Austin nos entrega lo característico de todas las expresiones realizativas:
"no 'describen' o 'registran' nada, y no son 'verdaderas o falsas';
y el acto de expresar la oración es realizar una acción, o parte de ella,
acción que a su vez no sería normalmente descrita como consistente en decir
algo" (1998: 46). En este sentido, los iconos de las organizaciones
se dirigen a desencadenar algún tipo de acción, algún efecto político, social
o cultural, con una clara intensión de movilizar, de vehicular la movilización
por medio del signo. El decir algo, el mostrar algo, es fundamental a la acción,
por lo que se elige tácticamente escribir el mapudgungun, que no todos los
miembros de la organización entiendan cabalmente, o sólo hablan parcialmente;
esto no es lo relevante, lo crucial es el acto de su expresión, su representación
como icono, escribir en grafemas mapudgungun, con /k/, /ü/, /ng/, /w/, /x/,
...
Los
actos de habla, estos actos de iconocidad, son especialmente eficaces en la
construcción de una etnicidad por la importancia que adquiere el que ejecuta
el acto de expresión y el contexto de su expresión. Austin nos aclara: "Hablando
en términos generales, siempre es necesario que las circunstancia en que las
palabras se expresan sean apropiadas, de alguna manera o maneras. Además,
de ordinario, es menester que el que habla, o bien otras personas, deban también
llevar a cabo otras acciones determinadas 'físicas' o 'mentales', o aun actos
que consisten en expresar otras palabras" (Id. 49). En nuestro caso,
la circunstancia apropiada es la actividad, reivindicatoria de la organización,
coyuntura contestataria; las personas deben ser también las adecuadas, dirigentes
y actores mapuches; y las acciones determinantes se traducen en el esfuerzo
de revitalización de la cultura, la acción política y la conciencia del pertenecer
a una etnia particular, con determinadas características y posesiones simbólicas,
símbolos del predominio significante, semiótico (Benveniste 1978).