En verdad, el trabajo de Rouch
significó un nuevo estadio en la interpretación
de la antropología de pueblos africanos. Vio a África
de una manera diferente, como su obra lo atestigua. En vez
de ponerse fuera del hecho y quedarse en retratos generales,
sus filmes se centralizan en aspectos singulares de la existencia
tribal, en ritos y rituales que constituyen un todo unificado.
Es también significativo que Rouch tratara de trabajar
con técnicos indígenas, cuando esto era posible,
y ayudara a introducir la tecnología cinematográfica
en un continente que carecería aún de escuela
de cine. Realizadores africanos como Mustapha Alassane (Níger),
Safi Faye (Senegal), Oumarou Ganda (Níger), Desiré
Ecare (Costa de Marfil) y otros han trabajado alguna vez con
Rouch en sus filmes, para continuar haciendo luego cine antropológico
por sus propios medios, con notables resultados. A pesar de
esto sigue siendo una figura controvertida para los académicos
africanos. Algunos hallarán su trabajo no esclarecedor,
y su visión colonial. Otros dicen que el África
de Rouch es mítica, un producto de sus propias manipulaciones.
Escribiendo en Jeune Afrique, René
Vautier, uno de los fundadores del cine de Argelia, señalaba
que los filmes antropológicos sobre África (incluidos
los de Rouch) eran filmes de propaganda contra un pueblo colonizado.
Según Vautier, estos filmes fueron hechos con gran
habilidad, capacidad y tecnología, pero objetivamente
sirvieron al colonizador para sostener como la única
imagen de África al África del pasado. África
está rompiendo con este tipo de cine antropológico,
agrega Vautier, pero con muchísimas dificultades. No
obstante, Rouch sigue siendo el mayor realizador etnográfico,
y uno de los primeros en filmar África en toda su extensión.
El trabajo de los realizadores etnográficos ha sido
muy ignorado por los expertos en cine como tal, y aunque si
se considera a estas obras desde un punto de vista estrictamente
cinematográfico no carecen de cierta razón.
Los filmes etnográficos, no obstante, sirven como fuente
de información en diversas disciplinas académicas.
En este contexto, fueron usados y estudiados sin tener en
cuenta los problemas creados por la cinematografía,
las distorsiones propias de la cinematografía. Los
filmes etnográficos deben ser analizados teniendo en
cuenta sus aspectos cinematográficos y etnográficos,
entendidos uno en relación al otro. Con la nueva comprensión
del rol que disciplinas occidentales como la antropología
y la etnografía han jugado: en el colonialismo, y ubicándonos
también en el contexto de los nuevos filmes sobre África
hechos por africanos, el trabajo de Rouch necesita un examen
muy minucioso. La entrevista que sigue es un aporte para la
comprensión cinematográfica y etnográfica
de estos filmes. Fue realizada en setiembre de 1977, durante
el Festival de Cine "Margaret Mead", en el Museo
de Historia Natural en Nueva York, donde se proyectaron durante
tres noches filmes de Jean Rouch.
P: Señor Rouch. Usted es muy conocido
en Estados Unidos por "Crónica de un verano",
pero ocurre que cuanto más sabemos sobre este film
que inició el cine-verdad, más controvertible
nos resulta. Por ejemplo, algunos de sus propios comentarios
después de la proyección en el Museo de Historia
Natural provocaron cuestionamientos sobre la fundamental “verdad”
del film. Usted afirmó que las escenas de las secretarias
fueron rodadas en las oficinas de Cahiers du Cinema.
También habló de los individuos del film, muchos
de los cuales iban a convertirse en realizadores cinematográficos
y otros, como Regis Debray, serían prominentes personalidades
del marxismo. Más que muestra de la tribu parisina
de fines de los años 50, parece el retrato de una vanguardia
artística y política. AI mismo tiempo, hay muy
poca referencia en el film al hecho de que esta gente es excepcional.
Un punto secundario es que ellos nunca usan palabras como
socialisrno o comunismo. ¿Podría explicar cómo
el film evolucionó desde la idea original hasta esta
realidad?
JR: Al principio,
cuando empezamos a pensar en este film, le dije a mi colaborador,
Edgar Morin, que yo realmente no conocía muchos trabajadores
industriales. Edgar dijo que solucionaría eso. Yo sólo
me enteré más tarde que la gente que él
eligió pertenecía toda al grupo político
“Socialismo o barbarie”, así como también
el mismo Morin. Esto se convirtió en algo muy conflictivo
para el desarrollo del film, y que no tuve claro desde el
comienzo. Creo que usted está equivocado cuando dice
que ellos no mencionan al comunismo. En un momento un obrero
se siente infeliz porque no hace nada y solamente maneja papeles.
Morin le dice: “¿Recuerdas cuando éramos
militantes del mismo partido? Entonces hicimos algo. Ahora
¿dónde estamos?” Esta es una referencia
a que ambos han estado en el Partido Comunista. Morin y los
otros abandonaron el partido en desacuerdo cuando éste
apoyó la represión de los húngaros.
P: Esto
no me parece claro, pero después de todo usted está
afirmando que no se trata de la "tribu parisina”.
JR: Está
bien, es una tribu, pero una tribu especializada. (risas)
P: ¿Tal
vez una sub-tribu?
JR: Si, eso
me gusta. Afortunadamente fue una tribu calificada; a juzgar
por sus actitudes. Se puede ver allí lo que iba a explotar
en toda Francia en mayo del 68.
