Etnografías Visuales

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El performance de los cuerpos y las acciones: La hija y el padre. El activismo político de Shaira Rivera Gallo.
 Lorena Parra Velásquez

Primeras reflexiones.

El presente artículo, es un intento de recoger algunas partes que considero sustanciales de la Monografía de Grado desarrollada en el año 2011, la cual se llevó a cabo para optar al título profesional de Antropóloga en la Universidad de los Andes (Bogotá-Colombia). Debido al estimulante clima de la investigación,  al ejercicio de contar, empujar la creatividad e intentar plasmar en palabras lo emocional y los pensamientos, se logró desarrollar una actividad de inmersión en un contexto de diferentes redes sociales. Pero es por medio y a través del cuerpo –tema que me apasiona profundamente- que logro acercarme y enfocarme en la complejidad del universo de Shaira Rivera Gallo, Guillermo Rivera e incluso la propia desde una posición que incluye el ser mujer, académica y antropóloga.

Cabe aclarar aquí que a lo largo del texto me referiré, constantemente, al término detenido-desaparecido para resaltar  un estado y una condición política, y para referirme a un selecto grupo que ha sido detenido y desaparecido ilegalmente, y probablemente, torturado y asesinado (violaciones repetitivas al Derecho Internacional Humanitario). Esta referencia al ‘detenido-desaparecido’ y no solamente al ‘desaparecido’ me permite presentarle al lector una ‘especial’ condición de existencia y no existencia, y a un grupo de ‘desaparecidos’ que representan a las víctimas de un mecanismo sistemático de control estatal (y que cabe subrayar, abarca como primera violación a los derechos humanos una detención arbitraria e ilegal y que se ve agravada por la tortura, asesinato y desaparición).


Asimismo, hago esta diferencia para separar al detenido-desaparecido de aquellos desaparecidos que desaparecen por razones no propiamente políticas, es decir, aquel grupo que cubre una amplia gama de explicaciones: desde aquellos que han decidido desaparecer de forma voluntaria a aquellos que han sido desaparecidos por razones personales o pasionales, o por distintas razones no políticas. Por ello, al hablar de la figura del detenido-desaparecido me referiré, exclusivamente, a aquella figura que ha sido víctima de una estrategia estatal como es el de la desaparición forzada por razones políticas.

Es así que, inevitablemente, lo aquí retratado contiene partes de universos e ideas individuales/colectivas de aquellos que a través de largas y cortas charlas permitieron darle un giro y lineamiento a este trabajo.

Debido a ello, el lector encontrará el presente texto hilado por cuatro partes sustanciales que se complementan: la primera parte presenta una pequeña síntesis sobre la detención-desaparición en el contexto colombiano, mientras que la segunda parte incluye una breve introducción al performance, enfocándose en las investigaciones de Diana Taylor. La tercera parte, mezcla fragmentos y extractos del Diario de Campo que abarcan diferentes meses de trabajo investigativo en el año 2011, y diversas experiencias que permiten al lector aproximarse fugazmente a los micro-universos de Shaira Rivera y de Guillermo Rivera.

 
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La cuarta parte, presenta el análisis propio sobre el uso del espacio público por parte de Shaira Rivera como miembro de un movimiento político, un colectivo de arte y los performances que realizan estos   actores  en   diferentes   conmemoraciones    a víctimas de violencia política en el país. Como cierre, un pequeño epílogo cumple su rol de reflexión personal.

Contexto Colombiano: los supuestos detenidos-desaparecidos. 

Pensar en ‘Nuestros desaparecidos’.
Frase extraída del Diario de campo, 2011.

Cuando hablas de desaparición forzada en Colombia, los colombianos piensan en los años setenta, en la Argentina, y puede que a veces, si la han visto, en la tan conocida cinta cinematográfica La noche de los lápices1. Incluso podrían  llegar a pensar en dictaduras, pero dictaduras del pasado, hechos ajenos al país y que se encuentran catalogados en el sentido común como sucesos extranjeros. Incluso yo, en algún momento de mi vida, al borde de la adolescencia y con una educación escolar promedio, llegué a pensar en los desaparecidos únicamente al enfrentarme al contenido que me presentaba la película La noche de los lápices.

Figura 1. Catedral Metropolitana en Argentina. 1983. Un grupo de artistas pega siluetas a tamaño natural en las paredes de la Catedral Metropolitana. Fotografía por Guillermo Loiacono.

 
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Figura 2. Madres de desaparecidos en Colombia. Fotografía Gervasio Sánchez.

En ese momento, sólo los concebía como actores que personificaban a personas que habían sido víctimas de hechos aterradores, hechos pertenecientes a un pasado y a un país lejano que yo no conocía –que estarían seguramente vivos y disfrutando de su existencia, en el mismo momento en que yo pensaba en sus rostros-, y que en su conjunto, nunca podrían tocarme.

Por ello, ante mi propia experiencia y a un pasado de ignorancia, llegué a la conclusión de que la mayoría de los colombianos no relacionan a los desaparecidos con situaciones reales, actuales y presentes en el país, porque simplemente nunca se había hablado de ellos. Ni en el colegio, ni en los libros, ni en los espacios sociales. Nunca se había hablado de nuestros desaparecidos, ni se tenía una memoria que les salvaguardara del olvido social.

Cifras.

Comprendí entonces que para la gente un desaparecido no existe, no tiene sentido mencionarle, ya que simplemente es imposible. Y, sin embargo, es una realidad muy presente. En efecto, en el caso colombiano, la ONU ha reconocido al menos 57.200 desaparecidos en las tres últimas décadas, mientras que la Comisión de Búsqueda cifró en 62.000 el acumulativo de desaparecidos (El Tiempo, 23 de Mayo del 2011; CBPD, 2010). Éstas son cifras alarmantes que rebasan por mucho los datos arrojados por las investigaciones realizadas sobre las dictaduras de otros países del cono sur.

 
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Y de hecho, son también un acumulativo de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos, cometidos por diferentes actores y obedeciendo a diferentes intereses -miembros de la fuerza pública, del Estado, paramilitares y otros-, y que se convierten –no todos- en detenciones, desapariciones y asesinatos que quedan en completa impunidad.

