Margarita Lira M.


Definiendo América.

La cartografía vista desde la actualidad en su aspecto más práctico, parece ser un tema perteneciente a las ciencias exactas, pues representa la realidad de una manera supuestamente objetiva e incuestionable. A través de los mapas se adquiere información correcta de las distancias, proporciones y características de los lugares en el planeta. Pero al indagar en el proceso de representación -ya sea de la población o del territorio- presente en su construcción, la cartografía puede ser vista como un tema interesante para aquellas ciencias sociales preocupadas de las estrategias utilizadas por la sociedad para definirse en el mundo. Desde esta perspectiva, los mapas no son sólo simples hojas de papel con marcas que determinan coordenadas, nombres y lugares, son objetos materiales atravesados por tensiones que forman parte de la sociedad que los construye. En su aspecto estético convencional los mapas de América -principalmente mapas  portulanos- creados durante el siglo
XVI y XVII  van a estar hechos de acuerdo al  pensamiento  de
su época, en este caso, una época entre épocas: el salto a la “modernidad”, conteniendo elementos del medioevo (seres míticos, visión religiosa), del renacimiento (exaltación de la estética clásica) y algunas pretensiones ilustradas (mostrar al mundo tal como es).
 
En su aspecto ideológico va a estar en constante conflicto entre la intención de describir: dibujar lo que se va conociendo; y la de reconocer: dibujar personajes y geografías pertenecientes a la geografía anterior conocida (la fantástica medieval). Las tensiones se pueden observar en la definición de todas las marcas que componen los mapas: nombres, fauna, población, límites, proporciones, que aportan información de diverso tipo y que explican la totalidad definiéndola: ¿Qué es América?.

La marca o el elemento dibujado, que más preocupa a esta investigación y que problematiza a la cartografía, es la descripción de los habitantes: ¿Quiénes viven en América?¿Cómo Europa se enfrenta a esta otra humanidad? ¿Es humana, subhumana, o inhumana?.





 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

La Representación del Indio en la Cartografía de América.

Este artículo desarrolla el tema de la imagen del indio americano plasmado en un soporte particular: los mapas de América que se hicieron durante su “descubrimiento” por parte de los europeos. La imagen del indio era la imagen de lo otro y de lo externo que se va definiendo en diferentes categorías.

El hecho de que se analice un soporte visual como el mapa, hace que el análisis de la imagen tenga que comprenderse desde la funcionalidad del mapa: representar el mundo; y también desde la cosmovisión que englobaba el tipo de mapas de aquella época: Las ideas religiosas, la percepción del espacio, la exotización de lo ajeno, los valores sociales, y las categorías culturales. Todo esto hace de este artículo una mirada nueva hacia los mapas, entendiéndolos desde una perspectiva antropológica con la cual se puede entender mejor los perjuicios y estereotipos actuales en torno a los indígenas americanos.

Autor: Margarita Lira M.
Universidad Academia de Humanismo Cristiano. NAVISUAL.
e -mail: margyazul@hotmail.com








Revista Chilena de Antropología Visual - número 4 - Santiago, julio 2004 -
86/102 pp. - ISSN 0718-876x.
Rev. chil. antropol. vis.



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Es a través de la representación del indio, como problema, que se puede hacer un relato de la relación alterna entre europeos y lo que se “conoce” como americanos.

GEOGRAFÍAS

El mapa, como un complejo entramado de símbolos que entregan ideas generales y específicas de los lugares, está sujeto a las nociones geográficas de su autor y la sociedad a la cual pertenece. El historiador Emanuelle Amodio (1993) ha definido que existen básicamente dos tipos de Geografía: por una parte está la geografía empírica, la cual se constituye a través de “la adición y elaboración de datos empíricos fruto de la experiencia acumulada de cada sociedad”. Mientras que por otra parte, se desarrolla una geografía extraordinaria sobre la base de “determinantes culturales de tipo simbólico, capaces de transformar las áreas del espacio delimitado por el uso del grupo en unidades cargadas de sentido”. Si bien la primera se preocupa de establecer las coordenadas y las medidas exactas de un espacio, la segunda organiza los datos espaciales según un sistema mítico.

