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Nina S. de Friedemann: Imágenes de la existencia negra en Colombia.
Inge Helena Valencia Peña & Laura Silva Chica

Determinar con exactitud la población negra de Colombia no es una tarea fácil. El último censo poblacional realizado en el país en el año de 2005 establece que de aproximadamente 40 millones de habitantes en Colombia, alrededor del 18 % de la población del país se define como negra a través de adscripciones como negro, afrocolombiano o mulato. Actualmente un gran porcentaje de las poblaciones negras o afrodescendientes en Colombia habita en centros urbanos como las ciudades de Cali, Bogotá y Cartagena, Medellín y Pereira, lo que demuestra el perfil urbano o los fuertes procesos de migración que estas poblaciones han vivido en los últimos años, rompiendo con la idea que tradicionalmente las ha ubicado en zonas rurales, de frontera o en asentamientos marginales.

Desde 1991 en Colombia, las poblaciones negras o afrocolombianas poseen un estatus especial al ser reconocidas como “grupo étnico” en un intento por afirmar el carácter pluriétnico y multicultural con el que se redefinió la nación. La Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades negras se crea con el fin de otorgar derechos especiales en educación, participación política y sobre el territorio a estas poblaciones. A pesar del reconocimiento de sus particularidades socio-culturales y de los derechos otorgados sobre el territorio, veremos que estas poblaciones deben afrontar situaciones de discriminación y racismo persistente, que se relacionan con el lugar otorgado en los procesos de construcción nacional.


Vale la pena remarcar que la gente negra permaneció excluida del proyecto de nación por muchos años, afirmando lo que muchos personas han denominado como el ser poseedores de una ciudadanía de segunda clase. Recordemos que para el caso colombiano, la situación de las poblaciones negras después de la “abolición” de la esclavitud en 1851, se presentó únicamente como un problema de integración de una mano de obra que por muchos años permanecerá bajo el horizonte de la marginalidad y la exclusión. Sea a través de su aprehensión como mano de obra esclavizada, o posteriormente como mano de obra ligada a actividades productivas como la agricultura, al trabajo en la hacienda, o la minería, el lugar de las poblaciones afrodescendientes fue pensado como una población subalterna que debía integrarse al proyecto de nación, sin tener en cuenta sus particularidades socioculturales o sin reconocer los procesos de autonomía en los que muchos se encontraban:

Ciudadano de segundo rango, olvidado por el crecimiento económico, víctima de un racismo difuso, el “negro” no es un colombiano como los otros. Sin embargo, nada lo autoriza antes de 1991 a denunciar esta situación: Con qué derecho habría de hacerlo sí el igualitarismo republicano, antes de la introducción al multiculturalismo, no aceptaba los particularismos? En esto radica la paradoja: el hecho de ser “negro” no da acceso a un estatus que justificaría la concesión de derechos específicos, compensatorios y, al mismo tiempo actúa como un estigma que pesa sobre la vida cotidiana. Así el orden racial colombiano tiende a incluir los individuos negros como ciudadanos comunes, aunque al mismo tiempo los excluye del fundamento de la nacionalidad (Wade en Cunin, 2003: 41). 

 
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Si esto sucede en la historia, en el lugar adjudicado a estas poblaciones en y por la sociedad nacional, no es de extrañar que algo muy parecido suceda en la academia. Famoso es el caso colombiano, donde a comienzos de 1980 algunos intelectuales se referían a los trabajos pioneros de la antropóloga Nina S. de Friedemann sobre las poblaciones negras en Colombia, como estudios no antropológicos (de Friedemann, 1984: 509).

Para Jaime Arocha, antropólogo y compañero académico de la desaparecida Nina S. de Friedemann, estas afirmaciones tienen origen en la perspectiva eurocentrista que ha dominado el panorama de la producción y la aplicación de saberes sobre las comunidades negras, la cual no consideraba a la gente negra como sujeto de estudio o la percibe  como únicamente integrada a la cultura dominante (Hurtado, 2008: 77).

Frente a esta situación de desigualdad e invisibilidad de las poblaciones afrodescendientes en Colombia, este artículo pretende dar a conocer como Nina S. de Friedemann utilizó la imagen como una herramienta de investigación social, para aportar a la visibilización de las poblaciones negras o afrodescendientes en sus tempranos estudios realizados en Colombia desde la década de 1960. Además de producir un interesante corpus teórico sobre la relación entre las poblaciones afrocolombianas y su relación con la memoria africana, Nina S. de Friedemann se destacó por utilizar fotografías, y el cine como técnica de investigación social.

Volviendo sobre la invisibilidad

Frente a éste panorama de omisión del valor de las presencias afrodescendiente en el país, la antropóloga Nina S. de Friedemann aparece en la segunda mitad del siglo XX denunciando, desde el campo de los estudios sociales y culturales, la exclusión persistente de las poblaciones negras en el país durante casi 500 años. Luego de manifestar abiertamente su interés por las trayectorias y prácticas culturales de los descendientes de africanos esclavizados en América, de Friedemann se convierte en una de las pioneras de los Estudios de negros en Colombia.

En “Estudios de negros en la antropología colombiana: presencia e invisibilidad”, publicado en 1984, de Friedemann define la situación de la gente afrodescendiente en Colombia a partir de dos conceptos: Invisibilidad y Estereotipia. Para ella, ambas son nociones fundamentales no sólo porque permiten comprender el proceso de discriminación socio-racial sufrido por el negro en el país, sino también porque además en ellas se sustentó un sistema de información hegemónico estructurado por el pensamiento europeo y su relación con África y América. De Friedemann se refiere a la invisibilidad como una estrategia de dominio proyectada en el tiempo y en el espacio, la cual se ha plasmado en ámbitos como la ciencia, la academia y la política.

 
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En tanto estrategia, la invisibilidad se ha fundamentado en un ejercicio constante de negación de la actualidad e historia de las poblaciones negras y su descendencia (en y desde África). En principio, el objetivo de tal negación se concentraba en la explotación económica y transacciones que contemplaban intereses netamente comerciales en el marco de la trata. De la mano de la invisibilidad, de Friedemann reconoció la estereotipia como otro factor clave en el proceso de discriminación de la gente negra en Colombia. Ella identificó cómo en los momentos en los cuales el negro era visible, su visibilidad se sustentaba en un conjunto de imágenes pasionales. El conjunto y significado de estas imágenes podría encontrar su origen en la primera etapa del surgimiento del capitalismo, ya que es en ese momento cuando el continente africano es redefinido desde las lentes europeas como continente negro, impenetrable, caótico y desconocido.