P: Hay
aquí algunas implicaciones problemáticas para
los documentalistas, y. en especial los que trabajan en el
campo de la antropología. Cuando una persona va a un
lugar desconocido y un guía le dice: “le llevaré
a ver un grupo de obreros”; o “le mostraré
un importante ritual”. ¿cómo sabemos lo
que estamos viendo? En este caso usted estaba en su propio
país, trabajando con un amigo, y en cierta forma le
tomó el pelo. El le dijo: “He aquí algunos
obreros”, y resultó tratarse de una tendencia
política cuya virtud era la de no ser en absoluto típica.
JR:
Tiene toda la razón. Tal vez deberíamos agregar
algún subtitulo que identificara “al partido”
como el Partido Comunista.
P: Pero
hay más que eso.
JR: Quiero
decir que estaba claro para la audiencia francesa. Este grupo
no era en absoluto ilegal, pero tenía que tener precauciones.
En aquel momento la guerra de Argelia era el principal problema
político, y esta gente estaba ayudando a los revolucionarios.
No se podía hablar de ciertas cuestiones, por su propia
seguridad y la de los argelinos. La audiencia francesa de
aquel momento no hubiera tenido ningún problema de
comprender lo que representaban los que hablaban. Mostrando
ahora y en otro país surgen problemas.
P: Vayamos
a algunas de las técnicas que usted usa. Una de las
secuencias más fuertes fue claramente preparada por
usted como “director”; aunque los "actores"
no supieran lo que iba a ocurrir. Estamos hablando de la escena
donde le pide al estudiante africano que interprete el significado
del tatuaje que Marceline tiene en su muñeca.
JR: Aquello
fue una provocación. Cuando vi el film por primera
vez me di cuenta que yo tenía una sonrisa muy cruel;
que me incomoda aún hoy. Mire, estábamos almorzando
ya fuera del Museo de Arte y empezamos a hablar del antisemitismo.
Cuando hice la pregunta, el aislamiento y los supuestos culturales
emergieron dramáticamente. Antes de este momento la
gente estaba jovial y riendo. De pronto los europeos empezaron
a llorar y los africanos quedaron totalmente perplejos, pensaban
que el tatuaje era un tipo de adorno. Todos quedamos profundamente
afectados. El camarógrafo, que era uno de los mejores
documentalistas estaba tan afectado que el final de la secuencia
está fuera de foco. Paré la filmación
para dar a todos la oportunidad de recobrarse. Ahora bien;
si éste es un momento “verdadero” o un
momento “armado”, ¿tiene alguna importancia?.
P: La
larga secuencia en la que Marceline camina sola, hablándole
a un grabador pegado a su cuerpo, es como una prolongación
de la conciencia. Hay muchas cosas experimentales en su film,
¿de dónde salieron esas ideas?
JR: A Morin
se le debe mucho reconocimiento. El propuso hacer un film
que fuera el primer fresco sociológico, un film sin
los convencionalismos de las estrellas o grandes actuaciones.
El quería trabajar, en lo posible, con gente anónima.
Yo le dije que era posible. Cuando usted empieza a hablar
con una persona, incluso un delincuente, el hombre no es la
delincuencia, es un delincuente. Usted no puede superar esta
situación. Nosotros podemos oponemos al star-system
y lo que eso implica, pero no podemos negar a los individuos
su humanidad y carácter. Teníamos muchas discusiones
sobre este punto. Cada día proyectábamos los
campeones antes de hacer cualquier trabajo nuevo. Teníamos
mucho intercambio entre nosotros y con el productor Dauman
y la gente del film. Teníamos todas estas ideas con
las cuales queríamos trabajar, que eran más
de lo que podíamos asumir. Por ejemplo, teníamos
una hermosa secuencia en la que trabajamos todo un día
con el obrero Angelo. No pudimos filmar dentro de la fábrica
porque sus ideas políticas eran bien conocidas, y tanto
la empresa como el sindicato estaban en contra suyo. Los hombres
que participaban debían conservar el anonimato. Filmamos
solamente en la entrada. Luego seguimos a Angelo hasta su
casa, situada en un barrio obrero. Después venían
veinte minutos que lo mostraban tomando un baño. Esto
hubiera sido un muy buen cortometraje en sí mismo,
un estudio de veinticinco minutos sobre un hombre regresando
a casa y tomando un baño caliente. Pero lo tuvimos
que cortar. Algo más: cuando hacíamos el film
no se nos autorizó a entrar en la fábrica con
la cámara. Yo mismo encontré la oposición
tanto por parte de la dirección de la fábrica
como del sindicato.
P: En
el Museo usted indicó que la realización de
la película incluyó la realización simultánea
de una cámara.
JR: Oh, sí;
esto fue una de las mejores partes de la experiencia del film.
Ubiquémonos en los años 50, cuando las cámaras
eran pesadas y estáticas. Yo había ido a un
encuentro de cine en California, donde había conocido
a Michel Brault, quien mostró el film Les Rasquetteurs.
Me pidió que pasara por Montreal; yo acepté
la invitación y vi los primeros filmes hechos por los
jóvenes cineastas de Quebec. Ellos estaban usando un
nuevo tipo de lentes, el gran-angular; también estaban
empezando a sacar la cámara del trípode y a
“caminar con ella”. Me encantó. Las cámaras
eran todavía ruidosas, pero si uno envolvía
un abrigo alrededor de ellas algo de ruido se podía
evitar. De vuelta a Francia, Morin me habló de la idea
del film. Comencé con un muy buen camarógrafo,
pero cuando le pedí que “caminara por las calles”
el pobre hombre renunció; era demasiado para él.
Entonces le dije a Dauman, el productor, que el único
que podía hacer lo que necesitábamos era Michel
Brault. ¡Qué ofensa para el cine francés!
