Juan Carlos Skewes,Daniela Pino, Vanesa Naranjo, Debbie Guerra & Natalia Barría


1. Introducción

Nuestra aproximación a un conflicto ambiental se funda en el análisis de contenido de los testimonios recogidos entre los miembros de la comunidad local y los agentes externos que tuvieron participación en ese conflicto. En este sentido no hemos tenido otra intención que la de maniobrar entre palabras y discursos. Sin embargo, con ello queremos poner de manifiesto en este trabajo, los objetos, las personas y sus imágenes se tornaron en compañeros ineludibles de estas conversaciones. Desde la búsqueda tímida de la foto que recuerda el día en que “nos juntamos en la playa”, hasta el titular de El Diario Austral de Valdivia, celosamente guardado por Teresa Castro, pasando por las poleras estampadas con que la comunidad se manifestó durante el conflicto, los lienzos y los panfletos mantenidos en la semipenumbra de los hogares mehuinenses, los objetos y sus imágenes reclamaron su parte en nuestra investigación.
 
El conflicto del que hablamos es el de Mehuín, la obstinada defensa que las comunidades costeras hicieran de su mar, entre los años 1996 y 1998, frente a la posible instalación de un ducto para la evacuación de desechos industriales en la bahía de Maiquillahue de lo que será la planta de celulosa más grande y moderna en Sudamérica – según asegura la empresa propietaria del proyecto, Celulosa Arauco y Constitución, CELCO. En el conflicto confluyen los distintos grupos costeros (pescadores, comunidades indígenas lafkenche, pequeños comerciantes del sector turismo) y logran impedir que la empresa realice los estudios de impacto ambiental para instalar el ducto. La historia del conflicto es conservada en la memoria de sus protagonistas como una gesta épica en la que un puñado de residentes pudo torcer el curso de la historia, a pesar de enfrentarse a uno de los consorcios empresariales más grandes del país el que, a su vez contó con el irrestricto apoyo de las más altas autoridades gubernamentales de la época.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Arqueología de un Conflicto:
Excavaciones en la Memoria Visual de la Defensa de Mehuín.


La emergencia de objetos e imágenes en la investigación sobre un conflicto ambiental fuerza incluirlos en la reflexión etnográfica. Lo visual se asume desde el significado que aquellos objetos tienen y de su capacidad para delinear el presente. Ellos son articuladores tanto en la relación de investigadores y comunidad como en la inervación de presente y pasado, de público y privado, de individual y colectivo. Durante el conflicto, los objetos e imágenes tienen un carácter colectivo, para luego ser custodiados de forma privada por las mujeres. Su recuperación permite resignificar el conflicto y proyectarlo hacia nuevas formas de acción colectiva.


Autor: SJuan Carlos Skewes, Daniela Pino, Vanesa Naranjo, Debbie Guerra & Natalia Barría.
Licenciado en Antropología en la Universidad de Chile.

e -mail: jskewes@uach.cl





Revista Chilena de Antropología Visual - número 4 - Santiago, julio 2004 -
228/239 pp. - ISSN 0718-876x.
Rev. chil. antropol. vis.



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La historia de la defensa de la bahía de Maiquillahue no se escribe en los cuadernos escolares y no se hace eco de ella en las aulas; es un recuerdo que, con el tiempo, se ha privatizado, permaneciendo en la memoria de quienes lo vivieron, e instalándose en objetos ubicados en la trastienda de los hogares.

 

Cuando el diálogo con las imágenes y objetos conservados desde los tiempos del conflicto se hizo inevitable, optamos por hablar de una arqueología del conflicto, sin presumir por ello de hacer verdaderamente arqueología. No éramos, en este escenario, los llamados a registrar los eventos, más bien éramos los encargados de registrar los registros, dando a lo visual un nuevo giro. Se trató de excavar, con quienes conversábamos, aquello que conservaban y traer al diálogo las imágenes y objetos así rescatados.

La arqueología del acontecimiento nos llevó a excavar los objetos atesorados por la comunidad, haciendo emerger productos del pasado que ahora, inmersos en un entorno distinto, vuelven a ser apreciados. No se trata sólo del significado del objeto, es decir, del mensaje cultural implícito y explícito en los lienzos en aquel tiempo para determinadas ocasiones y acciones, sino del valor que tienen ahora no como objeto útil y necesario, sino como sustrato de la memoria, imagen de la vivencia.




La arqueología de la historia está fuertemente condicionada por la contextualidad. Los objetos adquieren sentido y se hacen inteligibles sólo si se les sitúa en un contexto. Es aquí donde nuestro conocimiento etnográfico de la comunidad y sus procesos se hace imprescindible. Estos objetos, estas imágenes y estas imágenes de imágenes, nos cuentan distintas historias que ilustran el pasado y contrastan con el presente. En su contexto pasado, estos objetos adquieren su condición de imágenes u objetos vivos, simétricos a la vida y al acontecer mismo. Pero, en el contexto del presente estos objetos sólo adquieren sentido a través de los relatos, de la oralidad. Ya no existe una simetría entre el entorno vivo y los objetos; este entorno debe ser recreado en las palabras.
 
