Esta influencia se evidencia en la recopilación de artículos organizada por Claudine de France Do filme etnográfico à antropologia fílmica (2000) [Del filme etnográfico a una antropología fílmica (2000)], donde cuatro de los cinco autores pertenecen a esta escuela. Todos estos autores están todavía muy ligados a una concepción de etnografía típica de los años 30, híper descriptiva, donde supone la posibilidad de una total objetividad, y los hechos sociales son literalmente tratados como una cosa. Las exigencias del realismo del filme etnográfico, para estos autores no son para nada diferentes de aquellas apreciadas en el filme científico. Para varios de ellos el filme no es sólo campo, sino, igualmente, el instrumento principal de la investigación, instrumento que para ellos se iguala al microscipio para el biólogo o a los tubos de ensayo para los químicos. En este sentido las interacciones sociales son de algún modo equivalentes a la evolución de las bacterias o a la reacción de elementos químicos.
Los críticos de los filmes etnográficos, en cierto modo continúan teniendo en mente estas premisas que orientaban la realización de un filme etnográfico, olvidando por completo que, los filmes, como textos, resultan de investigaciones en que la intersubjetividad es el elemento fundamental que llevará a resultados discursivos o formas de representación de la realidad.
Al analizar las semejanzas y diferencias entre el filme y la escritura etnográfica, Crawford (1992) busca detenerse en la paradoja presente en estas dos prácticas discursivas, que dependen de presencia y ausencia con el fin de producir significado y texto.
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El filme y el texto no son sólo procesos de conocimiento, sino que, además, procesos de comunicación. Si las palabras del texto articulan la realidad, las imágenes deben expresarla. Pero estas diferencias se anulan porque, por otro lado, para que un filme sea inteligible y explicativo, éste debe distanciarse de su presencia intrínseca establecida por la insistencia de la imagen en estar allá. Ya la escritura lucha con su intrínseca ausencia, realizando tentativas para disminuir la distancia impuesta entre el texto y lo “Otro”, llegando a un entendimiento sensitivo de lo que significa estar allá. Para resolver estos problemas, el texto etnográfico busca evocar una sensación de presencia a través de las imágenes (fotos) por ejemplo, o a través de metáforas e imágenes mentales. Ya el filme se distancia de la realidad que está siendo mostrada, sea a través de la voz del narrador, sea a través de letreros explicativos. Otro gran recurso del discurso fílmico, como bien lo mostró Eisenstein, es el montaje, que permite la “exposición coherente y orgánica del tema, del material, de la trama, de la acción, del movimiento interno de la secuencia cinematográfica y de su acción dramática como un todo” (Eisenstein, 1990:13). Al yuxtaponer dos pedazos de filme se crea un nuevo concepto, una nueva cualidad, que surge exactamente de esta yuxtaposición.
En términos del discurso, las palabras y las imágenes son elementos constitutivos del proceso verbal y visual de representación. El filme es un vehículo que opera en dos de los cinco sentidos. Como vehículo de representación tiene como desafío lidiar con la subjetividad y los puntos de vista. Y estos son temas debatidos por los antropólogos contemporáneos.
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