Has trabajado en distintos programas televisivos que tienen formatos audiovisuales muy diversos entre sí. Primero “Gente de la Tierra”, donde se mostraban videos y se realizaba un debate o foro con los distintos invitados. Después vienen “El Mirador” con un formato periodístico más expositivo pero donde los realizadores nunca aparecen en cámara, y finalmente en “La Ruta de…” observamos una propuesta más participativa e interactiva, donde tú eres tan protagonista como los sujetos retratados. ¿Estas diferentes formas de narrativa audiovisual se deben a una propuesta personal o a una decisión programática televisiva?

R: Primero, me tocó hacer “Gente de la Tierra” con realizadores que hacían películas, y había un foro. Después me tocó hacer “El Mirador”, con un equipo entero, yo hice el proyecto, armé el programa, pero el equipo hace las cosas. Y después “La Ruta”. Hay una cuestión súper simple de por qué “La Ruta” se tiene que hacer con protagonistas y por qué una chica, una actriz. Hay razones económicas, de raiting, de cercanía, un montón de razones. Entre las económicas está que la televisión chilena no gasta cantidades de plata en programas culturales, es una televisión comercial y existe el mito que la cultura no paga. Se hacen programas culturales, eso es cierto, pero no en la cantidad que se debiera. Éste, no es un problema de los ejecutivos de los canales, es un problema de todos, la culpa está repartida entre los que hacen la televisión, trabajadores culturales incluidos.
Nosotros no podemos hacer documentales tradicionales por una cuestión de costos. Tenemos que hacer crónica de viaje que es mucho más barata, porque haces un solo viaje con ocho capítulos y puedes gastar mucho tiempo poniendo las cosas que a nosotros nos pasan, al final eso es muy barato. Si estás comiendo puedes gastarte cinco minutos y a la gente le encanta, es una cuestión básicamente de costos.
Llevar a una compañera de viaje, hacerla parte de la estructura de “La Ruta”, viene de la decisión de continuar en el prime time [horario estelar] con un programa “cultural”. Yo creo que tiene muchos más rasgos culturales que cualquier otro, y para eso debes usar una serie de trucos, pues la competencia es brutal. Uno podría hacer un programa cultural mucho más “puro” un domingo en la tarde, sábado en la mañana, pero para eso te dan un fondo que más o menos puedes recuperar en ese horario. En cambio, esto nos alcanza para poder viajar a donde queramos, a conocer diferentes tribus, pueblos, y costumbres.



María Paz Bajas & Felipe Maturana

Ricardo Astorga es un realizador audiovisual que por años ha trabajado en Televisión Nacional de Chile (TVN) llevando a cabo diferentes programas como “Gente de la Tierra” (1990), “El Mirador” (1990-2004) y “La Ruta de...” (2001-2008). Sus diversos viajes, a gran parte del mundo, le han permitido registrar a casi un centenar de minorías étnicas convirtiéndolo en el rostro aventurero de este canal televisivo.

Su vinculación con la imagen nace con sus estudios de Fotografía en Chile antes del Golpe Militar de 1973, y se desarrolla durante su exilio en Ecuador donde se dedica a realizar fotografía publicitaria, periodística y reportajes de comunidades indígenas que vivían en el altiplano ecuatoriano para distintas revistas canadienses y ecuatorianas. Al volver a Chile, cerca de los años 1978/79, forma parte de la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) y comienza a trabajar en la Revista Domingo de El Mercurio donde realiza diversos viajes y reportajes, motivándolo a estudiar la carrera de Antropología en la Universidad de Chile. En el año 1988 comienza a trabajar en Televisión Nacional la que será su casa televisiva hasta hoy.

