Etnografías Visuales

A
r
t
í
c
u
l
o
s

 

E
d
i
t
o
r
i
a
l

 

E
t
n
o
g
r
a
f
í
a
s

V
i
s
u
a
l
e
s

 

E
n
t
r
e
v
i
s
t
a
s

 

V
i
d
e
o
s


 

R
e
s
e
ñ
a

d
e

L
i
b
r
o
s


 

L
i
n
k
s

 

C
o
n
t
a
c
t
o


 



A
n
t
e
r
i
o
r
e
s



 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



Paisajes de los cuerpos docilitados.
María del Rocío Echeverría, Adela Miranda & Luis Ávila

Contexto de la migración interna en México

Los estudios sobre la migración interna inician a partir de la década de los cuarenta en diversos países de América Latina y en México, especialmente con los flujos migratorios del campo a la ciudad. El fenómeno aparece como una expresión geográfica de los procesos económicos y vinculados estrechamente al crecimiento industrial capitalista (Arizpe, 1985). El proceso migratorio rural-rural – temporal y estacional – pronto llegó a ser la base de subsistencia principal para la economía familiar en muchas de las regiones agrícolas de temporal2, hasta convertirse en una forma permanente de subsistencia para diversas comunidades indígenas; así los sujetos abandonan sus comunidades de origen para incorporarse al mercado de trabajo rural y poder conseguir trabajo remunerado.

El mercado de trabajo rural se conforma por el trabajador agrícola, la agroempresa capitalista e intermediarios: “es un espacio donde confluyen oferentes, demandantes y agentes intermediarios para la compra-venta de mano de obra, y donde prevalecen determinadas prácticas e instituciones formales” (Piñeira, 1999, en Acosta, 2006: 2).

Desde siempre, estos mercados han asegurado la continuidad de las diversas rutas migratorias en una evidente situación de asimetrías entre quien ostenta la empresa agrícola y quienes ofrecen su fuerza de trabajo.

En la actualidad, esta fuerte movilidad de la mano de obra agrícola integra ‘territorios migratorios’ en donde se asienta y circula una población jornalera migrante, capaz de adaptarse a lo que requiere esta demanda flexible (Lara, 2011); el dumping laboral (en que fundamentan su competitividad internacional empresas sitas en países de mediano o bajo desarrollo3) se basa en mantener deprimidos los salarios en los países pobres. Así, para basar la competencia en el desarrollo tecnológico la empresa agrícola recurre al trabajo precario y a la sobreexplotación de los trabajadores en donde “resulta más fácil y más barato utilizar mano de obra. Sobre todo resulta conveniente la mano de obra migrante, que al tener mucha necesidad, carencia de opciones y sin posibilidades reales de organización, se presenta siempre dócil y dispuesta” (Sepúlveda, et. al. 2012: 29).

En otros estudios se ha abordado cómo la explotación del trabajador en zonas agrícolas como la de Yurécuaro, compuesta en su gran mayoría por pequeños productores,4 alcanza rasgos más primitivos en comparación con la gran empresa agrícola, que si bien no ofrece mejores condiciones de vida a sus trabajadores por altruismo, sí por estar sujeta a mayores presiones por parte de diversas instituciones (Miranda, et. al. 2012).

Los migrantes como proveedores de fuerza de trabajo, representan casi la mitad de la mano de obra agrícola mundial y la fuerza laboral más numerosa (Caballero, et. al, 2011).

 
153
<<  Ô  >>
 


















































































 

A través de los datos censales y de estudios cualitativos sabemos que la mayor parte de los jornaleros agrícolas migrantes en México son indígenas y

“la población indígena de México forma parte de los estratos más pobres y desfavorecidos de la sociedad y que frecuentemente sus niveles de vida están por debajo de los promedios regionales y nacionales, así como los mínimos de bienestar considerados por diversos organismos internacionales” (Fernández, 2006: 16).

