En situaciones como ésta, pareciera confirmarse la reflexividad a la que invita el retrato, esto es: la conciencia individual devenida en imagen, el sentido de pertenencia o envolvimiento personal suscitado por un rostro que se parece y a la vez se aleja de la propia faz del espectador. Dicha reflexividad también se articula en la imagen del otro, en el rostro fotografiado que se asemeja y evoca el rostro real de alguien conocido: “éste tiene cara conocida. Tiene apariencia de Moreno”, “ésta era la pinta de mi mamá cuando murió,” “ésta tiene cara conocida también... ésta es de toba, las de wichis son más chatas las caras…mirá cómo se arregla el pelo, ya es toba”, “algunas caripelas de la etnia wichí”, “de éste más o menos me acuerdo la cara, pero no el nombre” .
En palabras como “cara”, “apariencia”, “pinta”, “caripela” o en acciones como “arreglarse el pelo” se evidencian los aspectos más superficiales de los retratos a través de los cuales el receptor vincula la fotografía con un sujeto conocido por él, pero al mismo tiempo esta suerte de pistas conductoras lo llevan a reconocer aspectos mucho más profundos de la personalidad de un familiar como ser el nombre personal o el grupo étnico al que pertenece : “ninguno paisano, todos criollos, alemanes, polacos por la cara. A nosotros nos embolsan en paisanos, indios, aborígenes,” “por la cara, todos criollos… muchos mezclados” .
Movidos por la curiosidad, transitando desde la familiaridad a la extrañeza, los receptores fueron utilizando estrategias concretas que les resultaran efectivas para la identificación.
|
|
Y es así que se valieron de los soportes más evidentes para ello como lo son los rasgos faciales de los retratados: la forma de la nariz, de los ojos, de la boca, la frente, fueron indicadores de etnicidad: “son tobas, pero de otra zona, por la fisonomía, el labio arremangado [presionando con las manos su labio superior hacia arriba]”  , “a estos paisanos los conozco… [lee las referencias de las fotos que indican fecha y lugar] ¡ah no! parecidos no más son” .
Entre las experiencias realizadas hubo un comentario de un receptor que a nuestro criterio sintetiza y explicita la fuerza de la imagen más allá de su mera función representativa, en tanto la reconoce como imagen-cuerpo. Es decir, en su propia materialidad, pero a la vez en la propia materialidad del cuerpo del mismo observador. Situación que en palabras de Barthes (citado por Cenci, 2004: 128) da cuenta de una auténtica vivencia, esto es: el encuentro entre la corporeidad de la imagen y la corporeidad del observador, las cuales se afectan mutuamente en el acto de recepción. Se trata de la expresión “la cara te dice todo” formulada por un receptor para fundamentar por qué y cómo identificaba a los sujetos fotografiados como pertenecientes a su mismo grupo étnico.
Este comentario cobra una relevancia destacada en nuestra investigación al evidenciar cómo –en palabras de Le Breton (2002a: 74)– la cara es el lugar más investido, más solidario del Yo. A la hora de concebir y comprender la identidad, el receptor de la fotografía pareciera confirmar el sentimiento de que el “ser por entero se encuentra allí”. |
|