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Encuentro que es un honor hacerlo y para eso tienes que estar en prime time, por una cuestión de costos de estructura de la televisión chilena. En este sentido, la presencia de una actriz que me acompañe se debe a que atrae mucho más al público que yo, porque tiene mucho más capacidad de comunicar emociones que yo, etc. Más aún, a un antropólogo le puede dar lipiria cuando ve un programa como el nuestro, cuando yo uso frases o palabras como “la edad de piedra”, “pueblos primitivos”, pero las uso a conciencia y sé porque las uso.
El gran peligro de esto es hasta dónde estás dispuesto a pisar el palito, es decir hasta dónde me pongo amarillo y digo “los caníbales nos van a comer…”, hasta dónde traspasamos o no ese dilema ético. Y como en Chile casi no existe -creo yo- la buena crítica televisiva -seria, honesta, profunda- excepto de gente como Rony Goldschmied, un par de mis jefes, o personas como Góngora o Sabatini, en general no hay nadie en Chile -o muy pocos- que estén preocupados y me puedan ayudar en ese sentido. Al revés, la crítica es cada vez mejor si es mejor el rating. Algo bastante peligroso.

A mí me gusta lo que hago, entiendo cómo es la televisión chilena y voy a tratar de seguir haciéndolo, creo que el programa está bueno, pero creo que hay que ponerle mucho ojo a eso. Tengo que tener cuidado con los guiones, tengo que explicar cada vez, cueste lo que cueste, por qué hablo de pueblos primitivos o por qué hablo en términos evolucionistas de pueblos en la “edad de piedra”, o por qué va una actriz que es famosa o cosas por el estilo. Es simplemente por hacer mejor lo que hacemos y por rating, que en el fondo significa que mucha gente te vea, ese es mi primer deber: trabajamos en un medio de comunicación masiva y por tanto debemos hacer un producto masivo, de calidad, pero masivo y esos a veces, muchas veces, son conceptos antagónicos.
Yo creo que tengo que cuestionarme más cada programa, cada guión. En general estoy bastante conforme con lo que sale, igual hay cosas que me han dado un poco de vergüenza cuando las vuelvo a ver, creo que uno se pierde en toda esta maraña televisiva.

¿En este sentido se puede decir que lo exótico es sinónimo de rating?

R: Absolutamente, si viste “La Ruta de África”, allí mostramos unos seres en la cultura vudú, los yoruba, que son como unas rucas que bailan solas, y me han preguntado mucho qué era eso. Francamente es exótico, es súper interesante el fenómeno, pero yo no hablo del fenómeno, lo describo en imágenes, no hay una análisis profundo, no podría hacerlo en televisión en el prime time bajo la estructura de un programa de viaje. Pero sí, el exotismo es, en este caso, sinónimo de rating. Desde esa película que fue famosa en los años ´70, “África Negra”, que mostraban todos los ritos de circuncisión de los masai, sin duda es sinónimo de rating.

En la pagina web de “La Ruta de Beringia” hay una entrevista en que señalas: “Esta vez recorrimos más kilómetros, menos países, más climas distintos, menos exotismo, más antropología, menos turismo.” ¿Qué significa más antropología para un producto televisivo de corte cultural?

R: Yo no me quiero casar con mis frases, no sé si en "La Ruta de Beringia" hubo más o menos antropología, mis programas no son para nada antropológicos, no son un documental antropológico. Existen tantos formatos documentales como documentales existen, eso lo sabemos, incluso en la antropología. “La Ruta” no es un documental antropológico, yo lo único que hago es utilizar todos mis conocimientos. Intentamos utilizar técnicas de la antropología, pero nada más. Para explicarme mejor: la técnica fundamental de la antropología es la permanencia prolongada en un lugar, lo de nosotros es un viaje donde pasamos tres días con cada grupo étnico, ¡de qué estamos hablando!
Lo que más me dio la antropología, fue una visión desde un poco más arriba de nuestro mundo cerrado, me enseñó que hay otros valores, otras costumbres, otras maneras de enfrentar la naturaleza, la cultura, etc. Y eso trato de mostrar, la diversidad cultural.