Para Nina S. de Friedemann, la estereotipia evidencia la arrogancia cultural del dominio socio-político de occidente y sus científicos. Los intereses de estos se centraron en África por ser algo exótico, por sus “gentes salvajes” que llamaban la atención de los europeos quienes se dedicaron a “registrar sus costumbres”. Este tipo de construcciones conceptuales no se limitaron a la relación Europa-África, también tuvieron sus implicaciones en la construcción de relaciones con América Latina.

“La fascinación casi lujuriosa frente a soluciones de vida adoptadas por los africanos e interpretada por la estereotipia europea, ahogaron además un posible diálogo con el Nuevo Mundo, habitado por aborígenes indígenas y negros llegados de África. Los términos de salvajismo y barbarie utilizados en Europa en relaciones con los africanos y en la oposición primitivos-civilizados, serían también aplicados en América a los aborígenes” (deFriedemann, 1984: 513).

En el caso Colombiano, esta investigadora observó cómo la invisibilidad y la estereotipa operaban sobre las trayectorias de la gente negra, impidiendo el reconocimiento de sus pueblos y contribuyendo directamente a que prácticas discriminatorias como el racismo se enraizaran en nuestra sociedad. De ahí empezó a construir su propuesta. Realizó entonces etnografías exhaustivas sobre las formas de vida de la gente negra habitante de regiones como el Pacífico colombiano o el Caribe continental e insular, en las cuales jamás perdió de vista la relación entre la cotidianidad y la historia como uno de los elementos fundamentales en el trabajo de visibilización de las memorias culturales africanas en Colombia y sus aportes a la identidad nacional.

 
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Frente a esta situación de invisibilidad, Nina S. de Friedemann elaboró una propuesta teórica con el ánimo de reconstruir el puente histórico existente entre las poblaciones negras o afrodescendientes en Colombia, y el África negra a través de la conceptualización de las Huellas de Africanía. El término “Huellas de Africanía” define la identidad recreadora de culturas, que se fundamentó primero en recuerdos de sentimientos, formas estéticas, sistemas sociales y sobrenaturales propios de las diversas regiones africanas; y que después fue re-elaborada continuamente, como reacción de los afrodescendientes ante los cambiantes contextos sociales y ambientales a los que han tenido que enfrentarse en América (de Friedemann 1993: 100 - 101).  El antropólogo Jaime Arocha plantea que en África hay africanidad pero no hay africanía. Esta última designa la reconstrucción de la memoria que –con muy diversas intensidades- tuvo lugar en América, a partir de recuerdos de africanidad que portaban los cautivos (Arocha en Restrepo, 2005: 83). A través de las Huellas de Africanía se tejen puentes entre lugares geográficos, entre el pasado y el presente y entre la memoria histórica y la memoria colectiva de estas poblaciones. 

Sin embargo, de Friedemann no sólo innovó en la antropología con su apuesta teórica sustentada en el reconocimiento de la existencia de las Huellas de Africanía en Colombia. Como se verá más adelante, metodológicamente también lo hizo al recurrir a la imagen, a las fotografías, y/o al cine como documentos útiles y herramientas fundamentales encaminadas a visibilizar las presencias afrodescendientes a lo largo del territorio nacional.

A este respecto, la antropóloga Mónica Espinosa plantea que los estudios realizados por Nina S. de Friedemann han contribuido ampliamente a

“desvertebrar el racismo que retroalimentaba la esfera pública y la academia. Ella planteó que la discriminación de la gente negra en Colombia  estaba entretejida con prácticas de dominio, representación y resistencia, las cuales habían tenido, entre otros efectos importantes, producir una representación de sus pueblos como objetivos invisibilizados, carentes de valor social, político y humano ... De ahí la pedagogía para destacar el valor histórico de la resistencia, no sólo como mecanismo para contrarrestar los efectos nefastos del cautiverio, sino como fuente de innovación sociocultural” (Espinosa, 2008: 32). Es en esta intención pedagógica y metodológica que Nina justifica los usos de la imagen, y que exploraremos a continuación.

La imagen como documento y como herramienta potenciadora de la comunicación social

Nina S. de Friedemann resultó ser no sólo una de las pioneras de los estudios de poblaciones negras o afrodescendientes en Colombia, sino que además, contribuyó significativamente con el fortalecimiento del componente visual en la disciplina antropológica. Para de Friedemann, las imágenes constituían en sí mismas documentos, a través de los cuales se hacía posible establecer canales reales de comunicación social.


 
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En el trabajo en campo, la imagen aparece como una estrategia para establecer vínculos con la comunidad, generar confianza e impulsar el diálogo; en los textos, como un elemento que al articularse con las palabras escritas logra dar vida y sentido a las experiencias relatadas.

Para de Friedemann el uso de materiales visuales como fotografías o películas, es una estrategia indispensable para lograr su objetivo: erradicar la invisibilidad y la estereotipia a la cual venían siendo sometidas las poblaciones negras desde la época de la esclavitud. La forma en que utilizó la imagen en sus investigaciones, ya fuera durante sus estadías en campo o después, en el momento de producción de sus textos, llevó a considerar la importancia del componente visual en el quehacer antropológico.

En 1995, durante una entrevista realizada para el programa Historia Debida de la Universidad Nacional, esta antropóloga mencionaba que una buena manera de hacerle llegar a la gente la información, era a través de la fotografía. En esta entrevista, ella recordó como alguna vez se encontró en Estados Unidos con la antropóloga Margaret Mead y el cineasta Jean Rouch, quienes le preguntaron sobre el estado de la antropología visual en Colombia. Luego de aquel encuentro, Nina, quién ya venía trabajando de la mano de la fotografía, decidió incorporar el cine en sus trabajos a partir de la introducción de una cámara super 8, con la que viaja al departamento del Chocó, y de la mano de Hernando Sabogal realiza la película “La fiesta del indio en Quibdó” (Muñoz en Arocha, 2008).

Después de este viaje al Chocó y de haber tenido muchos inconvenientes técnicos para mostrar la película, Nina decide mejorar sus equipos, y para la realización de “Güelmambí un río de oro”, compra una Bolex 16 mm. Fue con Güelmambí también donde esta investigadora comienza a elaborar lo que podría ser una metodología pionera en la antropología visual. Más allá de la realización del documental etnográfico, ella desarrolla un proceso de confrontación y diálogo con la gente con la que está trabajando en el municipio de Barbacoas. Decide mostrarle a la comunidad una serie de imágenes fotográficas y cinematográficas, para ir paso a paso, construyendo el guión y recogiendo las opiniones de las personas, en un ánimo de elaborar una metodología colaborativa utilizando primordialmente el registro visual.

En su artículo “Cine documento: una herramienta para investigación y comunicación social”, publicado en el año 1976, en la Revista Colombiana de Antropología, Nina profundiza en la construcción de dicha metodología colaborativa, al dar cuenta de las posibilidades del uso del cine (y la fotografía) como una herramienta de trabajo dentro de la investigación social, y como un elemento dinámico el cual permite establecer comunicación, no sólo en ambientes académicos y científicos, sino también en los mismos escenarios de donde provienen los datos visuales.