En Colombia, la larga lista de desapariciones implica a todos los gobiernos democráticos colombianos desde Alfonso López Michelsen hasta Álvaro Uribe, pero es durante la década de los setenta cuando se presentaron en Colombia los primeros casos de práctica sistemática de desaparición forzada. El primer caso registrado de desaparición forzosa en Colombia data de 1977, fecha en que se desaparece a la bacterióloga y militante de la izquierda Omaira Montoya Henao. Posteriormente durante los años setenta y ochenta predominarían las desapariciones individuales de carácter urbano que se transformarían, por causa del paramilitarismo2, en desapariciones colectivas y rurales y que incluirían diferentes violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DHI): masacres, desapariciones, violencia sexual, tortura, etc.

Figura 3. Centro de detención El Olimpo. Buenos Aires, Argentina. Febrero 2008. Fotografía Gervasio Sánchez.

 
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En los años siguientes, ocurre uno de los casos emblemáticos de desaparición forzada sistemática y colectiva en el país, la desaparición de 12 estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia que fueron desaparecidos por presuntos miembros del F-2 (organismo de seguridad de la Policía Nacional) (CBPD, 2010; ASFADDES, 2003); con el propósito de buscar a los estudiantes desaparecidos fue creada la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (ASFADDES), la cual abogaría por el reconocimiento de la práctica sistemática de las desapariciones forzadas como estrategia para perseguir a la oposición política, implementado por el Estado como un mecanismo sistemático de aniquilación y como una práctica en contra de la población, de movimientos sociales, estudiantes, obreros y grupos subversivos3 que hacían parte de las luchas sociales del país.

Sin embargo, en la época de los ochenta (1985) y ante las denuncias de movimientos como ASFADDESS y denuncias individuales, el gobierno colombiano sostuvo que en el país no ocurrían violaciones masivas a los derechos humanos y que los casos de desaparición forzada eran hechos aislados, producto de actos de violencia en contra del gobierno. La negación por parte del gobierno de la existencia de actos de desaparición forzada, por lo tanto, invisibilizó el fenómeno al interior del país:

“Las denuncias llegaron a instancias internacionales, tanto no-gubernamentales como ante la ONU, al recién creado grupo de trabajo sobre desapariciones-forzadas.

En 1984 por primera vez la ONU registraba en un informe casos sobre Colombia y transmitía 17 denuncias al gobierno...las denuncias fueron abiertamente distorsionadas por diversos representantes del Estado en instancias de la ONU donde asignada la autoría y las motivaciones de las desapariciones a causas de narcotráfico y a grupos subversivos, contrario a la realidad” (ASFADDES, 2003: 33).

Ese mismo año, ocurrirían diferentes eventos que permitirían una momentánea visibilidad nacional/internacional de los conflictos y violaciones de los derechos humanos en el país: la masacre de la UP4, desapariciones forzadas de dirigentes sindicalistas y campesinos, miembros de la oposición política, y el Holocausto del Palacio de Justicia5 que arrojaría varias personas desaparecidas, y  que se verían reflejados, junto a otros eventos de desapariciones, en las estadísticas del segundo quinquenio:

“La cantidad de personas muertas y desaparecidas por razones políticas y presumiblemente políticas (sin contar las victimas de combate entre ejército y guerrilla) en 1985 asciende a 712, se duplica en 1986 y 1987 (1580 y 1560) respectivamente, y vuelve a duplicarse todavía en 1988, 1989 y 1990 (a 3.900, 2.480 y cerca de 3.800, respectivamente). Lo que se produce en este segundo quinquenio es la combinación de guerra sucia y estado de sitio” (Comisión Andina de Juristas citado por ASFADDES, 2003:52).

 
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Figura 4. Adopción de tumba anónima (N.N.) Río Tinto (Colombia). Enero de 2010. Fotografía por Gervasio Sánchez.

En general, tal contexto se presentó de manera continua, ya que incluso en el año 2001 siguieron reportándose abusos graves contra los derechos humanos y el Derecho Humanitario Internacional. Las cifras registraron más de 30.000 personas desaparecidas y más de 4.000 personas que murieron por motivos políticos al margen de los combates, según el informe anual de Amnistía Internacional del 2002 (ASFADDES, 2003). Estos datos aumentaron durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe (2002-2006/2006-2010) con su política de ‘seguridad democrática’, la cual planteó a los colombianos la imagen de una crisis y la necesidad de hacerle frente por medio de la ‘fuerza’, en tal caso, la proporcionada por las fuerzas armadas.

Debido a ello, se propuso un papel más activo por parte de la sociedad colombiana, del Estado, y de los órganos de seguridad frente a los grupos insurgentes e ilegales para dar paso al equilibrio y la restauración del país; sin embargo, en medio de la seguridad democrática varios eventos ocurrieron en el gobierno de Álvaro Uribe: las chuzadas –el espionaje ilegal de jueces, diputados y defensores de derechos humanos-, los ‘falsos positivos’ –jóvenes civiles, indigentes, campesinos, entre otros, detenidos arbitrariamente, asesinados y presentados luego como guerrilleros muertos en combate-, y el censo nacional sobre cadáveres enterrados como NN’s, realizado por la Fiscalía General de la Nación que arrojó una cifra superior a la suma de los desaparecidos en todas las dictaduras de América Latina (El Tiempo, 23 de Mayo del 2011; Haugaard y Nicholls, 2010).

 
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Incluso, el último Informe Sobre Violencia Contra Sindicalista y Trabajadores Sindicalizados 1984-2011 “Reconocer el pasado, construir el futuro” presenta una alarmante cifra de más de 2.800 homicidios de sindicalistas y trabajadores sindicalizados durante este período de tiempo, que registra 216 casos de desaparición forzada, 83 de torturas y 163 de secuestros, siendo Colombia uno de los países más peligrosos para el ejercicio sindical (PNUD, 2011).

A pesar de un contexto marcado por la violencia política, en el escenario social, artístico y político colombiano de los últimos años han surgido nuevos movimientos como formas de contestación, de lucha alternativa y de creación, como H.I.J.O.S. (Hijos e hijas por la memoria y contra la impunidad), recientemente separado en dos nuevos movimientos: Hijos e Hijas por la memoria y contra la impunidad, e Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio. Originalmente el movimiento surgió en el año 2006, como un nuevo espacio que junto a otras organizaciones sociales y políticas impulsó la creación de procesos que promovían la dignificación de la memoria colectiva, la lucha contra la impunidad y la generación de espacios de discusión para ‘visibilizar’ a las víctimas del conflicto armado colombiano y las responsabilidades del Estado en estos hechos (Hijos Colombia, Página web).