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En casi todos los programas aparece un Asesor Antropológico o alguien encargado de la Investigación Antropológica: Álvaro Riobó ¿Cuál es su trabajo? ¿En que se diferencia de la Investigación periodística?

R: Álvaro antes estuvo trabajando en una película, haciendo el guión, una película bastante más cultural que la nuestra. Ahora él investiga básicamente minorías étnicas, una descripción, casi una etnografía. En este momento estamos trabajando en la zona de Indochina, en la Cochinchina [zona meridional de Vietnam, cercana a Camboya], y él hace una investigación de todas las minorías étnicas y una descripción etnográfica de cada una de ellas, que son la materia prima de este programa.
Por ejemplo, el Garewoll, la fiesta de los hombres bellos, la encontramos y Álvaro la investigó, me entregó una investigación en poco tiempo, de 20 a 30 páginas. Lo mismo con los tuareg, aunque estuve poco con ellos, pero Álvaro entregó una investigación. Yo la leo profundamente y uso también otros libros que me permiten armar el guión.
El trabajo del antropólogo es absolutamente diferente al de un periodista. Un periodista no sabe hacer una investigación en términos culturales. Además, a nosotros nos enseñaron en la escuela, desde los libros de desarrollo de comunidades mexicanas, como describían a la comunidad pasando por las herramientas, las relaciones sociales, etc. Esa es la investigación que le pido a Álvaro. Los periodistas saben otras cosas y las hacen mucho mejor que nosotros, hablo de cosas como estructuras dramáticas, datos duros, puntos de quiebre, tramas, nudos dramáticos, etc.
Además, yo creo que los antropólogos tienen la capacidad de sorprenderse, pero captando la profundidad del asunto, no sorprenderse con el exotismo puro, espero.

¿Podría haber aportes antropológicos en los productos televisivos en general?

R: Yo creo que si se puede aportar antropológicamente, es decir que la gente entienda que existen otros, que tienen otras costumbres, que son tan buenas o tan malas, no los juzgo, jamás digo: ¡qué horror estos caníbales que se comen gente!, al revés, muy simple, de manera periodística no antropológica. Creo que mostrar la fiesta del Garewoll es un aporte a la antropología masiva, a la cultura. Creo que no hay mucha información de esta fiesta, Michael Romieux creo que es de los pocos antropólogo que sabía algo de los peuls bororo, que son el pueblo que realiza el Garewoll.

Pensando en la formación que recibimos actualmente los antropólogos, donde la antropología visual es un ramo más de la carrera, y que de alguna manera se necesitan personas que estén vinculadas al audiovisual, ¿sientes que por tu experiencia podrías aportar en ello?

R: Absolutamente, porque tengo formación antropológica y sé como hacer documentales. Esto no es simple, tengo más de cien documentales hechos y pasando en prime time, llevo 18 años en la televisión chilena, no es menor y la verdad es que no he hecho nunca una productora, no he ganado plata con esto, tampoco fama. Si existiera una escuela de antropología visual, o algo parecido, me gustaría hacer un seminario para enseñarle a la gente como hacer documentales.
Guardando las distancias, por ejemplo, el famoso encuentro de Juan Downey con los yanomami, yo he tenido encuentros así, grupos que han estado con sus flechas a punto de matarme y eso no es una experiencia cinematográfica, es una experiencia antropológica, porque no hay otra forma de llegar a ellos, tienes que entrar y llegar.
Mal que mal he estado conviviendo con cien minorías étnicas de distintos países. Sólo en Amazonas he vivido más de dos años completos en la selva con los pueblos que ahí viven. Es como una pátina de experiencia que queda, es súper bueno compartirla. La capacidad de rapport que uno logra haciendo documentales en diferentes partes del mundo es grande.

En relación con lo indígena: en los distintos capítulos de “La Ruta” se observa una cámara muy cercana y participativa, incluso en rituales y ceremonias indígenas. ¿Cómo se logra aquello?, ¿Son distintos los grupos indígenas de otras partes del mundo en relación a los pueblos originarios de Chile?

