Etnografías Visuales

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Los espacios de creación artesanal: el caso de los talleres de alfareros tonaltecas en México.
Vanessa Freitag

Introducción 

 “Es la actividad que califica el espacio”
(Michel de Certeau)

Pensar los talleres de artesanos es imaginarlos como un lugar de producción de objetos manuales y estéticos, con un fin decorativo o de uso práctico, donde cada artesano trabaja de acuerdo con el espacio que tiene, y con las necesidades y características de su oficio. Visitar un taller es depararse con la forma particular de cada contexto y especialidad artesanal, es enfrentarse con cierta desorganización y el poco espacio para trabajar, características estas, consideradas como normales y cotidianas en la vida laboral de los artesanos, sea cual fuera su especialidad. En este artículo, mi interés es reflexionar sobre los talleres familiares de artesanos, donde más allá de mirar hacia lo que hacen y producen, la idea es presentar los espacios de trabajo tomando como estudio de caso, tres familias de alfareros de la localidad de Tonalá/México.

Tonalá es una ciudad ubicada en el interior de Jalisco/México y es reconocida por ser una villa alfarera, ya que desde sus orígenes como pueblo, ha conservado la tradición de producir enseres de barro y una gran variedad de cerámicas y otros objetos artesanales.

He visitado y realizado un trabajo de corte etnográfico con tres familias de artesanos tonaltecas reconocidos por sus trayectorias en el desarrollo de técnicas como el barro bruñido, el bandera y el betus1. Dicho esto, trato de reflexionar sobre sus talleres, tomando como base, los registros fotográficos y las observaciones realizadas por mí a lo largo del proceso de trabajo de campo en Tonalá.

Es sabido que el oficio artesanal es un trabajo poco valorado económicamente (sobre todo para quienes lo producen), aunque en México, los discursos gubernamentales sobre el tema plantean y enfatizan la necesidad de recuperar y reconocer las tradiciones mexicanas, y posibilitar su transmisión a las futuras generaciones. El énfasis es tanto, que muchos objetos artesanales son desvinculados de sus contextos regionales de producción, siendo incorporados a la identidad nacional, como bien lo reitera Ejea: “las danzas, la música, la gastronomía y las artesanías son tratadas como manifestaciones de carácter nacional, sin aludir a sus especificidades locales o regionales. Los objetos y los eventos se abstraen de sus contextos” (Ejea, 1998:372).

El contexto de producción es un elemento/concepto imprescindible al momento de estudiarse el arte popular y las artesanías mexicanas de un modo general. Por “artesanías” se entiende el conjunto de objetos hechos a mano, que conlleva consigo, historias y anécdotas del pueblo, mitos, creencias o simplemente, las costumbres de un determinado lugar.

 
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Intentamos saber cómo están hechas, el tiempo que se llevó para producir tales piezas y nos asombramos, en la mayoría de las veces, con la capacidad inventiva, fantasiosa y técnica de muchos de los artesanos. Si adquirimos los objetos en una tienda o feria, luego nos ponemos a idealizar cómo serían las personas que las produjo, dónde y cómo vivirán, si logran salir adelante en su oficio, cómo lo han aprendido, qué sentidos y significados otorgan al trabajo - que suele ser la única opción de vida o a veces la falta de opción-, qué pensarán los artesanos sobre sus vidas y qué anhelan con su trabajo. Por lo regular, los compradores y clientes no llegan a interesarse por el mundo y por el contexto de vida de esos trabajadores. Muchas veces, su curiosidad se limita a conocer dónde viven y cómo hacen/idealizan sus artesanías. Finalmente, lo que les importa es negociar el valor y la fecha de envío de las piezas, la cantidad y detalles más burocráticos del proceso, porque no logran ver la artesanía más allá de una mercancía lucrativa.

No obstante, la mirada más sensible y social sobre los artesanos, el interés en conocer y preservar tradiciones, procesos artesanales, modos de vida, sus cosmovisiones, sus condiciones laborales, y la estética de las piezas creadas, ha sido foco de interés de investigadores de las Ciencias Sociales de un modo general. La palabra “artesanía” viene del latín vulgar artitianus y designa al trabajador que es hábil, “el vocablo artitianus viene de ars el arte, palabra que resalta la habilidad y destreza: el oficio, como quiere el habla vulgar” (Pérez, 2010:01).

