Alfredo
Jocelyn-Holt Letelier, estudió Historia
del Arte en la Universidad John Hopkins (E.E.U.U),
Derecho en la Universidad de Chile y se doctoró
en Historia en la Universidad de Oxford (Inglaterra).
Desde esa perspectiva multidisciplinaria, en
esta entrevista comenta la relación entre
Historia e Imagen, cómo se conectan el
soporte escrito, la imagen fija y en movimiento,
y cómo ha sido la presencia de las imágenes
en la historiografía chilena desde sus
inicios hasta nuestros días, dando cuenta
desde distintas miradas de esa disciplina. |
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Alfredo
Jocelyn-Holt. Revista Punto Final. |
Historia
e Imagen
Según
usted, ¿desde cuándo los historiadores han utilizado
la imagen como fuente de investigación? Se lo planteo
porque en los textos más antiguos aparecían imágenes,
sin embargo tengo la impresión de que los historiadores
no tomaron esas imágenes como documento.
Eso es efectivo, cuando uno piensa en los textos particularmente
ilustrados del mundo medieval las imágenes, en los libros
de oraciones por ejemplo, eran tan importantes a veces como
el texto en palabras. Eran todos dibujados, pero además,
pintados. Después con la imprenta se hace tanto más
difícil, sin embargo el grabado permite incorporar también
ilustraciones. De modo que siempre texto-imagen han estado presente.
Es posible que en el siglo XIX desaparezcan las imágenes
visuales. Desaparecen a la vez que se emplean muchas imágenes
verbales en lo textos, en las cuales hay una particular preferencia
por una narración que se acerca a la novela. Esto lo
vemos en algunos historiadores en el caso chileno, Vicuña
Mackenna por ejemplo, y también en cierta medida en Barros
Arana, en que aparece el uso de una narrativa que toma prestado
de la narración novelística y ahí las imágenes
son como las novelas. Los textos en sí mismos, en su
escritura, son muy vivos en términos de imagen.
Creo que hay que hacer una distinción en términos
conceptuales, entre imágenes verbales e imágenes
visuales. Ambas son imágenes porque invocan una idea
visual, en la mente del lector. Entonces los recursos son distintos,
pero me parece que las imágenes en general siempre han
estado en la historia, en la historiografía. Son fundamentales.
“La
Conquista de Arauco”,
Benjamín Vicuña Mackenna. |
Historia
General de Chile, Tomo 1,
Diego Barros Arana. |
¿No
cree que más bien existió un desprecio hacia lo
visual en la construcción del discurso histórico?
No sé si desprecio, siempre ha sido incorporado. Creo
que es cierto que en algún momento, me parece que tiene
que ver con el Positivismo del siglo XIX, hay una tendencia
a desconfiar de las imágenes visuales, de que constituyen
una forma de engaño, una fantasía, una ilusión
y que no corresponden a la realidad propiamente tal. Entonces
se prefiere un cierto tipo de documento, porque el Positivismo,
y particularmente el Positivismo trasnochado que tenemos que
soportar en Chile hasta el día de hoy, en círculos
académicos e historiográficos, cuando se habla
de fuente solamente se restringe a documentos y preferentemente
a documentos escritos y documentos escritos oficiales, lo cual
el reduccionismo es llevado al paroxismo, a la exageración
máxima. Entonces, por ejemplo, un testamento, una escritura,
un discurso de alguna autoridad, (esos bodrios que son los mensajes
presidenciales, no hay nada más aburrido que un mensaje
presidencial), sesiones parlamentarias, etc., que son altamente
discursivos o que son muy rígidos en el formato del documento,
además con un componente jurídico, bastante árido,
eso se supone que es el summum de la confiabilidad, lo cual
es absolutamente absurdo, no admite mucho análisis y
carecen de cualquiera sensibilidad plástica o visual.
En el fondo son una producción masiva proveniente de
una burocracia o de un oficialismo oficinesco, burocrático
que en realidad se ensalza a sí mismo y que se hace distinguir
de todos los demás.