Teníamos que ir a Montreal a buscar a la persona que
necesitábamos. Al mismo tiempo hablé con Raoul
Coutard, quien era el padre de la cámara Eclair
Cammeflese 35 mm, y me contó que había
una nueva cámara que me podía interesar. Era
un prototipo militar construido para ser usado en un satélite
espacial. Era liviana, segura y firme. Desafortunadamente,
tenía un chasis para tres minutos de película
solamente. Le pedí que construyera un modelo con mayor
capacidad, y él dijo que trataría. Es así
como empezamos a filmar con una cámara que no existía.
Teníamos un contrato con el fabricante, por el cual
ellos no se hacían responsables de los problemas que
la cámara pudiera ocasionar a la película, pero
Coutard aceptó repararla el mismo todas las noches.
Después de cada filmación, Edgar y yo se la
llevábamos y le decíamos que problemas habíamos
encontrado, y qué nuevas propuestas teníamos.
La creación de la cámara precedió al
film. Me puse muy contento con el resultado. Estaba doblemente
feliz, por trabajar con gente tan seria y por ver cómo
la cámara nacía. Pero habla un problema con
ellos, y especialmente de Morin, quien no se daba cuenta del
placer que uno puede llegar a tener en la vida por cosas como
éstas.
P: Una cosa que aparece clara viendo
sus filmes en tres tardes consecutivas es que "Crónica"
tiene un aspecto totalmente distinto a sus otras películas.
Generalmente en las filmadas en África hay tomas de
larga distancia que muestran a la gente realizando rituales
religiosos u otros ritos que tienen que ver con valores no-racionales.
En “Crónica...” los personajes generalmente
hablan, y 1o hacen de complejas ideas filosóficas y
sicológicas; !a acción es interior y hay muchos
primeros planos.
JR: Parte
de la explicación tiene que ver con la cámara.
Cuando empezamos el film la cámara estaba todavía
en su trípode. Pero el efecto me pareció demasiado
estático, y empecé a moverla cuando la gente
hablaba. La forma en que ellos miraban y lo que hacían
con las manos me parecía importante; por eso hice primeros
planos. Después salimos y caminamos por las calles.
Al final no hay primeros planos. Aún cuando filmamos
a los participantes mirando lo que hasta ese momento habíamos
completado de la película no hubo primeros planos de
Marilou, de Marceline y de ninguno de ellos. Yo acepto su
cuestionamiento. Recuerde que yo no conocía a esa gente
personalmente y ellos comenzaron a hablarme de problemas muy
íntimos. Yo estaba un poco turbado. La primera secuencia
de Marilou fue filmada la primera vez que la vi. En la segunda
estábamos solos en el departamento de Marceline, después
de almorzar. Ella hablaba con mucho nerviosismo, yo reaccioné
tomando esos grandes primeros planos, para tratar de penetrar
en su interior. Estaba muy conflictuado por esa experiencia.
Usted tiene razón, yo nunca hice planos tan cercanos
como ésos en otros filmes; incluso en los filmados
en Francia.
P: Es
notable cómo sus filmes sobre Francis enfatizan la
forma en que los europeos piensan, mientras sus filmes sobre
África enfatizan cómo los africanos se comportan.
JR: Este
es un punto interesante, y debo decir que es la primera vez
que me lo preguntan. Normalmente, no hubiera visto tantas
películas una detrás de la otra. Como dije,
otros filmes que hice en Francia no tienen tantos primeros
planos. Otra cosa; al comienzo nosotros filmábamos
gente a cien metros, y ellos no sabían que los estábamos
filmando. Pensaban que éramos un grupo de gente con
una cámara. Eso me molestaba muchísimo. Queríamos
hacer algo que fuese espontáneo, pero resultó
una cámara ingenua, usada a hurtadillas. Nuestra precaución
viene del hecho de que Angelo y sus .amigos tenían
tantos enemigos que debíamos protegerlos.
P: Pero
esto no explica por qué en los filmes africanos nadie
le hable directamente. ¿Cómo se explica esto,
dada la fuerte tradición oral de esa cultura? Lo que
vemos en sus filmes es una especie de homenaje a lo primitivo,
al pasado, a lo exótico. ¿No hay una sociedad
africana moderna con elementos tan creativos como el grupo
que se llamó a sí mismo Socialismo o Barbarie
?
JR: Usted
hace buenas preguntas. Las explicaciones vienen en varios
niveles. Una respuesta inmediata que tengo es que yo había
decidido no hacer filmes políticos sobre el África
de la post-independencia. Después de todo, no se trataba
de mi país. Yo creo que es imperialista proyectar los
propios valores políticos sobre África. Este
tipo de filmes deben ser hechos por africanos. Estuve tentado
de romper esa regla; yo tenía una muy buena relación
con Kwame Nkrumah y comencé a hacer un filme sobre
él. En “Jaguar” puede ver parte del golpe
de Estado que lo derrocó. Después de aquel golpe
todo lo que tenía que ver con Nkrumah fue destruido.
Yo tenía la idea de hacer la película sobre
él en el exilio, pero después de tres meses
vi que eso era inconveniente. Hubiera sido imposible mostrar
aquel film en el país donde más convenía.
¿Quién era yo para hacer esa película?
Hubiera sido una vergüenza para él y los suyos.
P: ¿Qué
puede decirnos sobre la banda de locución y diálogos
en sus primeros filmes, de la época de la pre-independencia?