El autor añade que a las artesanías se las asume como los más profundos y eficaces sistemas de comunicación consideradas un mecanismo de transmisión ancestral, de saberes enseñados y aprendidos desde el sistema de relaciones familiares. Las artesanías hacen parte de lo que comprendemos como cultura y son elementos importantes a la constitución de la identidad y de los contenidos de la cultura misma: expresión de la espiritualidad y de los sistemas simbólicos de comunidades o grupos sociales.

Aterrizando al contexto de Tonalá, la población originaria suele sentirse muy identificada como “la cuna de la alfarería jalisciense”, donde se conserva en la memoria colectiva del pueblo, la idea de que se trata de un oficio artesanal (expresado en innúmeras técnicas alfareras) aprendido y transmitido de generación a generación, donde encontramos familias con una larga trayectoria desarrollando sus artesanías (aunque suelen ser cada vez más escasas). No obstante, más allá del oficio heredado, del saber hacer y conocer los materiales de su trabajo, los artesanos también “heredan” de sus padres y abuelos, los talleres donde producen, las herramientas que usan, algunas veces a los propios clientes, y consecuentemente, la misma sistemática de trabajar y organizarse en el espacio del taller.

Es importante mencionar que los talleres que aquí tomo como objeto de análisis son los familiares, que se ubican en la propia casa de los artesanos, es decir, el lugar de convivencia familiar se mezcla con el laboral.

 
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En este sentido, el taller es un lugar donde el artesano/artesana llega a pasar muchas horas de su día en la creación y producción de sus artesanías. Dicho espacio está lógicamente pensado para desarrollar objetos, para la experimentación, para la creación y producción de innúmeras piezas con el mismo diseño, o de lo contrario, de artesanías únicas y exclusivas. Siempre habrá piezas en proceso, otras que se desechan, que se desbaratan, que se reaprovechan, que están en devenir. Sobrantes de materiales, herramientas fuera de lugar, rincones con fragmentos de piezas, lugares que indican un ambiente pensado para hacer cosas, pensado para trabajar y trabajar con las manos. A cada nueva pieza que se plasma en los más diferentes materiales, el taller también se adapta y se reconfigura, estando por eso mismo, en continua transformación.

Los Espacios/Lugares de los Talleres Familiares en Tonalá

En este apartado, quisiera presentar algunas reflexiones al respecto de los espacios de creación y trabajo de los artesanos tonaltecas. De acuerdo a la especialidad artesanal, los conocimientos y la cultura de cada familia de artesanos, el espacio y las condiciones materiales que poseen, hace que el taller se adapte a la casa, o de lo contrario, que la casa se adapte al taller. Por lo regular, los artesanos en Tonalá suelen condicionar el espacio del taller al espacio donde viven, aunque haya muy pocos casos (como veremos enseguida) de artesanos que tratan de valorar el espacio y la organización/estética de sus talleres, transformando y adaptando el hogar a las necesidades espaciales del taller.

Con relación al tema, es interesante la contribución teórica que hace Michel de Certeau (2000) y Alícia Lindón (2000) sobre el concepto de espacio y lugar, que a mí ver, son útiles para pensar los espacios de los talleres en los hogares de los artesanos. Para el primero, hay una distinción en la comprensión de ambos términos, donde los espacios son el cruzamiento de movilidades, y a diferencia del lugar, “carece pues de la univocidad y de la estabilidad de un sitio propio. En síntesis, el espacio es un lugar practicado” (Certeau, 2000: 129). Pero, ¿Qué significa practicar un espacio? El espacio es un campo donde las experiencias, la carga de sentido y de significados de la propia experiencia se interactúan (Lindón, 2003), y cuando practicado, es más que un lugar físico, externo e indiferente a los significados y modos de ocupación del mismo, porque practicar un espacio es dotarlo de individualidad y subjetividades, de rutinas y de invenciones vividas por los sujetos. El espacio “como organizador del tiempo, está estrechamente relacionado al movimiento” (Lindón,2000:189).

En el trabajo realizado en los espacios de los talleres familiares tonaltecas, pude notar la interrelación entre los lugares de trabajo y los de convivio familiar. En los tres casos observados, había un lugar específico usado como taller, pero algunos procesos del trabajo cerámico se llevaba a cabo en otros ambientes domésticos: especialmente en los patios, en los pasillos o en la cocina. Es decir, aunque el espacio del taller suele ser muy reducido, eso no impide el desarrollo de algunas pocas etapas de la alfarería en otros lugares de la casa.

