Esta
perspectiva comporta también una arqueología
de estas artes del hacer (Leroi-Gourhan; 1975), o sea,
la reflexión sobre las diferentes maneras en
que los mercados callejeros y ferias libres manifiestan,
en un determinado contexto urbano a lo largo del tiempo,
en los gestos y en las prácticas cotidianas de
que son portadores, estas formas de vivir en la ciudad.
En el conjunto de estos gestos de intercambio y en el
simbolismo que guardan en la memoria colectiva en relación
al alimento, conforme apuntan los estudios arqueológicos
de Leroi-Gourhan (1975), están las experiencias
táctiles, visuales y gustativas de observar,
manipular, escoger y probar los alimentos para efectuar
la compra y también para preparar la comida.
En el desdoblamiento de estos gestos, componiendo este
cuerpo colectivo re-presentado por el mercado para hablar
de la ciudad, están por ejemplo los gestos relacionados
con las tácticas del pobre, a saber, observar
por debajo de las mesas para tomar los alimentos caídos
al suelo, palpar, oler, descubrir sus potencialidades,
negociar con los parroquianos para, a cambio de un favor
por cargar las compras, ganar unas pocas monedas, o
también una bolsa de alimentos, establecer vínculos
con los feriantes para ganar las sobras al final de
la feria. Estos dos aspectos referidos a las experiencias
sensibles que se perciben a través de los gestos
de manipulación de la materia del alimento, están
contextualizados por las artes del hacer (De Certeau,
1994), expresados en las estrategias de venta, que conforman
la conquista de los clientes, los intercambios verbales
y las jocosidades en las representaciones y metáforas
del alimento con el cuerpo, en fin, en la infinidad
de formas de interacción que están presentes
en estos actos cotidianos y habituales de comprar y
vender alimentos.
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A
estos gestos están asociados los simbolismos
relativos a la circularidad, a la rueda, al ciclo de
vida y muerte que constituye la vida humana. El simbolismo
del alimento que participa de esta dinámica de
venir a ser, ser y marchitarse, morir, acabar, está
presente en la recurrencia y en la circularidad de estos
gestos que conforman periódicamente el mercado
al interior de la vida urbana. Gestos vinculados a la
circularidad, duración y discontinuidad de la
vida humana, es lo que atribuye potencia a esta imágenes
de mercado y su relación con la constitución
del cuerpo colectivo de la vida urbana. En lo que atañe
a los estudios de la memoria colectiva y de lo imaginario,
estos gestos y posturas son tributarios de las estructuras
sintética y mística de la imagen, donde
los arquetipos de la madre y del alimento, de la rueda
y del microcosmo, junto con los sistemas de símbolos
del vientre, de lo engullido y del engullidor, entre
otros, son constitutivos de las artes del hacer y del
decir. La infinidad de formas de manifestación
de la sonrisa, que emergen en los espacios del mercado
trae a tono imágenes del principio corporal y
material, en la que la manipulación de los alimentos
da ocasión para las bromas de connotación
sexual, vinculadas al simbolismo de la fertilidad y
alimentación, que inscriben al cuerpo en la dimensión
del cosmos, atravesando las barreras sociales del individuo
para dialogar con una construcción colectiva
de significados para la realidad vivida. La posibilidad
de las inversiones de sentido, de decir “lo no
dicho” a través de los chistes y la mofas,
enfocan un carácter de negociación de
la realidad que toma como código simbólico
los esquemas de imágenes ligados a la intimidad
y a la digestión, adhiriéndose a un isoformismo
entre alimento y configuraciones de la oralidad.
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