Su señora –refiriéndose al abuelo- era muy maja, oi? –mirando al abuelo- y nos queríamos mucho, ahora cuando viene le doy siempre fruta y verdura un poco demasiado madura para vender…, y es que si el mercado se pierde, ¡estamos listos! Porque este roce, este cariño, no lo encuentras en los supers…” (Lolita, frutera del Mercado de Sant Antoni).
En esta interacción, Lolita está hablando con las etnógrafas, mientras que a su vez está atendiendo a un cliente, dirigiéndose a la dependienta e incluyendo al cliente en nuestra conversación, mientras la cámara se dirige hacia ella y la focaliza como protagonista. Esta secuencia es importante para la etnografía visual, ya que capta un momento de una interacción de solidaridad redistributiva entre la comerciante y su cliente, que ya habíamos observado y captado también de forma espontánea, en los mercados de Madrid y Valencia.
Una característica propia del lenguaje audiovisual es que todo argumento requiere la existencia de una imagen visual: Su narración se construye solamente a través de lo que se ve y se escucha, lo que implica la “oportunidad” de estar allí cuando las cosas suceden, y la “aceptación”, el poder estar allí, en nuestro caso, poder filmar con el consentimiento y complicidad de los protagonistas.
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“Estar allí”, implica filmar durante largo tiempo a los protagonistas en su contexto cotidiano. En el caso que nos ocupa, la puesta en escena implicó a veces, filmar con la cámara al hombro los pasos y rutinas de las investigadoras, de los comerciantes y de los clientes, otras, una posición de cámara fija y estática (cámara en trípode) y la elección de un tiro de cámara distante con un gran ángulo y amplia longitud focal, con el fin de registrar la mayor cantidad posible de información visual posible. La cámara pasaba desapercibida en el sentido de que los protagonistas interactuaban directamente con los etnógrafos, y solo en ocasiones directamente con el cámara –yo mismo-, lo cual me permitía gran libertad de movimiento y poder captar sus prácticas cotidianas desde ángulos y perspectivas distintas.
El “poder estar allí” con la cámara es distinto que el “estar allí” del etnógrafo con un bloc de notas, en el sentido de que, por una parte, sólo qué hemos podido filmar y tal y como lo hemos podido filmar, podrá ser integrado en el documental, y por otra, implica la toma de imágenes que luego podrán mostrarse a los propios protagonistas y posibilita el llamado “efecto espejo”. Esto fue determinante para que los pequeños comerciantes se pudieran ver representados a sí mismos y tomaran conciencia del rol hasta el momento ajeno que desempeñaban como mediadores sociales. Las proyecciones públicas de las filmaciones facilitaban la proyección social y política del colectivo a la hora de reivindicar mejoras normativas a las administraciones concernidas en cuestiones comerciales.
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