Walden no sigue ningún hilo narrativo convencional. Es un collage de imágenes montadas bajo la idea del recuerdo. La importancia de las imágenes radica en la nostalgia que generan, como resultado del tratamiento de cámara, así como de su yuxtaposición en el montaje. En este sentido, es fundamental la sensación de cotidianeidad que da la cámara, reforzada mediante los intertítulos que utiliza Mekas (“una boda”, “el circo”, “era Nueva York en Invierno”), y se resignifica mediante sus comentarios evocativos, cargados de sueños de infancia, sensaciones o mínimas reflexiones. Los sonidos de calles y la música romántica con que acompaña los fragmentos, contribuyen a esta atmósfera melancólica.
Por lo demás, resulta interesante que los diarios de Mekas estén montados años después de ser filmados. El montaje se torna una herramienta de reconstrucción de la propia historia personal, un viaje hacia el pasado. De esta manera, hay un distanciamiento del sí mismo, un desplazamiento necesario donde, desde el presente, el autor se convierte en su propio extraño, en su propio “etnógrafo”.
Las imágenes grabadas son su archivo personal, “encontrado” y resignificado desde el ahora, a modo de found footage. Además, el uso del blanco y negro o de los colores desteñidos, casi inexistentes, de las películas caseras, contribuye a esa idea de antigüedad, dándonos la impresión de que nos enfrentamos a imágenes residuales, en medio de un descubrimiento arqueológico del pasado del realizador. |
|
La forma de montar de Mekas encarna el contenido mismo de la obra. No estamos frente a la representación unitaria de una realidad externa, sino frente a una representación de trozos de imaginario, en impresiones marcadas por la experiencia discontinua (Wees, 1993:50-52). Es la puesta en escena de la experiencia fragmentada del inmigrante, del extraño, que en vistas de mirarse a sí mismo en su identidad actual, vuelve a hacerse extraño al pensarse en sus recuerdos. Pareciera como si en ese doble movimiento de negación esperara encontrar la afirmación de lo que es: en la recontextualización de los fragmentos apropiados de su “realidad” personal, Mekas intenta enmendar a un ser humano escindido.
Los diarios de Jonas Mekas constituyen, pues, una reflexión sobre la memoria. Ahora bien, esta memoria no es sólo un reservorio individual, sino que alude también a una experiencia colectiva. Mekas reconstruye un imaginario propio, pero no excluyente. Es el testimonio de su familia, de Lituania, de su comunidad de amigos neoyorquinos de la avant garde, del inmigrante, del desarraigado. Es un imaginario que expresa su propia experiencia cultural, la que está distanciada del espectador-otro, pero a la vez está íntimamente ligada con él. Es una experiencia que bien podría ser la nuestra, y es también por ello que nos conmueve.
Lo anterior se expresa en Walden, y particularmente en Reminiscences of a Journey to Lithuania (1971–1972). En esta película, encontramos un collage de la transculturación. |
|