 
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En el artículo, de Friedemann presenta dos de sus trabajos visuales realizados con poblaciones negras, en los cuales señala las posibilidades de la imagen como documento en la investigación social. En primer lugar habla sobre Villarrica y luego se refiere a Güelmambí. El caso de Villarrica sirve para ilustrar a través de su proceso de realización, los espacios de diálogo generados entre las gentes-protagonistas y los cineastas-científicos. Por su parte, Güelmambí muestra las dinámicas comunicativas y posteriores intereses investigativos motivados por dichas producciones. Las metodologías implementadas por la antropóloga para llevar a cabo las producciones de Villarrica (1974)en el municipio del mismo nombre y de Güelmambí (1972 - 1974) en el municipio de Barbacoas, se convirtieron en un elemento reiterativo en el proceso de elaboración de algunos de sus trabajos impresos posteriores como “Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque”, “Criele criele son. Del Pacífico negro”,” De sol a sol”, entre otros.  

Retomando sus títulos: Güelmambí, la película como herramienta de comunicación

En 1972 Nina realiza una  importante investigación en Güelmambí, uno de los ríos afluentes del Telembí en la región del Pacífico Sur. En esta ocasión, su proyecto se incluía en el programa de Estudios de Negros en el Litoral Pacífico, el cual estaba auspiciado por el Instituto Colombiano de Antropología. El objetivo central del trabajo desarrollado fue llamar la atención de los colombianos sobre la situación de despojo vivida por los mineros del Güelmambí.

Fotografía 1. Nina S. de Friedemann. Güelmambí. 1972.

 
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Fotografía 2. Nina S. de Friedemann. Güelmambí. 1972.

Para lograrlo, Nina recurrió metodológicamente a la exposición de un conjunto de fotografías en las cuales se mostraba de forma comparativa el trabajo rudimentario de los mineros de ese río, ubicados en la zona rural y la explotación sistematizada de la minería realizada por compañías extranjeras a las cuales el gobierno colombiano les había dado concesiones y adjudicaciones en terreno semiurbano del municipio de Barbacoas. El trabajo de Güelmambí inicialmente se realizó a través de la toma de fotografías y 2.400 pies de película que fueron llevadas de la zona rural a la urbana. A finales del año 1972, la muestra de 75 fotografías fue trasladada a Barbacoas, en donde duró dos semanas y se proyectó cinco veces. Dice de Friedemann que a las muestras asistieron tanto mineros como comerciantes y público de la región. Luego de la muestra, se dio continuidad al trabajo de investigación sustentado en tres objetivos:

“1. Obtener percepciones generales en la región de Barbacoas con la ayuda de imágenes fílmicas y fotografía quieta con el propósito de luego elaborar una película sobre la minería del oro en el río Güelmambí.
2. Recrear visualmente en Barbacoas escenas de la cotidianidad de los mineros, su trabajo, el cual ha contribuido a mantener vivo el puerto. Así mismo, precisar la evidencia que aparecía en el cuerpo de la investigación antropológica sobre la falta de conocimiento por parte de los habitantes del puerto sobre la importancia de la labor de los mineros y la discriminación socio-racial hacia ellos sustentada en su pigmentación, hábitat selvático y su estilo de vida.
3. Obtener percepciones sobre comunicación entre gente que habita espacios rurales y gente que vive en el campo” (de Friedemann, 1976: 515).

 
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Fotografía 3. Nina S. de Friedemann. Mineras de Güelmambí. 1972.

Fotografía 4. Ronald Duncan. Barbacoas. 1974
(Exposición Minería Güelmambí).

 
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En Barbacoas, de Friedemann cuenta como desde el primer momento que las gentes urbanas ayudaron a desempacar la muestra fotográfica, se mostraron sorprendidos por el nombre de la misma: “Minería del Oro, Barbacoas”. Para Nina, la sorpresa experimentada por los habitantes del puerto daba cuenta de cómo para ellos, los ríos como el Güelmambí, no son Barbacoas, y por ende, la gente que los habita son un grupo aparte, “estos son negros, trabajadores de la selva en oposición a las gentes de Barbacoas que culturalmente se consideran blancos, o se hallan en proceso de blanqueamiento físico y cultural” (de Friedemann, 1976: 528).

Después de la primera semana de exposición de las fotografías y la película en el puerto de Barbacoas, el número de asistentes superó todas las expectativas. No obstante, los mineros que estaban en el puerto no se acercaron al salón, por lo que se decidió llevar la película a un lugar distinto y realizar una reunión en horas del día, a la cual asistieron habitantes del Güelmambí. Una vez vista la película y las fotografías, se procedió con la recolección de datos sobre la percepción de gentes urbanas y rurales a propósito de lo que habían visto en las imágenes. En el caso de los habitantes del área urbana, se les pidió que diligenciaran un cuestionario con nueve preguntas, y para el caso de los mineros, se concretaron un conjunto de entrevistas grupales semi-estructuradas, utilizando las mismas preguntas que se encontraban en el cuestionario.


Otro episodio clave en medio de la exposición realizada, fue cuando gentes provenientes del puerto de Barbacoas y mineros del río Güelmambí coincidieron en el espacio donde estaba ubicada la muestra fotográfica. Para de Friedemann, en aquel momento fue evidente la separación entre un grupo y otro. Cuenta la antropóloga, que cuando los mineros llegaron a observar la exposición se reunieron en grupos mirando con curiosidad cada momento retratado y buscando en las imágenes a parientes y conocidos. Sin embargo, al llegar un grupo de jóvenes del puerto al lugar de la exposición, éstos les dijeron a los mineros que allí los tenían como payasos y se rieron de ellos. Luego del comentario, los mineros abandonaron el salón. Dice de Friedemann que “las gentes de los ríos son conscientes no solamente de las barreras que la comunidad urbana de Barbacoas les impone, sino de su impotencia para manipular este tipo de circunstancias”(1976: 530).

A partir de las proyecciones y de la recolección de percepciones y opiniones sobre el trabajo minero, vemos como Nina S. de Friedemann trató de evidenciar el racismo persistente que operaba en las gentes de la región. Un elemento clave para evidenciar el racismo fue dar cuenta de las fronteras y barreras culturales establecidas hacia los mineros del río Güelmambí por parte de los habitantes de Barbacoas, a través de dicotomías como blanco/negro, rural/urbano, civilizado/salvaje, que demostraban cómo la zona rural apenas era considerada como un lugar residual en la región.

