Claudio Mercado Muñoz.

Tengo la obsesión del registro y la adicción por los chinos.
Soy un chinoadicto, como la mayoría de los chinos.

En este escrito quiero hacer una reflexión sobre lo que ha signicado, tanto para mí como para los filmados,  la experiencia de hacer el documental La Reina del Aconcagua.El documental sigue dos ejes paralelos; uno es la celebración de la fiesta de la Virgen de Petorquita, adonde acude, entre otros bailes, el baile de Pucalán. Otro son las conversaciones con los chinos del baile de Pucalán, que cuentan su historia, sus vivencias, sus problemas.

“Los bailes chinos"  son cofradías de músicos-danzantes de los pueblos campesinos y pescadores de Chile central. Ellos expresan su fe a través de la música y la danza en las fiestas de chinos, rituales que se realizan en pequeños pueblos, villorrios y caletas, y que congregan a bailes de distintos pueblos.

Los primeros antecedentes de los bailes chinos los encontramos en las flautas del llamado “Complejo Aconcagua”,  cultura que habitó la zona central de Chile entre el 900 y el 1400 dc., antes de la llegada de los españoles. Luego tomamos conocimiento de esta ritualidad durante la conquista y la colonia a través de crónicas y viajeros, y vemos su desarrollo actual como una tradición que aglutina social, cultural y religiosamente a los descendientes de aquellos pueblos indígenas, mestizados con la sangre española.


 
 
       
           
           
           
           
         
         
       

¿Haciendo videos?

La idea de este artículo es reflexionar acerca de las implicancias y significados que tuvo la realización del documental "La Reina del Aconcagua" tanto para los filmados como para quien filma. El documental aborda paralelamente dos ejes; por un lado la celebración de la fiesta a la Virgen de Petorquita, a la que acuden cofradías de bailes chinos (músicos y danzantes de pueblos de campesinos y pescadores de Chile central) y por otro lado las conversaciones de los chinos del baile de "Pucalán" quienes cuentan sus historias, vivencias y problemas. En el texto también se trata la importancia que ha tenido la exhibición y circulación de este documental entre los chinos de diferentes lugares, como herramienta que ha permitido la difusión y conservación de esta legendaria tradición.





Autor:
Claudio Mercado
Licenciado en Antropología con mención en Arqueología.
Magister en Musicología, Universidad de Chile.

Museo chileno de Arte Precolombino.

e-mail: cmercado@museoprecolombino.cl




Revista Chilena de Antropología Visual - número 3 - Santiago, julio 2003 -
143/167 pp. - ISSN 0718-876x. Rev. chil.
antropol. vis.



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La ritualidad de los bailes chinos se inserta dentro del marco general de los rituales populares americanos, donde se observan aportes indígenas (la música, los instrumentos musicales, la danza, la relación del ritual con la obtención de estados especiales de conciencia y la comunicación directa con la divinidad) y aportes hispánicos (el canto del alférez, las Sagradas Escrituras, la institución católica, sus imágenes sagradas y su calendario ritual).”

Hace nueve años fui iniciado como chino en el baile de Caicai y hace seis años que bailo por el baile de Pucalán, pueblo cercano a Puchuncaví, donde fue filmado la mayoría del material.

La amistad con los viejos, como les llamo cariñosamente, ha motivado que se genere un proceso muy interesante de resurgimiento de la fuerza china en el baile de Pucalán. Actualmente los bailes chinos viven un momento delicado. En muchos bailes los chinos menores tienen alrededor de 40 años, y los jóvenes no están interesados en continuar la tradición, no la sienten necesaria.

No estoy diciendo que los bailes chinos estén desapareciendo, la potencia china aún es fuerte, como lo demuestra la fiereza del ritual, ya sea en las grandes fiestas como Petorquita, Pachacamita, Loncura y el Niño Dios de Las Palmas, o las pequeñas, como La Canela, La Quebrada, Los Maquis o Pucalán.

                 
                                                                

Pero es indudable que el avance de los danzantes, la intolerancia de los curas, la entrada del fútbol y la televisión a los pueblos,  la migración de los campos a la ciudad, la mala situación económica de campesinos y pescadores, y la indolencia de los jóvenes por lo propio, hacen que la tradición china viva actualmente un momento difícil. Siento que es el momento de intentar hacer algo por ella, ahora que aún tiene la fuerza para seguir viviendo.