Hay que pensar que en el siglo XIX todavía el analfabetismo
es muy alto en sociedades como la nuestra, y por lo tanto la
palabra cobra y asume un papel de poder exacerbado. Además,
porque constituye un poder que maneja el Estado frente a una
sociedad que carece de ese dominio.
Estamos muy lejos, por lo tanto, del mundo medieval, en el cual
la iglesia acude al mundo popular a través de imágenes.
Entonces es muy rica en el uso de las imágenes, precisamente
para crear puentes con el mundo, si uno entra a una catedral
gótica, están todas las ventanas iluminadas (que
son imágenes), la estatuaria, los altares están
llenos de imágenes visuales, precisamente porque se reconoce
que el mundo de los fieles es analfabeto y sin embargo, es necesario
evangelizarlo, es necesario llegar hasta esos sectores. Entonces
se hace el puente.
En el siglo XIX se trata de marcar las distancias entre el Estado,
que es bastante autoritario, y el Pueblo. Quizás en ese
sentido puede que las imágenes visuales se reduzcan y
hasta lleguen a desaparecer, pero solamente en ese contexto.
Cuándo
la fotografía se incluye en los textos históricos,
la disciplina comienza a utilizarla como un referente “real”,
prácticamente como una porción de la realidad.
Sin embargo, toda imagen es una construcción mediada
por diferentes factores (culturales, políticos, etc.),
y al parecer los historiadores no han prestado demasiada atención
a ese punto. ¿Comparte usted esa afirmación?
Sí, ese primer efecto que tiene la fotografía
supone que es tan real que va a eliminar toda otra forma de
reproducción de la realidad, porque tiene esta veracidad,
además es una técnica, es una tecnología
y por lo tanto eliminaría la subjetividad de la persona
que está detrás. La fotografía inicialmente
es como esa especie de imposibilidad de saber qué está
ocurriendo en un lugar en el que uno no está. Pareciera
ser la solución de eso, pero ahora sabemos que no es
así, sabemos que la fotografía es un artificio
muy similar a las imágenes construidas durante el Renacimiento
que funcionan sobre la base de la perspectiva, que es un artificio
absoluto, total. Reproducir un mundo tridimensional en una superficie
bidimensional supone una serie de técnicas que son realmente
un artificio impuesto a la realidad, por de pronto, todo es
plano y la fotografía también es plana. En segundo
lugar, supone una especie de ojo único, una especie de
cíclope, es una reproducción de una realidad no
cóncava, completamente plana, por lo tanto eso opera
con las perspectivas en las pinturas y opera también
con el foco ciclópeo de la fotografía, por lo
tanto es absolutamente un artificio de la realidad.
Ahora, para los pintores y los arquitectos que inventaron la
perspectiva en el Renacimiento, no existía una perspectiva
tan matemática con un punto de fuga y un horizonte. Es
una cosa realmente pensada, inventada, es una invención
en el mundo renacentista. Sabían que con un artificio
se puede ser más verosímil, lo cual es una paradoja,
con un artificio se puede retratar mejor la realidad. Con la
fotografía eso también quedó en evidencia,
la capacidad de captar instantáneas, muchas veces se
habló de instantáneas en el siglo XIX, un tipo
de fotografía que hubo. En esos casos se hizo efectivo,
ahí en esos casos captan la realidad o una realidad tanto
más real. Sin embargo, hay otro tipo de fotografía
que es la fotografía de salón, en la cual el artificio
no es solamente de la máquina sino que tiene que ver
también con las poses, son poses muy artificiosas, son
teatrales, son muy escenificadas y sin embargo existe esta idea
de que por el solo hecho de ser una reproducción mecánica
sería la realidad.
La verdad es que todo esto es complicado y bastante complejo,
además supone y exige en el fondo una interpretación.
Sabemos que en el siglo XX y cada vez más en su segunda
mitad, donde hay un desarrollo de la semiótica, que la
hermenéutica y la interpretación, particularmente
de las imágenes, admite todo tipo de registros, de ambigüedades.