JR: En ese
momento no era técnicamente posible hacerlo. Cuando
hicimos "Crónica de un verano", la primera
independencia había ocurrido en Ghana hacía
tres años. Yo entiendo adonde usted quiere llegar,
pero hay problemas muy terribles involucrados. Si yo tuviera
que hacer actualmente una película sobre los regímenes
políticos de África sería un espectáculo
de desastres uno detrás del otro. Es embarazoso para
los europeos hacer filmes como ésos. No creo que sea
cobardía, aunque algunos me han dicho que no soy valiente.
No sé, yo me estoy censurando todo el tiempo. En “Monsieur
Poulet” teníamos una secuencia en la que la policía
negociaba su soborno de dos a tres gallinas. Cuando vimos
los campeones decidimos sacarla, a pesar que era una representación
honesta y exacta. Como arreglárselas con semejante
corrupción es un dilema para la gente que filma en
África, incluso para los cineastas africanos.
P: Tomemos
el mismo punto desde una perspectiva diferente. ¿Cuál
es su concepción de la locución, aún
en sus filmes estrictamente antropológicos? Sus comentarios
sobre el entierro Dogon y “Los maestros locos”
fueron un gran aporte para hacernos comprender los propósitos
y objetivos de esas películas. Cuando las vimos por
primera vez sin la narración fuimos golpeados por muchas
de las imágenes. Estábamos como aquellos africanos
que no podían entender la torturada historia que simbolizaba
el tatuaje en la muñeca de Marceline.
JR: ¡Pero
la alternativa es tan aburrida! Decir: en la aldea de bla,
bla, bla... ocurrió. Mi ideal sería un film
que todos comprendieran sin narración alguna. El lenguaje
es un gran problema. No siempre se puede traducir exactamente
lo que otro diciendo en otra lengua. Cuando las películas
se muestran; personas que intervienen en ellas, la narración
los enfurece obstante, yo simpatizo con su pregunta, es como
si los filmes no estuvieran todavía completos, y fuera
necesario hacer con ellos. Tengo un nuevo film sobre tamboriles
donde uso un nuevo estilo de narración. Doy una respuesta
subjetiva de lo que estoy filmando.
P: Aún no está claro si
usted piensa que la narración es buena o mala.
JR: Mi sueño
es mostrar en un film lo que puede ser entendido directamente
sin la ayuda de la narración. Explicar todo pero mediante
recursos cinematográficos. Pero estoy confundido; si
la gente habla hay que traducir. Tengo una película
en la hice una muy precisa traducción de lo que hablan
en una banda sonora, y la intercalé inmediatamente
después, tratando de hablar en la traducción
en el mismo tono en que ellos. Esto es lo más cercano
a la traducción simultánea que se puede esperar.
El sistema stéreo sería una solución
mejor: una banda tendría el lenguaje original y la
otra la traducción.
P: Una
de sus soluciones parciales nos ha creado problemas. En “Los
maestros locos”, hacia el final, usted comenta que el
ritual ayuda a la gente a ser buenos trabajadores y soporta
colonialismo con dignidad, que produce algún tipo de
acomodación psicológica. Claramente, uno de
sus objetivos fue hacer comprender esto a la gente que podía
espantarse viendo beber sangre de perro. Usted deseaba mostrar
los beneficios psíquicos de los individuos que participaban.
Nosotros pensamos, en cambio, que la gente no debe acomodarse
psicológicamente para soportar el colonialismo. ¿No
es mejor que la rabia explote en el trabajo antes que descargarla
en un inofensivo rito religioso? ¿No sería mejor
si ellos fueran “malos trabajadores”, que "accidentalmente"
rompieran sus herramientas y fueran haraganes ?
JR: De acuerdo.
Ya no gusta más ese final. Quería explicar que
el ritual era un método que les permitía funcionar
en la sociedad normal con menos conflicto. Quería aclarar
que no eran locos. Un punto importante que perdimos era que
la terapia para los africanos no es una consulta privada como
la del sicoanálisis y la mayoría de las terapias
occidentales. La terapia que filmamos era un rito público,
hecho a la luz del sol. Este es uno de los puntos más
importantes que los occidentales deben aprender. Pero yo no
me siento bien ahora con el comentario. La película
ha existido como está por más de veinte años.
P:
Nosotros hemos llegado a la conclusión que su trabajo
es mucho más excitante como cine que como antropología.
En cada film hay algún nuevo experimento. La mayor
parte del tiempo, como en "La caza del león”,
hay una estructura dramática impuesta. La acción
se dirige hacia un climax tradicional. Esto es efectivo como
cine, pero ¿describe a la tribu de una manera exacta?
¿No se pierde demasiada información en función
del valor dramático ?
JR: Este
es un punto en el que desacuerdo totalmente con usted. La
buena antropología no es una amplia descripción
de todo, sino una descripción intensiva de una técnica
o ritual. Los rituales se supone que son dramáticos.
Son creaciones que la gente quiere que sean interesantes y
dramáticas. En La caza del león,
veinte minutos fueron desechados. Esas secuencias mostraban
la posición de la trampa, por qué ellos usan
trampas, por qué cazan. Pero todo eso se puede explicar
en un libro. Lo que no se puede expresar escribiendo es el
drama del ritual, no se puede conseguir ese efecto escribiendo.
Este es el punto central de la antropología visual.
P: ¿Qué
puede decirnos de las distorsiones? Sus filmes, por ejemplo,
excluyen el papel que cumplen las mujeres.
JR: Si usted
quisiera hacer películas sobre las mujeres africanas,
tendría que ser mujer. Un hombre no puede entrar en
la sociedad de las mujeres. Es totalmente imposible, está
prohibido. A los hombres no les está permitido tener
relaciones con sus esposas cuando está por comenzar
una cacería. Yo formo parte de la sociedad masculina,
y es eso lo que filmo. Hay muchas cosas que tienen que ver
con la mujer que nunca puede mostrar.