Chineando por Pucalán me  encontré con Guillermo Díaz, campesino de 38 años, buen chino, chino puntero, y entre los dos se ha formado una especie de exacerbación de la obsesión china. La obsesión china es producida por ese algo indefinible que se siente cuando se está chineando y de pronto todo toma sentido en el universo. Una vez que lo has sentido necesitas volver a chinear.

Hace ¿cuatro? años que chineamos frente a frente en la punta de Pucalán, ambos somos chinos aperrados y vamos totalmente concentrados en nuestro chinear, y eso ha generado una amistad  que consigue traspasar las obvias diferencias entre nosotros.

Las diferencias -yo soy un hombre urbano, él es campesino, esa sola diferencia implica un giro enorme en las maneras de vivir-  se anulan en los chinos. Ahí no hay diferencias, ahí sólo existe  la flauta y el baile, nada más, y en ese punto hemos engranamos perfectamente. De ahí a compartir las ganas de saber sobre la historia china ha habido sólo un paso. Esta amistad ha producido un intercambio muy interesante de información, en ambos sentidos, como le explicaba Guillermo a otro chino: “yo soy huaso, mezclado con los santiaguinos si ah. Oiga, algo me pegan ellos a mí, y yo algo también, de la tierra yo (les pego)".

 
 

 



Guillermo está consciente de que el baile chino de Pucalán puede acabar si no se le inyecta fuerza y motivación a los jóvenes. Los chinos de Pucalán son pocos, no hay jóvenes en el baile, cuando hablamos hace un año sobre el tema su posición era desalentadora:
 

Término medio nosotros, los que  más o menos incentivamos la cosa ahí, tenemos cuarenta, los cabros más jóvenes. Para qué vamos a contar al abuelo, don Lalo, que también son chinos, pero de aquí que  nosotros (tengamos), pónele unos 20 años más, 60 años, sí, más o menos unos 20.

Y de ahí si no salen cabros que les guste el baile, siento yo que hasta ahí no más vamos a llegar. ¿o no?

C: sí, no hay otros cabros que..

G: no, si los cabros que les gustaba el baile; la pelota. Por una parte bien que hayan formado el club aquí y por otra mal. Y otra cosa que los cabros, yo siempre les converso aquí, debieran ser tal como Campiche. Campiche son por pelota ellos, pero les toca la fiesta en la casa de ellos, ¡todos los jugadores de la primera casi te salen de chinos, sepan chinear o no sepan! Los locos se agrupan y tu sabís que con  unas tres, cuatro noches, quedai  más o menos al día. El loco que ya por años mirando los chinos, quedai más o menos al día. Y salen todos, y buen baile, pero ahí en la casa no más, no salen para afuera. Pero aquí si hicieran eso los cabros que saben chinear, ¡olvídate!.


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Ahora, luego de un año viéndonos  seguido, entregándole artículos, libros, y videos sobre chinos y con la película a punto de terminar, su visión es más optimista. Cree que se puede hacer algo, que la película ayudará a los potenciales chinos a reflexionar sobre le importancia de la tradición. Hay una clara influencia mía a través de las conversaciones y de los escritos que le paso, hay también un despertar del orgullo chino, de la tradición china.  Hay las ganas de hacer algo, de luchar por la tradición.  Ahora Guillermo tiene esperanzas de que los chinos que han dejado el baile vuelvan a él, aunque sea solamente para la fiesta del pueblo. Nos hemos inyectado mutuamente la fuerza china.

 Pero no creo que se termine el baile aquí. Yo tengo fe en la película, o sea, cuando pasemos esa, algunos cabros van a reaccionar, ¡si eran chinos no tienen por que tirar pa la cola!.
Sí, yo a varios los hueoneo aquí: ¡puta que son hueones, mira, el rucio es santiaguino, saca la cara por nosotros, y no es ni del pueblo y saca la cara por nosotros, y ustedes que son de aquí tiran pa la cola!.

No, si voy a salir, voy salir (dicen), pero de ahí no salen.

Pienso yo que con la película va andar la cosa, porque los cabros van a pensarla, ¿no pensai tú?

