Curiosamente en nuestro mundo lleno de imágenes, las palabras siguen siendo más importantes que las imágenes en la producción de conocimiento antropológico. A pesar de los esfuerzos realizados por la antropología visual, que algunos recientemente volvieron a calificar de “audiovisual” para insistir también en su parte sonora, la antropología sigue siendo ante todo una “disciplina verbal”. Aunque la información en la sociedad actual se presenta principalmente bajo la forma de imágenes fijas o en movimiento, acompañadas de textos escritos u orales, son pocas las investigaciones etnográficas que incluyen fotografías, sonidos y textos a un mismo nivel (De Miguel, 1993:33). En antropología, la práctica de la fotografía a menudo se limita a una figura ornamental que da pruebas en el desarrollo de la teoría. Escasos son los trabajos que la utilizan y, cuando está presente, está “debidamente leyendada, es decir condicionada por la palabra a reintegrar el texto del análisis, transformada por consiguiente en un signo a leer como una ilustración del concepto” (Maresca, 1996:206, traducción propia). En síntesis, no se suele desarrollar una teoría con imágenes y aún menos con sonidos.
Las reflexiones que siguen, así como el ensayo de etnografía audio-visual que se presenta en este artículo son un intento – todavía en proceso– que va en este sentido. Postulamos que no sólo la acumulación de datos escritos permite un conocimiento en profundidad, sino también los registros fotográficos y sonoros, apelando, en el proceso de aprendizaje, a las emociones y los sentidos de manera más obvia que con la escritura, aunque no estén, por supuesto, ausentes de ésta última.
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Con el proyecto Al cor de la ciutat: análisis dels bategs de la Plaça de Catalunya a Barcelona, realizado con María Isabel Tovar, quisimos analizar el espacio para entender la dinámica de la plaza. Nuestra mirada se orientó a descubrir la variedad de los usos y construcciones en este espacio de tránsito y transición (entre la nueva y vieja ciudad), a través del discurso de las interacciones y de los desplazamientos más que de los intercambios discursivos. Por eso, hemos analizado los distintos espacios de la plaza en función del tiempo, de los días laborales o festivos, intentado captar un máximo de cambios de usos y de usuarios de la plaza.
Con el proyecto de la Plaça de Catalunya salimos de los «pueblos urbanos» para explorar los distintos usos posibles de un espacio público que en principio no es el «barrio» de nadie, para indagar los mecanismos de la convivencia en un lugar donde predomina el anonimato, un espacio en el cual, en principio, uno puede mezclarse con la muchedumbre de desconocidos que la atraviesa y en donde, de repente, se puede encontrar algunos rostros conocidos o vivir micro-acontecimientos, la mayoría de las veces totalmente imprevisibles.
Con María Isabel Tovar consideramos la Plaça de Catalunya como un verdadero aleph, tomando a préstamo la idea al escritor argentino Jorge Luis Borges (1962) desde la cual pretendimos observar mecanismos que reflejaban no sólo la realidad de la plaza, sino también de la sociedad barcelonesa en su conjunto.
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