Ella considera al proceso etnográfico como negociación de significados, asume la intersubjetividad de la disciplina, tomando en cuenta aspectos técnicos y metodológicos, y al mismo tiempo, el papel multidisciplinario que está en juego, donde valora el rol de investigadores, técnicos, entrevistados y receptores, en una suerte de “observancia mutua” en permanente diálogo. Asimismo, destaca la aplicación de la metodología cualitativa, ya que permite conocer los “deseos, emociones y creencias” del entrevistado.
Sin embargo, nos presenta una dicotomía, la vida puede y no puede ser filmada al mismo tiempo, por esa incapacidad de ingresar en el entramado. Allí la cámara, ese ojo sin párpado, del que nos habla, permite el registro de múltiples elementos, pero siempre desde una orilla que indudablemente modificará la realidad.
Por otra parte, trata el gran objetivo de lo audiovisual, lo considera como herramienta y metodología para la comprensión y conocimiento de lo social, a partir de la decodificación de significados. La imagen, en ese sentido, opera como catalizador de los discursos.
Revisa y describe algunos de sus documentales realizados en España, así como sus trabajos con grupos sociales, de mujeres, inmigrantes africanos, y un sitio web, entre otros. Cada capítulo transcurre al ritmo de un relato con actores, trama y desenlace, que también nos refieren a la estructura y las tensiones de cómo se desarrollan estas producciones.
Así, en el primer capítulo la autora plantea a la investigación en Ciencias Sociales con medios audiovisuales, como la tarea de un conjunto de personas en constante dinámica y negociación, enfrentados a resolver conflictos en el transcurso de la investigación, que concluye en los receptores o destinatarios.