Por lo menos, no se van a ver ahí pero van a ver a los chinos de este pueblo y otros pueblos, y conversando. Entonces van a entrar a pensarla. Y ojalá que resulte bien, por ese lado, por el lado que salgan los cabros aquí.

Con esta reflexión de Guillermo termina La Reina del Aconcagua, ahí toma sentido todo nuestro trabajo.

Pero tal vez más o tan interesante como el documental terminado es el proceso vivido durante el año que hemos filmado y mostrado lo filmado. Una cosa es el impacto que tendrá en los chinos La Reina del Aconcagua -si es que lo tiene- y otra es el impacto de estar continuamente traficando entre los chinos las imágenes de las fiestas de chinos.

Historias hay muchas, algunas quedan escritas, como la del Wladi.

Wladi es hijo de Guillermo, tiene cuatro años y desde mayo del 2001 es chino. Su historia tiene  mucho que ver con esta historia. En enero del 2001 le regalo a Guillermo un aparato vhs para que vea las cintas de chinos. Cada vez que vamos le dejamos las cintas de la fiesta anterior. Guillermo debe tener a la fecha más de 30 cintas vhs con fiestas de chinos en distintos pueblos y también conversaciones con otros chinos. Cada vez que vamos a Pucalán y vemos nuevos videos el Wladi está ahí mirando, atento.

En una de esas vueltas Guillermo le dice al Wladi: "muéstrale al rucio como estai chineando, muéstrale". Y el Wladi toma un tambor chico y comienza a saltar y a hacer mudanzas una tras otra.

Aprendió a manejar el aparato de videos antes que el Guillermo, se encierra en la pieza, y ahí, solo, ve videos de chinos y practica  con el tambor, poniendo una y otra vez a los tamboreros que más le gustan, y aquí está, arriba abajo, arriba abajo, chineando feliz.

Mirando videos ha aprendido, ha practicado, ha visto una y otra vez los pasos del baile. Para la Cruz de Mayo de Los Maquis 2001 hace su primera salida, luego en Pucalán y luego en Puchuncaví. Ya es un nuevo chino.

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Guillermo se ha dado cuenta que soy un buen aliado para intentar hacer algo por la tradición china  y lo está aprovechando. Me usa como apoyo, que el rucio quiere tal cosa, que el  rucio dice que sería bueno tal otra. Tiene la oportunidad de hacer algo por apoyar al baile, apoyándose en mí. Ambos estamos en lo mismo y formamos un buen equipo. Y ahora Gerardo es un chinoadicto más, detrás de la cámara es tan necesario como en la fila.

Estamos a punto de terminar La Reina y queremos proyectarla en Pucalán. Guillermo traza un plan: el fin de semana anterior a la fiesta de la Virgen del Carmen de Pucalán, damos la película en la sede, invitamos a todo el pueblo. Ahí estarán los potenciales chinos. Luego de la proyección se conversa,  se escuchan opiniones, se habla del baile, se reflexiona.  Se les muestra los nuevos gorros y se cita a un ensayo.

En la semana se ensayaría en la calle, igual como lo hacían antes. Guillermo supone que luego de la película estarán las condiciones como para que vuelva a suceder algo que hace años que no ocurre: que el baile ensaye. Ese es el momento para que los que han dejado el baile o los que nunca han bailado lo hagan, es el momento para que se hagan chinos. Luego viene la fiesta y saldríamos con gorro nuevo y más chinos.

Y bueno, el plan se concreta. Vamos a terreno y resulta tal cual lo hemos planeado. El día ha llegado, así no  más es la cosa, el día siempre llega. Vamos, armamos todo, llegan como sesenta personas, hombres mujeres y niños, la sede de Pucalán está lista. La función se atrasa porque vamos con Guillermo a buscar a los chinos maquinos y don Samue acaba de llegar del cerro y tiene que bañarse y comer. Lo esperamos mientras come en casa de don Ferna.  Volvemos a Pucalán y comienza  La Reina del Aconcagua. La pantalla gigante con una imagen un poco más roja de lo que debiera ser.

Siempre nos vemos en mis estadías chinas.

El centro de operaciones en estos terrenos es la casa de mi familia en  Maitencillo, a treinta minutos de Pucalán. Un día de lluvia torrencial en Horcón nos encontramos el Guillermo y yo, que hemos ido a chinear, el Gerardo, que ha ido a filmar, y el Negro, que ha ido a mirar. También aparecen Periko y la Isa Pérez, y el Víctor Rondón, pero me veo obligado a no invitarlos a lo que sucederá.

