La Ciudad
La ciudad moderna, sus innovaciones tecnológicas, la construcción, distribución y utilización del espacio, son cuestiones que están siendo pensadas desde principios del siglo XX, momento crucial para la urbanización y para los fenómenos sociales que son causa y consecuencia de un avance industrial y tecnológico que produciría cambios avasalladores en el mundo occidental.
Desde comienzos de dicho siglo los teóricos y pensadores mostraron su preocupación sobre los fenómenos sociales que surgieron con el crecimiento de los centros urbanos. En la década de 1920, Le Corbusier plasma en su obra la preocupación urbanística y social. A partir de la arquitectura y del urbanismo, preocupado por los aspectos sociales de las grandes urbes en ascensión, habla de las ciudades de su época como organismos vivos que trascienden la voluntad de los hombres que las construyen, extienden y transforman.
“La gran ciudad determina todo: la paz, la guerra, el trabajo. Las grandes ciudades son los talleres espirituales donde se produce la obra del mundo. Las soluciones logradas en la gran ciudad son las que predominan en las provincias: modas, estilo, desarrollo de ideas, técnica. He aquí por qué, cuando se haya resuelto la urbanización de la gran ciudad, el país todo habrá sido irrigado de golpe. (…) Y estas grandes ciudades se desafían, pues el demonio de superar, de sobrepasar, es la ley misma del movimiento a que está ligado nuestro destino. Se encaran, se baten, se hacen guerras. Se entienden, se asocian. Grandes ciudades, células ardientes del mundo: de ellas vienen la paz o la guerra, la abundancia o la miseria, la gloria, el espíritu triunfante o la belleza” (Le Corbusier, 1985: 54-55).
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La preocupación con este fenómeno social que surge y crece en forma de alamedas, parques, calles, avenidas y rascacielos, con consecuencias que afectan a todos los individuos que están bajo su rayo de alcance y no sólo a los residentes de las grandes ciudades, ya que en ellas son tomadas decisiones que afectan a la vida de toda una colectividad más amplia, sigue existiendo en la actualidad. Por eso, la ciudad es todavía hoy un tema de investigación y estudio que puede ser visto como prácticamente inagotable debido a su propio carácter mutante e innovador. La gran ciudad actual es un granero de cuestiones, problemas y conflictos muy diferente a la París de Le Corbusier, pero sus inquietudes, tanto urbanísticas como sociales, siguen siendo de una actualidad asombrosa.
La ciudad absorbe, envuelve y atrapa. En el desorden caótico de las gigantescas ciudades occidentales, creamos vínculos más o menos fuertes con ellas, como si se tratara de seres independientes, con voluntad y personalidad propias, seres que, muchas veces, parecen tener un poder mágico de engatusar y atrapar a sus ciudadanos. La ciudad es una criatura con carácter e identidad propia. “Proust, en una de las crónicas que escribía para Le Figaro en 1913 (Chroniques, Gallimard, 1927), hacía, a propósito de los nombres de las ciudades, una distinción entre la palabra y el nombre. Al contrario de las palabras, que nos presentan de las cosas una imagen “clara y usual”, el nombre de una ciudad, escribía, hace pensar que la ciudad que designa es “una persona”, única, incomparable, dándonos a la vez una imagen simplificada de ella, como por ejemplo un solo monumento visto siempre a la misma hora. El nombre extrae esta imagen, añadía Proust, de su propia sonoridad. Citaba el ejemplo de Vitré, cuyas casas estaban para él “ennegrecidas por la sombra de su acento agudo”, y Florencia, resumida en el Ponte Vecchio o en Santa Maria dei Fiori, cuyas casas le parecían todas perfumadas como corolas” (Augé, 2010: 81-82).
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