Esa trasgresión de convenciones morales ridiculiza a las dos mujeres. La madre, ya risible a los ojos de los espectadores por ser incapaz de proteger a su hija de las osadas manos de Cantinflas, termina por ser insultada directamente cuando él le dice vieja (“no, que va a parecer su madre, más bien parezca su abuelita”). El insulto, como las demás injurias, pasa incomprendido por la mujer. La hija, por su parte, insta a la risa por la candidez con que se deja tocar sin siquiera darse cuenta y, por lo mismo, sin siquiera disfrutar ese masaje normalmente prohibido. Aquí, el placer es únicamente de Cantinflas.
En otra película de Cantinflas, Entrega Inmediata (1963), nuestro héroe, ahora cartero, visita a un Francés, Pierre Douvier, comerciante, dueño de la importación de vinos finos y licores Pierre Douvier et Fils. Al contrario de los previos turistas ilustrados aquí, el francés parece bien integrado a la vida social mexicana, habla muy bien el español, e invita a Cantinflas a degustar sus vinos recién llegados. Aunque los dos hombres se llevan bien y platican juntos cada día, Cantinflas le da un tratamiento normalmente reservado a las figuras de poder (policías, políticos, gente próspera y extranjeros). Otra vez, la trasgresión pasa en parte por una figura femenina, en ocurrencia su hija Gisèle:
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Cantinflas: ¿La mademoiselle es su hijita, monsieur Pierrère?
Monsieur Pierre: Oui.
Cantinflas: Pues, está comme maguey.
Monsieur Pierre: Oui, elle est très jolie.
Cantinflas: Nah, très jolie, tres o cuatro cosas más.
Gisèle: Merci, vous êtes très aimable.
Cantinflas: Je suis le carter. Le carter, aaay. …. Qué bárbara. Bouquet, si tiene. Pero ay monsieur Perrière, así a la primera vista, como que no se parece a usted. Pero ya fijándose bien, pué no se parece nada. ¿De veras es su hijita?
Monsieur Pierre: Ah, no tengo la menor duda.
Cantinflas: La menor, no, pero la mayor, quien sabe. Al lo mejor la chamaca no es embotellada de origen.
Monsieur Pierre: Ah ha ha, comme vous êtes amusant.
De manera confusa, nuestro héroe insulta el comerciante de vinos, insinuando que su hija no se le parece y cuestionando, de hecho, su paternidad. La hija, como las gringas de El Bolero de Raquel, parece no darse cuenta de la intencionalidad de los comentarios poco apropiados que le hace el protagonista.
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