 
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Además de ello, la película Güelmambí resultó ser una excelente herramienta de comunicación, ya que por un lado permitió que las personas de los contextos urbanos conocieran las dinámicas propias de los contextos rurales, y por otro, para los mineros, resultó en una obra que les permitió hacer más visible y valorable su trabajo, a partir del reconocimiento de los aportes de la minería artesanal a la economía de la región.

Al finalizar la experiencia en la zona del Güelmambí, y teniendo como base la evaluación de las proyecciones y la muestra fotográfica realizadas en el puerto de Barbacoas, así como también las percepciones de los mineros, Nina procedió con el montaje de la película. Para ella, fue muy importante evidenciar cómo el uso de la imagen se convirtió en un puente de comunicación entre el sector urbano y la zona rural (de Friedemann, 1976), así como también en una estrategia alternativa para mostrar la importancia que tiene la minería tradicional para las poblaciones afrocolombianas. Lastimosamente, treinta años después el panorama respecto a la minería se hace cada vez más problemático, cuando el estado impulsa la minería a gran escala, y la pequeña minería sufre los embates del conflicto y su prohibición.



Retomando sus títulos: Villarrica Cine-Documento

Villarrica como lo describe Nina es un segmento del trabajo antropológico realizado en la fase de información de un proyecto del Centro de Investigaciones Multidisciplinario para el Desarrollo Rural (CIMDER), propuesto por la Universidad del Valle a través del cual se buscaba generar un programa de desarrollo socioeconómico para las poblaciones afrodescendientes de esta región. Con la película se buscó por un lado dar a conocer hacia afuera, la situación socioeconómica de esta población desde el punto de vista de sus habitantes, y por otro, generar un espacio al interior de la comunidad para expresar las opiniones del programa planteado por el CIMDER.

La producción de la película surge enmarcada en el objetivo de plasmar la opinión de la gente de Villarrica  frente a las problemáticas de violencia y continuo despojo que surguen en el proceso de expansión de los ingenios azucareros en la región del Norte del Cauca. Con la proyección de la película en el mismo terreno de realización, se buscaba

“trazar contornos de escenarios de comunicación dinámica que estimulan a un grupo o comunidad para señalar o discutir sus problemas y así proponer alternativas, ya sean de solución o acción sobre base de evidencias tangibles” (de Friedemann, 1976: 526).

 
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La técnica adoptada en Villarrica fue sugerida por el profesor Sol Worth de la Universidad de Pensilvania, quién venía de realizar su trabajo entre los indígenas Navajo y con quién Nina S. de Friedemann conversó para pensar el rol que pudiera tener la fotografía dentro de la realización del proyecto. Como describe la autora, fueron cuatro las estrategias utilizadas en el proceso de obtención del material visual:

 “1. Fotografía de los principales rasgos físicos de la comunidad y de aquellos importantes en el comportamiento de la misma, a saber, calles, principales edificaciones, tiendas, casas, fincas y tejares y sitios de recreación.
2. Fotografía del ciclo de comportamiento realizado en lugares físicos específicos. Ello incluyó fotografía repetida de una misma actividad, por ejemplo en una tienda, en una cantina, en los aljibes, a distintas horas del día.
3. Fotografía de otros comportamientos importantes tales como actividades en las fincas, en los cañaduzales, en el sitio de juego de azar, en la vida doméstica.
4. Fotografía de otros comportamientos, por ejemplo, una fiesta de Reyes Magos, el transcurso de una Semana Santa, una reunión de junta de acción comunal, el entierro de un infante” (de Friedemann, 1976: 514).

Fotografía 5. Nina S. de Friedemann y Ronald J. Duncan. Villarrica. 1973.

 
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Fotografía 6. Nina S. de Friedemann y Ronald J. Duncan. Villarrica. 1973. Selección de fotografías para elaborar conversatorio.

De la puesta en práctica de estas cuatro estrategias de documentación resultaron un total de 700 fotografías. No obstante, luego de un proceso de selección en el cual se incluyó la percepción de los habitantes, se redujo el número a 34 fotografías en blanco y negro, las cuales fueron utilizadas como base para desarrollar entrevistas grupales en un contexto doméstico. Las entrevistas se realizaron con distintos grupos de la población, se planearon con el objeto de “elicitar patrones perceptuales de la comunidad y explicaciones de comportamientos específicos” (Duncan en de Friedemann, 1976: 515).

La idea, según esta antropóloga, era entregar a cada persona el juego de fotografías para después pedirles que las organizara con el propósito de mostrar según su punto de vista, cómo era la comunidad de Villarrica. Con la elaboración y visibilización de las reflexiones planteadas por los habitantes de Villarrica sobre la situación y futuro de su comunidad, Nina trató de romper el estereotipo construido sobre estas poblaciones en la región, las cuales eran constantemente señaladas como perezosas, o con escasa agencia sobre su destino. Además, al contrastar fotografías y reflexiones, esta antropóloga logró introducir la perspectiva de éstos campesinos negros frente a la llegada del monocultivo de la caña a la región.

 
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El uso de la imagen como fuente, y en particular como fuente con connotación política es uno de los usos y aportes más importantes de este trabajo, el cual Nina intentó convertir en un referente para la lucha política y agraria de estas comunidades. En su objetivo puede leerse

“proveer a otras comunidades en la misma región o en regiones distintas de un material dinámico que estableciera lazos efectivos de comunicación e identificación a través de barreras regionales y étnicas, alrededor de cuestiones de trabajo, derechos de tierra y educación entre otros. Ello podría ser útil en la acción y la lucha política y social de estas comunidades”
(de Friedemann, 1976: 526).

Vale la pena aclarar que este tipo de metodologías colaborativas, implementadas y desarrolladas con fines políticos, orientados a fortalecer procesos de movilización de sectores campesinos, afrodescendientes, e indígenas son propias del contexto de luchas por la tierra y la identidad, que permiten que estos sectores denuncien las situaciones de dominación y marginalidad en la que se encuentran. En este momento, en la década de 1970, cuando emergen importantes metodologías de trabajo de parte de académicos colombianos, quienes buscarán a través de su trabajo de investigación aportar a las luchas de estos movimientos para lograr que la producción de conocimiento se articule a las luchas y se produzca de la mano de poblaciones y comunidades.

Entre ellos, destacamos la Investigación Acción Participativa implementada por Orlando Fals Borda, los mapas parlantes desarrollados por el grupo de los solidarios como Víctor Daniel Bonilla, Mara Teresa Findji, Álvaro Velasco, Luis Guillermo Vasco, y el documental políticamente comprometido de Marta Rodríguez y Jorge Silva (Valencia, 2011).

El proceso de elaboración de Villarrica culminó en el año 1974, cuando se entregaron sus resultados al programa de la Universidad del Valle. Con el final de la película llegó también el final del trabajo de los antropólogos. No obstante, de Friedemann afirma que de ahí en adelante hubiera podido iniciarse una evaluación del uso de la película como herramienta de comunicación y de investigación, ya que para esto fue diseñada y era importante hacerlo.  Se sugirió por ejemplo proyectar la película Villarrica en reuniones con gentes de la comunidad y del programa CIMDER, para generar preguntas sobre los impactos que se estaban generando en la región a partir del monopolio azucarero.