El sector de migrantes en nuestra zona de estudio reconoce que las comunidades y localidades de origen son incapaces de satisfacer sus necesidades y que ahí sus expectativas de subsistencia en la vida son inexistentes. Conscientes de lo difícil que es la travesía hacia los campos agrícolas donde pasan hambre, moran donde sea y sufren maltrato corporal en el trabajo, los indígenas migran sólo para sobrevivir. Para estos sujetos vulnerables y desprotegidos sólo queda desplazarse a las zonas de cultivo para ofrecer el único recurso con el que cuentan: su mano de obra.

Referencia de la zona de estudio

El valle de Yurécuaro, en Michoacán, se encuentra registrado dentro de las localidades de mercado de trabajo agrícola. Se sitúa en la parte noroccidental y se caracteriza por ser productor de hortalizas (jitomate, tomate verde, cebolla, chile poblano, jalapeño y pimiento morrón).

Imagen 1. Jornaleros migrantes preparados para las labores agrícolas. Valle de Yurécuaro, Michoacán. 2012. Foto Rocío Echeverría.

 
154
<<  Ô  >>
 





























 
 

Imagen 2. Entrada principal de la zona urbana. Yurécuaro, Michoacán. 2012. Foto Rocío Echeverría.

Existen 700 productores aproximadamente que siembran alrededor de 5,400 hectáreas. El informe del Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (2003), calcula que durante la temporada agrícola que comprende del mes de julio a diciembre, fueron contratados diariamente unos 8,000 jornaleros. (Imágenes 1-3).

Los sujetos son indígenas, pobres y migrantes y en sus continuos recorridos, enfrentan diversas situaciones de marginación, discriminación social, explotación laboral, incumplimiento de derechos elementales y carencia absoluta de prestaciones laborales; en general, las consecuencias de la miseria y de la carencia de servicios básicos de salud, alimentarios y educativos (Rojas, 2010) acompañan en forma permanente a los migrantes durante sus itinerarios. Este sector representa una fuerza de trabajo importante para el desarrollo agrícola en distintas zonas del país; en sí se trata de una relación de dependencia mutua donde una parte lleva enormes desventajas, “en las regiones de atracción, la vida de los jornaleros indígenas migrantes está signada por los intereses y necesidades empresariales” (Rojas, 2011).

Provenientes de los estados más pobres del país (Guerrero, Oaxaca, y de la meseta purépecha de Michoacán y de otros estados no considerados en pobreza como Guanajuato y Querétaro), estos jornaleros agrícolas arriban durante casi todo el año a las feraces tierras del valle de Yurécuaro.

 
155
<<  Ô  >>
 


















































 

Imagen 3. Tramo férreo en la zona urbana de Yurécuaro, Mich. Sitio donde se selecciona y recluta a los peones y también lugar de retorno. 2008. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 4. Apropiación del espacio. Jornaleros agrícolas migrantes en las vías del ferrocarril 2008. Foto Rocío Echeverría.

 
156
<<  Ô  >>
 

















































 

El tramo férreo es el punto donde se selecciona y se recluta a los peones y también el lugar de retorno después de la larga jornada. En las vías aguardan para ser recogidos por las camionetas; la espera para ir al jale5 es indeterminada, aún sin la claridad del día, con el estómago vacío y el frío matutino que los hostiga; de manera inseparable llevan en sus manos agrietadas los botes de plástico que utilizan para la recolección de los frutos y son la principal herramienta de trabajo; su especialidad es el corte de hortalizas, en este caso, de jitomate, tomate verde y chile (Imagen 4).

Las labores agrícolas a cielo abierto que desempeñan los sujetos, son difíciles, monótonas, sin consideraciones, ni descansos. La observación realizada en los frentes de corte y los testimonios  recabados revelan las lesiones del cuerpo, visibles y agudas que los cortadores y mecapaleros experimentan y testifican sin reserva. Los jornaleros mecapaleros son conocidos también como huacaleros o canasteros, a menudo deben ser más jóvenes, fuertes y con una enorme capacidad de resistencia física y espiritual. Ellos trasladan con un  mecapal (colocado en la frente) un promedio de 120 y 130 kilos de jitomate o más, desde dentro de la tierra de labor hasta el camión donde lo estiban.

