Dr. Axel Köhler

“Es patético ver indios en la televisión. La única cosa todavía más patética es ver a indios frente a la televisión mirando indios en la televisión”
(El personaje de Thomas en Smoke Signals, película dirigida por Chris Eyre y distribuida por Miramax). Faye Ginsburg.




J
osé Ángel López es un joven estudiante de antropología social en la Universidad Autónoma de Chiapas, quien se autodefine como ch´ol porque su padre lo es; su madre es zoque, su lengua materna es el español y además tiene conocimiento básico de otras lenguas indígenas. José Ángel es uno de los tres estudiantes indígenas que asesoré en la realización de un video-reportaje sobre el Tercer Encuentro del Maíz Maya-Zoque, celebrado en San Cristóbal de Las Casas en 2002, que convocó a los pueblos indígenas del estado para celebrar la bendición del maíz y otros alimentos sagrados por parte de sacerdotes tradicionales; y también sirvió para facilitar el intercambio de semillas y de informaciones sobre las políticas alimenticias del gobierno.
 
Durante nuestras sesiones de trabajo y bajo el marco del Proyecto Videoastas Indígenas de la Frontera Sur que nos da cobertura institucional, José Ángel me comentó: “¡videoasta indígena! Bueno, lo de indígena ya lo tengo, lo de videoasta me parece más difícil". Este comentario me condujo a pensar antropológicamente acerca del “video indígena” en Chiapas. Por decirlo de una manera rápida pareciera que en las video-producciones de Chiapas hechas por indígenas, ya hay algo de manejo de la técnica videográfica, pero aún falta pensar y discutir sobre qué tanto se pueden estos videos, “videos indígenas” o qué quiere decir esto para los diferentes agentes involucrados en este particular tipo de video-producción.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Nuestros antepasados no tenían cámaras: el video como machete y otros retos de la video-producción indígena en Chiapas, México.

Al hacer videos, miembros de comunidades y organizaciones indígenas se enfrentan a una serie de retos culturales y logísticos. Analizo algunos de estos retos, ofreciendo primero una definición de lo que se puede entender por “video indígena” en el Sureste de México y lo que “video” significa para los propios indígenas en el contexto político y socio-económico actual de Chiapas. Pasando por una revisión de la infraestructura y capacitación videográfica existente, presento algunas reflexiones sobre las diferencias entre el video en bruto y el video neto, o sea, entre el video-archivo y el video editado-difundido, para terminar con una reflexión del concepto indígena del “video-machete”.


Autor: Dr. Axel Köhler
Investigador-Docente. CESMECA-UNICACH. México.

e -mail: axelkoehler@hotmail.com






Revista Chilena de Antropología Visual - número 4 - Santiago, julio 2004 -
391/406 pp. - ISSN 0718-876x.
Rev. chil. antropol. vis.



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“Video Indígena” en el Sureste de México

La existencia de organizaciones como el Consejo Latinoamericano de Cine y Video de los Pueblos Indígenas (CLACPI-CEFREC) así como el Festival de Cine y Video de las Primeras Naciones de Abya Yala en Ecuador y el Festival de Cine y Video Indígena Terres en Vue/Land in Sights de Montreal (Canadá) parecen ser claras evidencias de que existe en el continente americano la categoría de “video indígena”. Académicos que han escrito sobre el tema tienen su propia justificación del término, por ejemplo, Steven Leuthold, comunicólogo visual de los Estados Unidos, no solamente afirma que existe sino que es una forma exclusiva producto de procesos interculturales visibles en la tecnología, la forma y el público espectador (Leuthold, 1998: ix, 4). Incluso afirma que hay una estética indígena propia que es independiente de la tradición occidental (ibid.: 2), su particularidad radica en que es producto de identidades colectivas con ligas profundas con la tierra y el lugar (ibid.: 3, 5, 54).


