Sin embargo, lo que parece ser el eje orientador es, a mi juicio, más bien, una fachada pretextual para poner en obra un juego argumental, que de alguna forma, desplaza la tensión del objeto al soporte, es decir, a la manera en que se entiende convencionalmente una investigación de este tipo. Por momentos uno tiene la sensación de perderse; por momentos uno se pregunta por la atingencia de los materiales, por el propósito del libro. Esta pérdida de la orientación, pareciera contener, a manera de subtexto, una crítica a los formatos tradicionales en los que se emplaza la escritura sobre obras de arte por medio de una de exposición de sus procedimientos. Aquí cobra importancia la deriva, a través de la cual se recupera eso que Benjamín define como la función del narrador: generar una experiencia. Entonces, investigación erudita y experiencia exhibida para que el lector reconstruya algo que estaría insinuado en la propia idea de performatividad. Consecuencia de esto, el libro termina por ser un dispositivo por el que Ferrer nos mostraría que el problema de la autoría tendría que ver más con una condición propia de la fotografía que con el carácter performativo que puede adquirir un registro determinado. En este sentido, la pregunta resulta ser un detonador más que un eje articulador que activa las reflexiones de las distintas voces para provocar el presente de una lectura. Así entendida, la lectura vuelve a ser una experiencia y no solo el trato de consumo de bienes simbólicos de una acumulación cientificista.
El libro, como hemos dicho, se despliega polifónicamente. La voz gravitante en este caso son el conjunto de entrevistas que constituyen un corpus disímil. En ellas la deriva adquiere fisonomías ambigüas. Algunas se instalan de lleno en el formato periodístico informativo cuyo objetivo es extraer, de sus entrevistados, información relevante con la que podemos por un lado, conocer las circunstancias en que se ha dado la fotografía en el Chile reciente y por otro, vislumbrar elementos de una poética. Pero en otras ocasiones las entrevistas rompen con el esquema del interrogatorio y se transforman en conversaciones en las que la jerarquía sujeto objeto se disipan y aparece una verdadera narrativa. El caso ejemplar de esto, a mi modo de ver, lo constituye la entrevista que hace a Paz Errázuriz, en la que los personajes disputan ideas y posiciones en una lógica de intensidades que aproxima la lectura a la audición de un diálogo en vivo.