Emilia Astorga Roine

“La fotografía muestra un fragmento de la realidad. La delimitación del recorte, los límites de la realidad fragmentada son determinados por: el campo visual del objetivo de la cámara y el sujeto que elige el tema y los aspectos a fotografiar”.
Octavio Hernández, 1998


¿Qué nos muestra la imagen?

La esencia de la imagen, es la facultad de fragmentar la realidad. Fragmentos que el hombre ha logrado retratar a través de la práctica de la fotografía. La atracción por lo “exótico” indujo a que culturas consideradas fuera de los marcos de la civilización fueran el objeto y el retrato de una “realidad” irrefutable. Idea que adquiere cada vez más validez, puesto que al ser la fotografía un proceso mecánico se tenía plena confianza de que a diferencia de la pintura no era una imagen subjetiva. Aún hoy en día “... fotografía y realidad parecen ser una pareja indisociable [...] Los fotógrafos emplazan el mundo cultural de lo visual sobre la dependencia de lo real”.
 
Pero a medida que el tiempo ha pasado y estudios se han realizado, la práctica de la fotografía se observa cada vez más a partir de sus componentes. Ya no es una realidad que el fotógrafo simplemente se ha dedicado a retratar, sino que es un objeto cuya composición es posible observar en tres niveles que se complementan: el fotógrafo, el objeto retratado y finalmente, el público que observa la imagen terminada. Cada uno de estos niveles dota a la imagen de un grado de subjetividad, sin dejar atrás el hecho de que la fotografía en, cierta medida, sí refleja un momento y una situación real.

No obstante, el objetivo de este artículo es el de mostrar a la imagen fotográfica en su calidad de fragmento, “Las fotografías



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Fragmentos Atacameños.
La cultura atacameña bajo la mirada del fotógrafo de los años 30 y de la cámara del etnógrafo actual.


La fotografía ha cobrado a través de los años una importancia que la hace fundamental en lo que respecta al registro de ciertos hechos, personas y culturas, entre otros. No obstante, al sumergirnos en los aspectos profundos de dicha práctica, nos vamos dando cuenta de cómo a través de ella realizamos el mismo ejercicio que hacemos nosotros al mirar y analizar. Es el ejercicio de fragmentar, de cortar pequeños cuadros de nuestra realidad o bien de una realidad que se aleja de la nuestra y que llama nuestra atención justamente por un componente exótico. Así por lo tanto, a través de la idea de la fotografía como fragmentos del cultura, se pretende también contribuir a lo que son los trabajos sobre imágenes de grupos indígenas en Chile, abriendo una pequeña ventana a un tema escasamente trabajado, que es el de la imagen fotográfica de las culturas indígenas del norte del país.

Autor: Emilia Astorga Roine
Estudiante de Antropología. Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
e -mail: emiliastorga@hotmail.com








Revista Chilena de Antropología Visual - número 4 - Santiago, julio 2004 -
29/42 pp. - ISSN 0718-876x.
Rev. chil. antropol. vis.



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Pero seducen porque en un mundo abarrotado de reliquias fotográficas también parecen tener la categoría de ojtets trouvés, involuntarios fragmentos del mundo. Así trafican simultáneamente con el prestigio del arte y la magia de lo real” . Son fragmentos del mundo y al tratarse de la vida humana, son fragmentos de cultura.

Pero, ¿dónde vemos realmente estos fragmentos de cultura?. Al sumergirme en la búsqueda de cuerpos de imágenes para la realización de este trabajo, consideré tomar aquellas de grupos indígenas de Chile, que hubieran sido producidas en la primera mitad del siglo XX. Ahí surgió la idea de trabajar con fotografías de grupos atacameños, puesto que la mayor parte de los trabajos que se han realizado o se están realizando con respecto al imaginario indígena chileno, abarca principalmente los grupos mapuches y fueguinos.

Sin embargo, las imágenes encontradas fueron escasas y todas pertenecientes al mismo autor, el ingeniero austriaco Robert Gerstmann, ante lo  cual fui complementado el  trabajo con fotografías de atacameños de la segunda mitad del siglo XX.