P: Si
usted pudo entrar en Los Maestros Locos y mostrar lo referente
a los oficiales coloniales, ¿por qué no pudo
usar recursos similares para hablar de la mujer?
JR: Esto
es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando muestro
que las mujeres perversas dejan correr el agua del pozo ¿qué
intervención visual podría hacer? O cuando decimos
que el veneno de la hembra es más poderoso que el del
macho, una mayor explicación podría confundir
las cosas, ya que no es el tema central del film. Tiene que
entender que hay maravillosas ceremonias femeninas que los
hombres no pueden ver. Obviamente ellas no van a permitir
a ninguna mujer filmarlas si los hombres van a ver la película
más tarde. Yo conocí una anciana que me contó
algunas cosas, pero ella gozaba de ciertos privilegios debido
a su avanzada edad. Tengo muchos problemas con mis estudiantes
por estos motivos. Tengo que explicarles a las mujeres que
durante sus menstruaciones no les está permitido entrar
a determinados lugares. Incluso tienen que permanecer fuera
de ciertas villas. ¡Qué dilemas para una mujer
europea que desea trabajar en África!
P: Ya
que hemos hablado de las formas diferentes en que la gente
interpreta las mismas imágenes, puede ser un buen momento
para hablar sobre la influencia que su trabajo ha tenido sobre
otros. Mucha gente en los Estados Unidos no sabe del impacto
que Los Maestros Locos produjo a Jean Genet
cuando la vio.
JR: Si, Los
Negros, de Genet, es una obra directamente influenciada
por Los Maestros Locos. Allí la idea
central es que los negros representen a los amos como en el
ritual. La posesión, después de todo, está
en el teatro desde sus orígenes: es la idea de catarsis.
Genet se centró en la idea de la parodia y el cambio
de identidad, orientando los materiales hacia sus propios
fines.
P: ¿Qué
tienen los africanos en mente durante el ritual?
JR: Ellos
insisten en que no están embarcados en la parodia ni
tienen intención de venganza. Yo creo que es cierto,
al menos en el nivel consciente. La historia del culto es
muy compleja. Comienza con los africanos que iban a la Meca.
El rito entero, la espuma en la boca, el sacrificio del perro,
y todo el griterío es considerado como la acción
de los espíritus que los han poseído. Estos
son poderosos dioses nuevos que ciertamente no deben ser burlados.
Cuando el culto comenzó, los sacerdote islámicos
los consideraban herejes y los perseguían. La administración
francesa se adhirió a ellos, ya que no quería
un resurgimiento de creencias animistas que pudieran influir
en lo político. Por lo tanto fue un culto prohibido
desde el comienzo. Muchos de los cultores originales, miembros
de los Hauca, se convirtieron en trabajadores migratorios
y tuvieron que irse lejos de su terruño. En todos lados
fueron prohibidos, y cuando más se los perseguía,
más se difundía el culto. Primero se comprometieron
a celebrarlo una sola vez a la semana, los domingos, en un
lugar específico. Más tarde el culto declinó,
y el se hizo solamente una o dos veces al año. El movimiento
de los Hauka rompió tabúes, tanto comiéndose
un perro como representando modelos colonialistas. Era como
la actitud de Buñuel ante la Iglesia. Usted no puede
sentirse sacrílego si no respeta a sus opositores.
Lo que los Hauka hicieron era muy creativo e implícitamente
revolucionario, justo lo que has autoridades tenían.
Yo me encontré con Genet sólo dos veces, pero
conocí a los actores de la obra y discutimos la película
muchísimo. Genet era un ex-convicto, y por lo tanto
conocía sobre los sistemas dentro de otros sistemas,
y cómo resistir en ellos. Creo que el film le enseñó
un camino para resolver algunos de sus sentimientos contradictorios.
Lo que se ve en la película es una de las últimas
épocas del culto. Después vino la independencia
y no hubo más poder y modelos coloniales. Pero hay
algo extraordinario en el ritual que crearon. Toda clase de
poderes los han atacado a ellos, y también a mí
por filmarlos: los colonialistas, a quienes no les gustó
verse retratados; los revolucionarios africanos, a quienes
no les gustó el primitivismo; los que rechazaban el
sacrificio del perro, etcétera.
P: Peter
Brook fue otro que tuvo una profunda reacción ante
la película.
JR: Si; pero
su respuesta fue totalmente distinta a la de Genet. El la
vio cuando estaba representando Marat/Sade,
y pidió a todos sus actores que la vieran, para buscar
en ella sus interpretaciones. Más tarde charlamos a
menudo sobre esto, y el vino conmigo al África. Quería
crear un nuevo teatro sin ninguna palabra que fuera reconocible.
Estaba fascinado con los Hauka, que habrían creado
un lenguaje artificial, parte pidgininglish, parte petitnegre
y parte quién sabe qué. Pero la gente lo entendía.
Yo tenía una hipótesis de que antes de que terminara
el siglo pasado, un movimiento de los negros de Estados Unidos
había recurrido a este tipo de lenguaje. Pero Peter
Brook no estaba haciendo política, a él le interesaba
el teatro, y su obra trataba de un período revolucionario
en el cual el poder pertenecía a su personaje.
Quería que los actores actuaran como si estuvieran
poseídos, aunque no lo estuvieran. Un amigo mío
dijo que si uno está conmovido cuando actúa
está perdido. Uno tiene que actuar para conmoverse,
pero no estar conmovido cuando está actuando. Uno tiene
que creer en los roles que está representando. Con
los Hauka no hay representación. Ellos creen que son
los espíritus durante la posesión. Yo le dije
a Brook que si sus actores lograban despojarse de su identidad
podían ser poseídos. Pero entonces, ¿qué
haría? El no era ni médico ni sacerdote; yo
creo que estaba jugando con fuego. Algo más que hay
que decir sobre los Hauka es que no están ya en Ghana.