Algunas posiciones corporales que emplean son variantes de movimientos y esfuerzos específicos en cada fase de cultivo: bípeda, cuclillas y dorsoflexión anterior y/o lateral y sentado (Seefoó, 2005), en cualquiera de los casos, se trata de jornadas demasiado extenuantes.

Los jornaleros especializados en el corte de hortalizas coinciden en que el cuerpo resiente de manera significativa las faenas; la posición espaldar flexionada durante todo el día en ocasiones es la más devastadora y este malestar se expresa en forma recurrente en los testimonios. En general los sujetos describen dolor o afección en la cadera, espalda, cintura, cabeza, nuca, cuello, pies, rodillas, riñones, pulmones, debilidad y cansancio (Imagen 5).

Los mecapaleros con frecuencia se tuercen los pies y la espalda, para ellos cualquier paso en falso constituye un accidente fatal. Los testimonios revelan un notorio maltrato corpóreo y ponen énfasis en el dolor ocasionado por las llagas y lesiones en la espalda, las marcas en la frente, ampollas en las manos, dolor de espalda, cabeza, rodillas, piernas y  frente (Imágenes 6-8).

 
157
<<  Ô  >>
 



















































 

Imagen 5. Postura espaldar flexionada en las labores del campo a cielo abierto. 2012. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 6. Traslado de tomate del surco hacia los camiones recolectores. 2012. Foto Rocío Echeverría.

 
158
<<  Ô  >>
 




























































 

Imagen 7. Joven mecapalero en las fértiles tierras de cultivo. Valle de Yurécuaro, Mich. 2012. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 8. Ruta del mecapalero. Foto Rocío Echeverría 2012.

 
159
<<  Ô  >>
 



















 





























 

Respecto al transporte y a los traslados cotidianos, hasta el momento los trabajadores rurales se encuentran alejados de contar con un transporte en condiciones adecuadas, donde viajen sentados y el espacio no sea asfixiante. Los desplazamientos incluyen distancias considerables en tramos de terracería donde el brincoteo y los golpes corporales son inevitables; se visualiza la impericia y la impertinencia de conductores en carreteras federales; las condiciones mecánicas inadecuadas de los vehículos y en ocasiones los accidentes en carreteras.

Los sujetos amontonados viajan cansados, hambrientos sudorosos, padeciendo lluvia, sol, polvo, frío. Parados en ambos pies, en uno sólo; en cuclillas, sentados sobre los mismos botes recolectores de tomate; sentados sobre las piernas de alguien más, sentados sobre leños, o  colgados en los estribos, en las cuerdas transversales, en las redilas traseras o la canastilla de los vehículos. Habitualmente al interior de las camionetas la distancia entre el cuerpo con otros cuerpos no existe,6 pero también la proximidad corporal es con diversos objetos: los cuerpos topan con bultos, mochilas, bolsas de alimentos, canastos, redilas, botellones de agua, la pepena o la leña. Invariablemente el viaje se realiza en el micro-espacio sobresaturado (Echeverría, et. al. 2010) (Imágenes 9-12).

Imagen 9. Formas de transportación: cuerpos expuestos al exterior y posturas de agotamiento al final de la jornada. Foto Rocío Echeverría 2009.

 
160
<<  Ô  >>
 
















































 

Imagen 10. Al interior del vehículo. Joven jornalera con postura espaldar flexionada. Foto Rocío Echeverría 2012.

Imagen 11. Arribo a Yurécuaro, Mich., frente al tramo férreo. Micro espacio de transportación vehicular saturado. 2011. Foto Rocío Echeverría.

 
161
<<  Ô  >>
 
























































 

Imagen 12. Jornaleros migrantes en viajes sobre saturados, formas habituales de transportación en Yurécuaro 2011. Foto Rocío Echeverría.

El descanso, “recompensa” para el cuerpo agotado

Una diversidad de condiciones del espacio en los mercados de trabajo rural está asegurando la permanente sumisión del cuerpo. Las formas y recursos disponibles del descanso imponen su docilidad. Todos estos factores están influyendo en la historicidad del lenguaje corporal y gestualidad minimizada de los migrantes jornaleros.