 
Así me vi frente a dos cuerpos de fotografías cuyos autores y contextos eran diferentes, pero que caían bajo la misma pregunta ¿es posible observar los fragmentos de cultura en la fotografía de atacameños?.

De esta forma, a partir de un trabajo basado en la recopilación de imágenes e información bibliográfica, es que se produjo este artículo, con el cual pretendo abrir una ventana hacia la fotografía indígena del norte así como también afirmar que el conocimiento que recibimos a través de la fotografía (especialmente para la antropología) se nos entrega como fragmentos de cultura.

Sobre cultura y fragmentos

La idea de fragmentos en fotografía, nació a principios del siglo XX. Bajo un conocimiento más profundo de dicha práctica los fotógrafos, empezaron a retratar retazos del cuerpo humano:




“... La fragmentación corporal aparece por todas partes: en la fotografía de danza [...] en la apropiación de partes del cuerpo en la fotografía y el collage de los surrealistas y constructivistas, en la fotografía de guerra y en la tradición del desnudo. La sensación de dislocación implícita en una visión fragmentaria es en sí una evocadora metáfora de la condición moderna”.

La imagen fotográfica crea un objeto fractal, que en las palabras de Jean Baudrillard (1990) se asemeja punto por punto a sus componentes elementales, cada fotografía de un brazo, un pecho o un pie plantea la idea total del cuerpo humano. Por su parte, William Ewing (1994) habla de diversas formas de fragmentación del cuerpo humano a partir de la fotografía, idea que he tomado pero aplicada a la cultura. Así tras la idea de la fragmentación del cuerpo, está la idea de fragmentación del mundo.

 

Las culturas se nos presentan como fragmentos del mundo, estas contienen diversas dimensiones que se fusionan entre sí, desde lo económico hasta lo religioso y que forman diferentes niveles en los cuales se mueven las personas de un mundo social determinado, “La cultura consiste de patrones (o moldes), explícitos o implícitos, de y para comportamientos adquiridos y transmitidos por símbolos, constituyendo los logros distintivos de los grupos humanos, incluyendo su plasmación en artefactos”.

Esta idea abarca por lo tanto, las diversas partes que componen la vida social de los hombres: el conjunto de creencias y valores, la organización política y económica, elementos que finalmente ordenan y cuyo funcionamiento en conjunto permiten la existencia del grupo social. Es un todo que “... se manifiesta a través de símbolos visibles encajados en gestos, ceremonias, rituales y artefactos situados en entornos naturales o construidos.

La cultura es concebida como si se manifestara a sí misma mediante un guión con una trama que envuelve a actores y actrices con libreto, vestuario, soporte y montaje”.

La cultura atacameña se compone de partes, con las cuales se podría hacer la siguiente asociación: El torso, que es la parte que sostiene a nuestro cuerpo, se podría asociar a la subsistencia económica basada en la actividad agrícola y en la ganadería de camélidos. En la cabeza encontraríamos la base de su pensamiento, los opuestos complementarios, cada cosa tiene su opuesto con el cual forma uno (hombre-mujer, día-noche, entre muchos otros). En el pecho las creencias religiosas, sus dioses y la fusión con el catolicismo, la expresión del sincretismo y sus creencias a través de la danza y el canto. Así mismo, la sangre que corre por el cuerpo se puede asociar con el agua que para los atacameños significa el surgimiento de la vida, la cual permite la subsistencia.

 

Todos estos aspectos de la cultura, son retratables dentro de fragmentos, de la misma manera que las partes de un cuerpo humano, pequeños universos que dan la idea de un universo más grande y es lo que fotógrafos y antropólogos entre otros se han dedicado a retratar en el momento de fotografiar grupos humanos.

Atacama bajo el lente de Gerstmann, la mirada del fotógrafo.