 

Estas geografías son categorías que implican dos visiones de mundo diferentes y por tanto, en general no aparecen ambas en un mismo mapa. Sin embargo, en el caso de los mapas del siglo XVI y XVII sucede algo curioso (y, por supuesto no casual), ya que se mezclan ambas visiones y se ponen sobre el papel, entregando en un mismo medio informático las coordenadas exactas de una localidad y su caracterización con seres míticos. Ese es el caso particular de las cartas de navegación conocidas como Cartas Portulanas, que son realizadas sobre la base de intereses científicos, pero con una perspectiva más cercana a la fe religiosa.

Cartas Para Navegar y Fantasear

Durante el siglo XIV, posterior a una época medieval centrada en la construcción religiosa de los mapas, se desarrolla la cartografía científica. “Fue a principios del XIV cuando los mapas adquirieron un carácter marítimo-práctico, pues su objetivo principal era servir a la navegación.



Por esta razón sólo se representaba el litoral costero con algún detalle del interior, como ríos y montes que pudieran servir de referencia a los navegantes, que no perdían nunca de vista la costa en sus viajes”. Estas eran las Cartas Portulanas -que se llamaban así por un libro de listado de cursos navegables, puertos y lugares de anclaje para pilotos que eran altamente demandados por el creciente comercio - que como única medida tenía los rumbos de vientos que se dibujaban a partir de los cuatro puntos cardinales. “Las cartas así llamadas carecían de coordenadas geográficas, pero tenían una red de rectas direccionales o rumbos que formaban una tela de araña resultante de prolongar rumbos de una rosa de los vientos central, los cuales se entrecruzaban con los de otras rosas dispuestas alrededor de la principal”.

Las Cartas Portulanas juntan elementos de dos tradiciones: la medieval y la ilustrada incipiente, pues a pesar que todavía incluye elementos fantásticos o religiosos, como por ejemplo los cuatro ríos del Paraíso, ellos no alteran la información práctica ni científica de la cartografía.

 

 
Al integrar dentro de sí elementos ornamentales fantásticos, pasan a ser objetos de lujo y se comercializan. “Si bien este sentido comercial no fue incompatible en los siglos XIV y XV con los términos científicos de las cartas, paulatinamente se fue inclinando la balanza hacia el lado ornamental y comercial de este producto en detrimento de su primer fin: ser un instrumento de apoyo a la navegación”.

En el siglo XVI, las cartas sufren cambios en la técnica de su producción, aparecen los mapas impresos que pueden reproducirse en gran cantidad y ser difundidos “... la imprenta puso en circulación otro tipo de mapas, los grabados, que eran más fáciles de adquirir y más económicos” . Los primeros mapas grabados tenían una base de madera, la cual pasó a ser posteriormente una placa de metal.

“Con la invención de la imprenta se modificó de forma radical la difusión del conocimiento cartográfico. Éste perdió su carácter exclusivo, ya que anteriormente eran escasos y muy costosa su reproducción”.

A medida que pasa el tiempo, en el siglo XVI, los mapas se ven afectados nuevamente pero esta vez en su contenido. Los avances en conocimientos geográficos obligan a cambiar la forma de representar la tierra, pues se descubre que la distancia entre dos puntos no es una línea recta, sino curva. “Gerard Mercator dibujó por primera vez en su globo terrestre en 1541 esa línea loxodrómica” , con esta línea se empezó a dibujar la proyección que se utiliza actualmente en las cartas náuticas: la proyección de mercator.

En torno a esta reseña histórica es importante mencionar que un tipo de mapa -como el portulano- podía producirse desde diferentes perspectivas. Había una gran diferencia entre la construcción de cartas desde los lugares donde se estaban realizando los “Descubrimientos” y Conquistas de los espacios geográficos, como Portugal y España; frente a las cartas que se generan desde otros centros europeos como Holanda o Alemania. “La primera es una cartografía empírica, nacida casi exclusivamente por y para el uso de los navegantes y descubridores y no trasciende al resto de la sociedad.

 
El papel de los países centroeuropeos y sobre todo de los Países Bajos será, fundamentalmente, el de divulgadores de esos nuevos descubrimientos”, y por tanto esa divulgación estaba sujeta a caracterizaciones muchas veces más fantásticas ya que no tenía fines náuticos.

LOS INDIOS SON EL BARRO. Construyendo representaciones para diferenciarse de América.