Los botes de plástico recolectores de hortalizas se ha mencionado, constituyen la insustituible herramienta de los cortadores. En éstos recolectan el jitomate, el tomate, el chile, el pepino. Son tan útiles que sin esta herramienta no sería posible un día de trabajo; los botes son como la computadora al ingeniero en sistemas, como la cámara al fotógrafo, como el pincel al pintor; sin este instrumento es inconcebible contemplar a los trabajadores.

En los campos agrícolas los trabajadores usan las cubetas como asientos mientras almuerzan; en los alojamientos colectivos además de emplearse como sillas también se emplean como mesas para tomar alimentos y en ocasiones para que los niños dibujen. Los botes permanecen cercanos al cuerpo todo el tiempo ya sea en las moradas o en su segundo tiempo de comida – y para algunos única comida del día – que se efectúa casi a oscuras alrededor del área de hornillas.

 
162
<<  Ô  >>
 













































 

Imagen 13. Disposición del cuerpo en el tramo férreo: descanso sobre rieles, durmientes y bloques de cemento. Familia extensa de migrantes indígenas purépechas. 2009 Foto Adela Miranda M. y Rocío Echeverría.

Imagen 14. Descanso de una familia de migrantes proveniente del estado de Guanajuato. 2008. Foto Rocío Echeverría.

 
163
<<  Ô  >>
 









 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 










 

Por las tardes-noches los trabajadores continúan haciendo uso de sus botes, con ellos socializan y descansan después de una jornada de trabajo; al final del día cuando se retiran cada quien toma su inseparable bote e ingresa a su cuarto colectivo como parte de un ritual. En estas prácticas cotidianas los sujetos incorporan el bote a su cuerpo, o de manera automática aprenden pronto a desplazarse con éste a donde sea. A cualquier lugar llevan este objeto que representa el brazo fuerte del jornalero.

En las fotos se aprecia el acomodo corporal frecuente sobre los botes recolectores de hortalizas. Postura espaldar flexionada en las moradas.

Además de los baldes, el descanso diurno-vespertino aparece en distintas espacialidades, bajo una variedad de superficies a menudo rígidas e incómodas: el piso, bloques de cemento, piedras, troncos y banquetas (imágenes 19-22).

Imagen 15. Indígena Purépecha de 32 años de edad, procedente del Azajo, Mpio. de Cueneo, Michoacán. 2011. Foto Rocío Echeverría.

 
164
<<  Ô  >>
 



























 
 

Imagen 16. Indígena purépecha de 33 años de edad, procedente de Ichán, Mpio de Chilchota, Michoacán. 2012.
Foto Rocío Echeverría.

Imagen 17. Acomodo corporal frecuente sobre botes recolectores de hortalizas. Postura espaldar flexionada en los traslados a los frentes de corte y de éstos a las viviendas. 2012. Foto Rocío Echeverría.

 
165
<<  Ô  >>
 






















































 
 

Imagen 18. Acomodo corporal frecuente sobre botes recolectores de hortalizas. Postura espaldar flexionada en los campos agrícolas. La fogata representa un intento por atenuar el intenso frío matutino. 2012. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 19. Familia Me ’Phaa sentada en la entrada de la vivienda, Yurécuaro, Michoacán.2008. Foto Rocío Echeverría.


 
166
<<  Ô  >>
 









































































 
 

Imagen 20. Familia Me ’Phaa extensa acomodada en banquetas, piedras y piso. Yuécuaro, Michoacán.2008. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 21 Pequeños hijos de jornaleros sentados sobre un bloque de cemento al interior de una vivienda. Yurécuaro, Michoacán.2009. Foto Rocío Echeverría.

 
167
<<  Ô  >>
 


































 
 

Imagen 22. Niña de 7 años de edad procedente de Zamora, Michoacán, sostiene el peso de la pequeña sentada sobre piedras en la entrada de la vivienda, Yurécuaro, Mich.2008. Foto Rocío Echeverría.

Imagen 23. Asientos de cemento diseñados para los jornaleros migrantes 2007. Foto Rocío Echeverría.