Figura 5. Almacén de restos humanos y guardados en Medicina Legal. Medellín (Colombia). Fotografía por Gervasio Sánchez.

 
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Así mismo, organizaciones como ASFADDES (Asociación de Familiares de Detenidos - Desaparecidos), el MOVICE (Movimiento de víctimas de Crímenes de Estado), o las Madres de Soacha, (grupo de mujeres colombianas cuyos hijos fueron ejecutados extrajudicialmente por las fuerzas de seguridad de la policía), comparten su trayectoria de la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación integral, puntos que enfatizan la memoria, la justicia estatal, y la necesidad de  medidas legislativas de ‘no repetición’ (MOVICE, Página web; ASFADDES, Página web).

Ellos: Shaira y Guillermo.

Órganos. Diario de Campo. Abril 2011.

Pulmones. Hoy he quedado fría, en medio de una charla sobre padres sindicalistas, muertes y horóscopos ha salido una pregunta al aire: ‘Si pudieran escoger un órgano de su padre ¿cuál sería?’ Shaira responde que un pulmón, y le pregunto por qué ese órgano. Ella contesta: “Porque fumo mucho. Mi padre era una gran deportista…” ¿Qué órgano me gustaría de mis padres? La verdad ninguno…no me gustaría ninguno…Suena el timbre, son más miembros de Escuela que vienen a la reunión.

Su edad ronda por los 25-26 años, aunque aparenta ser mucho más joven.

Está a punto de graduarse de la Universidad del Externado de Colombia como trabajadora social, mientras ejerce su papel como coordinadora de la Escuela de Hijos de Bogotá, y participa activamente en varios proyectos. Hija de un detenido/desaparecido y sindicalista: Guillermo Rivera6, cincuenta y dos años, casado por segunda vez y padre de dos hijas. Detenido y desaparecido el 22 de abril del 2008 y encontrado posteriormente asesinado.

Como hija de un sindicalista ejecutado extrajudicialmente, Shaira ha tenido que responder a la misma cuestión o bueno contar lo mismo varias veces a diferentes personas: narrar lo sucedido con su padre hace unos años atrás. En mi caso, ella me colabora y responde todas mis preguntas. Algunas necesarias, otras que envolvían curiosidad y unas más que implicaron volver  a contar los acontecimientos que rondaron la detención-desaparición y asesinato de su padre. Sin embargo, muchas de mis preguntas recibieron respuestas de una Shaira muy tranquila ¿Será la costumbre de tener que contar siempre lo mismo?

Sucesos.

Durante los diferentes espacios que compartí con Shaira, pude conocer la historia de la detención y desaparición de su padre. A continuación presento la narración de estos eventos extraídos de diferentes fragmentos (combinación de emociones, datos y noticias) y anotaciones de mi Diario de Campo:

 
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Shaira me narró cómo a su padre lo detuvieron y desaparecieron el 22 de abril del año 2008, en el Barrio Tunal, muy cerca de su hogar, en el instante en que volvía de dejar a su hija pequeña en la ruta del colegio y se proponía continuar con sus ejercicios matutinos. La hora: seis y media de la mañana. Posteriormente, ante ninguna señal de su padre, Shaira y los familiares de Guillermo recurrieron al Mecanismo de Búsqueda Urgente7, institución que evidenció una actitud negligente ante el caso de Rivera. No obstante, fueron al final los esfuerzos de Shaira y su familia, los que permitieron obtener información sobre la detención-desaparición  de Guillermo.

De hecho, dicha información fue consecuencia del empapelamiento8 del barrio El Tunal con carteles del rostro de Guillermo Rivera –acción que se realizó 15 días después de su desaparición-, y que permitió la aparición de una testigo clave que había observado como subían a la fuerza a Guillermo a una patrulla de la Policía Nacional. Curiosamente, el  testimonio de esta persona apareció en una noticia del periódico El espectador, arrojando pistas claves acerca de lo sucedido:

“La testigo señaló en un mapa el lugar exacto donde fue interceptado Guillermo Rivera. La familia del sindicalista acudió a las cámaras de seguridad de los edificios cercanos, pero sólo quedó registrado que a las 6:30:20 de la mañana pasó la primera patrulla, a las 6:31:50 pasó Rivera, y detrás de él una nueva patrulla” (El espectador, 15 de mayo del 2008).

Sin embargo, la testigo se negó a testificar en el proceso legal por miedo a las consecuencias.

Durante la narración de Shaira, ella hace hincapié en cómo el saber que a su padre lo desapareció la Policía Nacional, acabó con sus esperanzas de encontrarle vivo.  Según ella,  la idea de que los captores fueran miembros de la Policía Nacional se vio reforzada a través de la información visual y palpable suministrada por las cámaras de seguridad de unos apartamentos del sector que captaron los momentos después de la captura de su padre.

Con el tiempo, casi tres meses después, aparece el cuerpo9 de Guillermo Rivera en el Cementerio San Bonifacio de Ibagué, departamento del Tolima. No obstante, el cuerpo había sido encontrado el martes 15 de julio en la ciudad de Ibagué, a cinco horas de Bogotá. La noticia del hallazgo del cuerpo llega a Shaira por medio de la esposa del hermano de su padre, quienes se enteraron a través de una noticia de la televisión que apareció de manera sorpresiva: “La noticia sobre el hallazgo de mi padre sale primero en los medios de comunicación….ninguno de nosotros, de los miembros de la familia sabíamos, no nos avisaron. Más adelante, la Fiscal llama a confirmar la noticia”.

Posteriormente, las autoridades judiciales de Ibagué indicaron a la familia las circunstancias y estado del cadáver.

 
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Este había sido encontrado por un campesino el 24 de abril en el Botadero el Totumo, semi-desnudo, sin documentos de identidad y con signos de tortura -signos de ahorcamiento, golpes en la cara y contusiones en diferentes partes del cuerpo. Moretones, raspones y heridas que indicaban que lo amarraron y arrastraron hasta el basurero a escasos metros del cañón de un río-. Al no ser identificado fue sepultado como “NN” en el cementerio San Bonifacio de Ibagué.

En este punto, Shaira indica la extrañeza en que las autoridades investigativas del Tolima no hayan identificado el cadáver el mismo día que lo encontraron si, supuestamente, se encontraba activada la comisión de búsqueda en todo el país -la Fiscalía General de la República posee un registro diario de los cadáveres que encuentran como “NN”-.