Cuando hacemos la arqueología de este conflicto y hacemos emerger lo invisible, estos objetos, estas imágenes situadas en el contexto local actual parecen ser apariciones de otro tiempo, que en el presente se han alejado abismalmente de la vida misma, de las fuerzas sociales que las crearon y accionaron. Sin embargo a través de este ejercicio, y continuando con el camino sugerido por Álvarez y Godoy (2001) en el sentido de avanzar en una “estratigrafía de la memoria”, no nos satisfacemos con la intención de rescatar el pasado, sino más bien con la de crear el diálogo entre ese tiempo pasado, el presente y el futuro.

Nuestro acercamiento visual a la vida de Mehuín intenta desentrañar imágenes que, habiendo permanecido en la penumbra, nos enseñan, con este poder sensible de lo visual, el ocurrir de la historia, lo que la hizo posible y la forma en que se ha transformado desde entonces. Lo que queremos es sacar de su latencia la memorabilia del conflicto y ponerla en acción mediante la significación y contemplación valorativa a través de un ejercicio de hermenéutica colectiva.

Se abre la oportunidad desde este presente de observar como se veía el pasado cuando era presente, como se veía y qué suponía ser una comunidad unida en torno a la defensa del mar. Se nos abre la posibilidad de entender mediante el lenguaje emocional o sensitivo de las imágenes lo que el recuerdo envuelve, y ponerlo a disposición de las tareas del presente.

La noción de una arqueología del conflicto se vincula a nuestra intención de comunicarnos con la historia de Mehuín, de sentirla y de acercarnos a un pasado que siempre importa desde el presente. Hacemos arqueología del presente pues es este presente el que nos incita y el que otorga significado a estas imágenes del pasado (Hodder 1994). Se trata de cómo estas imágenes, este apoyo material a la memoria, nos permite entender en que nos hemos convertido, como el tiempo ha actuado sobre nosotros. Es, por tanto, en manos de esta comunidad, y de estas mujeres y hombres, que las imágenes y objetos, lo material del conflicto, encuentran un lugar en el mundo que los enaltece, los atesora, y les otorga un espacio físico que, aunque es privado, puebla sentimientos colectivos.

 

En este ejercicio pudimos saber lo que las cosas decían acerca de quienes las habían habitado y, al mismo tiempo, traer esas cosas a habitar el tiempo presente. Es de ello de lo que queremos hablar aquí.

2. Una cierta mirada


Una breve digresión teórica es necesaria aquí. Con Marcel Mauss (1974) aprendimos que en los fenómenos humanos las cosas, las personas y los espíritus se infiltran recíprocamente. De ello se deriva una concepción importante que subrayamos en nuestra investigación y esta consiste en entender a la sociedad humana articulada, engranada en su paisaje: la sociedad es un paisaje, constituyéndose ella en un ensamblaje de agentes humanos y no humanos que se posibilitan y se confieren sentido unos a otros (Latour 1999).



Para comprender, pues, la disposición actual y pretérita de las cosas nos apoyamos en esta compleja innervación de seres humanos y no humanos. Esta innervación dispone a las personas de las maneras en que les encontramos, sabiéndonos -el investigador e investigadoras- parte de tales entramados. Desde que estas “cosas” pierden su conexión original con la vida social, cambian. Las cosas materiales, habitadas por seres humanos, y los seres humanos habitados por cosas materiales, se constituyen en puentes o articulaciones, los que, para los efectos de nuestra interpretación, vinculan a lo público con lo privado, al presente con el pasado, y a nosotras y nosotros mismos con la comunidad.

Además de fijar nuestra atención en estos enlaces nos interesa referirnos a ciertas materialidades que por su naturaleza operan en segundos y terceros órdenes con respecto a lo que ellas refieren. Aludimos a las imágenes impresas, especialmente las fotografías, que fijan el instante o fragmento social en un formato que se torna absoluto y eterno (Barthes 1992). La elusiva fracción de tiempo que se traduce en otro tiempo que habla de los tiempos vividos.

 
Esta doble mirada, de la objetualidad de lo humano y de la humanidad de lo objetual, y la imagen impresa como referente nos permite avanzar en nuestra lectura e interpretación de los materiales que nos han servido de puente para conversar con la comunidad.