 
Para Leuthold, “desde los años setenta el término ‘indígena’ ha adquirido un sentido político, refleja una concientización creciente del papel de la etnicidad en las culturas nacionales y sirve como foco organizacional para el anticolonialismo. [...] Actualmente ‘indígena’ se refiere a gente minoritaria en su propio país quienes han sufrido la opresión en el contexto de la conquista colonial y perciben su situación política actual situada en un contexto neocolonial” (Ibid.: 3). Para repensar esta definición en el contexto chiapaneco habría que describir la política neocolonial mexicana y para ello preguntarse por los 50 años de indigenismo con el cuál los movimientos indígenas e “indianistas” de las últimas décadas han estado en un diálogo permanente y complejo. En Chiapas el uso continuo del término “indígena” después de 50 años de indigenismo, nos señala una lucha política permanente por una gama de derechos en un contexto de desigualdad y marginación estructural. Este tipo de lucha se da tanto en movimientos netamente políticos como el zapatista así como en asociaciones y organizaciones aparentemente “apolíticas” con reclamos "sólo culturales".
¿Qué significa el “video” para los indígenas de Chiapas?

Hay que partir preguntándose qué se entiende por video en el contexto altamente politizado de Chiapas. Primero hay que señalar que Chiapas tiene un alto índice de analfabetismo, que en el medio rural todavía existen muchos lugares sin acceso a la electricidad y que el medio de comunicación masivo con mayor alcance y popularidad es la radio. La televisión está presente en contextos urbanizados donde llega principalmente la señal de los grandes canales nacionales comerciales. El canal estatal repite programas nacionales y con muy bajos recursos logra también una programación propia. Después del cambio de gobierno a finales del 2000, el canal estatal emitió, por ejemplo, noticieros especiales cubriendo la llamada “Marcha por la Dignidad" organizada por los zapatistas. Las emisiones televisivas no sólo fueron en castellano sino también en las lenguas tzeltal, tzotzil y tojolab’al. Esto evidenciaba el interés de los productores por capturar una audiencia local indígena.


 
De otro punto de vista, el gobierno ofrece un servicio de noticieros en lenguas indígenas, logrando de esta manera conectar una parte importante de la población que se encuentra marginada -no solamente respecto a las noticias nacionales y estatales- por ser monolingüe (no hablante del castellano), o que está fuera del alcance de los medios impresos por ser analfabeta.
Esta programación pionera abrió un espacio para noticieros que ahora están regularmente transmitidos en lenguas indígenas.

El video forma parte de lo que algunos han llamado “medios pequeños” -“small media” o “little media”-, para distinguir estos medios de los “medios grandes” como fenómeno público de participación y sin el control de grandes estados o grandes corporaciones. Hablando de un medio pequeño, en este caso el video, para la mayoría de la gente indígena en Chiapas no tiene mayor importancia; en parte porque en muchas localidades rurales no llega la luz eléctrica, y en donde la hay, llega primero la televisión. Para las organizaciones de base y las ONG’s, sin embargo, el video sí es un medio pequeño atractivo. Esta tecnología de bajo nivel permite copiar programas y difundirlos a través de cintas de bajo precio. En este sentido el video se convierte en un medio para almacenar, pero también permite difundir y recibir información que no pasa por la televisión, entendiendo a ésta como medio de la sociedad mestiza dominante con fines comerciales y basada en una ideología que más que nada reafirma los valores de la cultura hegemónica. Aunque la infraestructura completa para poder producir programas de video todavía resulta cara, muchas organizaciones ya han podido obtener un equipo básico para hacer sus propias videograbaciones.
 
Las organizaciones de base principalmente producen videos didácticos para acompañar sus talleres o cursos de capacitación.

Como dijo un tallerista que trabaja en asuntos de salud campesina indígena: “si tienes un video para terminar el taller, siempre es bueno. La gente se divierte más". No hay que olvidar el potencial de este medio alternativo o complementario a la televisión en la construcción o reafirmación de identidades minoritarias y para desarrollar la conciencia social y política contra-hegemónica. Sobre todo el video puede ser una herramienta indispensable para consolidar culturas minoritarias o para apoyar la tan citada demanda de "autonomía". Sin embargo para muchas organizaciones de Chiapas, la radio y no el video cumple ya con estas funciones pues es una tecnología más al alcance en el medio rural y ofrece más facilidad para involucrar a la gente en la producción de programas.



Por el momento, el video en Chiapas parece estar subutilizado por las organizaciones de base. Muchas de ellas desean en el futuro ser capaces de producir ellas mismas videos promocionales que proyecten una imagen positiva de su trabajo, ya sea para difundir sus resultados o para buscar fondos. Para poder hacer tales producciones, las organizaciones de Chiapas resaltan la falta de técnicos o especialistas, de islas de edición y de equipo adicional (como micrófonos, trípodes y luces) así como señalan carencia de talleres y cursos permanentes de capacitación.

