, les atan pies y manos y así desnudos los azotan, o los golpean y fustigan con cuerdas y correas anudadas hasta verlos rezumar sangre por todo el cuerpo. Cogen entonces pez derretida o aceite hirviendo y van dejando caer dicho fluido gota a gota sobre el cuerpo, en las feridaz.
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