3. Encuentro con la imagen

Nuestras llegadas a Mehuín fueron siguiendo distintos derroteros. El río Lingue, que se abre hacia el mar, nos aproximó a las diferentes comunidades que coexisten en la bahía de Maiquillahue. Hacia el norte, Mehuín pueblo, su caleta y Queule, más al norte. Hacia el sur, al otro lado del río, la caleta de Mississippi y las tierras indígenas de Mehuín Alto y Mehuín Bajo, Maiquillahue, Alepué. Lo que a la distancia parece uno, en la proximidad es diverso.
A medida que las palabras fluían rescatando de la memoria los acontecimientos de la batalla contra el ducto, empezaron a aparecer sobre las mesas, rescatados de cajones y armarios -así como el río Lingue entra al mar- distintos recuerdos del conflicto.

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Fotografías, camisetas, posters, documentos fueron apareciendo, trasladándonos en el tiempo. Los rostros se iluminaban, los dedos recorrían los objetos, el recuerdo fluía: “Te acuerdas cuando….”, o “Esa vez fue cuando...”. Desde nuestra mirada, el conflicto se desplazaba desde las palabras hacia los objetos e imágenes. Se hacía visible en la corporalidad, haciéndonos parte suya, e incorporándose a nuestra memoria.

En la relación con el equipo de investigación, entregan, las interlocutoras entregan en calidad de don sus tesoros, trocando este acto de confianza en la posibilidad de rescatar del olvido los hechos colectivos que preservaron para la comunidad el mar de Mehuín. Como todo don, lo regalado cobra futuro (Mauss 1974).


 

Las imágenes encuentran distintos pasajes para el tiempo actual. Al término del conflicto los objetos creados: poleras, lienzos, afiches, murales, calcomanías; pierden la conexión original con la vida social que los creó. Estas creaciones culturales tienen la misión de dar forma, sentido e identidad al cuerpo en pos de un objetivo común. El término del conflicto decreta la muerte social de estos objetos públicos, que fueron creados con el fin de defender a la comunidad. Pero, ¿dónde yacen ahora estos muertos?

Al término del conflicto los objetos creados pierden el sentido público, pasan a ser parte de lo privado, adquiriendo una nueva materialidad, son pasado contenedores de memoria. El fin del conflicto marca el paso de lo público a lo privado. Hubo objetos que se guardaron en cajas de zapatos y armarios, y otros que permanecieron en los espacios públicos. En lo privado, los objetos, las fotos, permanecen en latencia, aguardando ser excavados para cuando la ocasión lo reclame.

Distinto destino es el de los objetos en lo público. Algunos se deterioran al paso del tiempo, metabolizándose con el paisaje hasta hacerse invisibles. Son aquellos que quedaron pero que no fueron hechos por la comunidad, son los que dejaron allí los grupos de apoyo externo, como lo es el mural en las proximidades de la caleta de Mehuín.



 En cambio, aquellos acontecimientos a los que la comunidad dio vida hoy son emblemáticos, se constituyen en símbolos que adornan espacios comunitarios. Es el caso de la foto del Rainbow Warrior del Greenpeace que cuelga en una de las paredes del restorán Nuria de la caleta de Queule y la foto de un acto público que se conservó en la oficina de correos de la misma caleta.

 
4. Lo que la imagen muestra

Los objetos hablan de acontecimientos comunitarios, hechos significativos, efervescentes, en los que comunidad se funde en torno a la defensa de sus modos de vida. Son los hitos que Sahlins (1985) describiría como coyunturas estructurales y que, en la perspectiva de Turner (1969) permiten la formación de la communitas indiferenciada. Los objetos guardados son testimonios de la comunitas. Durante el conflicto, la vida en la comunidad se mantuvo en suspenso, se entró en un período liminar, donde lo doméstico se desplazó hacia lo público. El pueblo se reunió en la playa, se movilizó, salió de sus casas y materializó el momento en imágenes, documentos y objetos. Metafóricamente, se comienza hablar de Mehuín como una gran familia que se extiende por los bordes costeros. Es la historia heroica de Sahlins (op.cit.:36-37) donde cada persona, caminando en fila india, pisa cuidadosamente sobre la huella de quien le antecede, para dejar grabada la huella de un solo gigante, de un solo pueblo.
 
Pero las imágenes conservadas también muestran las inflexiones que se producen cuando este gran cuerpo entra en contacto con la estructura. Mientras la comunidad se desplaza como un todo, con sus mujeres, niños, hombres, indígenas indiferenciados, cuando se confronta al otro, al agente externo, entonces se masculiniza el mundo, se pierde lo femenino, aparecen los roles, rostros con nombres propios. Emerge la civitas, la sociedad política, con su etiqueta y formalidad (ver foto 20).

