Pesa el estigma de ser mapuche, flojo, borracho, aprovechador, quieren todo gratis pero ¿por qué esta gente de la tierra cambiaría su cultura?. Transformarse en productivos, capitalistas neoliberales. Sin embargo, no todo es comerciable, ni todas las personas adaptan sus pensamientos y colores según el gobierno actual. ¿Cuál delito es querer conservar la propia identidad milenaria? Con rabia en el alma, los poderosos reclaman lo imposible. Carecen de paciencia para estudiar la historia y darse cuenta de que nuestro Estado chileno materializó la colonización, entregando tierras a alemanes, suizos o franceses. Hoy un millonario, o un político, pueden simplemente comprarse un pedazo de Chile, en nombre de la ecología o para lucrar. Se habla de diez millones de hectáreas antes de llegar los españoles, de las cuales ahora quedarían libres sólo 250 mil, para una población de 1.200.000 indios (censo de 1992). Su situación económica es de extrema pobreza y, por lo tanto, nada pueden negociar.
Pinochet, nuestro dictador intocable y violador de los derechos humanos por excelencia, aportó con su grano de arena, cambiando las políticas favorables a los indígenas y cediendo a transnacionales forestales sus terrenos.
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Además, su gobierno dictó el decreto ley 2.568, que despoja de la identidad y pertenencia a los mapuche, señalando que al momento de aplicarse la división de la tierra “dejan de ser indígenas las tierras y sus ocupantes”, norma que después fue confirmada por la Ley Indígena 19.253.
No contemplaron el concepto de territorio de los mapuche, que es muy preciso: todas las comunidades habitan el wallmapu, tierra donde se habla el mapudungu. Los lof indican la ubicación de cada persona en el wallmapuche. Además, es fundamental el tüwün, que se refiere al espacio donde se funda la identidad individual de los miembros del lof. La clara definición del tüwün es esencial para adquirir o transmitir un derecho. Los títulos de merced no reconocieron la estructura social mapuche, ni las delimitaciones de cada lof; al contrario, obedecieron a un plan de división de las comunidades, de un conjunto de familias que se regulaban por sus propios patrones culturales. Al dividir la tierra, se quiebra la unidad social, porque los elementos que conforman la cultura mapuche sólo son posibles colectivamente: sus ceremonias religiosas, los tratamientos medicinales, las alianzas matrimoniales, el trabajo de la tierra, donde participa todo el lof. Como es evidente, la etnia no se identifica ni refleja en el capitalismo individualista.
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