 
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De un modo general, los talleres se encuentran al fondo del hogar, donde están la mayoría de los materiales, herramientas y piezas en proceso. Algunas pocas familias suelen acomodar y exponer las piezas que producen en la entrada de la casa, como forma de adornarla, pero más que eso, para exponer a los futuros compradores, una parte del trabajo que realizan, puesto que muchos de sus clientes (intermediarios de otras ciudades, regiones ó países), frecuentan sus casas y les encargan nuevas piezas. En las imágenes que siguen (fig.01 y fig.02), podemos visualizar algunos de los lugares escogidos por los artesanos/artesanas a la hora de realizar los procesos artesanales en la alfarería. Como expuse anteriormente, el espacio reducido de los talleres les mueve a engendrar formas de disponer sus oficios y en dados casos, a ocupar el patio de la casa para aprovechar la luz del día, o algún cuarto, como forma de aislarse de los ruidos de la casa/calle, del calor, o simplemente, porque no hay espacio para todos en el taller.

No obstante, en la mayoría de los talleres familiares visitados en Tonalá (más de 30), tampoco estaban pensados para los compradores que, muy a menudo, visitan y encargan las mercancías directamente de los artesanos. La lógica es otra: hay una cultura de ver al taller como un espacio para trabajar, no para recibir y ser visitado por los de afuera (los que no son artesanos, los clientes).

Imagen 1. En el cuarto matrimonial, piezas de cerámicas para ser alisadas. Fotografía:Vanessa Freitag, 2010, Tonalá.

 
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Imagen 2. Lugar improvisado con sillas para trabajar en el patio de la casa. Fotografía: Vanessa Freitag, 2010, Tonalá.

Consecuentemente, los artesanos no se preocupan constantemente con el cuidado diario del espacio, y a veces, las piezas listas carecen de buena presentación en sus casas. Los y las artesanas se dividen entre el trabajo de producción y venta de las piezas, los quehaceres domésticos y la atención a los niños, donde hay poco tiempo para dedicarse a los arreglos y a la organización de sus locales de trabajo. Y si así fuera, sería un trabajo extra a ser realizado por las mujeres de la casa. Dicho esto, ¿Cómo están organizados los talleres de los artesanos tonaltecas?

La organización del taller como representación del valor dado al oficio

Los artesanos de Tonalá suelen decirse muy orgullosos de los trabajos que realizan desde varias generaciones (hay familias con más de cuatro generaciones dedicadas a las artesanías), y consecuentemente, son reconocidas por el oficio y la rama artesanal dedicadas en la localidad. Sin duda, siguen en el oficio bajo muchas carencias y dificultades financieras, donde tratan de sacar el sustento de la familia trabajando duro e intensivamente. No obstante ¿Cuáles serían las dificultades enfrentadas por los artesanos a la hora de trabajar sus artesanías?

A veces la cantidad de materiales, hormas, herramientas, piezas secando y en proceso, y la leña que usan, suelen ocupar gran parte del espacio destinado a la producción de las artesanías.

 
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Quizás por eso, la cocina se vuelve la extensión de sus talleres, ya que habitualmente se encuentra al fondo de la casa, seguido del espacio usado como taller. De acuerdo con una pareja de artesanos por mí entrevistados, comentaron cómo veían la organización (espacial) de su taller:

“En mi opinión está mal organizado, porque carecemos de espacio. El problema con nosotros aquí es la mala organización del espacio. Pero es más que nada la falta de espacio. En cuestión de producción estamos bien. Nos ponemos de acuerdo, y pues de esta manera vamos saliendo. Una parte del proceso ella [la esposa] lo hace y el complemento hago yo”. (Fernando, 2010).

“Quisiera cambiar aquí el horno, que hubiera más espacio, quisiéramos tener más espacio para poder estar más a gusto. Si hubiera un espacio más amplio todo se hacía en un sólo lugar”. (María Elena, 2010).

La artesana comenta sobre el espacio donde vacían y pintan las piezas, que no se puede dejarlas secando en el taller porque está muy angosto, luego, tienen que compartir los procesos artesanales entre los demás espacios de la casa. Algunas piezas se secan en la azotea para que aprovechen el calor del sol y para que éstas no corran el riesgo de ser rotas por los juegos de los niños. Las piezas listas para ser alisadas pueden ser trabajadas en cualquier espacio de la casa, lo mismo para el terminado (bruñido). Ya la pintura y la quema, necesitan de un lugar estable, fijo.