Fueron expulsados cuando no se los necesitó más
como trabajadores. Regresaron a Níger y tomaron un
rol muy específico en cada aldea. Como no hay más
poder colonial, no tienen modelos y están retornando
a su cultura tradicional y al Islamismo. No obstante, ellos
y el filme tuvieron un tremendo impacto. La fuerte reacción
que produjo esta película fue una de las fuentes de
mi idea de llevar antropólogos africanos a Francia
para filmar nuestras tribus y nuestros rituales.
P: Usted
ayudó a algunos africanos a empezar a filmar; ¿nos
podría decir algo sobre eso?
JR: Bueno,
está Oumarou Ganda, la figura principal del Yo,
un negro. El creó una narración para
el filme, que se desarrolla en tres niveles. El primero es
una descripción de lo que se ve. El segundo, una especie
de diálogo, y el tercero se refiere a su propia condición.
El empezó a hacer filmes por su cuenta. Otra persona
con la que trabajé es Mustapha Alassanne, quien es
una suerte de renacentista.
P: Nosotros
dijimos antes que sus películas plantean cuestiones
muy interesantes desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico,
pero no estamos tan seguros de sus virtudes como antropología.
Estamos pensando en términos de lo que un filme antropológico
puede o no ser. ¿Recoge información original
o la interpreta? Hacer un filme siempre implica un proceso
selectivo y una intervención consciente en puntos específicos.
Esto puede entrar en conflictos con la intención de
presentar los hechos antropológicos.
JR: Mucha
gente se resiste a reconocer que cualquier antropología
destruye lo que investiga. Incluso si está haciendo
una observación distante del amamantamiento, usted
perturba a la madre y al bebé aunque no lo piense así.
El problema fundamental en toda ciencia social es que los
hechos están siempre distorsionados por la presencia
del que pregunta. Se distorsiona una pregunta con el sólo
hecho de preguntar.
P: Si
la sola presencia del observador produce tanta distorsión,
la presencia de la cámara debe aumentarla.
JR: ¡Absolutamente!
Pero yo creo que esta nueva distorsión es positiva.
Hagamos una comparación entre la antropología
clásica y la antropología visual. En la primera
usted toma un profesional de una prestigiosa universidad y
lo envía a un lugar remoto, donde la gente no usa el
lenguaje escrito. Por el solo hecho de tratarse de una investigación,
los pobladores se sienten incómodos y su rutina se
trastorna. Cuando el informe está completo, los antropólogos
vuelven a su Universidad, escriben sus informes y posiblemente
obtienen distinciones. ¿Cuál es el resultado
para aquellos que fueron investigados? Ninguno; la irrupción
del antropólogo no les arroja beneficios. La gente
no lee el informe. Con una cámara se puede obtener
un resultado mis fructífero. La película puede
mostrarse a la gente, que puede así discutirla y tener
acceso a lo que les ha sucedido. Por malo que el filme sea
les permitirá reflexionar sobre sí, y les dará
una oportunidad de verse desde cierta distancia. Tal distorsión
cambia todo. En el primer ejemplo dado, sólo puede
haber alguna recompensa para el investigador y para la ciencia
en abstracto. En el segundo, se puede obtener todo aquello
y también beneficios para la gente. Hay otro problema
relacionado con todo esto, que sus lectores podrán
apreciar. Seis o siete años atrás presencié
una conferencia en Montreal organizada por la Sección
Africana de la Asociación Antropológica Americana.
El encuentro fue interrumpido por gente que pertenecía
al partido Black Panther. Ellos decían que éramos
nuevos traficantes de esclavos. Que haciendo un informe de
cualquier tribu y convirtiéndonos en expertos los antropólogos
podíamos ganar prominencia, puestos en la enseñanza
y contratos lucrativos para toda la vida, mientras que el
trabajo de campo no lleva más que algunos años.
Un negro americano respondió que estaba en otra categoría,
porque estaba haciendo un estudio sobre trabajadores. La respuesta
fue que su trabajo podía ser todavía más
peligroso, ya que podía ser de mucho valor para los
empresarios y el gobierno que necesitaban datos para explotar
más y controlar a los obreros. Yo creo que estos argumentos
eran ciertos en un sentido. Pero la solución no es
tan simple como ellos quisieran. ¿Tenemos que parar
toda investigación porque no podemos controlar el uso
de nuestros descubrimientos?
Hay además otra forma de explotación. Hace unos
diez años un musicólogo grabó una hermosa
canción de los Watusi, que fue publicada en una pequeña
colección de grabaciones científicas de tiraje
limitado. Los Rolling Stones la escucharon. Les gustó
mucho, la grabaron, e hicieron un montón de dinero.
Naturalmente, los Watusi nunca recibieron un centavo. Fueron
ciertamente explotados. El musicólogo hizo la primera
grabación con buenas intenciones, y los Stones obviamente
respetaron la música, pero el despojo ocurrió.
Cuando Ud. graba una tradición oral no hay derechos
de autor, y a menudo tampoco autor. Esto vale también
para los cuentos. Cuando usted está haciendo un filme
antropológico, el problema es igualmente serio. La
gente le permite a uno filmarlos, pero una vez que está
hecha la película va a Occidente y pierden el control
sobre las imágenes de sus vidas. A menudo los que hacen
el filme obtienen gratificaciones o status profesional. ¿Debe
pagársele a la gente? ¿O este es otro tipo de
afrenta?