Como puede observarse, en los procesos de elaboración de las películas Villarrica y Güelmambí, la relación entre la imagen, en formato de fotografía o de cine, y la comunidad, fueron elementos claves para lograr producciones acordes con la cotidianidad, las problemáticas sociales, y también con los puntos de vista y formas de vida de las  poblaciones afrocolombianas.
 
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Además, el uso de la imagen permitió generar espacios de diálogo al interior de ambas comunidades, fortalecer el sentido crítico de sus habitantes sobre sí mismos, y re-conocer la comunidad en general, integrando elementos presentes en ella, los cuales antes eran pasados por alto. Así, el uso de la imagen en ambas experiencias permitió adquirir algún nivel de consciencia por parte de los habitantes de Villarrica o de Barbacoas, sobre ciertas prácticas que estaban contribuyendo a la exacerbación de la discriminación o invisibilización de las presencias negras en ambos lugares.

Lo innovador y novedoso del trabajo de Nina S. de Friedemann, es entonces lograr que la imagen, el uso de fotografías y cine se constituya en una herramienta fundamental en los procesos de construcción de conocimiento colaborativo, y porque no, de denuncia social. Es decir vemos el valor que la imagen tiene como método, donde la fotografía y el cine no son solo  herramientas de divulgación de la investigación, sino además herramientas de la misma. Es así como desde el trabajo pionero de Nina vemos como

“Instalar la necesidad metodológica del registro cinematográfico en el trabajo antropológico, otorgarle un lugar dentro del campo, justificarlo teórica y epistemológicamente conduce inevitablemente a que los aportes surgidos del vínculo entre cine y antropología fueran resignificados”
(Jure, 1998: 16).

Visibilizar lo invisible: Imágenes del afrocaribe

Además del trabajo realizado en la región del Pacífico, encontraremos en la obra de Nina un insistente esfuerzo por dar a conocer las presencias afrocolombianas de la región del Caribe insular y continental. Para el caso de las poblaciones que habitan el Caribe continental, podríamos afirmar que la memoria geográfica de esta región,

“ocupa un lugar muy especial dentro de la topografía cultural racializada del país, por sus características ambiguas étnico raciales y por el contraste entre una rica producción cultural, una fuerte expresión política y un débil desarrollo económico”
(Viveros, 2009: 2).

Esta región que podríamos caracterizar como costas, ciénagas y grandes sabanas que limitan al norte con el mar Caribe (departamentos de Chocó, Antioquia, Córdoba, Sucre, Bolivar, Atlántico, Magdalena, Cesar y Guajira), ha sido habitada por poblaciones de distinta pertenencia étnica (indígenas, afrocolombianas, mestizas) que debido a procesos de intenso mestizaje reafirman la ambigüedad étnico-racial de varias poblaciones que habitan esta región (Fals Borda, 2008).  Es en este contexto de intensa producción cultural que Nina se esfuerza por visibilizar tanto la población afrocolombiana del Palenque de San Basilio, como la población isleña raizal del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

 
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Fotografía 7. Nina S. de Friedemann. Cartagena. 1974.

Dos cuestiones resaltan en su trabajo: la primera es tratar de visibilizar poblaciones de una región, que como el Caribe, posee una invisibilidad histórica en los procesos de construcción nacional. La segunda, es que su trabajo trata de dar cuenta de la riqueza y diferencia cultural de poblaciones que como la Palenquera y la Isleña-raizal se enfrentan a intensos procesos de cambio social.

Respecto al vacío relativo de la presencia de las poblaciones negras en el Caribe, puede estar relacionado con el proceso de formación de la nación colombiana desde finales del siglo XIX. El peso del mestizaje orientado hacia el blanqueamiento que caracterizó los procesos de formación nacional, permitió que se crearan ciertas ideas respecto a algunos lugares de la geografía, o que algunas poblaciones fueran excluidas o invisibilizadas de los procesos de construcción nacional. Alfonso Múnera en la introducción de su libro “El Fracaso de la Nación” (1998) menciona cómo en 1827, José Manuel Restrepo, importante historiador y político antioqueño, publicó su obra sobre las luchas de independencia de los estados de Venezuela, Ecuador y Nueva Granada. En ella, Restrepo da cuenta como las independencias fueron un proyecto criollo, de élite, que se organizó alrededor de un proyecto de nación andino, centralista y homogéneo. Como consecuencia de ello, algunas poblaciones del Caribe continental que contribuyeron a los procesos emancipatorios fueron excluidas de las narrativas de la nación, ya que sus características demográficas y sociales no entraban en el modelo propuesto.

 
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Y si esto sucede con la región del Caribe continental, qué decir del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ese Caribe insular, frontera norte de nuestro país, ubicado en el Caribe Occidental que permanecerá completamente alejado del modelo andino de nación. Un Archipiélago lejano, que gracias a las disputas imperiales entre Inglaterra y España, y la posterior determinación de sus pobladores, queda bajo la soberanía colombiana. En medio de las disputas entre imperios, el Archipiélago pasó de ser uno de los primeros asentamientos de los puritanos – calvinistas que venían directamente de Inglaterra – fue abandonado por un tiempo, para luego, a finales del siglo XVIII, ser repoblado por jamaiquinos, y descendientes directos de la diáspora africana – es decir, esclavizados – y otros pobladores que migraban entre distintas islas y territorios del Caribe Occidental. Cabe anotar además, que las diferencias en los procesos de colonización entre la nación andina (que generalmente hace referencia a los conquistadores españoles) y la región del Caribe (marcada por la presencia de filibusteros, piratas y contrabandistas, y las presencias imperiales) marcarán una diferencia en la historia y la memoria de esta región. Así la presencia inglesa unida a la presencia de una mano de obra esclavizada de origen africano, asientan algunas de las bases, para reivindicar la matriz afroanglocaribeña de la población “nativa” del Archipiélago, la isleña raizal.




Una pionera etnografía visual: “Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque”

Entre los años 1974–1978, Nina trabajó en Palenque de San Basilio, un lugar ubicado en el caribe continental colombiano a unos cuantos kilómetros de la ciudad de Cartagena de Indias, con el ánimo de dar a conocer las particularidades socioculturales de esta población negra, de estirpe guerrera, que conservaba fuertes herencias africanas y, que por mucho tiempo fue calificada como “salvaje y guerrera”. Para materializar el trabajo etnográfico realizado en el Palenque, ella publica “Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque” (1979).En dicho texto, resulta evidente el rol fundamental cumplido por las fotografías las cuales ocupan gran parte de sus páginas. Al juntar palabras e imágenes, de Friedemann logra darle profundidad a sus relatos, entrelazando elementos históricos, expresados en los textos escritos, y cotidianos, a través de fotografías, los cuales dan cuenta de las presencias y trayectorias de la gente negra, y de su intensión por lograr  materializar las memorias culturales africanas presentes aún hoy en América.

