¿Por
qué filmar?
Dije al principio que empecé a filmar porque
sentía cosas que eran irreductibles a las
palabras. En este sentido creo que filmar durante
una investigación etnográfica nos
permite “decir-mostrando”
pero también nos da la posibilidad de estudiar
cuestiones que de otro modo se nos hubiesen escapado.
Es decir, una manera diferente de decir, y a la
vez, una manera de decir otras cosas. Hacer etnografía
es querer comprender un fenómeno, hacer
cine etnográfico, antropología visual,
o menos ambiciosamente, filmar una etnografía,
es dar cuenta de esa comprensión y también
mucho más.
¿Qué cosas se nos hubiesen
escapado?
Indudablemente, la corporeidad de los sujetos.
Estudiar la identidad no implica buscar algo esencial
y fijo sino, creo, todo lo contrario. En mi trabajo
parto de la idea de configuración identitaria,
justamente para hacer hincapié en los aspectos
construidos de toda identidad. Claro que para
ello siempre se parte de un anclaje necesario,
histórico, fisonómico, cultural,
material, que hace posible determinadas opciones
identitarias y no otras. Así, considero
que el cuerpo, moldeado por el contexto social
y cultural, origina y propaga significaciones
que constituyen la base de la existencia individual
y colectiva, por lo que la corporeidad es un elemento
importantísimo de la identidad (Le Breton,
2002).
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Considero
que estas dimensiones, como vemos nada secundarias,
son aprehendidas mucho mejor desde la imagen en
movimiento, que nos acerca y nos muestra; que al
hacerlas visible nos permite convertirlas en algo
pensable. En concreto, en mi investigación,
la filmación me permitió mostrar cómo
estas mujeres son, cómo viven sus cuerpos,
sus complejos, sus atributos, cómo hablan,
gesticulan y se mueven, interactúan entre
sí y con los demás, etc; también
cómo performan su actividad de promotoras
ante sus pares, ante los otros y cómo el
progresivo proceso de empoderamiento que fueron
viviendo se manifiesta corporal y gestualmente.
Otra
cuestión que la filmación nos permitió
visualizar durante el trabajo de campo es la autopuesta
en escena, es decir, cómo los sujetos se
preparan para mostrarse ante los otros, cómo
“actúan” su rol ante todas las
otras posibles miradas que la presencia de la cámara
implica. Los relatos, las posturas, todo cambia
cuando la cámara se enciende. La percepción
de esta diferencia nos acerca al análisis
de lo que se desea mostrar y lo que se desea ocultar
o por lo menos, no exhibir (De France, 1995).
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