Infraestructura y capacitación videográfica en Chiapas

No existe ninguna escuela de cine o video en Chiapas, mucho menos un centro de capacitación que satisfaga las necesidades indígenas respeto al trabajo con medios de comunicación. Lo que existe son esfuerzos individuales, de organizaciones y de instituciones que ofrecen talleres y cursos de capacitación en videograbación. Por lo general, estos cursos no tienen peso académico ni pretensiones artísticas.
 
Se centran en lo que los capacitadores o asesores, tanto indígenas como no indígenas, perciben como las necesidades técnicas básicas para el manejo de una cámara de video. Entre los esfuerzos institucionales realizados en el estado destaca el llamado Proyecto de Transferencia de Medios Audiovisuales a las Comunidades Indígenas que el Instituto Nacional Indigenista (INI) inició en 1989.

Sus objetivos fueron capacitar a miembros de comunidades indígenas en la radio y video-producción con la intención de impulsar el desarrollo de medios de comunicación indígenas propios (ver Anaya 1990). El INI organizó varios talleres de video entre 1989 y 1994 con cineastas y videoastas profesionales en los cuales participaron miembros de comunidades indígenas, ONG’s y organizaciones sociales quienes habían mostrado interés en este campo. Después de la capacitación a inicios de los noventa, el INI dotó de equipos de videograbación y edición S-VHS a 36 organizaciones a nivel nacional (Velázquez 1999).


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Según un reporte del INI-Chiapas, entre 1992 y 1994, el Instituto dotó de cámaras y reproductoras de video a 26 organizaciones indígenas más a la vez que capacitó a los integrantes de dichas organizaciones sobre el uso adecuado del equipo. Sin embargo, a partir de 1998 el contacto entre el INI y las organizaciones se perdió al punto de que en 1999 el INI afirmaba no saber en que iban los trabajos videográficos de esas organizaciones (INI 1999). Para dar seguimiento a la capacitación y crear una estructura permanente, el INI instaló desde 1994 cuatro Centros de Video Indígena en algunos Estados de la República, tales como: Oaxaca, Michoacán, Sonora y Yucatán, pero nunca creó un Centro de Video Indígena en Chiapas a pesar de que alrededor de un tercio de la población en el Estado está considerado como indígena.

En 1997 fue fundado el Centro Estatal de Lenguas, Artes y Literatura Indígenas (CELALI) como respuesta oficial, en un contexto de “guerra de baja intensidad”, a las demandas zapatistas y con el objetivo de "rescatar, promover y difundir la cultura indígena por parte de los mismos indígenas”.
 
El CELALI cuenta con un departamento de medios audiovisuales y debe tener uno de los video-acervos más extensos en cuanto a la documentación de festivales, ceremonias y rituales indígenas. Dicho departamento ha organizado de manera espontánea talleres de capacitación en videograbación de máximo 3 días enfocados al trabajo de guión y de cámara, sin embargo, ha habido muy poca capacitación en edición y no se ha dado ningún seguimiento a los proyectos videográficos de los participantes.

Casi para esas fechas, en 1998, el Proyecto de Medios de Comunicación Comunitaria de Chiapas inició su trabajo en el Estado. Hasta ahora el Proyecto de Medios ha funcionado con el apoyo de capacitadores indígenas y mestizos de Oaxaca y voluntarios europeos y norteamericanos. A menos 40 cámaras, principalmente de formato Hi-8, varias computadoras portátiles, video-reproductoras y editoras, han sido distribuidas en comunidades autónomas zapatistas.


La idea explícita del Proyecto de Medios ha sido que miembros de las comunidades en rebeldía puedan, por medio del video, comunicar al mundo exterior sus historias desde su perspectiva y en sus propias palabras e imágenes (ver http://www.promedios.org/).