Ma Ngombe: Guerreros y ganaderos en Palenque” es el resultado de una investigación antropológica llevada a cabo por Nina S. de Friedemann desde el año 1974, en el marco de un plan de estudios sobre grupos negros en el litoral caribe de Colombia. Examinando la organización social y comunitaria del palenque colonial y del palenque actual, la autora busca contribuir a erradicar los perfiles estereotipados a través de los cuales se ha definido la gente negra en el país.

 
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De acuerdo con esta antropóloga, la comunidad de Palenque de San Basilio cuenta con un lenguaje criollo tradicional. Este elemento se ha convertido en un factor de discriminación lingüístico-racial ejercida por las clases dominantes de la región, las cuales desde espacios cotidianos como las escuelas, omiten el idioma, la historia y las tradiciones de palenqueros y palenqueras. En este sentido, el trabajo Nina busca consolidarse como un esfuerzo por mostrar un “palenque accesible” recurriendo a elementos como la descripción visual a través de una serie de imágenes que dan cuenta de la vida cotidiana de sus gentes y que estén al alcance principalmente de ellos mismos.

En la primera parte del texto, llamada “Trabajo de terreno entre palenqueros”, de Friedemann describe su llegada a Palenque de San Basilio, habla sobre las condiciones geográficas y las reacciones de la gente al verla entrar con el hijo de uno de los líderes de la comunidad. Las palabras de la autora se vuelven literalmente imágenes por medio de fotografías que dan cuenta de esta situación. Luego, esta antropóloga hace una enfática denuncia sobre la falta de interés demostrada por la antropología hacia los estudios de los grupos negros. De acuerdo con la autora, en los años 60’s y 70’s, la disciplina antropológica se centró en el romanticismo y nostalgia por lo indígena, dejando de lado otras comunidades. Mientras hace esta denuncia, Nina acompaña el texto de rostros de hombres y mujeres con el ánimo de visibilizar las caras del Palenque y los aportes de esta población.

Fotografía 8. Nina S. de Friedemann y Richard Cross. Palenque de San Basilio. 1975.

 
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Fotografía 9. Nina S. de Friedemann y Richard Cross. Palenque de San Basilio. 1975.

Fotografía 10. Nina S. de Friedemann y Richard Cross. Palenque de San Basilio. 1975.

 
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Fotografía 11. Nina S. de Friedemann y Richard Cross. Palenque de San Basilio. 1975.

Es importante tener en cuenta que en varias partes de su libro, de Friedemann denuncia la ausencia y necesidad de los estudios antropológicos sobre Palenque. Para ella, el hecho de que la historia de la comunidad palenquera haya sido excluida de la historia nacional, es el reflejo de cómo hasta hace poco, la escritura de la historia y las versiones más difundidas de esta, estuvieron exclusivamente en manos de los sectores dominantes. La importancia de incrementar los estudios a propósito de la cultura y sociedad palenquera, radica en reconocer que ellos son una alternativa en el ejercicio de dar cuenta de la memoria cultural afro, la cual durante décadas ha sido dejada de lado.

A lo largo de todo el libro, de Friedemann va acompañando sus palabras con muy variadas fotografías tomadas en la comunidad, a sus habitantes, espacios y prácticas cotidianas. La combinación entre imágenes y palabras permite al lector ir transitando simultáneamente la historia de la configuración del Palenque de San Basilio y las condiciones de vida y prácticas socioculturales existentes al momento en que esta antropóloga hace su entrada a la comunidad. En las fotografías aparece el ganado, las casas, las calles y el paisaje que rodea a Palenque, pero también los rostros de quienes construyen territorialidades en aquellos escenarios, las peleas de boxeo propias de los cuagros2, la recolección de agua, el proceso de preparación de platos típicos, las bodas, los santos y la iglesia.

 
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Respecto a las fotografías, de Friedemann relata cómo en un principio, la sola presencia de la cámara hacía que la gente huyera. La primera reacción de los palenqueros sobre la toma de fotografías fue decirle que éstas no estaban permitidas. Sin embargo, cuando las fotografías que se habían tomado fueron entregadas a la comunidad como obsequios, el problema con las lentes terminó, y por el contrario, se dio inicio a un ejercicio de retroalimentación muy importante, el cual permitió que la edición de Ma Ngombe se constituyera en una de las pioneras etnografías visuales editadas en el país. En los textos, de Friedemann recurre al uso de la imagen para exponer la cotidianidad de estas comunidades, escenario en el cual se hacen visibles elementos culturales de la comunidad. Palabras e imágenes dan cuenta de la existencia y complejidad de la organización social Palenquera. Además, este libro fue acompañado por frases en el idioma criollo palenquero, para demostrar también el valor lingüístico de esta comunidad, la cual por años ha sido subalternizada por la élite de la ciudad de Cartagena.

Para Delgado y Ramírez (2008), Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en San Basilio de Palenque, publicado en 1979, sitúa el debate iniciado por de Friedemann y por el fotógrafo Richard Cross, en relación a las formas de comunicar a diversos auditorios el proceso y los resultados académicos de un proyecto de investigación. De acuerdo con esto, el aporte más significativo realizado por de Friedemann con Ma Ngombe, es el conjunto de fotografías que se encuentran en permanente diálogo con los textos.

Fotografía 12. Nina S. de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1974.

 
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Fotografía 13. Nina S de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1975.

Fotografía 14. Nina S de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1975.

 
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Fotografía 15. Nina S. de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1975.

Fotografía 16. Proceso de visualización de Imágenes con Richard Cross. Palenque de San Basilio. Ma Ngombe. 1978.

 
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Fotografía 17. Richard Cross. Palenque de San Basilio. Ma Ngombe. 1978.

Fotografía 18. Richard Cross. Palenque de San Basilio. Ma Ngombe. 1975.

 
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La densidad de las imágenes permite al lector sumergirse en las temáticas propuestas por de Friedemann sin recurrir al texto escrito. La integralidad lograda por la autora a lo largo del texto no sólo se debe a la habilidad para articular palabras e imágenes, sino también, a la habilidad para crear vínculos personales y académicos con las gentes de Palenque.

