“Es
en esos mundos privados que harán su aparición
unos films que el deber de misterio y la práctica
de la clandestinidad volverán inclasificables,
proteiformes, inagotables, en suma, porque estarán
dotados de una polisemia infinita; duros de derribar,
además, porque, como aquellas lombrices
de tierra que, a falta de alimentos, se rejuvenecen,
vuelven al huevo y renacen, esos films sabrán
hacerse pequeños sin desaparecer. Con un
poco de suerte, todos podremos ser testigos del
renacimiento de ese cine, igual a sí mismo,
y, por esa razón, más intratable
que nunca”.
Raúl Ruiz, “Poética del Cine”, pág.
138.
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Nos
encontramos en la calle con Ruiz. El viene llegando en un taxi.
Se baja y sube una a una las escaleras que lo anteponen ante mí.
Viene con su traje ambo en tono oscuro, las manos entrelazadas
en la espalda. Su cuerpo encorvado mirando su subir, como para
no caer en momentos melodramáticos. Lo saludo y estrecha
mi mano con gentiliza y buen humor. Lo que viene es el momento
de nuestra conversación, una tarde, en un bar, en un lugar
de Santiago, así, sin mayores preámbulos…
En
primer lugar, me gustaría hablar sobre un proyecto del
cual usted ha hablado durante el último tiempo y se refiere
al texto “Umbral”, de Juan Emar. ¿Qué imágenes
se le vienen a la memoria o se le aparecen al hablar sobre dicha
temática? Me gustaría citar, por ejemplo, la siguiente
frase: “Cuestión de enfocar y buscar el ángulo,
porque en todos nosotros está, como en nuestras cinerarias,
están todas las intensidades de la luz”.
Demasiadas
cosas. En primer lugar, enfocar, buscar un ángulo, es una
manera muy fácil de decir las cosas y muy difícil
de hacer. De alguna manera si lo trasponemos sin buscar el ángulo
es…
En
un momento dado, un filósofo inglés, quiso hacer
una lista de las falacias, filosofía del siglo XX, dice:
“la certidumbre es errónea”, entre esas falacias está
la de la localización perfecta. Qué quiere decir
la localización perfecta: para ver cualquier cosa hay un
punto que es mejor que otro. No es evidente, todos los puntos
son buenos y la localización se da entre los puntos, parecía
querer decir él.
En
todo caso, es un tema que siendo Cineasta trabajo siempre.
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Juan
Emar. |
Portada
“Umbral”. |
Juan
Emar. |
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¿Y
con respecto a este mismo libro, usted decía que quería
filmar “Umbral” de Juan Emar?
Bueno,
es lo que quiero, una flor que aparece y desaparece, se ilumina
del plano, los hechos, los objetos casi todos son un poco los
personajes olvidados de cualquier obra de cine. La presencia humana
es invasora, los objetos hechos por el hombre…
Una
de las soluciones que yo había encontrado, en algunos casos,
es iluminarlos de adentro, literalmente. Inspirado un poco por
el famoso vaso de leche que inventó Hitchcock. Un film
que trata de, no digo el nombre porque en cada país tiene
un nombre distinto, es un film que trata de un hombre que va a
Brasil para atrapar a un criminal nazi y, en un momento dado,
alguien baja la escalera con un vaso de leche y le había
puesto una luz dentro.
Eso
lo seguí desarrollando y lo sigo desarrollando. Por ejemplo,
aquí el negro, este cuaderno, le produce un negro ligeramente
transparente, en eso lo eliminamos, de manera que cuando estamos
hablando se elimina. Uno no se va a dar cuenta que está
eliminando.
Respecto
al análisis, sí, tengo proyectos a futuro. Tengo
proyectos para hacer algunas cosas que me dieron ganas de hacer,
un aspecto, su lado Rabelais, “Rabelesiano”. Ahí tiene
que ver con una operación chilena, que no tiene nombre
en Chile, que los franceses llaman “Déconnage”, “Déconnais”.
Es decir, empezar a jugar con situaciones, palabras y desarrollar
sin, a veces durante noches enteras, además, tiene eso.
Por ejemplo, empieza y llegan unos personajes a un bar y empiezan
a pedir cocteles, después de un tiempo empiezan a inventar
cocteles y aparecen cientos de mujeres.
Hay
una diferencia entre Emar y Proust. Proust tiene ciertas cosas
que le hacen acordarse, Emar tiene ciertas situaciones que le
hacen olvidar.
En
un momento dado él se olvida que está escribiendo
una novela y tiene que preguntarle a los personajes de la novela
quién es él y los personajes le dicen usted es el
que nos está escribiendo a nosotros. Hay situaciones en
que entra él por una foto en que todo se invierte. Son
estímulos.
Recuerdo
aquella imagen de “Las Tres Coronas del Marinero”, cuando el personaje
camina por un pasillo y se invierte el piso.
Sí,
bueno, eso es Juan Emar.