 
168
<<  Ô  >>
 





































 
 

El hecho de que los jornaleros regresan del campo a las moradas colectivas con un agotamiento físico extremadamente agudo, explica que la necesidad de dormir exige primordial atención para ellos; por ello la postura sobre el piso inmediata a varios objetos, personas, o incluso insectos o animales domésticos a menudo es omitida o no es notable en el discurso.

En la noche duermen sobre el piso ¿Cómo descansa en la noche? “Pues abajo en el patio, nos tapamos con cobijas y tenemos cartones”, es el testimonio de una jornalera purépecha al referir que duerme en el piso del dormitorio.

“Cómo le diría… yo pienso que descansa uno más bien arriba de la cama que en el suelo porque como en el suelo está duro y arriba de una cama descansa uno más a gusto pero pues como le digo, estamos todos bajos de recursos que ni para eso nos alcanza a veces... En Cueneo pues allá sí pues estamos en propio pueblo y en propia casa verdad y allá sí tenemos. Es muy diferente es a lo que yo me refiero que por aquí a veces sufrimos, verdad por una parte y por muchas cosas hasta por humillaciones” (Gonzalo, 44 años de edad, Purépecha).

El descanso en los cuartos sin ventilación, agujerados, o sin techos, es donde el cuerpo desganado se acomodaba “sin malestar”.

Imagen 24. Usual acomodo corporal nocturno sobre el piso. Familias indígenas purépechas procedentes de Comachuén, Michoacán, en distintas moradas. 2012. Fotos Rocío Echeverría.

 
169
<<  Ô  >>
 

































 
 

Imagen 25. Usual acomodo corporal nocturno sobre el piso. Familias indígenas purépechas procedentes de Comachuén, Michoacán, en distintas moradas. 2012. Fotos Rocío Echeverría.

Conclusiones

Las observaciones captadas en distintas fases de la investigación han permitido ampliar la comprensión lugares-corporalidad en la vida cotidiana de los actores. Hay que recordar que cada espacialidad (moradas donde viven, traslados, campos de trabajo y espacio público), integra múltiples situaciones y éstas moldean la experiencia de la vida en conjunto. La etnografía documenta que el deterioro de los cuerpos no ocurre solamente en la parcela de trabajo, sino que se extiende a los momentos y lugares de traslado y de reproducción social: descanso, tiempo libre.

En el contexto de los mercados de trabajo rural agrícola que generan óptimas condiciones para entrenar la fuerza de trabajo, el modelo productivo dominante fabrica cuerpos docilitados para que sean capaces de resistir las prolongadas jornadas de trabajo agrícola, aparejados a la subordinación, el desgaste y el agotamiento de estos cuerpos que no obstante, están entrenados para acoplarse a cualquier lugar y circunstancia.

 
170
<<  Ô  >>
 




































 
 

Con el modelado del cuerpo como si fuera una escultura, se forman vigorosos, hábiles y buenos agricultores, se fabrican individuos sumisos (Foucault, 2009), sin embargo, la importancia de comprender la corporalidad contemporánea en sociedades de migrantes agrícolas, se debe a que este proceso está enfatizando parte de un constructo cultural e histórico de los jornaleros en los entornos de trabajo precario, donde los lugares y espacios someten la voluntad de los sujetos de manera inevitable, lo que no precisamente quiere decir que el trabajador se asuma como dócil; es decir, reflexionamos el cómo ser, estar y sentir entre estos migrantes se sobrelleva frente a la única opción de vida que ofrece dicho mercado: faenas brutales, desprotección social, presiones múltiples, hambre permanente, desatención de padecimientos acumulados, sueños reprimidos, anhelos frustrados y una inmensidad de necesidades insatisfechas.

En suma esta etnografía cumple la función de aumentar la visibilidad del deterioro corporal cotidiano que enfrentan los jornaleros agrícolas, y a la que se encuentra vinculada sin empacho la sociedad en su conjunto a través de la cadena de producción y consumo de alimentos, así sea sólo en su papel de consumidores.