Pero la magnitud de la información suministrada por las autoridades, hizo pensar a Shaira y a su familia, que el destino del cuerpo de Guillermo era ser arrojado a un río que quedaba en la cercanía. Sin embargo, el cuerpo de Guillermo Rivera quedó enredado entre escombros que permitieron su hallazgo por parte de un campesino de la zona, y la posterior información de su existencia a los policías de la región. Aun así, se cometieron diversas interrupciones en el apropiado levantamiento del cadáver, ya que la policía realizó el levantamiento, tarea que correspondía exclusivamente a Medicina Legal.

Debido a ello,  la institución realiza un análisis superficial de la muerte de Guillermo Rivera, indicando que habría muerto posiblemente el 23 de abril en horas de la noche o el 24 de abril en la mañana –no se pudo corroborar la hora de la muerte porque no se logró realizar la apropiada recolección de insectos-. A causa de un análisis poco riguroso, se llevaron a cabo nuevos análisis por parte de la organización forense Equitas10, Equipo Colombiano Interdisciplinario de Trabajo Forense y Asistencia Psicosocial, que arrojó datos más detallados y le indicó a Shaira que su padre habría muerto de una u otra manera por un derrame interno -ocasionado por los golpes recibidos-. Después de las investigaciones, los restos de Guillermo fueron sepultados en Bogotá, el 17 de julio de 2008.

A partir de ese punto, Shaira comienza a interesarse y re-descubrir la vida política de su padre, de la que se encontraba distanciada como ella misma cuenta:

“A raíz de su asesinato comienzo a preguntarme más por su vida política…Me encontraba distanciada de él y de su  ejercicio político. Siempre le hacía reclamos, pero comencé a re-formular esos reclamos… Darme cuenta de que lo que él hacía a través de todos los agradecimientos de la gente en el velorio. Se acercaban y me decían: su papá nos ayudó mucho… siempre estaba interesado en ayudar”.

 
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Sin duda alguna, Shaira inició otro camino a partir de los acontecimientos que rodearon la desaparición de su padre, asumiendo nuevas experiencias e ideas en torno al activismo y el ejercicio político. En efecto, esta dirección se encuentra profundamente marcada por su unión al movimiento H.I.J.O.S., su ejercicio político y los nuevos elementos que conforman sus redes sociales.

Lo que evoca el performance: una introducción.

¿Cómo justificar mi trabajo? Si se ha hablado tanto de detenidos-desaparecidos en Argentina, el país emblema de los mismos ¿Por qué no hablar en Colombia de nuestros detenidos-desaparecidos? ¿Por qué no hablar de ello desde otra mirada? ¿Y por qué no hablarlo desde sus más allegados, los que los recuerdan y los presentan ante una sociedad amnésica? En el caso de Guillermo Rivera y su hija Shaira Rivera, y el movimiento H.I.J.O.S en Colombia, estos se han convertido en elementos que participan en la arena política a través de diferentes estrategias y acciones políticas. Muchas de estas estrategias y acciones incluyen producciones escritas, documentales, repertorios memoriales-artísticos o archivos dedicados a la preservación de la memoria como un legado colectivo, y no únicamente individual.

Dado este ambiente de despliegue de creatividad y sentido crítico, se han conformado conjuntos y puestas en escena que invocan la opinión del público; actos corporales que transmiten memoria comunal; historias y valores que  incitan a los sentidos a dudar; y reflexiones sobre la impunidad, el olvido y la falta de memoria.

Figura 6. 1998. Protesta en Argentina de H.I.J.O.S. y otros movimientos utilizando carteles “viales” del grupo GAC (Grupo de Arte Callejero en la Argentina). Foto del GAC.

 
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Y, sin embargo, en el contexto colombiano son pocos los estudios que abordan la figura del detenido-desaparecido y la de los familiares desde un enfoque diferente al psicológico y jurídico. Puntualmente, desde un enfoque performático o corporal, el cual nos permite: hacer, ver y acercarnos al cuerpo como un producto de sistemas discursivos y performativos, pero también como una arena de conflicto, de re-presentación y de re-finamiento. Por lo tanto, en el siguiente segmento se hace necesario presentar al performance desde trabajos puntuales y claves que nos permiten un acercamiento a la comprensión, al ‘ver’, ‘escuchar’ y ‘sentir’.

¿Performance?

La palabra performance evoca un amplio rango de temas, desde la teatralidad, los comportamientos culturales convencionales o las acciones comunes de la vida de un individuo y una sociedad – representación de roles sociales, prácticas medicinales/curativas, escénicas, alimenticias e incluso, aquí se incluyen los medios de comunicación en el mundo occidental -, hasta la congregación en un espacio físico de una comunidad humana para ‘desarrollar puestas en escena’ o las llamadas acciones con sentido, que buscan producir un efecto en el individuo y en la sociedad, por ejemplo, la música o los ritos religiosos de diferentes comunidades (Taylor, 2003; Schechner, 2002).

Tales perspectivas o enfoques se basan en las nociones básicas de performance planteadas por el estadounidense Richard Schechner, el cual propone que tal concepto recoge “todas las  acciones humanas […]La noción fundamental es que cualquier acción que esté enmarcada, presentada, resaltada o expuesta es performativa”11 (Schechner, 2002:2).

De lo anterior se entiende que el performance existe como acciones, interacciones y relaciones sociales que transmiten conocimientos, ideas, historias, narrativas o valores.

Es así como en la presente investigación se entiende a la performance como acciones que incluyen objetos, lugares y relaciones sociales, que se articulan a través de acciones, recuerdos, ideas, micro-universos, movimientos y puestas en escena públicas y privadas. En tales escenarios de ‘puestas en escena’, de escenificar o de exponer, el cuerpo se convierte en experiencia de vida, en generador de ‘nuevos contextos’ que escenifican las prácticas políticas, sociales y culturales de la vida cotidiana, y en un cuerpo ‘infestado’ de símbolos que desaparecen y aparecen constantemente en el espacio-tiempo dependiendo de su uso (Das, 2008; Duch y Mélich, 2005).


 
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Figura 7. Escrache realizado por GAC en colaboración con H.I.J.O.S. Argentina y otros movimientos en el 2003. “Aquí vive un Genocida” Foto del GAC.