Los mapas como objetos caracterizadores de América y de sus habitantes, se ven sujetos a las nociones que poseían los europeos respecto a lo Externo y a los Otros. Ambos elementos permiten una construcción identitaria, ya que sirven para potenciar una polarización, una oposición definitoria: “... dos oposiciones semánticas intervienen fuertemente para definir la identidad específica de cada cultura: dentro / fuera, por lo que se refiere a las categorías espaciales y la definición del territorio: nosotros / ellos por lo que se refiere a las categorías de la identidad cultural” .

Esta dualidad que tiene su base en esas oposiciones semánticas se desarrolla incesantemente en otras categorías opuestas que se expresarán constantemente en la cultura colonial (como el nosotros/ellos, civilizados/salvajes, o naturaleza/cultura).

A estos Otros no les cabe más rol que el de ser espejo de Europa, quien se define a sí misma sobre la base de ellos. Esto se explica a través del concepto de alteridad, la definición de uno con relación a otro, que según Mason, hace surgir la pregunta sobre el límite, la ruptura entre el yo y el otro.

Durante la Colonia el mapa se convirtió en uno de los tantos mecanismos de apropiación simbólica, a través de una objetivación que recurre a diversas estrategias para hacer del indio americano una posesión europea, contrario a ella, pero a su vez, sujeto a sus moldes. Los indios fueron el barro, los europeos jugaron a ser el dios que los amoldó a imagen y semejanza de sus propios imaginarios y a su imaginación.

 

Los imaginarios medievales europeos, tanto de la cartografía como de los bestiarios se vieron reconstruidos en América, integrados a la localidad sobre la base de hechos empíricos y por medio de la imaginación de quienes los localizaban.

Para traspasar las imágenes mentales de los indios sobre el papel se hacía una domesticación de los hechos. Esta domesticación hace legítima y creíble la representación, ya que sin ella los lectores de los mapas no reconocerían los antecedentes de las imágenes y éstas quedarían fuera del ordenamiento y clasificación de las cosas. Al domesticar la imagen se genera un efecto de realidad con la cual el lector de la imagen cree que lo que está viendo es algo externo y objetivo al creador de ella. Por estar en un mapa, ya sea ornamental o científico, el efecto de realidad adquiere otra dimensión, pues la domesticación se hace dentro de un ordenamiento y una estructura territorial y espacial. La realidad se legitima aún más porque el indio es ubicado en este contexto descriptivo: el mapa.

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“Tales contenidos proyectados sobre el indio americano, sirven para realizar diversas funciones -identificación [...] estigmatización [...]- es la misma percepción del Otro la que se codifica en términos de los contenidos y formas culturales del pasado [...] de Europa. La diferencia real del Otro se reduce, de modo casi obligado, para poderla comprender y controla, pero sin ser eliminada: la diferencia desconocida asumirá las formas de aquella sabida o prevista, de modo que el otro será obligado a jugar el obsceno juego del espejo europeo”.

HACIENDO AL INDIO

Los mapas referidos en este artículo, dan muestra de las diferentes maneras en que el europeo representó y se apropió simbólicamente del indio. A través del tiempo y según la sociedad de pertenencia del autor, los contenidos proyectados sobre el indio americano fueron cambiando, generando diferentes categorías. Estas pueden establecerse según  diferentes  criterios,  las  que  se  presentan  aquí  son
vistas desde una perspectiva antropológica básica: la oposición entre naturaleza y cultura.

 
En esta oposición la cultura es lo humano, y los indios se definen según el tipo de carencia que tienen con relación a esa humanidad. Aquí se desarrollan dos categorías principales de indio observadas en los mapas: el salvaje y el monstruo.

El Indio Americano Prehumano: el Salvaje


Una de las primeras caracterizaciones del indio americano es la del salvaje,. Lo primero que se hace es asimilar a este ser del Nuevo Mundo a los naturales y sin cultura del propio mundo europeo: el hombre del bosque, el ermitaño o el salvaje loco. Es un hombre que está más cercano a su ser animal que a su ser cultural, vive como los animales y es indomable (como la misma naturaleza) e irracional (la razón pertenece sólo a los hombres cultos).

En el mapa de Ogilby se puede observar esta fiereza y salvajismo en las escenas de caza presentes en el mapa.