Lo intuyo.

La fiesta se suspende pues llueve a cántaros, y vamos a la casa del Negro. El Negro saca su flauta y Guillermo la hace sonar hermosamente.  Partimos a La Laguna en busca de otra flauta del antiguo baile maitencillano. Tío Nano tiene una y caminamos resbalándonos en el barro de las laderas laguninas buscándola.  Ahí aparece tío Nano con su flauta y al lado de un fogón y en el sonido de la lluvia hacemos sonar las flautas del baile maitencillano. Guillermo invita al Negro a salir por el baile de Pucalán en octubre. El Negro comienza a soplar su flauta en las tardes. Tío Lalo encuentra una foto de hace unos cincuenta años en que aparecen los chinos pucalinos con sus gorros. Hacemos el dibujo y le llevamos la foto al Negro.

Comienza la confección de los gorros del baile antiguo de Pucalán.

Una vez más los videos han gatillado una acción. Son una provocación.

Historias hay muchas, como la hermosura de la historia de los gorros.

Don Pedro Vergara tiene 90 años y vive alejado del pueblo, en las laderas de La  Greda de Pucalán. Está enfermo de las piernas y hace tiempo que no baja al pueblo. Fue chino hace 70 años. Una mañana vamos con Gerardo y hablamos con él. Su hijo José, chino del baile actual, nos presenta.  Luego le dejamos a Guillermo una copia vhs con la conversación  que tuvimos con don Pedro. La próxima  vez que vamos a Pucalán  Guillermo me dice:

     -He estado pensando, rucio, en lo que dice don Pedro, cuando habla de cómo eran los gorros antes tal vez      podríamos volver a usar los gorros antiguos, pero habría que hacerlos.
     -Claro, buena idea, hagámoslo, le digo.
     -Sí, pero va a costar plata.
     -Yo lo financio pero tú hablas con los chinos, tú tomas las riendas del proyecto.
     Ya, dice Guillermo, echémosle para adelante no más.

En la semana habla con el Pillo (Justo Torres) presidente del baile, con don Lalo y los otros chinos. Todos están de acuerdo con la idea. Nos lanzamos al agua y luego de un mes de intentos conseguimos encargarle la hechura de los gorros al Negro Marcelo de Maitencillo. El Negro fue chino cuando niño, hasta que se acabó el baile maitencillano del viejo Cabrera. Amigos desde niños en Maitencillo, encontramos un nuevo punto en común en los chinos. Le  muestro las películas antiguas, me cuenta de  su gran nostalgia por los chinos. Un día desempolva la flauta que tocaba cuando niño y me  cuenta su historia de chino.

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Al final no pudimos ajustar tranquilamente las máquinas porque llegaron las señoras a freír las empanadas y encendieron la luz de la pieza detrás de el telón y así no más está la cosa, un poco roja.

Pasa la hora cuarenta que dura esta versión entre continuas risas cada vez que aparece alguno de los protagonistas pucalinos. La gente esta atenta, siguiendo la película. Fin. Aplausos, felicitaciones. Guillermo toma un gorro y lo presenta, al lado está el Negro. A los chinos les gusta, lo aprueban. La mayoría de las mujeres y niños se van, quedamos unas treinta personas, en su mayoría chinos.

Aquí estamos los chinos  conversando y tomando jotes y comiendo empanadas y el Janro, tamborero del baile, me insiste para que ponga un video de ritmo en la pantalla gigante y los parlantes y al final no me puedo correr más y ahí estamos en la sede de Pucalán, diez  hombres mirando la pantalla con un show de un grupo sound a todo tamaño y volumen, un recital de algún grupo lleno de chicas hermosas en paños moviéndose sensuales y libidinosas. Todo lo que es actualmente la música:  las imágenes de la música. Y más acá un grupo de veinte viejos en semi círculo hablando de chinos. Es una maravilla. La película ha motivado igual que una fiesta a los viejos y todos hablan de sus experiencias de chinos. El volumen del show de la pantalla nos obliga a conversar gritando.