El trabajo realizado por Nina en Palenque orientó trabajos posteriores, como el realizado por Ramiro Delgado, quien apeló al valor pedagógico de la imagen en el proyecto “Documentación del patrimonio cultural de San Basilio de Palenque: una propuesta pedagógica desde la historia Oral”. Además del elemento pedagógico, vemos como en este caso las imágenes se convierten en importantes fuentes históricas. Para Christian Jure, retomado por los antropólogos Carlos Cárdenas y Carlos Duarte (2011), las imágenes deben ser vistas en su cualidad de caja de resonancia histórica y en su capacidad de revelar el pasado. Las imágenes poseen entonces un valor socio-antropológico que, con el paso del tiempo, cobra fuerza en tanto documento histórico (Jure, 1998). Para terminar veremos como este trabajo unido a otros cuantos que se han desarrollado en este lugar, han contribuido a visibilizar y dignificar la vida de los y las Palenqueras, quiénes hoy todavía luchan para romper los procesos de discriminación y exclusión social a los que históricamente han sido sometidos.


Visibilizando procesos de cambio social: el caso del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

Otro de los aportes destinado a visibilizar las afrocolombias, es el trabajo realizado por esta antropóloga en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina en el año 1964, cuando se estaba iniciando el proceso de integración hacia las islas por parte del Estado Colombiano. Es en medio de este proceso de cambio social, político y económico, que Nina inicia su trabajo para visibilizar la riqueza cultural de la población isleña-raizal, y evidenciar como los procesos de modernización, a partir del comercio y el turismo, estaban afectando a la gente del Archipiélago.

En su trabajo, de Friedemann tiene dos intenciones: Primero, evidenciar la riqueza cultural de la población isleña-raizal que es poco conocida para la Colombia continental. Segundo, su trabajo etnográfico y visual se encamina a evidenciar los procesos de intenso cambio social que afronta esta población a partir de las políticas modernizadoras implementadas por el Estado Colombiano.

En su trabajo realizado en 1964, en el caserío de Sound Bay, en San Andrés isla, titulado “Ceremonial religioso-funébrico representativo de un proceso de cambio en un grupo negro de San Andrés”, Nina S. de Friedemann describe un ceremonial religioso realizado por pobladores isleños-raizales y los procesos de cambio que emergen frente a la influencia católica impulsada con las actividades de la misión capuchina.
 
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En el trabajo, de Friedemann identifica elementos que conceptualiza como “Huellas de Africanía”, que se mezclan con tradiciones bautistas, así como los nuevos elementos católicos que, a comienzos de la década de 1960, se introducen en los cultos protestantes. A través de este, trata de reconstruir el legado africano presente en estas poblaciones a través de un juicioso trabajo de reconstrucción etnohistórico, y de la aproximación etnográfica y visual a un ceremonial religioso-funébrico, para dar cuenta de los procesos de cambio que estaba viviendo esta población. El objetivo de esta antropóloga aquí es contribuir con el proceso de comprensión de la sociedad isleña, a través de su particular organización social, además de visibilizar la forma en que este proceso de transformación en el ámbito de la religiosidad, evidenciaba el clima de tolerancia religiosa presente en las islas.

También y cómo es recurrente en el trabajo de esta antropóloga, hay una importante apuesta por explorar  la vida doméstica para lograr caracterizar los procesos de organización social  y del rol preponderante que tiene la mujer en ellos. Investigadores como Thomas Price (1954), Nina S. de Friedemann (1979) y posteriormente Oakley Forbes (2002), afirman que para el caso del Archipiélago, la importancia que cobra el sentido familiar amplio o extenso, se configura como estrategia de sobrevivencia al flagelo de la trata. Ante la ruptura de lazos sociales y familiares, o ante situaciones como la ausencia de núcleo familiar o la no oportunidad de crianza de los niños, la solidaridad entre pares se refuerza hasta reinventar los lazos familiares.

Este tipo de conformación familiar, no se limita a las relaciones consanguíneas del parentesco, sino que comprende de igual manera las relaciones de solidaridad y reciprocidad establecidas por relaciones de  compadrazgo y  amistad.  Esto demuestra que en el Caribe, y para este caso, en el Archipiélago existe otra  forma de comprender y entender a la familia, lo cual ha permitido la existencia de una convivencia, donde la amistad actúa algunas veces como principio estructural de las relaciones (Wilson, 2004; Valencia, 2013).

Nina S. de Friedemann relacionó esta manera de conformar la organización social de la población isleña-raizal con el tipo de organización social de los grupos provenientes del África Occidental, que se caracterizaban por su cohesión tanto a nivel familiar como grupal.  Esta fue una apuesta muy importante encaminada a demostrar la particularidad sociocultural de esta población, que comenzaba a enfrentarse a las emergentes políticas integradoras de parte del estado colombiano, a partir de políticas y estrategias que desconocían la particularidad sociocultural de este grupo.  

Otro de los aspectos que Nina de Friedemann aborda en este proceso de cambio social, son los préstamos que comienzan a surgir entre bautistas y católicos. De Friedemann plantea que la religión bautista no puede ser considerada predominante en términos numéricos dentro de la población isleña-raizal sanandresana.

 
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Fotografía 19. NINA S. de Friedmann. San Andrés Isla. Sound Bay. Vida Familiar. 1964.

Particularmente para el caso del barrio de Sound Bay, afirma que es necesario tener en cuenta las relaciones entre el bautismo y el catolicismo:

“La religión católica y las denominaciones protestantes en su mayoría bautistas se hallan en ambiente de mutua tolerancia. Miembros de una misma familia viviendo bajo el mismo techo  profesan el credo bautista o el católico sin que este hecho implique conflicto en sus relaciones”
(de Friedemann, 1964: 152).

De esta manera la autora señala un aspecto muy importante en cuanto a la cohabitación de credos religiosos: más que dar cuenta de los posibles intercambios que pueden emerger en el encuentro de estos dos credos, describe como las personas cohabitan sin que sus diferencias religiosas los distancien, y cómo las liturgias se van adaptando al encuentro, a las necesidades de la población, que sin resaltar sus diferencias afirman la importancia de la religiosidad en el contexto insular. Estos hechos ponen en forma una tolerancia religiosa que se comienza a vivir en las islas, y que se enriquece posteriormente con la llegada de otros cultos como el adventismo y el pentecostalismo.

Es por ello que en el trabajo visual de esta antropóloga, realizado en el caserío de Sound Bay, busca al igual que Ma Ngombe, dar a conocer los procesos de transformación y cambio social que se están dando en la población isleña-raizal en el campo de la cotidianidad, abordando las transformaciones en las relaciones productivas, o las formas de apropiación territorial, e incluso  en las formas de religiosidad.