El salvaje, es el indio americano que porta aquellos elementos icónicos genéricos que lo definen de manera amplia como tal. Estos elementos se pueden observar en el detalle del mapa de Cabotto: Cuerpo desnudo (dibujado con un estilo clásico), falda y tocado de plumas, arco y flecha. El salvaje será el indio genérico de América.

La desnudez fue uno de las cosas más representativas del indio de América, en todos los mapas presentados en esta categoría la única prenda de vestir es la falda de plumas y el tocado. Esta característica generó en occidente una serie de reacciones que hicieron de ella una representación de dos ideas antagónicas.

 
Por un lado, la desnudez y la ausencia de cultura de los indios hacía de ellos seres inocentes, cercanos o dentro del tiempo de Adán y Eva, y por ello también nobles, pues como todavía no tenían ropas -y todavía no habían cometido pecados- sólo hacían el bien. La imagen del salvaje inocente puede observarse en el mapa de Ovalle, quien muestra a los indios en estado de relajo cotidiano.

Este mundo sin ley, sin ropas, ni propiedad privada le entrega material ideal al europeo para construir una imagen virgen y pura de América. Pero esta inocencia primordial pasa a transformarse en incapacidad humana, estos seres incivilizados son niños a los cuales hay que educar y moralizar. Por otro lado, esa misma desnudez y la ausencia de cultura hacía de ellos seres sin control, sin restricciones y, por tanto, perversos.

Dentro de este Nuevo Mundo, aparentemente sin orden ni ley, la desnudez de los indios y su comportamiento sexual es vista como una oposición total a las reglas sociales europeas. Pero la perversión no era solamente a un nivel sexual, sino a un nivel moral generalizado “... La perversión sexual va acompañada del canibalismo porque ambos significan exceso de placeres, la destemplanza y el apetito era opuesta contra la moderación y la razón”. En el mapa de Cabotto se puede ver esta perversión caníbal por los instrumentos que los indios tienen en sus manos y se observará más adelante en los mapas relacionados con la monstrificación del indio.

Al estar dentro de una imagen tal como un mapa, los indios salvajes prehumanos son parte de una América que se describe “salvaje” de forma general: es la naturaleza antes de la cultura, la abundancia, la no-restricción. Los Otros son inferiores a los europeos por poseer cualidades expresadas en carencias: desnudez, ausencia de cultura y ausencia de restricción moral.



 
Dentro de esta prehumanidad o del indio como salvaje, surgieron diferentes formas de representación, algunas de las cuales se pueden observar de manera evidente en los dos mapas siguientes: el estilo clásico y la influencia africana.


El estilo clásico: La objetivación del indio americano que se ha hecho en el mapa de Outgherzoon conserva algunos rasgos “autóctonos” que permiten identificar a los sujetos como indios americanos: la desnudez y los accesorios hechos de plumas. Estos rasgos se han mezclado con un formato de representación clásica: cuerpos apolíneos, cabellos peinados a usanza europea y postura corporal grácil, lo cual da una imagen extraña para nuestros ojos: parecieran europeos disfrazados de indios.
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En la representación copiada a De Bry ya no importa la meticulosidad del mapa, sino su presentación como lugar recóndito, fin de mundo abundante, horroroso y diferente. “Importante es la representación de la amazona en el citado mapa de Guayana, junto al Ewaipanoma, porque anuncia la transformación del tipo icónico, que pasa de la leyenda geográfica a alegoría del continente”.

Podemos observar en el mapa siguiente, una representación similar sobre América con presencia de animales mitológicos, monstruos y especies autóctonas.

 
La domesticación del indio en este tipo de representación se logra haciendo de los indios locales los seres más diferentes de los europeos, los más inhumanos o antihumanos. La hembra masculina, el hombre sin cabeza o con cola son distorsiones que eliminan características representativas de lo normal, o que agregan elementos estrafalarios.

Esta antihumanidad que se desarrolló en torno a la monstruosidad física posteriormente también se proyectó como monstruosidad cultural.


El Indio Americano Antihumano: el monstruo

“Enumerar monstruos no nos interesa por lo pintoresco, sino por lo emblemático, porque son expresión del pecado de ser lo otro. Si el nombre se aplica al ente cuyas costumbres o cuya morfología se apartan de nuestras normas estéticas o éticas, aplicado al hombre, toma el sentido de extraños, de extranjero. [...] Los monstruos forman parte de una información general sobre lo extraño, proporcionada por escritores y cartógrafos. Introducen el exotismo y simbolizan el paganismo” (Rojas Mix, 1992).