Esto es una maravilla antropológica. El antropólogo supone que el momento después de la película será hermoso  para grabar lo que siempre quiere grabar: conversaciones entre chinos. Pero el Janro ha conseguido ese video de ritmo y ahí está sonando. La situación es una maravilla pero las conversaciones no son grabables.

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Luego de dos horas la cinta termina y conseguimos no ponerla nuevamente. Sólo quedan las conversaciones chinas.

En diversos momentos de la noche se forma una discusión, pues varios dicen que si tenemos el  gorro nuevo-viejo tenemos que ponernos camisa  blanca, como era antes, y no la polera azul de futbolista que tenemos ahora.  La discusión se retoma varias veces hasta que Chelino la zanja terminantemente y todos quedan de acuerdo: se sale con camisa blanca, tal como era antes.

El próximo domingo es la fiesta de la Virgen del Carmen de Pucalán, y el baile saldrá con el traje tradicional. Hay algunos cabros de alrededor de veinte años que dicen que saldrán de chinos el próximo domingo. Hay un ambiente de alegría chinesca. Los más jóvenes prometen, los mas viejos los alientan y los comprometen.

Son las cuatro de la mañana y comenzamos a chinear con botellas. Chelino (67 años) desafía en el tambor a Janro y se lanza a tamborear, Janro lo sigue, Guillemo toma una botella y comienza a soplar, sigue don Ferna y Samuel, luego agarra Lucho Piro, yo filmo un rato y luego me pongo frente al Guillermo.

Se arma el baile sonando extraño y cautivante.

Esta es una noche hermosa para un chino. Luego viene el amanecer.

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Los grabados del libro sexto de Americae, que corresponde a  la crónica del italiano, dan una muestra del tal capacidad; sin embargo la ferocidad de los españoles logra su representación más drástica en la obra de De las Casas. De aquí en adelante el significado del cuerpo desnudo tanto en los grabados como en los dibujos mostraran la fragilidad y el proceso de reducción a partir del contacto corporal violento.

 

Ahí se ve el baile con camisa blanca y gorros de queso moviéndose por Pucalán. Ahí viene el baile con su traje nuevo-viejo, y el sonido subiendo por las quebradas y perdiéndose en los cerros. Ahí el Negro saliendo de chino nuevamente, con anteojos oscuros porque sabe que llorará de emoción y le da vergüenza. Ahí está su anciana madre y su mujer, que han venido a verlo salir de chino.

Hoy siento la alegría de poner un pequeño grano de arena a la tradición china.

Estamos en el proceso de  hurgar en la memoria, estamos conociendo la historia de los chinos, descubriéndola junto a ellos. Vemos las películas de la década del 40 en Tierras Blancas y las imágenes golpean y refrescan la memoria de los viejos. Los más viejos conocieron esos bailes, los más jóvenes, Guillermo, Pillo, Tuno, no.

¿De dónde vienen los chinos, cómo era hace cincuenta años, hace cien, ciento cincuenta años? ¿Cómo era cuando los chinos no se llamaban chinos, sino quién sabe cómo?.

Tengo la obsesión de querer saber cómo fueron los chinos antes de la llegada de los españoles, y conocer todo el proceso de cambio hasta ahora. Saber la historia, quiero saber desde que los primeros viejos experimentaron con ese  sonido.

 


Se fija el ensayo para el viernes.

El jueves damos La Reina en  La Canela Baja, ahí están los canelinos y don Gápito y señora, de La Quebrada. Acaba la película y comienza la cháchara, luego aparece mi guitarra y cantamos divinos con don Rutilio y el cabro de la Canela Alta. La noche va pasando y el Chelo, chino de La Canela Alta, va rememorando su vida de chino y se identifica totalmente cuando en La Reina el Lucho Piro dice yo comencé a salir de chino a los 12 años, ahora tengo 62 y todavía no se  me olvida. Cuando veo al baile de Pucalán, me dan ganas de llorar. Y llora. Chelo dice que a él le pasará lo mismo, que sabe que cuando deje de chinear le pasará lo mismo que a Lucho Piro, no podrá pensar en los chinos sin ponerse a llorar.

Las cinco y media de la mañana y ahí estamos en la calle de La Canela Baja, conversando de chinos.

Viernes. Al ensayo  llegan el Guillermo, el Wladi, el Pillo, el Negro,  yo y Gerardo. Pocos somos pero lo interesante es que el Negro ha venido a chinear. Luego de veinte años y con un cuerpo realmente obeso, vuelve a chinear.

