Entrevista
realizada por el profesor etíope Teshome Gabriel (Universidad de California)
a Jorge Prelorán, publicada en 1987.
¿Ud.
siempre ha documentado temas sociales?
Muchos
cineastas etnográficos han documentado lo que llaman culturas moribundas,
no tanto por el respeto que le tienen a ellas, sino por el hecho de ser realidades
que al ir desapareciendo rápidamente deben ser documentadas como rarezas.
Mi propia experiencia sufrió una transformación. Comencé siendo fiel a la
escuela tradicional de etnografía con un orientador que buscaba documentar
sólo elementos de la realidad que tenían que ver con el pasado, despreciando
todo lo que había de moderno. Fui advertido, por ejemplo, que las radios y
otras innovaciones modernas deberían ser ignoradas en mis documentales.
A
lo largo de los años descubrí que mi fascinación era por el proceso de transculturación
ocurrida en zonas rurales de todo el mundo. Para mí, el interés principal
es entender cómo las personas hacen frente a nuevas situaciones o pierden
su identidad. Ese proceso de cambio me parece casi hipnótico. Por ejemplo,
cómo las tradiciones rurales enfrentan el avance de la civilización occidental.
De esta manera, llegué a la conclusión de que lo que más me interesa es la
adaptación. Intento documentar un período histórico, pero sin descartar nada.
Si la radio, el automóvil o la bicicleta están presentes, los incluyo en los
filmes, porque la tecnología hace parte del medio y no se puede ignorar. Lo
que me fascina es la capacidad humana de adaptación para finalmente controlar
el ambiente que escogió para vivir.
No
sólo me interesan las innovaciones tecnológicas, sino también el cómo las
personas se adaptan a ellas. Don Cochengo Miranda, el protagonista de uno
de mis filmes, que vive en el desierto de las Pampas, una noche estaba melancólico;
me contó que su hijo debía ser educado en un colegio a 400 Km. de distancia
para que así estuviese preparado para enfrentar los cambios. Y, a pesar de
su tristeza por tenerlo tan lejos, quería que su hijo tuviese una vida mejor
que la suya. Había una sensación de pérdida y la documenté, pues era parte
de la realidad que ellos estaban viviendo.
¿Existe
una simbiosis entre lo que Ud. filma y su vida personal?
Tiempo
después de las presentaciones de Hermógenes Cayo comenzaron a preguntarme
si soy una persona religiosa, pues algunas veces el público piensa que las
ideas y creencias documentadas en el filme son reflejos de mis propias creencias.
Me considero un agnóstico porque cuando veo tanta injusticia en el mundo me
pregunto si puede haber un ser supremo. La vida parece ser tan casual... Y
ya que me es imposible tener una fe religiosa tan fuerte como la de Hermógenes,
documento sus creencias y credos con gran respeto. Tengo un gran respeto por
aquellos que tienen profundas creencias y me siento culpable por no poseerlas
personalmente. Entonces, no existe una simbiosis entre mi vida y mi obra.
¿Cuáles
son sus motivaciones básicas al hacer ese tipo de cine?
Yo
no filmo con el propósito de hacer cine etnográfico. Más bien,
fue que durante la producción de una serie de filmes los temas naturalmente
tendieron a los seres humanos y sus actividades. Estaba intrigado con la vida
tal cual es. Poco a poco esos documentales se fueron estructurando dramáticamente
para que pudieran ser proyectados al público como testamentos de la multiplicidad
de culturas en el mundo en que vivimos.
No
me parece que Ud. haya hecho filmes en zonas urbanas...
Mi
tendencia ha sido documentar gente que vive en las áreas rurales. Siento que
las urbanas ya tienen grupos o instituciones que hablan por ellos: iglesias,
congresos, etc. He buscado personas que no tienen acceso a los medios de comunicación,
para que nos cuenten sus historias y sean escuchados. Mi motivación básica
al hacer este tipo de filme es la de servir a esa gente marginal que fue olvidada,
haciendo lo posible para ayudarlas a mejorar sus condiciones de vida.
Es
posible que también haya un elemento romántico en mi opción de filmar en zonas
rurales: mostrarlas a aquellas que las dejaron atrás, mostrar que la región
de donde vinieron es maravillosa, y que no deben tener vergüenza de sus raíces
y tradiciones que los urbanos tienden a denigrar.