Por ello, en este escenario del performance es necesario situar a Diana Taylor, investigadora que ha incursionado en los estudios de performance y en las diferentes acciones conmemorativas de los movimientos en Argentina, como lo son: las protestas performáticas de las Madres y las Abuelas, los performances ‘callejeros’ de los H.I.J.O.S en Argentina, la realización de eventos audiovisuales privados-públicos, la intervención de símbolos públicos y los conocidos ‘escraches’12.

Las investigaciones de Taylor, permiten una comprensión más refinada del cuerpo y de la construcción teórica alrededor del performance, además de contribuir con dos conceptos esenciales: los conceptos de archivo y repertorio que constituyen el performance político y de protesta. Estos ilustran, principalmente, el caso de los movimientos sociales de familiares de detenidos-desaparecidos en Argentina, en donde Taylor ha planteado al Repertorio y al Archivo como constituyentes de lo que ella ha denominado el ADN del performance –DNA of Performance-. En este contexto, tanto el archivo como el repertorio se convierten en formas de activismo que ligan lo biológico y lo político como pruebas de identidad, y que permiten una conexión genética, filial y política (Taylor 2003).

En resumen, el ADN del performance de Diana Taylor se encuentra conformado tanto por lo genético como por lo performático.

 
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Es decir, en una primera instancia se encuentra el Archivo: constituido por objetos, fotografías, imágenes, ‘restos’, elementos archivísticos o materiales que dan cuenta de una conexión o vínculo filial/científico, y que se convierten en objetos de análisis que atesoran la representación de un acto vivo o que constituyen una memoria de archivo. Pero sobrepasando al archivo, se encuentra el Repertorio: la memoria corporal o la memoria viva que no puede ser reproducida ni contenida en el Archivo. Dentro del repertorio se incluye el performance de protesta, elementos que cubren ideas, frases, danzas, gestos, narraciones orales, canciones, o cualquier tipo de acción y puesta en escena que requiera de un espectador que sea co-productor y reproductor del conocimiento transferido por la memoria corporal. Por lo tanto, estos sistemas de transmisión de conocimiento conviven como un todo y son inseparables, ya que continuamente se re-construyen y se re-inventan en los escenarios culturales, de acuerdo al contexto y a las necesidades políticas de los movimientos. De hecho, la presencia de estos sistemas de transmisión de conocimiento permite que el performance de protesta -utilizado por los movimientos políticos de familiares de detenidos-desaparecidos- se convierta en una herramienta y conducto de la memoria traumática. Asimismo, su presencia permite la perturbación de la cotidianidad local, la normalidad de la sociedad y del día a día de los individuos, convirtiéndose en una forma de ‘quebrantar’ momentáneamente al otro –y convirtiéndose, momentáneamente, en su principal ventaja- (Taylor 2003).

Figura 8. Homenaje a los desaparecidos en San Telmo. Argentina, 23 de marzo de 2003. Actividad organiada por el GAC, agrupaciones y organismos de derechos humanos. Recorridos por las casas que habitaron los desaparecidos. Foto del GAC.

 
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Figura 9. Escrache 2003. Ex centro clandestino de detención, Inteligencia Fuerza Aérea. San Martín 784. Foto del GAC.

Shaira y su performace político: acción como dignidad.

Shaira es un universo completo de recuerdos, frases, historias, emociones e ideas. Un individuo que re-construye a su padre constantemente en el presente a través de sus recuerdos y de sus rastros en el mundo social de sus familiares, pero que también se ha re-construido y re-formulado a partir de lo sucedido. De hecho, es un individuo que se exhibe, que re-nombra y que construye un rol como activista y militante. Como individuo, actúa en la arena política, participa en foros, talleres, e idea constantemente proyectos, propuestas y cambios sociales/políticos.

Algunas veces, sin embargo, estos cambios han tenido en parte conexión con el arte. Su performance político incluye no solo discursos y movimientos a través de diferentes escenarios políticos y sociales, sino una constante conexión entre arte y política. Tal conexión se ve reflejada en la colaboración de colectivos de arte independientes como Dexpierte, los cuales llevan a cabo intervenciones en los espacios públicos –parques, calles, edificios, etc.- por medio de la pintura, la música, murales y diferentes estrategias artísticas callejeras de denuncia, enmarcadas en diferentes eventos de conmemoración y de Memoria. La elaboración de este tipo de eventos rompe con las formas tradicionales de hacer política y de denunciar, ya que se apela a la creatividad, a la música, y a lo festivo como señalamiento de injusticias.

 
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En el caso de Dexpierte, este ha colaborado con H.I.J.O.S. en diferentes actividades de denuncia social, demanda de justicia y conmemoraciones, siendo estas últimas prácticas y nuevas formas de resistencia en el ámbito de la ciudad frente a los poderes estatales y a la sociedad (GAC, 2009). En esas actividades el colectivo elabora  murales13 que involucran las imágenes de los rostros de las víctimas de la violencia en el país, los cuales han sido asesinados por su activismo político.

En este punto, es interesante destacar la representación en estos murales del rostro de las víctimas, ya que estos funcionan como marcadores que permiten hacer visible lo no-visto, lo oculto. Aquí –el espacio privado/público, el mural, la vida cotidiana-, los invisibles se convierten momentáneamente en individuos visibles para el mundo social y para el espectador que lo presencia. Sin lugar a dudas, lo que se busca en estos ejercicios políticos/artísticos es sacar el arte a la calle, colocarlo al alcance de cualquiera e  introducirse en el espacio público a través de la transgresión de los recorridos de la vida cotidiana.

Lo anterior se refuerza con la opinión que tienen algunos miembros del colectivo de arte, el movimiento Hijos y Shaira sobre el espacio público como una zona de intervención y no de prohibición: “El espacio público es importante, porque el peatón al ver la acción pregunta, duda, se cuestiona. El color, la imagen, y el mensaje interpelan a la gente. Impactan” (Robayo 2010).

Figura 10. Escrache realizado por H.I.J.O.S. Argentina, el GAC y otros movimientos al centro clandestino de detención en Argentina conocido como El Campito, Argentina: “Operaba desde el año 1975 y los siguió haciendo al menos hasta 1978. En este campo de exterminio fueron secuestrados, torturados y asesinados miles de personas que se suman a la lista de los 30.000 desaparecidos. Foto del GAC.