La dinámica y la organización (laboral y de tareas) en lo cotidiano de las familias estudiadas, también fue algo que me llamó la atención. El artesano/artesana, en el interior de la familia, posee un ritmo propio de trabajo donde cada quien sabe qué tareas tienen que hacer y las desarrollan a medida que van realizando los demás servicios domésticos y los pendientes en la calle, con los hijos, con los clientes, entre otras actividades. Desde la perspectiva de un artesano entrevistado, la casa en sí misma podría estar mejor planeada para recibir a los clientes:

“Pues hay ideas, ideas que son buenas, nomás que para eso pues se necesita lo principal: el dinero para hacer el trabajo. A mí me gustaría aquella pieza [la sala de la casa] que está ahí, en la entrada, pá tenerla como una pieza de exhibición. Dejarla exclusivamente para poner… hacer trabajos, como éste tiene allá [habla de la sala de exhibición que tiene su hijo artesano] poner este, ahí, unas bases para poner y luego la pared pá platos. Una pieza de exhibición y que lleguen clientes y vea ¿verdad? mostrarles trabajos. Porque hay trabajos que hemos hecho de concursos y todavía los traemos rodando. ¿Por qué no conservarlos? ¿A guardarlos? ¿Cuidarlos? Para cuando lleguen los clientes, explicarles: “mira, estos participaron en un concurso, no ganaron, pero aquí lo tenemos”. Que hay ocasiones que les puede interesar y hasta los compran y sería bueno para uno. Y de eso que te digo pues, nomás que el dinero hace falta para ubicar aquí bien, este, cosas que hacen falta, que tenemos buenas ideas, pero nada más hace falta los recursos, la lana.

 
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Pero ahí la llevamos poco a poco. Vamos a platicar eso, traemos unas ideas buenas, a ver si nos sale, nomás más adelantito, hay que ponernos a platicar y va a ser por el bien de aquí, para ver si nos resulta”. (Artesano tonalteca, 2010).

De acuerdo con Novelo “la unidad doméstica generalmente dispone apenas de los recursos mínimos para sobrevivir y reiniciar un nuevo ciclo de producción” (Novelo, 1993:58). En este relato, el artesano demuestra su interés en transformar algunos espacios de la casa en sala de exhibición, aunque le falten condiciones financieras para eso. A su ver, una sala dedicada a la presentación de las piezas artesanales puede dar mayor visibilidad a aquellas que participaron de concursos, porque adquiere más valor y cuesta más que otra artesanía cualquiera. Las artesanías que participan de los concursos son diseñadas, pensadas y elaboradas para dichos eventos, y el artesano puede llevar semanas pensando qué presentar y cómo elaborarlas de tal forma que sea contemplado ese año. Desde luego, este hecho puede ser usado para distinguirlos de los demás artesanos que no participan de los dictámenes artesanales.

La falta de dinero como justificación que impida una mejor acomodación del espacio y de las piezas, es un problema recurrente puesto que las casas son antiguas y carentes de cuidados. Como nos recuerda Novelo “la gran mayoría de productores artesanos vive como puede; casi siempre pobres, con poca o nula escuela, en sitios carentes de servicios elementales y sin ninguna protección social”  (Novelo, 1993:73).

Imagen 3. Galería particular de artesanos tonaltecas. Fotografía:Vanessa Freitag, 2010, Tonalá.

 
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Una excepción a la regla, es ejemplificada con la imagen anterior, donde vemos que, en el taller de esta familia de artesanos, hubo un interés en construir un espacio dedicado especialmente a la exhibición de las piezas producidas por ellos, donde incluso, pueden contar la trayectoria artesanal familiar a través de las piezas y técnicas creadas y así, exhibir los reconocimientos recibidos en los concursos artesanales. La construcción del espacio o galería privada (ver fig.03), ha sido posible gracias a las premiaciones en los concursos recibidos por uno de los integrantes de esta familia, lo que les posibilitó el ahorro y dedicarse a la reestructuración del taller.