¿Cuál
es su propósito al hacer este tipo de cine? ¿Existe alguna meta que Ud. desea
alcanzar?
No
tengo un propósito definido, excepto una voluntad de documentar
la condición humana, el placer de entender otros seres humanos y, al hacerlo,
encontrar mi propio espejo, mi alter-ego. Tal vez se pueda rotular
mis filmes como Geografía Humana. Creo que es simplemente mi curiosidad
en intentar entender quién soy a través de mis personajes o encontrar mis
propias ideas.
Tal
vez la meta más importante del cine etnográfico es llegar a entender que el
Homo Sapiens es básicamente igual en cualquier lugar de la tierra,
que sus deseos y aspiraciones son comunes a todos. En esencia somos tan semejantes
que las diferencias materiales se acaban tornando superficiales y poco importantes.
Me
gustaría con este tipo de cine poder reducir las distancias y el racismo a
través de un conocimiento más profundo de otros pueblos. La dificultad está
en que muchos documentales etnográficos del pasado enfocaron solamente lo
exótico, lo extraño, reforzando así la diferencia entre nosotros
y ellos. Tales enfoques han acrecentado la animosidad, el racismo
y el etnocentrismo, justificando la opresión, el etnocidio y hasta el culturicidio.
A mí me gustaría ayudar a reparar el daño de ese cine racista.
Su
trabajo lo ha obligado a viajar mucho a lo largo de estos veinte años...
La
mejor forma de aprender sobre las vidas y vicisitudes de un pueblo es yendo
hasta las fuentes. He pasado muchos años viajando, generalmente en compañía
de otra persona, a lugares más remotos de Argentina y de otros países latinoamericanos,
para aprender las formas de adaptación de las personas y sus conquistas en
las regiones en que viven.
¿Ud.
sintió alguna vez miedo de viajar en países o lugares extraños?
Viajo
con confianza y he comprobado que al conocer personas, ellas generalmente
son amigables y hospitalarias. Riesgos siempre existen, pero no me detengo
en posibles situaciones de peligro o incomodidad. Digo esto porque muchos
de aquellos que aspiran a ser cineastas etnográficos pueden estar preocupados
por su bienestar y seguridad. Si ellos aceptaran demasiado las limitaciones
o tuvieran miedo de salir de sus círculos familiares, se transformarán en
viejos saludables físicamente, pero sin marcas y aburridos.
En
mi caso, constaté que me siento mejor cuando documento gente de mi propio
país. No necesariamente mi propia gente o grupo social, pero me siento bien
relacionándome con mis compatriotas. Durante los años que filmé en Argentina,
mientras permanecí dentro de esos límites, me sentí seguro porque si mis filmes
tienen elementos de crítica a problemas sociales, considero que como argentino
tengo derecho de exponerlos en un esfuerzo por mejorar la situación de mi
país.
¿Cómo
ve Ud. la necesidad de adquirir conocimientos básicos de cinematografía con
el propósito humanista de hacer filmes etnográficos?
Somos
constantemente bombardeados por una serie de ideas e ideologías de otros,
ya que es mucho más cómodo ser un lector que un creador. Me considero un cineasta
humanista por la interacción con la gente. En lugar de leer lo que los otros
han pensado, escogí viajar mucho y hacer de mis experiencias la base de mi
filosofía. Esto ha modelado mi carácter y mi propia ideología. Gradualmente,
sin presiones, fui descubriendo las situaciones que hacen de las personas
lo que realmente son. Siempre he despreciado teorías o fórmulas elaboradas
en el pasado y en países remotos con tenues conexiones con la realidad con
la cual mantengo contacto. Esto ocurrió después que cumplí 30 años. Fue como
abrir las ventanas hacia el mundo, una fascinación con todo y un deseo de
compartir con otros los conocimientos del mundo.
Muchos
filmes realizados en países del tercer mundo documentan la miseria, la opresión
y la sumisión. ¿Qué piensa Ud. de esto?
Creo
que el cine se debería utilizar para documentar las realidades y transformar
el mundo en un lugar mejor. Pero me preocupa cuando los cineastas van a zonas
rurales para hacer filmes sobre experiencias que les son extrañas, instigados
por motivaciones externas tales como, por ejemplo los objetivos ideológicos.