Escena “Las Tres Coronas del Marinero”, 1982. |

Escena “Las Tres Coronas del Marinero”, 1982. |
¿Y
por ejemplo, en relación a la temática del documental,
usted cómo lo planifica, cómo lo trabaja?
Yo
hago documentales y siempre son documentales con una gran dosis
de ficción. Por eso traje a Jerôme Prieur para que
conversáramos sobre lo trascendental y la definición.
Sobre todo él. El documental no sólo tiene un deber
de decir la verdad sino también una vocación poética.
Lo
traje sobretodo (a Prieur), porque él hace documentales
que duran doce horas, sin ninguna intervención, en que
no hay comentarios, está como en las antípodas de
cualquier documental que se hiciera en Chile. El trabaja en el
origen del Cristianismo, por ejemplo.
Esta
mañana hablamos, en el Diego Portales, sobre esta particularidad
de un cierto tipo de documental. Trate de hacer un catálogo
de documentales posibles, buenos o malos pero que tengan óptica,
que tengan cierta óptica y estuvimos navegando en torno
a eso. Pero el documental que hace él es un documental
extremadamente peligroso, que es impensable, por ejemplo, para
la televisión chilena.
¿Usted
ve algo de televisión chilena? ¿Qué le parece?
Sí,
mala. O sea, no mala sino abyecta. Sin considerar que están
sometidos a reglas del mercado impuestas desde afuera, estoy seguro
que la mayoría si pudiera haría otra cosa, pero
están sometidos por las reglas impuestas por el mercado.
La
rebelión de las masas empieza en el momento en el que en
la mitad de una batalla un soldado quiere ser un general y se
le da la posibilidad y se produce una especie de caos, cada cual
quiere hacer su batalla. Primero es el caos, después de
eso todo se pone al servicio de (dicen los políticos: “la
liberación por abajo”), y el abajo yo creo que no existe,
la liberación por un abajo hipotético.
Si
no existe espectador tonto, existe el espectador que se hace el
tonto. Yo no creo en la existencia de los tontos, no creo en la
existencia del pecador negro. Hollywood lo definía como
un hombre que viene después de ocho o diez horas de trabajo,
trabaja en una fábrica en Detroit, llega a su casa, él
es negro, su madre es drogadicta, su padre está en prisión
y él quiere que lo entretengan. Le respondí: si
yo tuviera una madre drogadicta, un padre en prisión y
todos los hermanos por ahí dando vueltas yo les diría
ustedes... (hace una mueca de asombro o perplejidad).

Raúl Ruiz hacia 1980.
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Raúl Ruiz hacia 1973. |
Y
en cuanto a los pactos con el Diablo, todo pacto implica un quiebre.
Como usted mismo lo exponía con la historia del bandido
que tenía que llenar un tonel con lágrimas y al
final todo el mundo lo ayudaba y el bandido se salvaba. ¿Qué
pasa en relación al pecador justificado?
El
pecador justificado el bien lo convierte en malo, es una paradoja.
No sabe que es pecador y eso lo justifica…Él no sabe que
hizo un pacto con el Diablo y eso lo justifica…El pecado es la
justificación final…Es el hecho y es el hecho real.
Un
criminal de guerra, en Bosnia, le entregan 40 mujeres y le dicen:
haz lo que quiera con ellas, las degüella, primero las viola
y luego las degüella. Porqué “hacer lo que quiera”
quiere hacer eso. El pecador justificado si le dicen: “véalo
usted sabrá” y escoge matar a toda su familia. Hay un desdoblamiento
de la maldad. Porqué si le dan la posibilidad de hacer
lo que quiera, porque tiene que hacer el mal, el bien ni hablar.
El pecado es la simplificación final.
Porque
Chile no mató mucha gente. Chile, Pinochet. Chile no mató
mucha gente, sin embargo, hay más de 300.000 mil torturados.
Si el placer de ellos es provocar dolor es un placer extraño.
Chile se suponía que no tenía eso, de dónde
apareció, de dónde salió esa gente, hombres
y mujeres que sentían placer de torturar a alguien y, sin
embargo, había una especie de control, no habían
muchos muertos.
¿Y en relación a Chile?
En
Chile hay muchas descripciones de pactos con el Diablo. Lo curioso
de este personaje es que no se da cuenta que hizo un pacto con
el Diablo y eso lo tiene justificado. En cuanto a la chilenidad,
todos en más de una ocasión hemos pensado este tema,
es lo que tiene de universal.
¿Cómo
ve usted el tema del guión?
La
otra vez conversaba con un amigo árabe y me decía
que el problema del guión es que es demasiado islámico,
tiene que decir a cada rato está escrito.
Las
reglas de cualquier deporte están escritas, tienen un guión,
pero no se sabe quién las hizo. El guión puede describir
o vaticinar.
En
una revista francesa de los años 20, 30, de vocación
surrealista, cuyo director era Georges Bataille, en esa revista
se planteaba, subyacentemente, sin decirlo claramente, que todo
es documento. La “Divina Comedia” es un documento.
Ministerio
es el estado. Misterio es el arte. Las obras de arte son inexplicables.
¿Cuál
es su visión con respecto al documental en Chile?
Documental chileno es casi una redundancia, acá haga lo
que se haga siempre es documental, toda película.
Lo
primero que interpelamos es a la gente, la manera de hablar, el
hablar chileno, cierto comportamiento. El estereotipo es débil,
para hacer ficción se necesita que el estereotipo sea fuerte.
Las reglas del comportamiento. El comportamiento chileno es débil.