Llega el domingo y formamos el baile con el traje antiguo de Pucalán, y con cinco chinos nuevos: el yerno de Chelino y el nieto de Chelino con su segunda salida, el ahijado del Guillermo, el Mauro, el Negro, y otro más del que no sé el nombre. Son cinco reclutados. Bien, algo funcionó, es una pequeña victoria china.

 
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Y nos vestimos y salimos por Petorquita o los Hermanos Prado, por La Calera o por Puchuncaví. Somos reconocidos como buenos chinos y los chinos siempre son bienvenidos en los bailes. 

Somos parte de una tradición. Somos parte de ese grupo de hombres, campesinos, chacareros, carboneros, mineros, cabreros, pescadores, buzos, zorreros. Estamos en la memoria de un grupo de hombres y mujeres que se mueve por un circuito de fiestas determinado por la tradición. Todos sabemos cuándo y dónde son las fiestas, todos sabemos que, si no nos tapa la tierra, nos encontraremos en la próxima fiesta.

Inicios de septiembre. Estoy en Concón con mis negritos y los suegros, paso buscar al Guillermo a Pucalán, luego  nos encontramos con Gerardo en la rotonda y vamos a la fiesta del baile de  los Hermanos Prado, en Maitenes de Limache. Apablaza y los petorcanos me han invitado a que salga con ellos,  invito a Guillermo. Vamos juntos a parchar a Petorquita. Llegamos cuando  Petorquita está saludando a la virgen. Apablaza nos ve y nos lleva a la micro para que nos vistamos de chinos. Nos pone a la punta. Estamos parchando y estamos a la punta. 

 
 

Quiero saber cómo llegaron a encontrar y perfeccionar ese sonido, quiero saber por qué escogieron ese sonido, qué los llevó a esa elección estética. Quiero tener la visión del hombre encontrando ese sonido y armando el baile, porque tiene que haber alguien que lo inventó, como se inventó el fútbol, dice don Lalo, claro que sí;  ¿quién?

Quiero tener la visión de los chinos subiendo el cerro de Pachacamita hace seiscientos años, ¿cómo era el traje, cómo el sonido, cómo la danza, cómo el ritual?  Buscando esa visión chineo y chineo, buscando vivir esa transformación recorro saltando los pueblos de Chile central.

Durante todo este  año nos hemos dedicado con Guillermo a salir a la mayor cantidad  posible de fiestas. Como el baile de Pucalán sale sólo cuatro o cinco  veces al año, nos hemos dedicado a parchar a otros bailes. Parchar es chinear por un baile que no es el de uno, es chinear por otro pueblo.

Ser chino significa pertenecer a un grupo de gente que se ve en distintos pueblos y se reconoce. Llegamos a una fiesta, los chinos nos ven y nos preguntan: 


- ¿andan con baile cabros? 

- No
- Salgan con nosotros entonces.
- Ya, vamos no más.

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Parchar un baile es una cosa seria, así lo explica Guillermo hablando con el flaco de Petorquita:

Yo tengo que sacar la cara por Petorquita, aunque sea yo pucalanino.  Ahora ando con la camiseta de Petorquita, tengo que mojarla y sacar la cara por Petorquita. Y cuando me pongo una camiseta, no me la pongo así por encima, tengo que sacar la cara por el baile que yo represento. Ahora estoy representando a Petorquita y tengo que representarla como dios manda.
(...) Pero voy a tener que chinear más que en el baile mío porque yo tengo que demostrarle a ellos que, en buena onda, pero uno tiene que tratar de demostrar.
(...) Yo soy primera vez que salgo por el baile de Petorquita y Apablaza que me halla puesto a la punta. (...) Inclusive yo tengo que sentirme superior a ustedes pa´ que ustedes digan puta el hueón bueno, chino bueno, el hueón vino de alla y...
- pa´ que no digan puta la hueá de parche que llegó, dice Karin. (tamborero de Petorquita).