En ese caso van en busca de imágenes que necesitan para defender sus posturas
ideológicas y generalmente con un grado de resentimiento y agresividad similar
al fervor religioso. Este tipo de filme posee un sub-texto que generalmente
no emergió del lugar donde fue filmado. El cineasta que hace un filme con
ideas preconcebidas utilizando personas y temas para sus propias metas, las
usa para recrear su realidad y no la del grupo filmado. En el filme etnográfico
la palabra uso debería estar ausente, y esa disciplina debería
ser, por el contrario, una forma de documentar la realidad sin imponer juicios
personales.
Es
necesario aproximarse a la experiencia de una manera pura y no movido por
el deseo de obtener imágenes para defender nuestras ideas políticas.
¿En
qué le benefició a Ud. hacer sus etnobiografías?
Atribuyo
mi gusto a un fuerte complejo de inferioridad que tenía cuando era más joven.
Fui un niño débil y asmático que casi nunca podía jugar con los otros niños,
sobreprotegido por mi madre, un solitario. Me sentía incomodado frente a personas
que parecían seguras de sí mismas. Me gustaba estar con una persona a la vez,
huyendo de las fiestas y personas extrovertidas. Prefería estar en la oscuridad
de un cine viviendo en la fantasía las aventuras de la tela. Eventualmente
me sentí bastante mejor en la compañía de gente rural que luchaba por adaptarse
que con mis compañeros de Buenos Aires. Tal vez ese haya sido un factor importante
en mi aproximación con los protagonistas de mis filmes, donde me sentí al
mismo nivel de la gente poco sofisticada.
¿Y
en relación con su entrenamiento dentro de su disciplina?
Parece
haber una realidad en mi personalidad que he experimentado en la medida que
hago mis filmes, tal vez porque tengo sangre irlandesa por parte de mi madre
e italiana del norte por parte de mi padre. Esto puede explicar las actitudes
opuestas que tengo en mi trabajo. Por la parte irlandesa hay una aproximación
intuitiva durante las filmaciones, una captación rápida de las situaciones
y decisiones instantáneas de lo que debo documentar y adónde voy a documentar.
Creo que la intuición es la experiencia acumulada a lo largo de los años,
que aflora del subconsciente cuando se necesita, mientras que el lado de la
mente está trabajando en otras cosas. Pero durante el proceso de finalización
la parte italiana se apodera de mí: una actitud precisa, cuidadosa, orientada
en relación con la técnica, que me obliga a pasar meses trabajando con el
material hasta que se convierta en una obra que me satisfaga.
No
sé si tengo talento, pero creo firmemente en la necesidad de un tratamiento
especial al filme etnográfico en relación con otras formas de cine incluso
el Cine Verdad-. Los que optan por el filme etnográfico, para hacerlo bien,
con distinción y honestidad, deben apreciar con profundidad la naturaleza
de las culturas y el comportamiento humano. Deben poseer también un conocimiento
sofisticado del cine, de su potencial para describir eventos visibles y comportamientos
observables y también su potencial para engañar a las personas. Todo lo anterior
debido a la posibilidad que el cine nos da en la interpretación de los sentimientos,
pensamientos y motivaciones humanas. Mucho de esto puede provenir del talento
natural o de la perspicacia personal, pero las potencialidades latentes del
creador deberán ser extraídas y disciplinadas en el rigor de una experiencia
educacional y de entrenamiento.
¿Cómo
se financia este tipo de filme?
¡Buscando
fondos en forma desgastante! Normalmente existe financiamiento para hacer
algo concreto y específico, lo que implica en recibir algo concreto y específico
en retorno. Esto puede ser la multiplicación del capital a través de la propaganda
comercial, la diseminación de una ideología que podría llevar al poder, la
búsqueda de prestigio, etc. Existe una razón sólida que mueve al financiador
a colocar dinero en el cine documental.
Por
otro lado, el cine etnográfico está generalmente unido a la educación y generalmente
financiado por las universidades. Raramente los filmes dan retorno al inversionista,
de manera que solamente los países desarrollados se pueden dar el lujo de
gastar fondos sin la necesidad de reembolso. También implica el uso de tecnología
sofisticada, con equipos caros y técnicos especializados. Eso nuevamente sugiere
que sólo un pequeño y selecto grupo de especialistas podrán tener acceso a
ese medio. Lo cual elimina, de hecho, a la mayor parte del mundo...
Traducción del portugués al castellano de Luis Campos.
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