Es más difícil en Chile, pero creo que es la experiencia, en todo caso le doy el crédito al camarógrafo. Nosotros llegamos como debería llegar un antropólogo. Primero hacemos tratos comerciales, pero no todo es plata.
Para mí, el ejemplo más ilustrador es el de los yanomami, nosotros vamos con ellos y les decimos ¿qué quieren?. Por cierto este encuentro se hace meses antes, se ve lo qué quieren y hacemos un trato donde nos den algo a cambio. Aceptarnos con gusto y permitir filmar es lo primero, después viene otra transacción: qué actividades pueden hacer para que grabemos, en una simple y clara transacción comercial. Es hermoso, incluso la manera como se lleva a cabo esta transacción: cuando llegamos con las cosas pactadas las ponemos al centro del poblado. El jefe se hace el desentendido, jamás recoge nada, el primero que se acerca es el más viejo y shamán, luego shamanes jóvenes (en una aldea yanomami hay varios shamanes) y los cazadores más hábiles, y así hasta llegar a las mujeres y los niños.

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¿No has visto videos o documentales hechos por indígenas?

R: Nada chileno, pero sí de afuera. Una de las primeras experiencias fue en “El Mirador”, unos australianos que le pasaron cámaras a indígenas, fueron los primeros proyectos. Entonces nos metimos “en la moda”. Vimos mucho cine australiano, del Amazonas, algunas cosas de los grupos del Mato Grosso, del Parque Nacional Xingú que hicieron ellos, con antropólogos, pero los indígenas con las cámaras. Vimos bastante, yo no sé si ha seguido, pero era la moda y era impactante, entretenido, interesante. Pero lo dejé de ver desde ese tiempo.

¿Nunca se te ha ocurrido incorporarlo dentro de lo que son tus trabajos?

R: Yo no creo que se obtenga la visión de ellos. La última experiencia que tuvimos con eso fue en el Quarup el año pasado, cuando hicimos “La Ruta de Amazonía”. Allí estábamos una televisora inglesa de la BBC, una indígena, dos brasileras, una española y nosotros. Revisé el material de todos los canales y el más peligroso y tránsfugo era el de la BBC.
Yo he visto trabajar a National Geographic y BBC, hay cosas insólitas, son de una tremenda falsedad. A mí me ha tocado ir a las mismas tribus que ellos y he visto a los guías que me han porteado las cosas disfrazados de indios haciendo la ceremonia en la televisión para ellos, por cierto que tienen otra enorme cantidad de documentales valiosísimos, en los que son y seguirán siendo los maestros.
También, vimos el trabajo del grupo indígena y era bastante similar al nuestro, es una opción de registro. Incluso tenían un punto de vista mucho más separado de ellos que el nuestro, un poco buscar mucho más el sentido, el ámbito y la estructura inmanente a la fiesta, ellos hacían más registro. Eso quiere decir que últimamente no nos ha tocado ver nada muy interesante en ese ámbito.

¿Cómo piensas que se ha representado a los pueblos indígenas en el cine-video nacional? ¿Cuál es tu mirada frente a ese tipo de representaciones?

R: Los veo sólo los domingos, con Gedda, Landon, poco o nada más. En la televisión chilena en general, los veo mal tratados, con pocas ganas de entender qué es otra cultura, otra manera de ver y vivir el mundo.
Por ejemplo, íbamos a grabar en Isluga, pero la gente no quiso porque nos exigieron un montón de cosas y entre ellas que no los grabáramos tomando. Eso quiere decir que ya ha ido la televisión y ha dicho que estas fiestas son una pura tomatera. Yo entiendo, por otro lado, que los pueblos como los aymara no pueden estar en una fiesta o ceremonia sin alterar su estado de conciencia. Es el ámbito de la fiesta y las reglas son las de la fiesta, no las puedes juzgar. Pero la verdad es que no he visto ni mucho cine, ni televisión cultural.