Viajando por distintos rincones de América Latina Robert Gerstmann, ingeniero austriaco, fue llevado por su pasión fotográfica a retratar diversos aspectos que forman parte del mundo atacameño. A mitad de los años 20 del siglo pasado, este viajero se fue incorporando al paisaje y a la gente de Chile; decidido a hacer un registro de imágenes que abarcara al país entero, publicó a principios de los años 30 el libro Chile en 235 cuadros.

Una selección de la mejores imágenes que realizó en su viaje comprendiendo todos los aspectos posibles, desde las diversas culturas que se encontraban el país hasta los variados paisajes abarcando la flora y fauna. Entregando como producto final una mezcla de fotografías que, se podría decir, acercan a comprender la totalidad de elementos que conforman nuestra larga y delgada franja continental.

Uno de los aspectos más interesantes de su obra es sin duda las imágenes de pueblos atacameños. Bajo una lógica de fotografiar lo observado y no lo construido, la vida que se retrata es la que ocurría hace años atrás, y que evoca una mirada nostálgica al pasado y a una parte de la cultura indígena del norte.

La mirada de este fotógrafo, nos embarca en un viaje por los fragmentos atacameños, cuya creación se encuentra altamente influenciado por el tema religioso. En las imágenes se plasma la celebración de diversas fechas que tienen una importancia fundamental dentro de las creencias religiosas.



 

Junto a la más mínima explicación del momento y el lugar en que fue realizada la fotografía, Gerstmann deja que las imágenes hablen por sí mismas.

Santiago de Río Grande, Conchi Viejo y Aiquina se abren al mundo de las imágenes a partir de creación del fotógrafo. La fiesta anual en honor al patrón Santiago Apóstol, es la que se observa en las imágenes 1, 2 y 3 correspondientes al primero de los poblados mencionados, dicha fiesta era realizada únicamente por los habitantes del caserío. Cuadros de un cuadro mayor que reflejan la necesidad de peregrinar a un lugar sagrado para ofrendar y celebrar en conjunto con la imagen del santo. La realización de un rito que marca las diferencias entre el bien y el mal a partir de la danza y los diversos roles de género a partir de las posiciones del baile y las vestimentas de hombres y mujeres; desatan a su vez la influencia ejercida en la cultura por la religión cristiana.


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Una influencia que se observa también en la pequeña secuencia de imágenes de Conchi Viejo. Las imágenes 4, 5, 6, y 7 representan una fiesta que se realiza cada 16 de julio, congregando la asistencia de personas de la zona así como también la de bolivianos. En estas imágenes predomina el retrato de la “Danza de la Honda”, que marca la adoración de la Santísima Virgen, madre de todas las madres, y que tal vez es la influyente de que especialmente en la fotografía n°5, resalte la participación de las mujeres. A su vez estas imágenes evocan la transmisión de las tradiciones a los más pequeños como portadores de una cultura. Al igual que las de Santiago de Río Grande, se puede observar que a pesar del blanco y negro imperante, una suerte de vestimentas tradicionales que al imaginar, probablemente estaban llenas de color, teñidas por el sol del desierto.
 
 
 
 
 
Un patrón que también se cumple en las imágenes de otra celebración en honor de la Santísima Virgen, pero realizada en el poblado de Aiquina. La “fiesta del 8 de septiembre”, que congrega a diversos grupos de bailarines de la zona, para rendir homenaje a la virgen y a pagar mandas. Entre ellas las imágenes 9 y 10, evidencian la participación tanto de mujeres como de hombres y niños, lo cual marca el pilar fundamental en la vida social del mundo atacameño, basado en que la comunidad entera funciona como una institución en la cual cada persona cumple un rol fundamental. Destacan particularmente las imágenes 11 y 12, debido a que a diferencia de las otras, son retratos individuales que muestran de manera explícita la utilización de disfraces para la celebración y los rasgos faciales evidencian el contacto y la conexión directa entre el fotógrafo y la persona retratada.

Un hombre y una mujer que “posan” para la fotografía manifiestan el interés del fotógrafo por rescatar también lo individual que refleja un quehacer colectivo, cayendo en esa “tenue complicidad”que, menciona Sontag, se produce entre el fotógrafo y el fotografiado.