Este es un caso exclusivo de familia preocupada con la organización y valoración del trabajo que realizan. En la gran mayoría de los talleres que he visitado, los objetos listos para la venta suelen estar accidentalmente expuestos sobre muebles de la casa, en el piso, dentro de cajas, a veces sucios de polvo o mal iluminados, totalmente descuidados de la mirada de quienes van a comprarlas. Delante de esto, uno desde fuera se pregunta: ¿Dónde se ve el valor y el orgullo por sus trabajos? La cuestión aquí es que así siempre se han organizado los artesanos en sus talleres y la presentación de sus ambientes de trabajo no necesariamente implica mayor o menor venta de sus piezas, sino es parte de su cultura y aprendizaje y quizás, nuestra mirada extranjera, por veces inquisitiva y en otras inconsciente, busca soluciones y respuestas para lo que ya está dado y resuelto.

Las imágenes de los talleres tonaltecas

Para realizar este estudio, he desarrollado una investigación etnográfica con visitas a una gran cantidad de talleres, donde seleccioné a tres familias de artesanos para hacer las observaciones y las entrevistas en profundidad y de acuerdo a los propósitos del estudio. En cada visita, una serie de registros fotográficos fueron realizados como forma de ir documentando la vida laboral y cotidiana de los talleres artesanales, los procesos de producción, las herramientas usadas, los espacios utilizados para cada etapa del trabajo, las formas de organización y las relaciones laborales entre los y las artesanas tonaltecas. En lo que sigue, presento un boceto mental hecho por mí, del espacio doméstico en relación al taller artesanal, con el único propósito de tenerse una representación visual y general de los mismos:

Desde luego, la imagen me ha sido de mucha relevancia para pensar la organización de los talleres tonaltecas, incluso, como una especie de documento visual usado para detallar aspectos no observados en campo y solamente posibles, tras haber realizado el registro de dichos lugares. En otras palabras, la imagen ha contribuido para pensar el trabajo antropológico en Tonalá y a descubrir las particularidades de cada taller y de cada familia involucrada en la investigación, y como dice Ardévol, “la mirada antropológica no puede separarse de la antropología de la mirada” (Ardévol, 1994:20). Fue a través de las fotografías que me di cuenta del interés puesto sobre los espacios de producción artesanal, un aspecto poco trabajado por los estudiosos interesados en los temas de los artesanos y sus artesanías.

 
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Plano 1. Entrada de las viviendas.
Croquis de la ubicación de los talleres y lugares usados para trabajar la artesanía (en color rosa) en los tres hogares estudiados.

 
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De acuerdo con Carvalho da Rocha, la imagen es parte integrante del texto etnográfico “denunciando lo que existe de desconocido e inacabado en su escritura” (Carvalho, 1995:115)2. La imagen está constituida intelectualmente, siendo por lo tanto, una forma de conocimiento que está estrechamente vinculada a un contexto social y cultural. Es la mirada del investigador sobre su contexto de estudio que dará visibilidad a una parte construida de dicha realidad (Ardévol, 1994). La mirada sobre los espacios y la organización de los talleres de los artesanos estudiados es, hasta cierto punto, una mirada extranjera, plagada de curiosidad, de querer abarcar y aprehender cada detalle, cada perspectiva y forma de registrar y enseñar lo visto. La intención de esta discusión no tuvo la intención de apuntar lo correcto y lo equivocado en los modos de vida y de trabajo de los artesanos en cuestión. Y sí, de pensar los modos de vida de los artesanos desde la forma cómo se organizan espacialmente en sus viviendas.

En las siguientes imágenes podemos tener una idea, aunque fragmentada, de los talleres investigados en este estudio. En la figura 04, vemos la artesana trabajando en el patio de su casa que también sirve como depósito de detritos del taller. En la figura 05, el rincón del taller familiar es usado para vaciar las piezas en los moldes de yeso dispuestos en el piso, y es en este mismo espacio que suelen amasar el barro, pintar y alisar las piezas, siendo por lo tanto, un espacio multifuncional. En las figuras 06 y 07, otros ejemplos del modo cómo trabajan y se organizan los artesanos de acuerdo con el espacio que poseen en sus casas.

Imagen 4. Joven artesana trabajando en sus cerámicas. Foto:Vanessa Freitag,2010, Tonalá.

 
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Imagen 5. En un rincón del taller, artesana organiza los materiales para trabajar. Fotos Vanessa Freitag,2010, Tonalá.

Imagen 6. Artesano acomoda provisoriamente sus piezas e instrumentos para trabajar la pintura. Foto Vanessa Freitag,2010, Tonalá.

