En muchos casos, dicho retorno implica exponerse a grandes penurias con
el fin de ser percibidos por sus empleadores como estoicos y esforzados
trabajadores. Estas penurias pueden incluir sometimiento a labores peligrosas,
aceptación de abusos verbales, y otros malos tratos por parte del
patrón. Franklin, un trabajador jamaiquino de la ciudad capital Kingston,
nos comentó al respecto: “Nuestro trabajo involucra mucho
riesgo, porque uno tiene que lidear con muchos químicos en los campos”.
Manuel de Ponce, Puerto Rico, dijo, “en esta finca he notado que
falta el agua pa’ tomar… En
los fields [campos] no he visto el agua pa’riba y pa’bajo. Eso
es esencial, una cosa que sea pa’ lavarte las manos o pa’ poder
comer. Sobretodo con ese químico…No sé cómo bregue
el de acá [el patrón de la finca en cuestión], pero
por lo menos el de allá [el de otra finca] te daba una cosita adicional
pa’ protegerte…”.
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Por
su parte, George también de Jamaica y originario de Santa Elizabeth,
añadió: “La cosa que yo encuentro más riesgosa
es exponerse al calor del sol, a una temperatura que a veces puede alcanzar
los noventa grados Fahrenheit (cuarenta grados Celsius). Pero
a veces hay tormentas de truenos y relámpagos, y quedaron los trabajadores
media hora en los campos hasta que salimos. Para mí, es peligroso”.
No obstante, “el que no arriesga no gana”, es el “lema”
común que subyace en todos los peligros e irregularidades que la
jornada laboral depara. Estos, “son terribles, y nos afectan tremendamente”,
sostuvo Carlton, originario de Santa Elizabeth, Jamaica, “pero
si pensamos bien, venimos y estamos aquí por una razón y tenemos
que aceptar ciertas cosas”, concluyó.
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