No puedo hacer aquí una revisión exhaustiva de las organizaciones que ofrecen formación en trabajos videográficos a indígenas en Chiapas, pero quiero mencionar otro esfuerzo. Desde 1995 un austriaco, miembro de un colectivo europeo empujó un proyecto denominado Kinoki-lumal con la finalidad de capacitar de manera personal a indígenas en comunidades de Ocosingo y Oxchuc, así como en Guatemala.
El proyecto ha recibido recursos desde Europa que son enviados por un colectivo que lleva allá el mismo nombre (Kinoki).
Este fue fundado en Austria por un grupo de profesionales en los medios de comunicación con la idea de crear y apoyar proyectos alternativos de cine y video que terminen siendo auto-sustentables. Kinoki-Austria opera con fondos generados a través de proyectos exitosos los cuales subvencionan por un tiempo los menos exitosos y dan para arrancar nuevos proyectos aprobados por el colectivo.
 
Thomas Waibel, el coordinador de Kinoki-lumal empezó en Chiapas organizando muestras itinerantes de video en comunidades rurales. Cinco son los proyectos de video que Kinoki-lumal ha realizado, éstos siempre han estado basados en el interés colectivo de la gente de las comunidades.

Con este proyecto se marca una nueva fase de capacitación cuya política interior es lograr la videoproducción respetando los tiempos y los ritmos de los participantes los cuales reciben la capacitación en su comunidad reciprocando hospedaje y comida al capacitador. Ya existen capacitadores locales indígenas formados por Kinoki-lumal trabajando en las comunidades, estrategia que también ha sido seguida por el Proyecto de Medios. Todo esto nos lleva a pensar que han sido miembros de la sociedad civil (nacional e internacional) quienes han tenido más permanencia y compromiso con el trabajo videográfico comunitario que las instituciones “indigenistas” del Estado mexicano.


La producción videográfica indígena actual en Chiapas

¿Cuáles han sido los resultados de las dotaciones de equipos de video en Chiapas y las capacitaciones impartidas por el INI? Según mis exploraciones el único indígena que ha producido videos (en el sentido de videos editados y difundidos) en Chiapas, con uno de lo equipos dotados por el INI, es Mariano Estrada Aguilar. Estrada es indígena tzeltal y militante del Comité de Defensa de la Libertad Indígena (CDLI) cuyo enfoque práctico ha sido la lucha indígena por las reformas agrarias. Siendo ejidatario activo del municipio Salto de Agua, él produce estos videos en su tiempo libre para promover el CDLI y, hasta ahora, ha firmado todas las producciones como director, camarógrafo y editor.
Por su parte, CELALI hasta la fecha ha editado sólo dos videos que se quedaron a nivel de primer y segundo corte. Juan Carlos Ortela Francisco, que era director del departamento de video del CELALI hasta 2001, reclama estos videos como producto de sus esfuerzos personales más que de los institucionales.

 
Otras organizaciones indígenas beneficiadas por el INI fueron Sna Jtz’Ibajom, Cultura de los Indios Maya, A.C., y la Organización Regional de Cafeticultores de Ocosingo (ORCAO). Miembros indígenas de ellas no han producido ningún video a pesar de contar cada una con equipo de formato S-VHS completo. Ahora bien, estos equipos ya quedaron rebasados y además tienen fallas operativas que limitan o impiden su uso. Otras organizaciones de base como la Organización de Médicos Indígenas del Estado de Chiapas (OMIECH), Fortaleza de la Mujer Maya (FOMMA), K’inal Antz’etik y la ARIC (Asociación Rural de Interés Colectivo) Independiente, para nombrar algunas, tienen cámaras pero no tienen editoras. En 2001, Juan Carlos Ortela estimaba que existían 45 equipos de video en organizaciones indígenas de Chiapas que hubieran podido iniciar la producción casera.

Dado que hay una infraestructura básica en muchas organizaciones se plantea la pregunta: ¿porqué tan pocas organizaciones han hecho videos editados y post-producidos?
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Esta parte de la producción contribuye a generar fondos económicos para sostener el Proyecto a la vez que favorece la adhesión solidaria internacional al mismo.
El “Video-Machete”


Paco Vázquez, actual coordinador del Proyecto de Medios cuenta que un videoasta indígena de un municipio autónomo zapatista le dijo que “el video es como un nuevo machete”, es decir, le sirve como una nueva herramienta. Explica Paco, “que el video se puede utilizar como arma para defenderse o como instrumento de construcción o creación”. Esta imagen del video como machete es evidentemente propia del mundo rural indígena y encapsula tanto las potencialidades del video en este mundo como sus problemas.

