Mientras que los fotógrafos entrevistados edifican la labor de Paco Vera, y las técnicas empleadas en la revista Siete Días, también sugieren un estereotipo del reportero gráfico que se desempeñaba en los diarios tradicionales. Por un lado, esos entrevistados sostienen que el desarrollo del fotoperiodismo, a la par de la introducción de cámaras pequeñas, de las fotografías sin flash, las fotografías de acción y los retratos sin pose se produjeron en las revistas ilustradas.
Por otro lado, opinan que los fotógrafos de los diarios entraron al oficio de casualidad, como si “la cámara fotográfica se les hubiese impuesto en sus manos”. Esos testimonios sugieren también que en aquel entonces “cualquiera se podía convertir en fotógrafo”: dando como ejemplo el caso de cadetes y ascensoristas de una empresa periodística que llegaron a ser fotógrafos.
Entrevistado: Eduardo Comesaña, fotógrafo de Siete Días.
“El fotógrafo de la revista era muy distinto al de los diarios, incluso el término fotoperiodismo no viene de los diarios viene de las revistas. No era que iba diez minutos hacía la foto, para volver a la redacción, copiar e imprimir para el día siguiente. En la revista se tenía más tiempo. La Nación, La Razón publicaban unas fotografías anticuadas: típica foto de la reunión, conferencia de prensa, un retratito. Es decir ir fotos que no llamaban la atención. Los diarios no formaron parte del fotoperiodismo. Era el fotoperiodismo tradicional. Usaban cámaras grandes y flash directo”.
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Entrevistado: Coco Núñez, fotógrafo de Siete Días.
“Era diferente el fotógrafo de diario que el de revista. Ellos eran más bohemios. En los momentos libres, jugaban mucho a la timba, después del cierre se iban de joda por ahí. Y los más viejos: de cabaret, de prostitutas. ¡Los de la revista, no! Ahí, jugábamos a la ajedrez, se leía mucho –algún bestseller-. Ya era una generación que la mayoría tenía estudios secundarios. Pero, la capacidad de trabajo de los fotógrafos de diario era bárbara. En las situaciones en donde había quilombo, los primeros de la fila eran ellos.
Yo reconocía el laburo de los diarieros, yo creo que interiormente los entendía, porque ahí sí que rajaban. Además un amigo y yo éramos los únicos muchachos de barrio, que estábamos transplantados en la Editorial. Teníamos más calle, más boliche, más milonga”.
Los comentarios antes citados, por una parte, hablan de los enunciadores mismos: fotógrafos que -habiendo, probablemente, elegido el oficio por vocación- buscan diferenciarse, situarse socialmente y profesionalmente con respecto a los fotógrafos de los diarios.
Pero, a la vez, plantean la existencia en aquella época de dos grupos con homogeneidad interna basada en ciertos rasgos distintivos: los reporteros gráficos de los diarios y los de las revistas.
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