P: Una
vez más usted toma el problema como un artista y le
preocupa quién es el dueño de la creación.
JR: Sí.
Este problema me ha preocupado mucho tiempo. En Yo
un negro insistí en que el 60%de las ganancias
fuera para los actores, ya que ellos habían escrito
el guión y hecho todo en la película. Pero aún
si el contrato es observado estrictamente estaremos creando
la idea de que la cultura es algo para comprar y vender, una
idea que los africanos nunca tuvieron. Esta es una distorsión
enorme que se incrementa cada vez más. Nadie parece
preocuparse de esto. Considere esta posibilidad: Hoy filmamos
en una zona “atrasada”. Dentro de diez años
los habitantes de ese lugar podrían verlo por televisión,
tal vez vía satélite. Muy probablemente, seguirán
siendo pobres. ¿Cuáles habrán sido los
beneficios para su cultura? Y ahora los gobiernos nacionales
de África crean otra distorsión. Ellos dicen
que si algo se hace dentro de sus fronteras es parte de la
cultura nacional. Esto es realmente absurdo, porque una tribu
puede ser cortada en tres partes y sus miembros convertirse
en ciudadanos de tres países distintos. La gente mostrada
en La caza del león fue dividida entre
los estados de Alto Volta, Malí y Níger. Los
estudiantes de cada Universidad nacional consideran a las
culturas de las tribus en sus países particulares como
parte de su “cultura nacional”. Creo que los antropólogos
formados en esas universidades pueden provocar más
destrucción que los europeos. Una solución que
propongo para esto es formar a la gente con la que se trabaja
para ser realizadores de cine. No creo que sea una respuesta
completa, pero tiene un mérito que es el de dejarle
a la gente algo, en lugar de limitarse a tomar cosas de ellos.
Esto significa que habría que formar a los antropólogos
no sólo como cineastas, sino también como maestros
de cine. Por supuesto, no se pueden esperar milagros. Una
vez un estudiante africano me preguntó si se podía
hacer mucho dinero filmando. Le respondí que si le
enseñaba a alguien a usar el lápiz eso no significaba
que iba a convertirse en Víctor Hugo, sino sólo
que iba a poder escribir.
P: Este
tema de los derechos ha surgido a menudo en discusiones sobre
el “cine-verdad” hecho en Estados Unidos. Por
ejemplo Fred Wiseman hace una película sobre los beneficiarios
de los programas de asistencia y se convierte en un éxito
televisivo. ¿Qué pasa con la gente desesperada
que é1 ha filmado? Permanecen como antes, habiendo
ayudado al éxito de la carrera de otro profesional.
JR: Este
es el problema. Déjeme volver a Crónica
de un Verano. Yo le llevé ese problema a Dauman.
El lo resolvió como un hombre de negocios y no estuvo
mal. Marceline, por ejemplo, fue pagada durante seis meses,
y así fue como consiguió su primer trabajo en
una película. Su historia tiene un final muy feliz:
siguió en el cine; se casó con Joris Ivens e
hizo películas en Cuba y Vietnam. Angelo no pudo conseguir
trabajo debido al filme, y Dauman lo ayudó a comprarse
un negocio, porque se sentía responsable. Hicimos cosas
como ésas. El próximo año será
el 18º aniversario del filme, y la mayor parte de la
gente que estuvo en él ha prosperado por su participación.
P: Puede
decirnos algo sobre el filme que tuvo su premiére
en Estados Unidos en las proyecciones del Museo: Cocorico,
señor Poilero.
JR: El tema
de esta película son los “marginados” de
África. Yo llegué a la conclusión de
que los cambios en la sociedad se deben a aquellas pocas personas
que están en el margen. Ellos ven bien el absurdo de
la economía del sistema. Los considero como una especie
de “vanguardia” popular, que tiene que encontrar
alguna manera de sobrevivir sin ser atrapados por el sistema.
Son marginales. El filme trata sobre tres hombres que salen
con su auto al campo a comprar gallinas para revenderlas en
una gran ciudad. Los tres personajes me ayudaron a escribir
y filmar la historia. El auto que se ve pertenecía
a Lam, el personaje principal. El andaba en un radio de 50
millas buscando gallinas y pescado. El auto no tenía
licencia, ni frenos, ni luces. Pensé que iba a ser
interesante mostrar la rutina de esta economía marginal.
P: En
el film, !as gallinas que compra son de un área contaminada.
¿Usted apoya este tipo de marginalidad ?
JR: No había
contaminación. Aquel problema ocurrió dos años
antes de la epidemia. Hubo una zona prohibida durante un mes.
El cartel que aparece en la película fue hecho por
nosotros. Lo pusimos al final como una broma.
P: Eso
creó un problema para aquellos que, como nosotros,
desconocían la situación. Lo que vimos parecía
reforzar los prejuicios básicos contra los africanos.
El rostro malvado de la mujer que hechiza. La policía
es inepta. Los comerciantes tienen un auto peligroso unido
con saliva y goma. La gente vende gallinas contaminadas. Su
idea de mostrar los "hippies" de África no
funcionó.
JR: Tal vez
esto es su propio prejuicio Occidental.
P:
Puede ser cierto, pero “Cocorico” es presentado
como un filme de ficción, no antropológico.
Todos sabemos que África está en transición,
y esta película muestra que nada positivo está
ocurriendo, concreta o inconcientemente.
JR: Desde
mi punto de vista es totalmente positiva. Los africanos tienen
una historia propia y su modo de ser. Pero llegan expertos
nacionales y extranjeros diciendo que su vida familiar no
es buena y que no hacen su trabajo competentemente. Sam y
los otros han visto mucha gente como ésa ir y venir.
