Recordemos
la historia de Paul, el vino de Perú hace 10 años, trabajó
de pintor de obra, luego no pudo seguir trabajando porque le pedían
documentación "y que me tocó abrirme por mi cuenta y
cuidar coches". Estuvo nueve años cuidando coches, periodo
en el que consiguió la nacionalidad argentina. Ahora, afiliado al Sindicato
de Obreros de la Construcción entró en el circuito "legal"
de trabajo. La última vez que estuvimos con él planeaba emigrar
a Europa con su familia. Este
ejemplo, esta experiencia, a la vez que nos muestra que nuestro modelo no
explica bien, nos permiten pensar la actividad como una alternativa viable
al desempleo, como una vía de reinserción laboral.
Pero, es necesario, creemos, repetir, que muchos de los cuidacoches coinciden
que si le quitan esta actividad van a salir a robar: "Yo robaría
para comer, sino tengo otro cosa yo robaría para comer". ¿Entonces,
y de acuerdo con este esquema, cuidan que no roben autos y ellos
robarán autos? ¿Ahora, participan del sistema de vigilancia
y a la vez son vigilados, castigan y son castigados?. ¿Elaboraron una
estrategia de subsistencia y vuelven a ser castigados?. Que siniestra historia,
diseñada por que siniestros personajes, se encuentran, mejor dicho,
nos encontramos envueltos. Son vigilantes vigilados en un sentido, colocados
allí para lograr sobrevivir. Y estos enfrentamientos cotidianos, llevan
a creernos como tortugas galápagos, como pinzones, somos un átomo,
un número de la encuesta, somos actores en el teatro de Malthus: luchamos por la supervivencia del más apto.
¿La
antropología que se nos enseñan en la Facultad de Ciencias Naturales
y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, nos permite estudiar estos
enfrentamientos? ¿Nos permite estudiar esta lógica intrínseca
en la sociedad (Menéndez, 1968), la que lleva a enfrentar argentinos
y peruanos por cuidar coches, la que justifica la marginalización,
la criminalización de la pobreza y la ilegalidad de los cuida coches?. |