Se mueven en un nivel enorme de equívocos, azarosos o
intencionados y los equívocos permiten la comunicación,
lo cual enriquece el uso de las imágenes y también
la apreciación de ellas. Pero todo esto hace más
difícil su interpretación, el análisis
que hay que hacer. Entonces me parece que imágenes, hermenéutica
e interpretación van en conjunto y ahí se pueden
hacer algunas distinciones muy precisas; no es lo mismo una
fotografía que un grabado o el cine en oposición
a la televisión, ahí me parece que hay una distancia
grande.
Portada
libro A. Jocelyn-Holt, 1998. El Chile Perplejo.
Del avanzar sin transar, al transar sin parar.
Editorial Planeta, Santiago. |
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¿Los
historiadores consideran el cine y el video como parte del registro
histórico? De acuerdo con esto, ¿conoce trabajos
de historiadores en este soporte audiovisual?
No, son pocos. Yo lo he usado personalmente, en El Chile
Perplejo, que hablo sobre la historia contemporánea
chilena, por ejemplo me serví de El Chacal de Nahueltoro
de Miguel Littin, hice un paralelo, una conexión con
Allende en el último día, en el 11 de Septiembre.
Ahí empecé a usar imágenes, uso bastantes
imágenes fotográficas pero este caso fue una película,
un film que me sirvió para comprender y hacer unos paralelos
con Allende.
Sería muy dudoso que un historiador de tipo académico
convencional, recurriera a una película sobre Napoleón
o Cleopatra o Julio César hecha en Hollywood para ilustrar
o hacer referencia, para hablar sobre Roma o la Francia Napoleónica.
Creo que es completamente legítimo hacerlo por último
para generar distancias, para falsear o refutar esas imágenes
o bien para rescatar los aciertos que puedan haber en ellas
y que nosotros los historiadores tenemos dificultades.
Creo que si uno ve una película como Espartaco
o Ben-Hur, estoy hablando de películas muy taquilleras,
muy tipo Hollywood, muy artificiosas, muy fácilmente
tachables, refutables en términos históricos estrictos.
Sin embargo, creo que hay una cantidad de aciertos en esas películas
que el historiador haría bien en reparar en ellas, en
el fondo son imágenes de carácter mítico
y los historiadores frente al mito creo, que deben guardar cierto
cuidado. El mito no es historia, pero sí es una fuente
histórica muy importante. Los mitos hablan en términos
metafóricos sobre hechos que en algún momento
ocurrieron y entonces al historiador se le debería exigir
una mayor habilidad para desentrañar lo irrefutable que
puede tener un mito, los mitos tienen elementos irrefutables
o refutables que son de gran utilidad, y por lo tanto es bueno
que el historiador use eso. Una de las fuentes icónicas
que tienen cierto carácter mítico o metafórico
en nuestros días es Hollywood. Para qué decir
de otro tipo de cine más sofisticado.
¿Cree
usted que la historia más adelante “supere” el soporte
del libro y pase al dvd? ¿O más bien ve que libro
y nuevos soportes sean complementarios para el historiador?.
No, no. Nunca se han producido más libros que en nuestros
días, es imposible mantenerse al día con todo
lo que está saliendo. La producción hoy día
es gigante, la incomodidad que significa mirar en una pantalla,
en un soporte de pantalla frente a un libro es infinita. Sabemos
también el grado de sofisticación y de confiabilidad
que puede tener un libro publicado por una editorial universitaria,
no es lo mismo que cualquier archivo que podamos bajar de Internet,
que no tiene sello editorial, que no ha pasado por un comité
editorial, que no está siendo avalado por una institución
de prestigio.
El libro sigue siendo mucho más respetable, además
tiene que ver con la rapidez. Poner algo en Internet es muy
rápido, llegar a publicar, aunque se ha agilizado el
proceso de publicación, toma mucho tiempo entonces son
más pensados los libros que lo que aparece en Internet.
Historia de Chile en Imágenes
Grabado publicado en Sergio Villalobos,
1961. Tradición y Reforma en 1810.
Ediciones de la Universidad de Chile. |
¿Cómo
los historiadores(as) chilenos se han vinculado con las imágenes?