 
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Esta conciencia de la calle como arena política se ve reflejada en conmemoraciones como la del año 2010, que incluyeron intervenciones corporizadas en el espacio en donde Guillermo Rivera fue detenido-desaparecido. Algunos de los videos pertenecen a la conmemoración del año 2010, en donde se nos permite observar a una Shaira empapelando las calles y las fachadas de los edificios del Barrio del Tunal con carteles que dicen:

“2 años de impunidad. Abril 22 de 2010. La policía nunca ha querido colaborar entregando la información que le ha solicitado la FISCALIA y la PROCURADURÍA.

Hay completa impunidad en la desaparición y muerte de Guillermo Rivera Fúquene. Corporación Reiniciar”14.

Con batucada, con redoblantes, pitos y tambores junto a parientes, miembros de H.I.J.O.S. y cercanos gritan: “Vecino despierta! Aquí está Guillermo Rivera!” “Sí señor, como no, la Policía lo asesinó. Sí Señor, como no, de esta esquina lo desapareció. Sí Señor, como no, y el gobierno no respondió”. En los mismos muros donde hace dos años la familia había colocado la foto de Guillermo Rivera en la angustiante búsqueda por su desaparición, en el 2010 se colocaron carteles señalando la impunidad de un crimen de Lesa Humanidad.


En comparación, la conmemoración del año 2011 se llevó a cabo en Semana Santa, específicamente un domingo de poca gente en las calles, en donde el mural y el rostro de Guillermo aparecieron entre música, risas de niños y un partido de fútbol mixto.

Desde mi perspectiva, es a través de estos eventos que se crean nuevas formas de acción y de práctica política, los cuales se encuentran conectados con el arte para invadir el espacio público, uno de los más inmediatos de la sociedad. Inevitablemente, en este tipo de ambiente,  la calle se ocupa y se re-significa, se transforma, se des-construye y se re-utiliza. Pero también se ocupa y se interviene para entablar comunicación, re-construir historias y afianzarlas en el diálogo cotidiano con la ciudad y la gente del común. Es un espacio donde se moviliza, se cuestiona, se relaciona, y se re-configuran cuerpos, identidades e imágenes desde lo corporizado, lo simbólico y lo visual.

El mural de Guillermo Rivera Fúquene.

En el caso específico de los murales, el rostro de Guillermo Rivera funciona como marcador de individualidad ante el mundo social y estatal, en donde se destaca su existencia como individuo dentro de una multitud, su historia de vida, y su lucha social/política. A mi modo de ver, en este proceso de la elección de la fotografía/rostro y su puesta en escena/circulación en la calle y en la elaboración de los murales, se hacen constantemente elecciones -conscientemente- transformadoras.

 
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Figura 11. Homenaje Día Internacional del Detenido/da Desaparecido/da, Bogotá, Colombia, Agosto 2011. Dexpierte. H.I.J.O.S. Fotografía por Lorena Parra.

Figura 12. Homenaje Día Internacional del Detenido/da Desaparecido/da, Bogotá, Colombia, Agosto 2011. Rostro de Jaime Gómez. Fotografía por Lorena Parra.

 
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Lo anterior, se refleja claramente en el evento de conmemoración del 2011, especialmente en el cierre: la firma de Shaira y la de su hermana menor junto al rostro de su padre, especie de mensaje o epitafio. Aquí el rostro de Guillermo Rivera funciona como imagen-movimiento e imagen-acción, que circula y se re-interpreta, y que se encuentra impregnada por universos personales. Tales imágenes-acción se expanden en un sentido de conexión a nivel colectivo, compartiendo historias y luchas, en una conexión semejante a la que se da cuando se comparten identidades y comportamientos culturales, políticos, socioeconómicos, y hasta ‘genéticos’ (Taylor 2003).

De esta manera, estas imágenes-acción no solo representan la pérdida, sino que se convierten en formas de contar y transmitir las historias en la arena política y social, a un nivel sensorial, visual –la calle e internet-, y emocional: no solo “se convierten en historias visuales, sino crucialmente, en historias orales, ligados al sonido, a los gestos y a los vínculos sociales (Edwards, 2005:29). Ello está profundamente conectado con el planteamiento de Taylor sobre archivo-repertorio, la fotografía del rostro del padre de Shaira es un archivo que se activa en diferentes escenarios para la denuncia y la re-construcción de memoria a través de las acciones/pensamientos/sensaciones de Shaira y del colectivo. Así mismo, Shaira y su familia activan el rostro de su padre y lo convierten en archivo vivo que se relaciona con todas las acciones de los diferentes eventos -la música, las actividades cotidianas, jugar futbol, tomar la fotografía de la fotografía- y que permiten su expansión colectiva.

Figura 13. Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Participación de su familia, Hij@s Colombia, Plaxy y Guache. Barrio el Tunal, Bogotá, Colombia. Fotografía por H.I.J.O.S.

 
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Figura 14. Dexpierte, amigos, familia pintando el rostro de Guillermo Rivera. Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Participación de su familia, Hij@s Colombia, Plaxy y Guache. Barrio el Tunal, Bogotá, Colombia. Fotografía por Shaira Rivera.

En estas diferentes puestas en escena que hacen parte de los eventos de conmemoración, es  indispensable la presencia de un espectador y co-participante: “está claro que en esta mediación se pierde el impacto de una acción colectiva que incide en una situación concreta y transforma a participantes y ocasionales espectadores…es una práctica que implica un aquí y ahora irrepetible y –en cierta medida– irrepresentable” (GAC, 2009: 15). Sin la posibilidad de un espectador/público, aunque perdure la intervención física en la calle, la práctica de la conmemoración, del performance de la familia y del colectivo se pierde, ya que su esencia reside en ser única, irrepetible y emocional en el momento de llevarse a cabo frente a un público que conecte o sienta.

Es la dimensión performática del hacer y del hacer colectivo la que se hace presente en este tipo de conmemoraciones y acciones corporales, al igual que en conversatorios, marchas, protestas y otro tipo de eventos. En pocas palabras, es un ‘poner el cuerpo en la calle’15, en donde se corporiza la denuncia a través de una ‘circulación’ que activa las imágenes, elementos o herramientas de la lucha: por ejemplo, el rostro como señal del universo de relaciones sociales y de memorias familiares/comunales/políticas. Se le da visibilidad a experiencias alternativas independientes, a voces alternativas y victimizadas, de contrapoder o como me gusta denominarlo, contra-performance en el sentido en que se valen de comportamientos/acciones y repertorios que irrumpen en lo ‘común’ o lo normal de la vida cotidiana.

 
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El fin es ocupar el espacio: estar para transformar e irrumpir por un instante, para desestabilizar lugares y discursos ‘seguros’,  quebrar lo ‘normal’ (GAC, 2009).