Hago memoria y creo que este años hemos  chineado en:

Niño Dios de La Canela, parchando a La Calera; Cruz de mayo de Los Maquis, por Pucalán; Cruz de mayo de Pucalán, por Pucalán; San Pedro en Maitencillo,  parchando a Puchuncaví; San Pedro en Ventanas, parchando a La Quebrada; San Pedro en Loncura, parchando a los Hermanos Prado; Corpus de Puchuncaví, por Pucalán; Virgen de Petorquita, parchando a Petorquita; Virgen de Pachacamita, parchando a  Petorquita; Virgen de los Maitenes,  parchando a Petorquita; Virgen de Placilla de La Ligua, parchando a La Calera; Virgen de Pucalán, por Pucalán; Virgen de Cai cai, por Cai cai; Niño Dios de Las Palmas de Alvarado, por Cai cai.

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Así ha estado el año. Por desinformación y ruido en las noticias nos desencontramos con Guillermo para las fiestas de Petorquita y Pachacamita, y él no asistió a esas dos, todas las otras las hemos chineado juntos.
Las imágenes golpean nuestro interior, ¿por qué nos fascina tanto vernos en los videos? ¿cuándo antes se pudo retener la imagen en movimiento de un muerto? ¿qué es eso que sentimos cuando vemos a los que ya no están?. 

La magia de los videos al alcance de todos. El tráfico de imágenes, de memoria, de recuerdo, ahora envasado con sonido y movimiento, gestos, voces.

El amigo Toño, bombero de Petorquita, me abraza en Los Maitenes y me dice

Rubio, oiga, me gusta su persona, en serio. Oiga, yo se lo agradezco mucho porque me regaló un casete de un finado, finado Mena, el que mandaba el baile, Mena. El cacique del baile, es muerto, es finado. Nosotros fuimos al cementerio a dejarlo, con el baile. En el video salió, salió dos veces. ¿Qué le parece?
¿Quién se lo trajo?  me dijeron.  El rubio me lo regaló, les dije, yo se lo iba a pagar pero él dijo que no. Muy bueno, bonito recuerdo. Y ahora nos vamos a ir  con el Apablaza, el que  manda el baile, y ahora me lo trajo el Rene. Al Rene se lo había prestado y les gustó a todos, si salía el finado.
- Pero al Rene  también le pasé uno.
- Pero no sale eso, es el único que me regaló a mí. Es antigua, hacen años. En el mío sale, muy bonito el  casete.

Los finados queridos vuelven a aparecer, la imagen de los finados queridos vuelve quedar en la memoria. Las imágenes van recorriendo, distintas cintas para distintos chinos. Uno quiere la fiesta de Loncura, otro cuando fuimos por La Calera a bailar a Andacollo, otro la de Petorquita. En todos los pueblos hay uno o dos aparatos vhs. Se está comenzando a formar la red. El material de cámara recorre los pueblos.

Durante este último terreno Guillermo trabaja codo a codo con nosotros, interesado en conocer la historia china. Vamos a La Canela y a La Quebrada, dos pueblos escondidos al interior de Puchuncaví, y juntos conocemos a los viejos. A mí me han visto chineando. A Guillermo lo conocen por chino y porque son pueblos vecinos a Pucalán, él es el puente para llegar a los viejos. Juntos vamos descubriendo  la memoria, desmadejada verso tras verso,  la historia de la formación de La Canela contada por don Rutilio, o Armando recordando que la abuelita contaba que por ahí por la costa pasaba el camino del inka hacia las minas de Malacara, en las faldas del cerro Mauco, o la historia de la cruz de La Quebrada contada por don Gápito, o el mismo Guillermo recordando que su abuelita le contaba que en la punta de el cerro Mauco hacían ceremonias los antiguos indígenas.

Juntos estamos conociendo la memoria de la gente, de los pueblos de chinos, juntos estamos armando la historia de los chinos. Gerardo registra todo.

Y ahora las copias de La Reina del Aconcagua, versión china están ya en el copiado. Cincuenta copias de La Reina vienen en camino, las máquinas están funcionando para multiplicar La Reina, para llevarla por los rincones chinos. Y la hermosa carátula que hizo la Negra está en la imprenta del Cheliú y en seis días más es la fiesta de Niño Dios de Las Palmas y  repartiremos La Reina entre los chinos.

Concón, lunes 24 de diciembre del 2001. Las dos de la tarde. Dejo a mis negritos donde los abuelos y me encuentro con Gerardo en la rotonda. Vamos a Pucalán a buscar al Guillermo. En la parte de atrás de La Roja una caja con 50 copias de La Reina. La vida por delante, por detrás, por los lados, por encima y por abajo.