 
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Con sus trabajos, la investigadora pretende poner en evidencia cómo a partir de la década de 1950, se originan grandes desequilibrios económicos, ambientales y a su vez se genera un fuerte conflicto, como consecuencia del abrupto cambio demográfico y territorial generado con la declaratoria de Puerto Libro. De la misma manera, busca dar cuenta cómo las grandes transformaciones acaecidas con este proceso de integración, tienen impacto en otros campos, como aquellos relacionados con la religiosidad, la educación y la lengua. Los impactos de este intenso proceso de integración, se convierten en argumentos centrales para promover la lucha por la defensa de la identidad isleña-raizal que continua hoy hasta nuestros días.

Reflexiones finales

Después de este recorrido sobre la obra de la antropóloga Nina S. de Friedemann, vemos  que su trabajo logró interrelacionar dos grandes inquietudes: Por un lado, aportar a la visibilidad de las poblaciones negras o afrodescendientes en una Colombia que tempranamente estaba reconociendo la diversidad de su nación; y por otro, tratar de innovar en los métodos utilizados, apelando a la imagen como método, fuente y documento para la elaboración y comunicación de los resultados de sus trabajos de investigación social. En esta doble intención, a comienzos de los años setenta, Nina S. de Friedemann fue señalada como alguien que no hacía antropología por el hecho de estudiar grupos afrocolombianos, y que no hacía etnografía debido a la utilización de la fotografía y el cine como una forma de registro y comunicación de los datos etnográficos.

Dejando de lado las críticas, para de Friedemann resulta crucial lograr incluir de forma articulada en cada uno de los relatos el elemento histórico y el elemento visual, por cuanto la combinación de ambos incide en la erradicación de la invisibilidad de la gente negra en Colombia y la historia de sus trayectorias. Considerando lo anterior, es posible referirse a Nina S. de Friedemann como una de las pioneras no sólo de los estudios de negros en Colombia, sino también de la antropología visual.

De manera puntual, podemos identificar tres aspectos fundamentales del trabajo de Nina de Friedemann, a través de los cuales la antropóloga logra visibilizar las presencias afrodescendientes en el país y reflexionar sobre las metodologías a través de las cuales se había venido haciendo antropología en Colombia hasta la década de 1960: Primero, la utilización de estrategias para compartir los resultados de los procesos de investigación, más allá de los escenarios puramente científicos y académicos, en donde la articulación de palabras e imágenes es fundamental para cumplir este ejercicio pedagógico. Segundo, su particular forma de escribir etnografías haciendo enfásis en aspectos de la vida cotidiana; y tercero, visión plural del continente africano, y la relación africa-américa, la cual la llevó a proponer el concepto “Huellas de Africanía” que  terminó guiando su legado académico dentro de la disciplina antropológica en el país (Delgado y Ramírez, 2008).


 

 
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Nina de Friedemann sobresale por las múltiples estrategias que introdujo a lo largo de su carrera para compartir los resultados de sus procesos de investigación, más allá de los escenarios puramente científicos y académicos, basándose en la articulación de palabras e imágenes. La película Güelmambí y la publicación Ma Ngombe, son un ejemplo de la capacidad de esta antropóloga para crear narraciones profundas que estén al alcance de públicos muy diversos, apelando al diálogo directo entre textos escritos y fotografías o imágenes fílmicas. Específicamente, en el desarrollo de su trabajo etnográfico en San Basilio de Palenque, utilizó las fotografías como recurso pedagógico y científico a través del cual le fue posible presentar el modo de vida de los habitantes de esta comunidad. Mientras las fotografías evidencian en el texto la cotidianidad de la comunidad palenquera, las palabras van narrando su historia de tal forma que al articularse presente y pasado se logra una visión profunda de lo que es San Basilio de Palenque, de sus memorias culturales y su actualidad. Inclusive, la densidad de las imágenes permite al lector sumergirse en las temáticas propuestas por de Friedemann sin recurrir al texto escrito. La integralidad lograda por esta investigadora a lo largo del texto no sólo se debe a su habilidad para articular palabras e imágenes sino también, a su capacidad para crear vínculos personales con las gentes de Palenque.

Fotografía 20. Nina S. de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1981 (La hija de Nina acompaña a su madre, durante su trabajo de campo).

 
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Fotografía 21. Nina S. de Friedemann. Palenque de San Basilio. 1981 (La hija de Nina acompaña a su madre, durante su trabajo de campo).

La propuesta pedagógica de Nina consistió en narrar historias cortas, secuencias de fotografías, fragmentos de documentales, con el propósito de construir textos sobre la cultura afrocolombiana, los cuales estuvieran al alcance de todos. Como señalan Ramírez y Delgado (2008), en la obra de Friedemann, el otro es representado de tal forma que llega al lector con “toda su vital existencia y calidez” (Ramírez y Delgado, 2008; 107). Otro aspecto relevante del trabajo realizado por la antropóloga, son sus recorridos a lo largo y ancho del territorio nacional y sus viajes al continente africano. Los trayectos y experiencias vividas en lugares como Palenque y San Andrés en el Caribe, y en los ríos Güelmambí y Telembí en el departamento de Nariño, el Chocó, Norte del Cauca entre otros lugares del Litoral Pacífico, contribuyeron a fortalecer sus visiones sobre las africanías, las cuales trascendieron las fronteras nacionales con la producción y edición de la revista América Negra y la promoción de temas afrocolombianos dentro del programa La Ruta del Esclavo de UNESCO.

Finalmente, podemos señalar que los aportes de Nina nutren reflexiones elaboradas posteriormente por  antropólogos visuales. Para Elisenda Ardévol este  es un campo de estudio de las ciencias sociales que tiene como preocupación esencial la representación y la comunicación audiovisual, centrada básicamente en dos perspectivas. La primera se remite al análisis de los medios de comunicación y de la imagen presente en éstos como producto cultural, incluyendo a la fotografía, el cine, el vídeo, la televisión y los productos multimedia.
 
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Según la autora, el eje central de su análisis debe ser el papel que éstos juegan en las construcciones de identidades colectivas. Una segunda perspectiva tiene que ver con el uso de la imagen como dato sobre la cultura o documento etnográfico, y como técnica de investigación. Para Ardévol, el desarrollo y consolidación de la antropología visual exige una reflexión que enlace la producción de imágenes con el conocimiento antropológico y trascienda la utilización meramente instrumental y técnica de estas, que es la manera más difundida como se han venido utilizando (Ardévol, 1996). Es así como vemos que el trabajo de Nina S. de Friedemann es pionero en utilizar la imagen y con ello fortalecer su trabajo antropológico sustentado en contribuir  a visibilizar y reconstruir la imagen y la memoria de las poblaciones negras o afrodescendientes de Colombia.  

Notas

1.Agradecemos a la Biblioteca Luis Ángel Arango y al Fondo Nina S. De Friedemann la posibilidad de utilizar las imágenes del archivo digital: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/nina-s-de-friedemann/.
2. Cuagro: forma de organización social tradicional del Palenque de San Basilio, caracterizada por agrupar hombres y mujeres de una misma generación.

 

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