Asimismo, los participantes de estos eventos recurren a la cotidianidad de las/os vecinas/os a través de la reflexión y de los cuerpos. Sus acciones e intervenciones en el espacio público se producen como actos que transmiten las huellas del pasado reciente y donde éstas continúan en relación con la construcción del presente. En efecto, se concurre en creación, en nuevos espacios que son híbridos de lo público y lo privado, donde lo artístico y lo político se fusionan. Los eventos, los murales y las acciones artísticas audiovisuales subvierten la normalidad momentáneamente y se convierten en una nueva forma de lucha contra la impunidad. Se originan nuevas formas y mecanismos de denuncia y de empoderamiento. Incluso, se puede hablar de que la protesta festiva, política y oral se convierte en un contra-performance, un empoderamiento social/político momentáneo de los individuos a través del cuerpo, de la imagen, de lo visual y de la palabra. En esas circunstancias, la existencia del contra-performance como actos creativos y visuales, permite anteponer concepciones que van contra de puestas en escenas ‘oficiales’ e ‘institucionales’, apostándole a una nueva dirección y colaborando con los intereses de la denuncia social – como es el caso de las detenciones/desapariciones-.

Figura 15. Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Participación de su familia, Hij@s Colombia, Plaxy y Guache. Barrio el Tunal, Bogotá, Colombia. Fotografía por Shaira Rivera.

 
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Figura 16. Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Participación de su familia, Hij@s Colombia, Plaxy y Guache. Barrio el Tunal, Bogotá, Colombia. Fotografía por Shaira Rivera.

Figura 17. Shaira, hermana y alguno de los asistentes interviniendo el mural/rostro de Guillermo. Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Fotografía Lorena Parra.

 
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Figura 18. “Impunidad”. Proceso de elaboración del mural de Guillermo por parte de uno de los miembros de Dexpierte, Homenaje a Guillermo Rivera Fúquene a 3 años de su desaparición y posterior asesinato a manos de la Fuerza Pública en el 2011. Fotografía Lorena Parra.

Conclusión.  Nuestros Desaparecidos.
Epílogo. Reflexión sobre uno mismo.

Transformación.  Diario de Campo.  Agosto/2011.

La idea de pensar en Colombia y sus muertos siempre me ha asqueado. La idea de la muerte de un humano producida por otro ser humano siempre me ha enfermado. Me cuesta respirar porque desde pequeño te han educado para no mirar al muerto… El muerto. Los muertos no existen en nuestra vida, se convierten en putrefacción y en un suspiro. Esa sensación nunca se ha borrado, ¿cómo podría?

Indudablemente, todos los seres humanos tenemos diferentes máscaras. Multi-narrativas de lo que hemos vivido, de lo que odiamos y amamos. De lo que nos repugna y de lo que nos causa profunda admiración. No somos estáticos, al contrario, somos seres que nos transformamos constantemente. Escuchar a Shaira, a las chicas y chicos de la Escuela H.I.J.O.S., ser co-participante en eventos y marchas, me permitieron explorar otro campo y aprender de otras personas. Aprender de sus ideas, de sus pensamientos, palabras, risas y odios. Compartí con estas personas charlas excelentes y agradables, me vi reflejada en algunas, me vi auto-cuestionada y al igual que la mayoría de ellas, deseo mantenerme en un camino de movimiento, acción y activismo. La razón: dignidad y porque de alguna manera, ya no me concibo en otro camino diferente y he aprendido que  ‘escuchar’, realmente escuchar, permite expandir nuestro sentido de conexión.

 
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Y en tales contextos de lucha, de movimientos y de arenas políticas, el performance de protesta debe ser visto como un mecanismo que expande nuestro sentido de conexión y que se introduce en el cuerpo social. Su sentido y su acción dependen de la re-construcción del pasado en el presente y su puesta en escena ante la sociedad. En el caso de Shaira, ésta participa activamente de la puesta escenas a través de su cuerpo, su presencia física pero también una serie de repertorios, pensamientos e ideas que permiten la re-construcción de Guillermo Rivera. Shaira re-construye a su padre constantemente en el presente a través de sus recuerdos y de sus rastros en el mundo social de sus familiares. Una re-construcción de un individuo en base a fantasías, relatos, pensamientos y acciones. Se liga lo científico, lo real con la puesta en escena, con lo teatral, con el guion construido por los participantes a partir de un universo de recuerdos –objetos, fotografías, acciones y espacios de la vida cotidiana del detenido-desparecido-asesinado y el de sus familiares-.

Pero también se presenta constantemente una Shaira que se re-nombra y se re-construye en cada aspecto de su vida a partir de lo sucedido, de la fractura de su  micro-universo. Usa su dolor para animar y soportar su activismo político y su vida. La puesta en escena de la historia de la vida de su padre y de su lucha, indudablemente, es un diálogo directo con la gente del común, se increpa al sujeto colectivo. Este diálogo se vale del arte callejero, introduciéndose en el espacio público, llamando la atención y transgrediendo los recorridos de la vida cotidiana. Se le da visibilidad a experiencias alternativas independientes, a voces alternativas y victimizadas, de contrapoder.

Figura 19. Centro de detención de Buenos Aires, Argentina. Fotografía por Gervasio Sánchez.

 
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En esas circunstancias, surge un performance de protesta que ocupa el espacio y que tiene por objetivo: estar para transformar e irrumpir por un instante. Así mismo, apunta a desestabilizar lugares y discursos ‘seguros’, y de quebrar lo ‘normal’ a través de la activación del archivo vivo, acción que lleva a cabo Shaira, familiares y co-participantes de los eventos/conmemoraciones. En efecto, la participación y producción en los eventos permite que activen el rostro de Guillermo Rivera y lo convierten en archivo vivo que se relaciona con todas las acciones de los diferentes eventos -la música, las actividades cotidianas, jugar futbol, tomar la fotografía de la fotografía-. Allí, las historias visuales, orales, ligadas a lo emocional, a lo corporal, y enmarcadas en vínculos sociales, se convierten en un contra-performance: empoderamiento de la multitud a través del cuerpo, de la imagen, de lo visual y de la palabra. El cuerpo, las acciones y las historias se sienten visceralmente. Estos performances permiten comprender nuevas existencias, aprender de vidas y de alguna manera entablar una conversación con los otros, con el otro, con el desaparecido, con sus diferentes máscaras y contextos.