Existen por cierto lugares donde uno llega sin aviso previo y ahí funciona sólo la experiencia y el respeto: no tomar ninguna foto sin conversar con alguien que nos de la autorización, entrar sin mujeres, esto sería un acto de cobardía, pues si ellos desean matarnos una mujer les provocaría un problema moral, hay que ser valientes y no provocarles problemas, entrar diciendo: aquí estamos, sin mujeres.
En Asia, la gente está feliz de que lleguen extranjeros, en África es más difícil, pero no hemos tenido problemas graves nunca y si alguna vez nos dicen que no quieren que se filme, no se hace, no hay cámara escondida, ni esas cosas, no hemos usado y no usaremos nunca. Podemos usar cámaras nocturnas, pero ellos saben. Ahora como dice la antropología desde Margaret Mead en adelante: el tipo se olvida de la cámara a la media hora. El primer día están todos pendientes de la cámara, pero el segundo ya nada y ese es el momento que yo más gozo, cuando te puedes retirar y ver la vida real pasando, veo al camarógrafo al medio y ya nadie le da bola, es amigo de todos, además tengo que decir que es un tipo muy sociable, muy cariñoso, con excelente capacidad de rapport. Para las entrevistas los indígenas no tienen nunca un problema, al contrario, los occidentales son quienes más tienen problemas con las entrevistas, se ponen nerviosos con la cámara, transpiran, tiritan, etc. En cambio, los indígenas no tienen ningún problema.
Nuestra técnica es la siguiente, primero la investigación, luego viaja nuestro productor Felipe Orrego, quien se contacta con un productor local, previamente localizado desde acá, con quien va a conversar con las tribus. En caso de que el productor no pueda llegar hasta la misma tribu por los costos implicados, el productor local es el encargado de asegurar nuestra llegada.
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A veces se dice que el indígena con la cámara tiene la posibilidad de entrar más profundamente a su cultura que nosotros. ¿Qué opinas?

R: Absolutamente, pero para eso tienes que darle los parámetros para entrar, porque entrar tú a tu propia cultura es mucho más difícil que entrar a la otra, donde están las técnicas del shock cultural y esas cosas, como el parámetro de las relaciones. ¿Cómo entro yo como documentalista? Entro por toda la estructura antropológica de una sociedad, empecemos por las relaciones de parentesco, ¿por qué siete esposas?
El indígena no se hace tanto esas preguntas, por eso hace una labor más de registro que nosotros. Él está mucho más acostumbrado a que una niña esté cinco años sentada encerrada en su choza, con el pelo que le crece hasta el suelo, esperando su primera menstruación. Entonces, él no registra esa situación porque le pasó a sus hermanas, a su mamá, a todas las mujeres. Nosotros tenemos un shock con eso y con todas las diferencias entre grupos o culturas.

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En el sentido de lo que es nuestro programa de televisión no es menos necesario, porque eso es un documental intenso y el nuestro es extenso. Basta con la información que consigue mi compañera de viaje, cuando habla con las mujeres musulmanas y le dicen que lo único que están esperando es el día que le pongan el velo para vivir el resto de su vida así.
Si quisiera penetrar mucho más en esa cultura, entonces utilizaría esa técnica de que las mismas mujeres musulmanas se grabaran entre ellas y conversaran, pero no es para un programa como “La Ruta”. Este programa es un documental “liviano”, para un público masivo, con todos los problemas que tiene un público que ve televisión. Yo creo que programas como los realizados por Francisco Gedda y Paul Landon han logrado un nicho súper bueno, nosotros estamos en otro. A lo mejor es mucho más entretenido estar en el sur de China conociendo una gente que está todavía en las cavernas, que en Chimbarongo, pero ellos tienen la posibilidad de profundizar mucho más que yo. Tiene cosas buenas y malas.

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