Notas

1. La presente investigación deriva del proyecto SEP SEB Conacyt 0162784.
2. A diferencia de las regiones agrícolas tecnificadas, situadas principalmente en el centro occidente y norte de México, cuyo rasgo característico es el riego a gran escala, en las entidades sureñas prevalece la producción agrícola de autoconsumo, sujeta al periodo de secano, que en el hemisferio norte transcurre de mayo a septiembre, tiempo que se aprovecha para el cultivo de la parcela familiar.
3. Cursivas nuestras.
4. En el valle de Yurécuaro, Michoacán, algunos productores de jitomate cultivan una sola hectárea.
5. El jale es un término que emplean muchos trabajadores rurales como sinónimo de trabajo.
6. Para evitar el contacto con otros cuerpos, a menudo las jóvenes se protegen el pecho con mochilas, las caderas con chamarras o ganan un lugar sentadas en la parte superior de las redilas, con los pies apoyados en los huecos superiores, sujetándose de las cuerdas transversales. En esta posición en extremo peligrosa por las curvas, enfrentones, tironeos y por su propio cansancio, soportan recorridos que llegan a alcanzar las dos horas.



 
171
<<  Ô  >>
 



























































 
 

Bibliografía

Acosta Reveles, Irma Lorena. 
2006. “El asalariado agrícola en América Latina. Estado del conocimiento y propuesta de interpretación”. Revista Electrónica Zacatecana sobre Población y Sociedad, Año 6, núm 28, abril-junio 2006. 1-16 pp. México.

Arizpe, Lourdes.
1985. Campesinado y migración. SEP. México.

Caballero Hoyos, José Ramiro y Pineda Lucatero, Alicia Getzabel (Coords.).
2011. Salud de los jornaleros migrantes indígenas cañeros de Cuauhtémoc, Colima. Universidad de Colima. México.

Echeverría González, M. Rocío; Sepúlveda González, Ibis y Miranda Madrid, Adela.
2010. “Transportación de migrantes jornaleros agrícolas a los campos de cultivo: espacio y corporeidad”. En Memorias del VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, América Latina. Brasil.


Echeverría González, M. Rocío
2013. “Espacio de vida y corporalidad en jornaleros indígenas migrantes”. Tesis para obtener el grado de Doctor en Ciencias en Ciencias Agrarias. Departamento de Sociología Rural, UACH, Texcoco, México.

Fernández, Patricia.
2006. Indicadores con perspectiva de género para los pueblos indígenas. CDI, México.

Foucault, Michael.
2009. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. 2° ed. Siglo XXI. Buenos Aires.

Lara, Sara.2006. “Control del espacio y territorialidad en las migraciones rurales. Un ejemplo en el caso de México”, En VII Congreso Latino-Americano de Sociología Rural. Quito, Ecuador.

Miranda Madrid, Adela; Albarrán López Baldomero y Echeverría González, M. Rocío
2012. “La situación de los jornaleros en Yurécuaro”. En: Berumen Sandoval Salvador y López Arévalo, Jorge A. (Coords.) Pobreza y Migración. Enfoques y evidencias a partir de estudios regionales en México. Colección Migración, pp. 163-186. México.

 
172
<<  Ô  >>
 



























 
 

Rojas Rangel, Teresa.
2010. “Las niñas y los niños jornaleros migrantes en México: condiciones de vida y trabajo”. Sociedad Latinoamericana. UNAM, Vol. 2, Núm. 2, Octubre del 2010, México.
2011. “La exclusión social y el racismo en contextos multiculturales de los jornaleros indígenas agrícolas migrantes”. Anuario educativo mexicano: visión retrospectiva. UPN-UAM Miguel Ángel Porrúa. México.      

SEDESOL-PRONJAG.
2003. Diagnóstico de la situación de los Jornaleros Agrícolas en 17 Estados del país. Documento de trabajo.

Seefoó, José Luis.
2005. La calidad es nuestra, la intoxicación… ¡de usted! Atribución de la responsabilidad en las intoxicaciones por plaguicidas agrícolas, Zamora, Michoacán, 1997-2000. El Colegio de Michoacán, Zamora. México.

Sepúlveda González, Ibis; Romo Portillo, Blanca Estela; Barranco González, Sergio y González Lira, Martha Esther.
2012. Trabajo mexicano en la agricultura canadiense. Castellanos Editores. México.

 

 
173
<<  Ô