Como sabemos, la   metralleta y la cámara de cine comparten funciones   mecánicas básicas y   el desarrollo técnico   de la cámara de cine   ha sido percibido y   modelado siguiendo el desarrollo mecánico de dicha arma, asunto que ha legitimado la comparación (Paul Virilio 1989 [1984]) .

 
La imagen del “video-machete”, me parece muy sugestiva y constructiva para un contexto agrario no industrializado, en donde se trabaja a mano.

Aquí el machete sirve principalmente para preparar y limpiar la milpa, para cosechar, y para cortar otros materiales útiles. Su uso como arma, es ciertamente limitado pensando en contextos donde el enemigo viene con armas de fuego. Pero tanto en las comunidades que viven bajo la amenaza del ejército o de los grupos paramilitares como en las organizaciones que defienden los derechos humanos, el video ha adquirido a veces la función de una arma de defensa. El puro hecho de que aparecen indígenas con cámaras en situaciones de conflicto limita el actuar de potenciales agresores.

Por ejemplo, sin proteger los equipos contra la humedad, se desarrollan hongos por dentro de las máquinas y sobre las cintas. Muchas veces, las organizaciones tampoco cuentan con el personal capaz para dar un mantenimiento regular al equipo ni con los fondos económicos necesarios para efectuar reparaciones técnica. Dada esta situación, el potencial del video-archivo es muy limitado. Además cabe mencionar que todo material de video análogo grabado en cintas magnéticas está expuesto a una deterioro asegurado. Solamente con la llegada del video digital en combinación con la tecnología láser será posible resolver este problema.

B) El video neto o el video editado-difundido

Como he mencionado antes, los proyectos de video hechos por indígenas han sido iniciados, por lo general, por activistas no indígenas y con recursos provenientes de fuera de la Organización, del Estado o del País.
Desde 1999 hasta ahora, el Proyecto de Medios de Comunicación de Chiapas ha producido una serie de videos documentando desde la recuperación de un municipio autónomo y las marchas zapatistas hasta la violación de derechos humanos por el ejército mexicano y por grupos paramilitares de la región.

 
Desde el registro de formas colectivas de gobierno hasta el desarrollo auto-determinado de alternativas educativas, de producción agraria y de cultura. En tres años, el Proyecto de Medios ha mejorado la calidad de sus videos yendo desde un estilo casero inicial hasta alcanzar estándares de documentales casi profesionales. Todo esto gracias a la inversión continua de tiempo y recursos por parte de un equipo de asesores indígenas y no indígenas muy comprometidos.

Cabe mencionar que la producción del Proyecto de Medios se divide en dos áreas. Hay videos hechos por indígenas para indígenas que circulan solamente entre las comunidades y no se distribuyen afuera. Estos videos juegan un papel importante ya que están reforzando las redes de comunicación inter-comunitarias y una identidad política compartida dentro de un movimiento popular más amplio enfocado en el reclamo de derechos indígenas y autonómicos. Hay otra producción del Proyecto de Medios que está dirigida principalmente a un público foráneo politizado y solidario con la causa zapatista.



Las respuestas que dan los miembros de esas organizaciones son varias: la falta de equipos para editar y la falta de técnicos o gente con experiencia en el uso de la tecnología; también se dice que los talleres impartidos de manera esporádica no han dado suficientemente seguimiento a los proyectos videográficos con potencial de desarrollo.
A todo ello habría que agregar que las prácticas rotativas de desempeño de un cargo, puesto o comisión que tienen las organizaciones indígenas chocan con la idea de que un mismo individuo vaya acumulando conocimiento videográfico y se especialice. En general, en las organizaciones de base de Chiapas las grabaciones esporádicas hechas por personas semi-capacitadas se han quedado entonces sin editar y sirven más que nada como acervo videográfico bruto sin llegar a ser difundido. Si no se colabora con videoastas profesionales que vienen de fuera, las grabaciones por lo general tampoco alcanzan un nivel superior al de aficionados.
Lo que la mayoría de las organizaciones con equipo pero sin apoyo profesional, han producido en gran parte son video-archivos brutos que registran eventos colectivos importantes para ellos, tales como asambleas, marchas, mítines y discursos de sus líderes.