Saben que la mayoría de tales expertos nunca preguntan
a los campesinos por qué usan determinada técnica.
Yo no puedo ver cómo se pueden hacer cambios antes
de conocer los hábitos de la gente. Si usted quiere
cambiar los métodos de cultivo africanos tiene que
tomar un compromiso de por lo menos veinte años. ¿Cuántos
ingenieros, especialistas o expertos están preparados
para pasar tanto tiempo en una sola nación africana?
No muchos. La mayoría prefiere hacer un informe y volver
a casa. Cocorico muestra algunos de los esquemas
y estrategias usados por el común de los africanos.
Creo que la relación que ellos tienen con sus máquinas
es mucho más positiva que las de Europa. Sam es un
muy buen mecánico, sabe todo sobre su auto, ya que
hace todo por sí mismo. Para él no era problema
desarmarlo para cruzar el Níger. Tuvo que tener un
poco de cuidado para evitar que el agua entrara en el aceite
y el cilindro, pero sabía qué hacer. Podía
desarmarlo y volverlo a armar simplemente con las herramientas
que mostramos. Yo podría haber hecho un filme sobre
un africano que repara transistores, que carece de un aprendizaje
formal pero tiene un sistema con un pequeño parlante
como el de los grabadores. Está conectado a una batería
y sabe cuándo hay un defecto en el circuito. Es una
aproximación espontánea a la electrónica.
Usted no tiene que conocer los principios de la física
pare arreglárselas con el motor de un auto o reparar
un transistor.
P: En
la película pareció que los africanos trataban
a su auto como algunos personajes cómicos de los filmes
de Hollywood y de la TV americana.
JR: Desconozco
cuál es la relación entre auto y hombre en Estados
Unidos, pero en Francia, si un auto se descompone o si tiene
una goma pinchada es una catástrofe. En África,
en cambio, es una alegría, porque usted se queda allí.
Alguien dirá: “Bueno, estamos detenidos. Ahora
podemos quedarnos unos días y conocer a gente que nunca
hemos visto antes y que nunca más veremos”. En
los años 40 nosotros hacíamos andar los autos
con una especie de gas de carbón, porque no había
petróleo. Estábamos detenidos todo el tiempo.
Al principio me ponía furioso, pero luego aprendí
el camino africano y ahora esas cosas no me importan. Tampoco
uso reloj. Esta es la perspectiva que he tratado de captar
en la película.
P: ¿Cuál
ha sido la recepción que tuvo en Francia?
JR: Cuando
el film se pasó en París yo estaba en África.
Por lo tanto no hubo conferencia de prensa ni publicidad de
ningún tipo. Salió en tres teatros y en dos
meses se habían vendido 50 mil entradas. Las únicas
copias eran en 16 mm, malas y sin subtítulos. Una de
ellas fue usada aquí. El distribuidor se volvió
ambicioso y quiso ampliarlo a 35 mm. Se hicieron cinco copias.
Desafortunadamente, quebró y no pagó al laboratorio.
Las copias quedaron bloqueadas y estoy tratando de hacer un
arreglo con dicho laboratorio. También estamos trabajando
para conseguir la distribución comercial en África.
P: Antes
habló acerca de la construcción de una cámara
mientras hacían “Crónica”. Suena
como lo de Sam con su auto. A través de los años
su equipamiento ha cambiado mucho, ¿no?
JR: Comencé
haciendo películas en 16 mm. porque nunca tenía
dinero para el 35 mm. Esto era en el 46, cuando el 16 mm era
estrictamente amateur. Más tarde conseguí una
vieja cámara de noticieros de la Armada Americana,
con excelentes lentes. Filmé todos mis primeros filmes
con esta cámara. No había mesa de montaje ni
empalmadora en esa época. Usted tenía que cortar
y pegar los pedazos de película con sus dedos. Como
no había visionadora, proyectaba la película
con un proyector y cortaba. No había sonido, excepto
en 35 mm. Cuando completé mi segundo filme, le pedí
a algunos trabajadores africanos que estaban en París
que hicieran música al mirar la proyección.
Fue una idea simple, pero me dio música genuina africana
como acompañamiento, y esto era mejor que nada. Con
el tercer filme usé el primer grabador Nagra; se suponía
que era portátil, pero pesaba más de 50 libras.
La película no tiene sonido sincrónico, pero
pudimos grabar la música. Luego tenia que transferir
el sonido de la cinta al tipo de disco de grabación
usado en aquella época en las emisoras de radio. Algunas
veces improvisé comentarios y los mezclé en
la banda sonora. Afortunadamente, la televisión usó
equipos de 16 mm y con el boom que significó tuvimos
mejores implementos: la primera empalmadora buena, la primera
visionadora, el primer mezclador de sonidos. Aún queríamos
un verdadero sonido sincrónico que fuera portátil.
Teníamos un equipamiento que pesaba toneladas, y requería
una cuadrilla de cinco para cargarlo. Probamos todo tipo de
trucos para resolver el problema. En La Pirámide
Humana usamos una técnica que hoy suena graciosa.
La cámara estaba puesta en un trípode con un
blimp y toda la gente estaba parada en torno a la misma y
a igual distancia, de tal manera que pudiera ir de uno a otro
sin problema de foco. Se podía tener entonces a la
gente hablando hacia la cámara. Usamos esa técnica
más de una vez, pero era limitada. Estoy hablando de
los años 50. Cuando estábamos montando ese filme
decidimos hacer Crónica de un Verano.
P: ¿Y
fue entonces cuando construyeron la Eclair?