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Las
cordilleras -lugares repletos de historias- conservan en sus valles, en sus
hondonadas y senderos, en sus neblinas y rocíos, las vidas interminables,
reservadas y dolorosas de gentes aún desconocidas e ignoradas. Cerca
del Parque Inglés, cruzamos un umbral propicio, (otro más),
desde donde tomar fuerzas para dar el gran salto: “conocer al otro”.
Esa fue la motivación instantánea, urgente. Había mucho
tiempo disponible. El futuro era improbable a pesar de su aparición
del infinito.
Se
ojean algunas casas encaramadas en los lomajes, pero sobre todo se miran muchas
cercas, puertas y ventanas, todas cerradas, negadas al ver. El mundo de ellos
en allí, está definitivamente clausurado. Se
supone que la antropología tiene una llave maestra que abre tales clausuras,
las puertas, todas las puertas [incluso esa otra, la puerta de tu corazón
de amada, donde podremos salvarnos del holocausto de la muerte (¿recuerdan
a Jim Morrison ?). No la encontramos (¿la encontraremos, alguna vez?). |