 
A) El video en bruto o video-archivo

Por “video-archivo” entiendo aquel material videograbado en bruto y acumulado por las organizaciones en acervos básicos. No hay que subestimar la función potencial de tales video-archivos, sin embargo, hay que señalar sus limitaciones. Me tocó varias veces revisar uno de éstos en búsqueda de materiales editables. Estos archivos no cuentan con ningún tipo de clasificación del material grabado, por lo general éste se ha acumulado gracias a los esfuerzos individuales (y sin responder a una política cultural de la organización). En estos archivos también encontré una mezcla de formatos: desde Betamax, VHS y S-VHS, hasta Video-8 y Hi-8. La mezcla de formatos se vuelve problemática porque las organizaciones cuentan por lo general sólo con una video-reproductora que permite entonces la revisión de uno de dichos formatos. Además, muy pocas de las organizaciones que tienen equipo de video y material grabado lo mantienen en condiciones adecuadas. En muchos casos tanto las máquinas como las cintas tienen fallas.
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En Chiapas las cámaras de video se han utilizado también para documentar casos de violaciones a los derechos humanos y han servido incluso como prueba testimonial del delito.

Lo que me gusta de la imagen del “video-machete” es que evoca bien los usos múltiples de la herramienta. De muchas maneras el machete ayuda para producir y reproducir la vida, mientras que el video facilita y potencia la comunicación. Con el machete no se produce arte, cosa que tampoco pretenden hacer los campesinos indígenas con la cámara o el video. Este aspecto nos remite a la realidad indígena en Chiapas en donde hay muchas necesidades básicas y de urgencia poco atendidas. La comunicación local con el mundo afuera es una de ellas.

Por último, me llama la atención que tanto el machete como el video necesitan alguien que les opere. Ninguno de los dos hace su trabajo solo, aunque la publicidad para las cámaras muchas veces nos ha sugerido precisamente lo contrario.


 
El “video-machete” nos conduce a pensar en el usuario que está detrás de la herramienta y en la subjetividad de la expresión, algo que ahora nos puede parecer como una verdad común y corriente. Vale la pena recordar que por mucho tiempo la cámara ha sido lo opuesto a la subjetividad, es decir, ha sido vista como una garantía de la objetividad. Esta idea se sustentó en el argumento de que la cámara produce una representación fiel a la realidad y que esta fidelidad no depende de quién se encuentra enfrente y atrás de ella, de lo que se graba o de la intención de lo grabado.

Conclusiones


Hasta ahora pocos indígenas de Chiapas se han apropiado de la tecnología del video, lo mismo pasa con la fotografía, pero comparando los dos medios en el contexto local, hay que decir que el video ha despertado entre los indígenas mucho más interés que la fotografía. Esta última ha estado por mucho tiempo exclusivamente en manos de gente de fuera y ha sido identificada como instrumento y símbolo del poder fuereño, mestizo o "gringo".
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Por el contrario, el video es una tecnología mucho más joven y por ende mucho menos cargada de sentido neocolonial o hegemónico. También baste agregar que el video entró en las comunidades indígenas de Chiapas al mismo tiempo que se hacía popular la demanda de auto-representación como alternativa político-cultural legítima que exigía incluso su reconocimiento a nivel constitucional. Pero para cerrar quiero regresar a mi pregunta inicial de sí es posible hablar del "video indígena" en Chiapas.

Hasta ahora he destacado que hay una tendencia entre los miembros de organizaciones indígenas a producir “video-archivos” cuyo potencial de uso y difusión es muy limitado, pero aún los videos producidos por las organizaciones de base no alcanzan los estándares  comerciales   televisivos, creo  yo  que sería   injusto  y
etnocéntrico aplicar estos estándares a la producción videográfica actual de los indígenas de Chiapas.

 

En cuanto al adjetivo "indígena" del video, ciertamente la tecnología que se usa para hacerlo no es indígena y ha sido desarrollada en gran medida en el occidente incorporando ciertas categorías culturales de ordenar el espacio y el tiempo, pero hasta ahora nadie de nosotros se ha vuelto japonés por el simple hecho de utilizar diariamente los aparatos japoneses. Ahora bien, es claro que todos los videos producidos por indígenas surgen de una necesidad de comunicarse y de representar sus experiencias, pero igualmente cierto es que casi todas las video-producciones realizados por indígenas, tienen un alto grado de colaboración de no indígenas. En mi opinión esta es la característica más relevante del "video indígena" de Chiapas, es decir, surge del contacto y del trabajo intercultural. Esto no debe ser motivo para quitarle al producto el adjetivo de "indígena" o para descalificarlo por no ser un producto auténticamente indio.