De tal forma, Gerstmann fue buscando a través del lente de su cámara “... exhibir todo lo que hay en Chile, todo lo que es Chile, habiendo en esta obra muchos rasgos típicos, netamente chilenos, y otros que son comunes a diversos países del continente sudamericano”.

Con esta frase Gerstmann afirma aún más lo que mencionaba anteriormente, su fotografía alcanza un nivel de profundidad que marca, en la creación de fragmentos atacameños, el rescate de lo particular dentro de lo general. Se nos muestran estos fragmentos realistas que dan cuenta de un imaginario indígena que no apunta a ese rostro abusado, gastado y cansado del “indio”, sino que es el rescate de la tradición y la belleza de la cultura que han quedado en el tiempo.


 

El fotógrafo estuvo ahí, en el momento preciso, con la luz ideal y la hora correcta, lo cual dota a estas imágenes de la ilusión de realidad, siendo en su esencia fragmentos atacameños.

Tomando en cuenta la visón europea-occidental del fotógrafo, en una época donde aún se consideraba a América como un continente “salvaje”, él registró la esencia humana, observó y fue cautivado por las danzas y fiestas religiosas, las vestimentas y las relaciones entre hombres, mujeres y niños, ajenos a su propia cultura. Imágenes en las cuales a través de los ritos y danzas, se puede evidenciar, un factor exótico, que atrae al ojo occidental y que principalmente lo atrajo en la primera mitad del siglo XX.

Bajo el lente actual

Las imágenes de Gerstmann ayudan a comprender un pasado olvidado, mientras que las imágenes más actuales nos muestran un mundo sobreviviente y que aún hoy en día logra dominar al desierto.


Una serie de fragmentos contemporáneos que fui encontrando en dos libros realizados por tres investigadores bajo un contexto etnográfico. A diferencia de las imágenes de Gerstmann, las fotografías fueron realizadas con un objetivo diferente, pero que sin embargo, fijan su visión en el ámbito mágico-religioso que sobrevive en los habitantes atacameños de Caspana y Aiquina.

En un primer lugar, se encuentran las imágenes de Aiquina del libro “Tiempo del verde, Tiempo de lluvia”, que retratan los cuatro días de carnaval en dicho poblado cuyo objetivo es el de traer la lluvia y por ende de traer la prosperidad y abundancia en los bienes agrícolas.

Las imágenes se ordenan cronológicamente, siendo la primera la representación de la llegada del carnaval a Aiquina. El domingo 1 de marzo de 1992, éste llega a través del desierto “... El carnaval es celebrado siguiendo las antiguas costumbres, las que dejaron los abuelos.


 

Los principios básicos que regulan y permiten la existencia de la fiesta son los que han dejado los antiguos, se perpetúan en el tiempo manteniendo el orden establecido por los predecesores”.

Como se observa en las imágenes 13 y 14, dicha celebración se lleva a cabo a partir de la entrada de los “carnavales”, que son los personajes que la traen, y van a las casas de los participantes para celebrar el carnaval. Llegan con banderas de cruces, hombres disfrazados de diversos personajes, entre ellos algunos personajes mujeres que traen el deseo de escuchar las peticiones de la gente del poblado, para así poder traer lluvia ese año y que la cosecha sea abundante. Las fotografías se encuentran en secuencias, y en ellas se puede ver claramente el tiempo de fiesta y la utilización del alcohol como un medio de comunicación con los espíritus.


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Fragmentos de Antes y Después.

A lo largo de este artículo he expresado una serie de ideas y reflexiones que se entremezclan de la siguiente manera. En primer lugar el interés por los atacameños nació por la escasez de trabajos realizados sobre imágenes de las culturas del norte Chile. Es muy pronto para decir que Gerstmann fue el único en aventurarse a fotografiar los poblados mencionados en la primera mitad del siglo XX. Es posible que en dicha época, haya sido muy difícil llegar hasta ellos: el desierto, la falta de agua y los precarios medios de transporte no deben haber atraído a quien quisiera conocer estos lugares. Pero esto deja en evidencia, el espíritu aventurero del fotógrafo, quien probablemente atraído por la sobrevivencia de esta cultura en uno de los lugares más secos del mundo, consideró la importancia de retratarla.
Un factor que se sigue observando hoy en día y que llamó la atención del trabajo antropológico expresado en los libros que se mencionaron, un trabajo que también se dirige  a fotografiar esta cultura cuyas tradiciones siguen viviendo en el desierto y

 

la gente sigue bailando bajo el sol para rendir tributo a sus dioses y sus antepasados.