Raúl Ruiz. |
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Portada “Los Dominios Perdidos”. |

Escena de “La Vocación Suspendida”. |
¿Y
cómo definiría Documental?
El
problema del documental, según lo definía Jerôme
Prieur, es que tiende a ser un documental militante, o sea, tiende
a poner al espectador del lado bueno de las cosas, el espectador
tiene que poder pasar del lado bueno al lado malo, no significa
que tenemos esto por este lado y esto otro por el otro, no es
hacer parlamentarismo. Significa darle espacio, darle el tiempo
de integrarse a los objetos del documental. Eso lo hace muy bien
Weissman.
¿Podríamos
hablar un poco de Polisemia Visual?
Polisemia
es una, como “Los Dominios Perdidos”, visión perdida. Es
evidente que si tú pones a una persona, te voy a dar un
ejemplo clásico, un fabricante o diseñador de zapatos,
le muestras cualquier película, necesariamente va a ver
los zapatos de la película y va a transformar la perspectiva
de todas las cosas que pasan en la película. Si hay alguien
que se interesa exclusivamente en problemas a la piel, una película
moderna se va a interesar en cómo cambia el color de la
piel del personaje, eso lo podemos llamar un caso de doble lectura.
¿Ahí
tenemos la temática de las múltiples lecturas?
Muchas
lecturas existen siempre, hay una lectura positiva diría
yo y otra negativa.
Uno
puede ver la película y ver muchas películas que
están en esa película, esa es la positiva y la negativa
es que uno parta por su lado y olvide la película.
Hay
una regla que inventó Ortega y Gasset, que también
puede llamarse la regla del 10 por ciento, en toda obra de arte
siempre el espectador, el crítico de arte, el estudioso,
entiende 10 por ciento más de lo que quiso decir el autor.
Una buena parte entiende el 10 por ciento menos, esa es la lectura
óptima, pero hay gente que entiende el 200 por ciento más,
entiende demasiado o entiende el 20 por ciento y ahí la
obra de arte no comunica.
La
comunicación, recordemos, es un aspecto de la obra de arte,
las obras de arte son como mi familia: pobres pero longevas.
Pero
la obra de arte tiende a quedarse porque siempre hay alguien que
la va a releer, después de un tiempo la va a ver, hay un
efecto de relectura que se ha ido acentuando con los años,
que se ha ido intensificando con la industrialización del
arte. Cada cierto tiempo uno vuelve hacia atrás, revisa
críticas, retrospectivas, se reditúa, se reorganiza,
en ese sentido, una obra de arte en el tiempo son muchas obras
de arte.
¿Cómo
trabaja el aspecto musical en su obra cinematográfica?
Cuando
escribo el guión, si es que escribo el guión, muchas
veces no lo escribo, pongo una música, que puede tener
que ver directa o indirectamente. En general, música sinfónica
porque es larga y me permite cuando escribo, irme, inconscientemente,
acordándome, poniéndome en sintonía con la
música, en el sentido de que la música me induce
un ritmo de los diálogos y las cosas que están pasando,
ese es un aspecto, esa música no va a ser usada en la película.
La
película después es un tejido de música,
que son una segunda lectura de lo que estamos viendo, un comentario,
una segunda crítica, que es una contradicción, una
crítica.
Evidentemente,
mucho más complicado que eso si se piensa, además,
que la película tiene, no siempre, pero a menudo, tiene
una estructura musical: fuga, sinfonía. En general, tomadas
de Bach.
¿Y
tiene algún compositor favorito?
Soy
bastante melómano, así que favoritos no son menos
de quinientos (risas). Para trabajar: Arriagada, porque somos
chilenos, porque es un virtuoso que puede imitar estilos y conservar
su propio estilo.
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