Llegamos
siguiendo las pistas dejadas desde la década
del sesenta por quien alguna vez fue también
un nuevo visitante parado frente a la puerta de
los Aróstica, interesado en estudiar el intrincado
paisaje del sector: don Hans Niemeyer. Buscando
información sobre los pasos cordilleranos
de la zona, dimos con los diarios de campo que este
célebre y admirado arqueólogo escribiera
rigurosamente como testimonio de sus labores y aventuras
en Copiapó. Así, a través de
la cuidadosa lectura de sus páginas, fuimos
anticipando las que serían nuestras andanzas
por esos parajes, familiarizándonos con sus
personajes y asimilando sus geografías.
Don Hans Niemeyer conoció a don Fernando
Aróstica en noviembre de 1966, él
le presentó a su hijo Sixto, vaqueano que
luego se convirtió en guía y amigo.
Trabajaron juntos en el reconocimiento de las cuencas
hidrográficas del sector, luego Hans le contagió
con el vicio de la arqueología. Recorrieron
a caballo los valles del Montosa, Jorquera, Pulido,
los sectores de los Helados, Ramadillas, Pircas
Negras, Peñas Negras, La Ollita, Peñasco
de Diego, Comecaballos, Cachitos, Quebrada Seca
y El Nevado haciendo levantamientos y recolecciones
superficiales, en expediciones sucesivas de dos
semanas de duración a lo largo de varios
años.
Don Hans acostumbraba a quedarse en su casa y trabajar
con los arrieros recomendados por él. Intercambiaban
conocimientos y por mucho tiempo mantuvieron correspondencia.
La noticia de su muerte le llegó después
del funeral, sabía de su delicado estado
de salud, se vieron por última vez en marzo
del año pasado, en La Herradura. Don Sixto
cayó enfermo al enterarse del deceso. Hoy
en día, sigue con su afición por la
arqueología y la historia, celebrando así
su amistad con don Hans.
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