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Bibliografía

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Ce-Acatl. 1996. “Los primeros Acuerdos de Sacam Ch'en. Compromisos Propuestas y Pronunciamientos de la Mesa de Trabajo 1: ‘Derechos y Cultura Indígena’”. En: Ce-Acatl. Revista de la Cultura de Anáhuac 78-79, México, D.F.
Ginsburg, Faye. 2003. “Screen Memories and Entangled Technologies: Resignifying Indigenous Lives”. En Ella Shohat y Robert Stam (eds.) 2003. Multiculturalism, Postcoloniality, and Transnational Media. New Brunswick, New Jersey y Londres: Rutgers University Press, pp. 77-98.
Instituto Nacional Indigenista. 1999. Propuesta de Centro de Video Indígena en Chiapas. Tuxtla Gutiérrez: INI, Delegación Estatal de Chiapas.

Köhler, Axel y Tim Trench. 2004. “Medios y Mimesis en El Mundo Maya.” En: Anuario 2002. Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica. San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México): Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Leuthold, Steven. 1998. Indigenous Aesthetics: Native Art, Media, and Identity. Austin: University of Texas Press.
Sreberny-Mohammadi, Annabelle, and Ali Mohammadi (1994). Small Media, Big Revolution: Communication, Culture, and the Iranian Revolution. Minneapolis y Londres: University of Minnesota Press.
Velázquez Díaz, José Luis. 1999. “Centros de Video Indígena: la otra mirada”. Ponencia presentada en el VI Festival de Video de los Pueblos Indígenas y Naciones Originarias, celebrado en Quetzaltenango, del 6 al 13 de Agosto.
Virilio, Paul. 1989 (1984). War and Cinema. The Logistics of Perception. Traducido por Patrick Camiller. Londres y Nueva York: Editorial Verso.

   

“¡Nuestros antepasados mayas no tenían cámaras!” dijo un queq’chi coordinador de una ceremonia maya frente a varios videoastas indígenas de Chiapas a quienes prohibió de forma cortés pero definitiva la videograbación de una ceremonia tradicional del maíz. A la primera frase el maya agregó: “compañeros, hay que grabar las cosas en nuestra memoria de otras maneras!” Una vez apagadas las cámaras de video, él mismo conectó su audio-casetera para acompañar su ritual con "música tradicional", sin caer en la cuenta de que él estaba integrando otra tecnología que tampoco sus antepasados conocieron.

Los mayas contemporáneos no viven en el pasado, viven en el hoy y se enfrentan a una realidad muy diferente a la de sus antepasados. Eso no quiere decir que no hay continuidades históricas importantes pero una tecnología por sí misma no puede ser opresiva, neocolonial o desestructurante. El sentido que tome la tecnología depende de la gente que la utilizan. No es la cámara que graba, es el camarógrafo.

 
Lo que resalta del rechazo del líder maya hacia las cámaras de video manejadas incluso por otros indígenas mayas, es su interés en poner un fuerte acento en una esencia cultural maya que se ha guardado a través de muchas generaciones y a pesar de la colonización mestiza represiva que pasa por el uso de tecnologías modernas. Pero no hay que olvidar que una tradición no puede sobrevivir como una entidad rígida. Se transforma y se actualiza, porque son la gente que da a la tradición sentido y continuidad, esto se hace en intercambio con otra gente y con otras culturas. La tradición, igual que la cultura (y la identidad étnica), viven y se reproducen en intercambios sociales y dinámicas interculturales, es decir, por medio de la innovación y la creación, asimilando e integrando nuevos elementos sean técnicos o culturales. En este sentido la incorporación de una tecnología no indígena y la colaboración con no indígenas no representa contaminación de una supuesta pureza cultural y étnica que generalmente es el pilar de un discurso esencializado político de varias organizaciones indígenas de Chiapas y Guatemala.
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