Agradecimientos:
A mis queridos amigos del alma. A mis familias (porque indudablemente creo en la existencia de múltiples familias que se van formando a lo largo de nuestras existencias). A Mónica Espinoza por creer. A Shaira Rivera por contarme su universo. A Guillermo Rivera por permitir conocerle a través de su hija. A las chicas de Hijos Escuela. Pero especialmente…a aquellos que se mantienen en acción, en movimiento…

Notas

1. La noche de los lápices (1986) es una película producida por Héctor Olivera, que reproduce los hechos narrados en el libro de María Seoane, el cual recrea un suceso real conocido como la Noche de los Lápices, ocurrido en 1976, durante la dictadura cívico-militar argentina.
2. Paramilitarismo: grupos armados ilegales de extrema derecha organizados a partir de la década de los setentas, que contaban con el apoyo de agentes del Estado, políticos y otras élites de la sociedad, y que tenían como fin el combatir a los grupos armados de extrema izquierda (guerrillas colombianas, la insurgencia y en algunos casos la oposición política de las organizaciones populares y de lucha social).  
3. Dentro de los grupos subversivos de la época se encuentran: las FARC, ELN, EPL, y el M-19 bajo los gobiernos del Frente Nacional de Lleras Restrepo (1966-1970) y de Pastrana Borrero (1970-1974) (ASFADDES, 2003). 
4. Siglas que significan Unión Patriótica y que corresponden a un partido de Colombia de 1985, como parte de una propuesta legal de la participación de miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en el escenario político del país. Sin embargo, el partido fue exterminado por desapariciones forzadas, masacres y violaciones de los derechos humanos de sus integrantes.
5. El 6 de noviembre de 1985 un comando guerrillero del M-19 ocupa militarmente la sede del Palacio de Justicia en Bogotá. El resultado: casi un centenar de muertos, varios heridos y doce desaparecidos en manos de los organismos del Estado. Dentro de los desaparecidos se encontraban ocho empleados de la cafetería, tres visitantes ocasionales y tres miembros del comando guerrillero. (ASFADDES, 2003).



 
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6. Guillermo fue militante político del Partido Comunista Colombiano –PCC- y del Polo Democrático Alternativo –PDA-, se desempeñó como asesor de los concejales por la Unión Patriótica: Aída Abella y Mario Upegui, fue presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio San Vicente de la localidad de Tunjuelito, presidente del Conjunto Residencial Tunal Reservado II y presidente del Sindicato de la Contraloría de Bogotá. Al momento de su desaparición ejercía como presidente del Sindicato de Servicios Públicos de Bogotá – SINSERPUB-.  
7. El Mecanismo de Búsqueda Urgente se enmarca en el Plan Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas (2007) – plan creado por las entidades y organizaciones que conforman la Comisión Nacional de Búsqueda-. Tiene como objetivo principal encontrar con vida a las personas desaparecidas, o entregar el cuerpo a sus familiares. Obliga a que todas las entidades del Estado coordinen sus esfuerzos en la prevención y en la búsqueda de personas desaparecidas. 
8. Según una noticia en Internet de El Espectador: “Al día siguiente, después de poner la denuncia, la esposa y los amigos de Rivera recorrieron el barrio El Tunal, el centro, la Contraloría, todos los sitios que él frecuentaba. En cada lugar dejaban un afiche con la foto del sindicalista, un título enorme que decía “Desaparecido”, la fecha y el lugar de la desaparición y los teléfonos para dar o recibir información. Ese mismo día, a las 11 de la mañana, Betancour recibió una llamada del celular de su esposo” (El espectador, 15 de mayo del 2008).
9. Curiosamente, es hasta julio -84 días después de la desaparición- que la Fiscalía encontró una información dactiloscópica de Guillermo que coincidió con un cuerpo sin identificar en el Cementerio San Bonifacio de Ibagué, departamento del Tolima.


10. EQUITAS es una organización forense que trabaja desde una perspectiva de Derechos Humanos y DIH, en el marco del conflicto armado interno de Colombia. Centrada en la víctima y basada en la evidencia, brinda a las familias de víctimas de violaciones graves, masivas o sistemáticas de los derechos humanos e infracciones al DIH, contribuciones científicas e independientes para el avance de sus casos, además de acompañamiento. También, desarrolla investigaciones aplicadas y herramientas que contribuyen a mejorar y complementar las prácticas forenses, a orientar políticas públicas, y a sensibilizar a la sociedad colombiana.  
11. Traducción del autor. 
12. Según Taylor, los escraches se entienden como actos públicos que se caracterizan por ser festivos, ruidosos, demostrativos, visuales y teatrales, y que tienen por objetivo avergonzar, exponer o poner en evidencia, o como lo indica el grupo GAC, Grupo de Arte Callejero de Argentina, los escraches son re-pensar imágenes que exaltan la memoria, y que se encuentran permeados de discursos y representaciones colectivas.
13. Dexpierte ha realizado diferentes muestras artísticas en eventos de memoria, intervenciones públicas y talleres con Escuela Hijos. Algunas de estas acciones son: Talleres Arte-Memoria (Escuela de Derechos Humanos CINEP), Cortometraje Ejecuciones Extrajudiciales “Sueños de Cartón” (Homenaje a Madres y Familiares), Congreso Nacional de Tierras, Territorios y Soberanías (Cali, Valle, Colombia septiembre de 2011), Homenaje a Jaime Garzón (Acción junto a: Dexpierte, Somos, Guache y DJ LU), Homenaje Día Internacional del Detenido/da Desaparecido/da Bogotá, Colombia agosto 2011, y Homenaje Nydia Erika Bautista, entre otros. Entrevista a Shaira Rivera.

 
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14. Las consignas son tomadas del video Guillermo Rivera, Conmemoración. Disponible en:
http://www.youtube.com/watch?v=8vzg0wwBdRA.

15. Como lo han denominado las integrantes del colectivo argentino GAC –Grupo callejero de arte- ‘poner el cuerpo en la calle’. Frase interesante que lleva a pensar en el cuerpo como herramienta de activismo político, pero también como referente para la construcción de lucha y justicia en el contexto colombiano. O como lo menciona H.I.J.O.S. en sus campañas: ‘caminar la justicia’, haciendo referencia a la intervención del espacio público mediante historias privadas, los cuerpos que portan a los detenidos-desaparecidos, a las ideas, a los recuerdos y a las palabras.

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