El
contacto con el comprador tiene otro sabor, un guiño
de ojo, un chiste, un descuento, un poco de confianza
y, producto vendido, cliente satisfecho. Tiene hasta
un muchacho que hace fantasía con la máscara
del “pánico”
para atraer a los niños, y de esa manera él
ofrece collares infantiles. Está todo a mano,
él se queda en la calzada frente al Mc Donalds,
no camina, pues sus clientes en potencia son los que
pasan por ahí. Entonces como la fisonomía
llamativa de la máscara y un paño negro
para cubrir el resto del cuerpo, muestra los collares
con mostacillas del imaginario infantil. Los bebés
lloran, los adultos no miran muchos, pero los niños
deliran.
Otra táctica presente en la creatividad de la
calle son las burbujas de jabón que decoran a
“Voluntários da Pátria” en
medio de la venta de pelucas, helados, ropa, casi al
llegar a la otra esquina, con la calle “Vigário
José Ignacio” [Vicario José Ignacio,
N. de los T.]: Un colorido bonito, pocas personas, la
radio prendida, vendedores ambulantes conversando...
aquél ceniza de la calle, contrasta con los colores
fuertes de los productos ofrecidos. En medio de esto
el vendedor enfatizaba a toda costa a jugar, tirar burbujas
de jabón, él mismo vende el soporte para
que cualquiera fabrique sueños, un tiempo en
el aire y “ploc”, cuánta diversión!
También un guardia en esa esquina observaba el
movimiento. No sé si él era de la policía,
o sólo hacía de guardia local, pero no
lo vi conversando con nadie. Estaba bien tranquilo.
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Ese
ambiente es un tanto más silencioso, más
tranquilo, como visto por encima de las propagandas
visuales, y algunas audiovisuales. Más allá
se observa a aquél señor del “¡COMPRO
ORO!”, aquél joven del “¡CONCIERTO
DE VIDEO GAME!”, clientes potenciales, peatones,
y el aprendiz de antropología anotando formas
de hablar, gestos, encuentros, situaciones, escenas.
Ella también se encuentra con el barrendero,
vestido de naranjo, que pretende limpiar la calle, barre
que barre escobita, araña con sus cerdas en esas
piedras compactas, retira los vestigios de polvo, limpia
las porquerías jugadas olvidadas que juegan en
las calzadas.
En este trecho de “Voluntários da Pátria”,
desde el “inicio” hasta el “medio”
–considerando el “final” próximo
al terminal “Rui Barbosa”- vendedores ambulantes
de CD’s y DVD’s pasan, pero no se quedan,
se confunden con la gente que circula, y sus rastros
sonoros son sólo pasos apresurados. Entretanto
la atención es desviada hacia un carrito de supermercado,
que carga termos con café, leche, bebidas, jugos,
té y algunas veces meriendas, y el sonido de
sus rueditas se confunde con los cantos de los pájaros
que son vendidos en la “Agricultura-Veterinaria”
del otro lado de la calle, semejante a un parloteo sin
fin. En la composición del caos urbano, el conjunto
de aire acondicionado prendido, la aglomeración
de personas, el tránsito agitado, donde pasa
uno y pasa otro, demuestran que la estética a
través del sonido modela las imágenes
vistas, dando más “vida” a lo local.
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