La diversidad de grupos étnicos y su difícil entendimiento por parte de los europeos, hicieron del indio un ser ambiguo, complicado para dibujar. Lo irreconocible tomó la forma de lo monstruoso. “Hay una ambigüedad entre categorías, lo cual es producto de la atribución de disformidad: monstruo es el lugar de la pluralidad y, por ende, de las posibilidades. Casi una naturaleza no ordenada donde es posible encontrar lo que se espera”.

 
Los seres fantásticos y monstruosos son la exageración de la extrañeza, que para la época era normal, ya que el imaginario europeo estaba poblado de seres que vivían en el borde del mundo y aparecen en los relatos de viajeros, en las sagas de los caballeros y en los mapas de la Edad Media. Esta monstruosidad no pasa sólo por la dificultad de definir al otro, sino también por la necesidad de diferenciar ese otro, “Dentro de los procesos de identificación étnica (el Nosotros) el descubrimiento de la similitud del otro produce por reacción el alejamiento, la monstrificación”.

En el mapa de Cornelius de Jode se puede observar una América poblada de seres fantásticos y mitológicos, el indio monstrificado está acompañado de venados, leones y otras especies autóctonas que hacen del paisaje un lugar más fantástico.

Esta forma de representar los cuerpos humanos fue introducida por Theodor de Bry, dibujante y grabador quien impone la estética clásica en la producción icónica de América (la cual también puede ser observada en algunos de los mapas anteriores como el de Cabotto).

Africanización:

“... África toda entra dentro del bagaje cultural que será utilizado en la percepción del otro americano. Los negros y las selvas habían ya estado ampliamente presentes en la iconografía europea y no fue nada difícil asociarlos con el nuevo mundo, incluso en la evolución interna de su representación. El negro y el indio se unen de este modo en una única categoría ...” (Amodio: 1993).

La asimilación realizada en este tipo de mapas fue hecha probablemente con los antecedentes que se poseían de la interacción con el continente africano. Ya que en otro continente extraño a Europa, los aborígenes eran negros ¿por qué América no iba a ser igual?.

 

Se domestica al indio dándole rasgos africanos. Estas representaciones hacen entrar en una misma categoría los indios americanos y los indios africanos, hacen de los Otros algo general y en definitiva inferior a los europeos.

En el mapa de Homen es posible observar otra forma de representación. El color de la piel y el tipo de vestimenta no están relacionados con la Europa clásica, sino que con África. En aquella época en la cual ya se habían realizado exploraciones a otros continentes, los Otros conocidos por los europeos eran los asiáticos y los africanos: No es de extrañar entonces, una representación de los americanos que mezcle todos los rasgos.

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Al parecer, todos los mapas que se preocupan de representar escenas de monstruosidad cultural son de tipo ornamental, se busca ilustrar lo que caracteriza a las diferentes zonas de América. Determinados íconos de canibalismo y de vestimenta se repiten, ya que probablemente fueron copiados de grabados o reproduciéndose a partir de un primer mapa. Es posible que el uso de escenas caníbales o de caza era la manera más representativa de mostrar determinadas regiones de América, relacionando zonas geográficas específicas -Brasil o la Patagonia, por ejemplo- con seres particulares como los caníbales o los gigantes.

Estos indios que en su monstruosidad definen una localidad específica, están unidos en su desnudes y en sus faldas.
 
 
 
 
La domesticación esta vez a exagerado algunos rasgos para construir estereotipos clasificadores: una costumbre ritual extraordinaria como el canibalismo se transforma en alimentación cotidiana. Los cuerpos robustos y altos de los indios del sur del continente se transforman en gigantes, como puede observarse en el mapa de Van Der Keer.

“Estos seres representaban la barbarie, la desmesura, y el primitivismo salvaje y destructor. Simbolizaban el predominio de las fuerzas telúricas (hijos de Gea), gigantismo de la naturaleza e indigencia espiritual. Constituían el avant-la-lettre la idea expresada por Hegel de que América sólo tenía naturaleza, pero carencia de historia”. En el mapa de Homen podemos ver las escenas caníbales repetidas, al igual que los gigantes en el Sur.