Son fotografías realizadas con objetivos diferentes, pero ambas pretenden retratar un aspecto similar dentro de la cultura atacameña. Las miradas del fotógrafo y el antropólogo se unen bajo la búsqueda de un “otro”, si bien el fotógrafo, busca los aspectos estéticos, humanos, de información y de comunicación; el antropólogo se centra en el hombre y su cultura a través del espacio y el tiempo. Imágenes que obedecen a dos puntos de vista diferentes, pero que finalmente se unen en el fragmento mágico-religioso de la cultura atacameña, lo se observa al comparar por ejemplo las imágenes 8 y 17, aún se utiliza la plaza en Aiquina, aún se celebra en el mismo espacio, todavía se baila y se bebe para rendir culto a los dioses.

Como se menciona en el texto, “este libro es un fragmento de lo vivido en la fiesta de Todos los Santos en el pueblo de Ayquina en el año 1992, y en Ayquina y Caspana durante 1996”. Las fotografías también expuestas de manera secuencial, muestran paulatinamente el desarrollo de la fiesta de los difuntos. La preparación de comida para ofrendar a los muertos, la cual se pone en altares para que las almas las reciban, además de coronas de flores sobre las cruces de los cementerios. En cada una de estas imágenes, se entrecruzan las visiones y creencias del pueblo atacameño.

El uso de distintos colores marca el tiempo de muerte del alma, así como también su edad. Y queda más que claro la creencia de la vida después de la muerte, la idea de que las almas regresan para estar con sus vivos por un momento y disfrutar de comida y bebidas preparadas para ellos por sus familiares “un pequeño grupo de personas recorre el pueblo, ha salido de una casa junto con el sol de la cordillera, y se desplaza lento y taciturno por las calles [...] Hace doce horas que mantienen el mismo rito, el mismo canto, el mismo espíritu [...]

 

En las casas se reparte la comida que está sobre la mesa, sobre la tumba del muerto. Nada de lo que hay sobre la mesa debe quedar, exceptuando lo que se llevará al cementerio”.

Las imágenes 18 y 19 del cementerio y uno de los altares, pasan a ser fragmentos realistas, debido a que se muestra en detalle un ámbito que finalmente es la imagen de un microcosmos plasmado en un cosmos. El acercamiento a la fiesta, a la gente, queda de manifiesto en las fotografías, así como los diversos aspectos, colores y formas de la celebración. Éstas muestran los ritos tanto personales como colectivos con respecto a las almas, la utilización de cantos y la visita a la Iglesia y al cementerio, mostrando por tanto a una cultura que contempla el culto a los muertos.


Las fotografías encarnan dicha fiesta, a partir del retrato de los personajes, sus vestimentas, sus rostros pintados, las guirnaldas de flores. Dichas imágenes están cargadas de elementos importantes de las costumbres de la cultura atacameña. La creencia en estas figuras, que si bien son hombres disfrazados, radica en que la gente los considera como seres sobrenaturales que están ahí para escuchar sus deseos.

Dicha cultura debe su sobrevivencia al correcto manejo del agua. Si esto no fuera así, probablemente nunca habrían podido establecerse en el desierto. Así por lo tanto estas imágenes evocan la memoria del poblado, de sus costumbres y elaboran fragmentos que quedan y muestran detalles sobre el pueblo atacameño.

Las otras imágenes que recopilé para formar dicho cuerpo son pertenecientes a otro libro realizado por Claudio Mercado junto con dos investigadores , y que tiene como objetivo el dar cuenta de la celebración del día de los muertos en Caspana y Aiquina.