La vida por todos lados.

¿Por qué si ahora voy en este taxi por la avenida Perú hacia la web me viene a la mente la imagen de mí mismo escribiendo en esa isla del Sena y la finada Bassiniña me sonríe desde algún lugar?.

Las tres de la tarde y el calor pega duro. En tres días se acaba un año más, pasamos la odisea en el espacio, llegamos al 2002. Las mismas preguntas siguen en la mente, la misma búsqueda perpetua, inacabable.

Cierro los ojos y  veo el filo de mi azadón cortando la maleza. Cierro los ojos y veo la vida matando la vida, transformando a la vida en más vida. Corto la maleza sabiendo que tengo que cortarla, que la vida es así, pero no puedo dejar de saber que la estoy matando. Cierro los ojos y el azadón cae una y otra vez sobre las plantas. ¿qué es la vida?.  Sé que soy una planta más y que algún día me llegará el filo del azadón. Lo veo caer dulcemente. Cotetito duerme a mi lado con sus dos años a cuestas mientras yo veo caer una y otra vez el filo del azadón sobre las plantas, cortarlas, arrancarlas de cuajo. Lo miro tranquilo, es hermoso el movimiento. Comprendo claramente que da lo mismo, que ya viene otra planta, como vendrán otros a reemplazarme. Nada detiene la fuerza de la vida.

Llegamos a Pucalán y ahí está el Guillermo, le entregamos diez copias de La Reina para que reparta. Las mira feliz, se ríe con las fotos de la carátula, se los muestra a la Rosa. Salimos, vamos a Ventanas a buscar  a Quilama. Ahí está el hombre con su voz potente y sus ojos encendidos. Quilama, querido amigo.

La roja se desliza hacia las montañas de Olmué, hacia el cerro El Roble, hacia  la cuesta de La Dormida. Hacia los cerros que veía desde la ventana de la casa de Barros Arana allá en mi infancia quilpueína. La Campana y El Roble dibujándose perfectos contra el cielo, blancos después de las tormentas.

Han pasado treinta años y aún veo los relámpagos sobre ellos, han pasado treinta años y voy hacia ellos.

Quilama cuenta sobre la primera vez que vino a cantar a Las Palmas y de ahí para adelante nunca dejó de venir.

Olmué. Quebrada Alvarado. Vamos a la casa del Joni, alférez y aprendiz de Quilama. Ahí queda Quilama. Subirá a la Las Palmas en la tarde, cuando amaine el calor. Seguimos, subimos, nos instalamos al lado del Tomás del baile de la Quebrada. Comienza el encuentro con los amigos, don Pedro Ahumada, don Gilo, don Telmo, los Prado, los caicainos, el Guido, los palminos, don Lolo, a todos les vamos regalando copias de La Reina. Guillermo va repartiendo feliz a unos y otros.

Los viejos reciben entusiasmados el video, la noche ya es noche, el baile de Las Palmas comienza a sonar y a bajar hacia la capilla. Cai cai comienza a vestirse, ya nos toca.

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BIBLIOGRAFÍA CITADA

- 2001   Mirando videos. Revista Chilena de Antropología Visual. Publicación electrónica editada por  la Academia de   Humanismo   Cristiana. N° 1, Año 1. http://www.antropologiavisual.cl/artmerc.htm  


El baile suena hermoso, hay una melodía realmente hermosa que he olvidado y que sonaba en medio del baile. La catarrita del Marco desde la fila del frente me sostiene. Chineamos y chineamos y chineamos, y es lo de siempre, escribir es tan absurdo.

El baile va bueno en serio, voy tercero en la fila. La luna en la mitad, el olor de las fogatas, la maravilla de la noche palmina. Hay seis bailes chinos, no hay danzantes, el sonido retumba por las quebradas. Amanece. Seguimos chineando, se ven algunos chinos con la flauta en una mano y con la cajita del  video en la otra.

Poder hacer este regalo es el mayor regalo.

Cincuenta copias de La Reina circulan ya entre los chinos.

Estoy agotado, y feliz.

Ricardo Apablaza murió. Desolación

                                                                              Pirque, noviembre - diciembre 2001  

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