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HACIENDO LUGAR. Un juego entre reconocimiento y descripción.

La definición de los habitantes de América realizada por los europeos a través de los mapas no es homogénea ni simple. En cada una de las diversas maneras como el indio americano es caracterizado hay elementos que nos evidencian diferentes estrategias de dominación simbólica.

Los códigos detrás de los elementos prestados del medioevo, de la religiosidad o del incipiente colonialismo europeo probablemente son parte de capas significativas más profundas de lo analizado aquí.

La representación del indio en los mapas tiene la función de generar un imaginario sobre América que la hiciera necesaria y posible de conquistar. Y, a su vez, proponer que probablemente para los europeos no era posible ver más allá de los imaginarios creados en casa.

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Dependiendo de sus características particulares el indio salvaje fue definiéndose localmente, añadiéndole otro tipo de iconografía. Así encontramos seres importados de la mitología y bestiarios europeos como indios descabezados, amazonas u hombres con cola. O vemos esa misma mitología exagerando o distorsionando elementos de la realidad americana: como el canibalismo o los gigantes.

Para todas estas representaciones se van generando convenciones gráficas -la manera de representar el canibalismo o de caracterizar a las amazonas- las cuales generan un efecto de realidad brutal. El imaginario -que se compone de la mitología europea mezclada con la realidad americana- se concretiza en el mapa. Es ahí donde se legitima una realidad colonizándola a través de un discurso gráfico “objetivo”:
1) Se refiere a algo que se concibe en la realidad externa, es decir, fuera del autor.
2) Pone la atención del lector lejos del discurso mismo y del narrador y,

 
3) Se entiende que es precedido por un hecho, por algo objetivo,  antes   de  ser  formulado  en  el  lenguaje  o  en   la
imagen.

Gracias al efecto de realidad las imágenes revisadas en los mapas tienen el poder de verdad, de generar un tipo de conocimiento y de construir un lugar. Este lugar, Nuevo Mundo, Terra Incógnita, Indias o América es producto del juego entre reconocimiento y descripción propio de un espíritu colonizador que proyecta sus ideas preconcebidas sobre una realidad que pretende dominar. La América que se vislumbra en los mapas presentados aquí es un cruce de mundos, de tiempos y de geografías donde la tensión siempre oscila perversamente entre fantasía y realidad.





La representación del indio fue funcional a la Conquista, pero también debe ser comprendida como una reacción que hizo uso de los recursos que tenía a mano frente a lo que se estaba conociendo. Al definir América se estaba definiendo por oposición a Europa y es por eso que los indios no podían ser completa y normalmente humanos. Al estar AFUERA de Europa los americanos tenían que ser OTROS: Pre o anti-humanos.

El hecho de que las representaciones de indios estudiadas aquí estén dentro de mapas, le da una potencialidad simbólica aún mayor al imaginario geográfico que se estaba generando (y que todavía circula), ya que como se mencionaba anteriormente, los mapas tienen la facultad de entregarnos información sobre aquello que nunca podremos ver: nos da una visión panorámica, una imagen del todo. Es decir, el mapa nos rellena los espacios vacíos con aquello que es oficialmente aceptado, nos define el universo de manera gráfica. El material presentado es uno en el cual, tanto las partes -los indios- definen el todo, como el todo -América- define a las partes.
 
América es la selva desnuda, el caníbal pervertido, los gigantes del fin del mundo. El indio es el otro que está fuera del mundo conocido, del mundo culturizado. Y dentro de esa externalidad es inserto en convenciones y códigos europeos que lo extrañan y lo estereotipan para dominarlo.

Al hacer de la imagen del indio algo objetivo, dibujado sobre una superficie, los europeos tuvieron que crear determinados rasgos que lo definieran e hicieran reconocible. Generaron diversos íconos para definir y colonizar una realidad. El indio salvaje se define y se domina al generar una mezcla entre el personaje europeo del ermitaño-loco y la manera como los europeos veían que los indios se vestían y vivían. La desnudez y las plumas -pertenecientes a la usanza del indio- darían forma a este nuevo salvaje, o al salvaje por excelencia: el indio americano, con lo cual también caracterizan al continente de manera general.

Por otra parte, desde un comienzo, aquel salvaje fue exotizado y pervertido en su forma y en su contenido.
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Bibliografía.

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