 

Quise tomar algunas de estas fotografías, ya que a diferencia de las anteriores, estas muestran con más claridad lo que es el aspecto material de la cultura, el cual expresa una conexión entre vivos y muertos, a partir de objetos materiales.

   
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Las fotografías de hoy parecieran ser las de ayer porque el pasado se conjuga con el presente formando cuadros de esta cultura que persiste en el tiempo, y que se sigue alimentando de la aridez del desierto; por lo que es posible observar cómo los fragmentos de cultura se retratan en fotografías de atacameños.

Finalmente, al momento de concluir este artículo me encuentro dentro de una discusión que abarca tanto causas y variantes de lo que podría haber ocurrido con la fotografía de los grupos indígenas del norte. La falta de información de este tema habla de un olvido de las culturas nortinas, ya sea por los fotógrafos de principios del sigo XX, así como también de quienes trabajan el tema de la fotografía de grupos indígenas chilenos. Todos hemos visto en repetidas ocasiones imágenes, postales del mundo andino chileno que apuntan a mostrar la diversidad cultural en Chile, pero que en variadas ocasiones han sido opacadas, probablemente n
o de forma consciente por el imaginario mapuche y fueguino.
 

Lo cual fue la motivación para recuperar el mundo de imágenes atacameñas y mostrar a esta cultura como una más de las que conforma nuestro país.

Chile en 235 cuadros
habla de recortes, es un libro que habla de los fragmentos que produce el fotógrafo y que se remarcan en el trabajo del antropólogo, fragmentos que dan cuenta del mundo observado a partir de la esencia de lo humano, la esencia de cortar y de clasificar. 235 cuadros de Gerstmann, 12 cuadros seleccionados, 10 cuadros de la mirada antropológica. Nos encontramos en este momento del trabajo, en este momento de la vida con 22 fragmentos atacameños que unen las miradas y forman un lazo entre antropólogos y fotógrafos, un lazo que abre un universo cultural proveniente del sol, de una franja larga y delgada, de un continente y de un planeta. Fragmentos que se conjugan en las imágenes de ayer y hoy.


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Agradecimientos.

En ultima instancia, quiero expresar mis agradecimientos al Museo Chileno de Arte Precolombino que proporcionó las fotografías originales de Robert Gerstmann. Y por otra parte también quisiera a agradecer a Claudio Mercado quien facilitó el otro cuerpo de imágenes contenido en el artículo.












 
Bibliografía

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Baudrillard, Jean. Videosfera y Sujeto fractal. Videoculturas de fin de siglo. Editorial Cátedra, Madrid 1990.
Ewing, William. El Cuerpo. Editorial Siruela, 1994.
Gerstmann, Robert. Chile en 235 Cuadros. 2° edición. Dusseldorf, 1959.
Gould & Kolb. El concepto de cultura. Dictionary of the social Sciences. Londres 1958.
Hernández, Octavio. La fotografía como técnica de registro etnográfico. Cuicuilco, Revista Nacional de Antropología e Historia. N°13, pp. 31- 51. Ciudad de México 1998.
Mercado, Claudio; Rodríguez, Patricia, Uribe Mauricio. Tiempo del Verde, Tiempo de Lluvia. Carnaval en Aiquina. LOM ediciones, Santiago, Chile 1996.
Mercado, Claudio; Miranda, Pablo; Rodríguez, Patricia. Pa´que coman las almas, la muerte en el alto Loa. LOM ediciones. Santiago, Chile 1997.
Mier, Raymundo. La fotografía antropológica: Ubicuidad e imposibilidad de la mirada. Cuicuilco, Revista Nacional de Antropología e Historia. N°13, pp. 53- 75. Ciudad de México 1998.
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Sontag, Susan. Sobre la Fotografía. Editora y Distribuidora Hispano Americana, Barcelona, España 1981.

Vilches, Lorenzo. La lectura de la imagen. Prensa, cine y televisión. Editorial Paidós Comunicación, 7° edición, Barcelona 1997.
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