 
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Imagen 7. Las artesanías listas para la venta y dispuestas en la sala de la casa. Fotos Vanessa Freitag, 2010, Tonalá.

A modo de conclusión, las imágenes fotográficas sobre los espacios y lugares de trabajo de los artesanos tonaltecas, ha sido un importante material documental para el análisis. Los artesanos se organizan en sus talleres de acuerdo con el espacio disponible y la especialidad artesanal desarrollada, donde siguen usando los ambientes domésticos para realizar sus actividades, (como bien nos comenta Novelo (1993), esta es una característica de los talleres familiares tradicionales en México desde sus orígenes) y donde las etapas de confección de las piezas son compartidas entre los miembros familiares que, finalmente, poseen el control de casi todo el proceso artesanal. En Tonalá, los talleres nunca fueron pensados para recibir a los compradores intermediarios y visitantes de otras partes de la República, porque los artesanos siempre contaron con el tianguis semanal que se pone en las calles de la ciudad, o con las tiendas especializadas en la venta de las artesanías tonaltecas. No obstante, los talleres tampoco estuvieron cerrados a la visitación y recepción de los clientes y curiosos por conocer lo que hace los artesanos tonaltecas.

El análisis que hice trató de observar la principal dificultad de los artesanos a la hora de producir sus piezas: la falta de espacio en los talleres, implicando a veces, una producción limitada al número de personas en la familia, al tiempo de entrega de las piezas y al espacio disponible en el hogar para acomodar los distintos procesos de la artesanía hecha en barro: el amasar, el vaciar los moldes de yeso, el alisar la pieza, pintarla, bruñirla, quemarla y empaquetarla.

 
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En este sentido, si hubiera una orientación sobre cómo reorganizarse en sus espacios, cómo presentar sus piezas en sus hogares, cómo reaprovechar mejor los rincones, los lugares disponibles, es decir, una especie de asesoría para que pudieran valorar sus trabajos a la hora de venderlos, y así, reconocer de forma práctica, el valor y el respeto que poseen sobre sus oficios, esta sería una propuesta a ser pensada y trabajada futuramente por los representantes de los artesanos de dicha comunidad y adoptada (o no) por los artesanos de acuerdo a sus intereses y necesidades.

Notas

1. El barro bruñido consiste en una técnica artesanal que se utiliza como herramienta una piedra mineral llamada “pirita”, la cual se la frota constantemente sobre la superficie de la pieza pintada y cruda (sin quemarla), donde se saca un brillo natural producido por la frotación. El barro bandera posee un procedimiento más sencillo, es decir, se utilizan los colores de la bandera mexicana en la pintura de las piezas (rojo, blanco y verde). El barro betus se caracteriza por el uso de un aceite que se saca naturalmente de un árbol llamado betus y que por lo tanto, da brillo a las piezas después de quemárselas. Estas y otras técnicas eran muy comunes y muchas familias de Tonalá se dedicaban a su producción. Actualmente, pocos artesanos se dedican exclusivamente a las respectivas especialidades artesanales.
2. Traducción de la autora.

Bibliografía

Ardevól Piera, Elisenda (Dr).
1994. La mirada antropológica o la antropología de la mirada: de la representación audiovisual de las culturas a la investigación etnográfica con una cámara de video. Tesis elaborada para obtener el título de doctora en antropología visual. Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona.

Carvalho da Rocha, Ana Luiza.
1995. “Antropologia das Formas Sensíveis: entre o visível e o invisível, a floração de símbolos”. Revista Horizontes Antropológicos, ano 1, n.2, jul./set., pp.107-117. Porto Alegre, Brasil.

Certeau, Michel de.
2000. La invención de lo cotidiano: artes de hacer. Universidad Iberoamericana. México.

Ejea, María Teresa.
1998. “El sutil encanto de las artesanías”. En Cultura y comunicación en a ciudad de México. Primera parte: modernidad y multiculturalidad: la ciudad de México a fin de siglo. García Canclini, Néstor (coord.).Grijalbo. México.

 
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Lindón Villoria, Alícia.
2000. “La espacialidad como fuente de las innovaciones de la vida cotidiana. Hacia modos de vida casi fijos en el espacio”. En La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. Lindón Villoria, Alicia, (coord.). Anthropos. México.

Novelo, Victoria.
1993. Las Artesanías en México. Instituto Chiapaneco de Cultura/Chiapas. México.

 

 
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