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Bibliografía

Álvarez, Ricardo y Marcelo Godoy. Experiencias rurales de educación patrimonial en la Décima Región. Revista Austral de Ciencias Sociales Nº 5, pp.29-39, 2001.
Araya, José. El Conflicto de Mehuín. Ponencia presentada a la Conferencia por la No Violencia y el Empoderamiento Social. Puri, Orissa/India 18 - 24 de febrero, 2001. http://www.wri-irg.org/es/nvsecase.htm#mehuin
Barthes, Roland. Lo Obvio y lo Obtuso: Imágenes, gestos, voces. Editorial Piados, Barcelona 1992.
Guerra, Debbie y Juan C. Skewes. Muerte y Resurrección de la Bahía de Maiquillahue, Chile, Décima Región: Compromiso Religioso y Luchas Comunitarias en la Defensa del Mar. Revista de la Escuela de Antropología (Rosario). Nº 7, pp.163-172, 2002.
Hodder, Ian. Interpretación en Arqueología. Editorial Crítica, Barcelona, 1994.
K altmeir, O. Widerstand mit Symbolcharakter?: Der FischerInnenort Mehuín wehrt sich gegen Forstkonzerne und Staat. Solidaridad. Juli-August, 197, pp. 11-13, 1998.

Latour, Bruno. Pandora’s Hope. Essays on the Reality of science Studies. Harvard MA: Harvard University Press, 1999.
Mauss, Marcel. Ensayo sobre el don. En: Sociología y Antropología. Editorial Teknos, Barcelona. 1974.
OLCA. Mehuín, Sustentabilidad y Resistencia. Lecciones de una Comunidad Organizada. Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, Santiago. 1999.

Rojas, Sandra y Sáez, Vivian. Mehuín. Informe de Práctica Profesional. Universidad Austral de Chile, Escuela de Antropología, Valdivia, 1999.
Sahlins, Marshall. Islands of History. University of Chicago Press, Chicago, 1985.
Turner, Victor. The Ritual Process. Structure and Anti-Structure. Cornell University Press, New York,1969.

 

7. Conclusiones: la tozudez de la palabra y la persistencia de la imagen

Desde el punto de vista de la etnografía, la inmersión en el mundo de los objetos e imágenes conservados por las personas y comunidades permite dar textura a la investigación. No sólo de texto vive la etnografía y cuando comienza a vivir entre cuerpos, objetos e imágenes la memoria del otro se posesiona de la propia.

La elicitación de los recuerdos moviliza el mundo de los objetos e imágenes, dando cuenta de la relación de los sujetos con los objetos y los objetos con los sujetos. Las memorias se encarnan en los objetos y los objetos en la memoria. Durante el conflicto, tal relación supone un trueque de lo público y lo privado, y de lo colectivo e individual. Lo que la imagen y el objeto traen consigo es la celebración de la comunidad y, al cabo del conflicto, son las mujeres quienes custodian los recuerdos colectivos.

 

Las imágenes movilizadas a través de la investigación reclaman nuevas significaciones. La ausencia de un cierre al conflicto invita a buscar otros des-enlaces y, en la relación con las investigadoras y el investigador, la transmisión de objetos e imágenes traduce el acto de confianza a través del que se funda una nueva posibilidad donde lo recibido se devuelve bajo la forma de un futuro posible para la acción colectiva en Mehuín.

 






5. La imagen como puente

Los objetos e imágenes conservados en lugares públicos y privados se constituyen en puentes. De una parte, el pasado se inmiscuye en el presente, de la otra lo público se adentra en lo privado. En las conversaciones, el objeto se torna instrumento de identidad y testimonio de un tiempo en que todas y todos fueron uno. Sin embargo, al concluir el conflicto los objetos pasan a definir una relación distinta con las personas. Lo que entonces fuera público ahora se torna privado y lo que fuera colectivo se hace individual.

Cuando la nueva situación ha encontrado su definición, las mujeres se tornan custodias del arsenal de los objetos colectivos. Así como durante la crisis convierten la cocina en una herramienta colectiva de lucha, al restituirse el orden cotidiano recogen de lo colectivo las evidencias que mantendrán en lo privado hasta que sea necesario rescatarlos.

 

6. La resignificación de la imagen

Al retornar las imágenes al Comité de Defensa, vía equipo de investigación en reunión del 15 de diciembre de 2003, éstas no sólo reclaman un papel en el diálogo sino demandan una nueva vida. Tal es la demanda por recuperar su lugar en la memoria colectiva, por volver al pueblo que les dio vida. Algunos las quieren para que las personas se reconozcan y que reconozcan el cuerpo que cada uno de ellos contribuyó a crear, otros prefieren que tomen la forma de un libro que permita proyectar Mehuín hacia fuera, y hay quienes las querrían para levantar un museo que permita mirar Mehuín hacia dentro. Ello está en manos del ex - Comité de Defensa de Mehuín, mientras que al equipo de investigación le cabe reintegrar el material a los espacios públicos: la sede del Sindicato y la Biblioteca de la escuela.



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