Lo que pasa es que nosotros tenemos poca producción de
imágenes. Pero también hay que pensar, yo nací
a mediados del siglo XX, nací el año ´55,
ciento cincuenta años después de que se introduce
la imprenta en este territorio, francamente no llevamos mucho
tiempo, entonces la producción de imágenes es
pobre. Pero es pobre porque todo es pobre en este país,
me parece que estamos hablando todavía de una industria
del libro muy artesanal, muy precaria, entonces hay criterios
de índole editorial en la cual se privilegia el llegar
a un público masivo o relativamente masivo, para los
términos de ese entonces, son libros con poco diseño,
con textos y sin imágenes, que habrían sido más
caros.
La incorporación de ilustradores, que son contados con
los dedos de la mano los ilustradores en Chile, que diseñan
el libro y meten imágenes visuales, Mauricio Amster es
por ejemplo un caso muy excepcional, pero son muy reducidos.
Ahora, eso explica por qué no nos encontramos con muchas
imágenes. Porque no hay mucha producción de imágenes,
además que en el siglo XX hay un privilegio de extender
los libros, son menos refinados que los del XIX, pero llegan
a un público mayor y abaratan eliminando las ilustraciones.
Portada La Araucana. Alonso de
Ercilla y Zúñiga, 1574. |
¿Cómo
cree usted que se ha representado visualmente a los indígenas
de Chile?
Lo que pasa es que ahí estamos re-invocando esa imagen
notable, en cierta medida inventada por Ercilla, que tiene que
ver con el Mapuche-Araucano que es idealizado y ensalzado. Para
lo cual hay una explicación: el mapuche a diferencia
de otros pueblos en América, logra parar y empatar al
español, el resto de América es conquistada muy
fácil y rápidamente, en Chile no se la pudieron
no más y eso llevó a tratar de dar una explicación,
y la que se da Ercilla y otros es que en realidad son iguales
si no superiores, como guerreros, y lo estaban diciendo los
soldados más extraordinarios de Europa, que eran los
españoles. Entonces hay un cierto reconocimiento, eso
se recoge y se ensalza y creo que ese es un mito, evidente,
un mito muy válido por lo demás, es decir, los
mapuche no son como los indígenas andinos, el mundo indígena
andino es muy interesante antropológicamente, pero desde
un punto de vista histórico, histórico-mítico,
el pueblo mapuche no tiene comparación. Y aún
cuando tiene este carácter epopéyico, (la epopeya
es una de las fuentes de la Historia), es decir, nosotros sabemos
la historia del mundo clásico, de Grecia no solamente
gracias a Heródoto y a Tucídides, la sabemos gracias
a Homero y eso son mitos, pero es historia también. La
Odisea trata de algo muy concreto, la Guerra de Troya y
eso fue real.
Entonces me parece que se ensalce al araucano, al mapuche, con
esas características sin duda que los mapuche se ganaron
ese lugar de la historia, y es muy notable que tuviéramos
un Ercilla que los recoge, que es lo suficientemente sensible
para incorporarlos. No ocurre así con los pueblos andinos.
Sí ocurre con el Imperio Inca, pero es cierto que cuando
nosotros vemos a indígenas aymaras hay algo como... incluso
cuando los describimos, decimos que no los entendemos, que son
pétreos, que no nos hacen sentido, eso a veces es peyorativo,
es denigratorio, pero también a veces es real. Es decir
no se han creado los vasos comunicantes para poder entender.
En el caso del pueblo mapuche, si hay algo muy concreto, es
que habla y habla muy notablemente en la guerra. Sabemos que
el pueblo mapuche habla de otras maneras, ahora tenemos poetas
mapuche muy extraordinarios, pero la guerra es muy elocuente,
entonces me parece a mí que eso se recepciona.
También me parece que los indígenas son siempre
exóticos para la mente occidental, en el sentido de que
son distintos, nosotros debemos parecerles a ellos como bichos
muy extraños también. El elemento exótico,
no es necesariamente una cosa negativa, puede ser una forma
de estigmatización y discriminación, pero puede
ser un primer reconocimiento de que son distintos, desde el
momento en que son distintos vale la pena reparar en ellos.
¿Usted
cree que hay una diferencia entre las imágenes que graficaron
la historia del siglo XIX y las que hoy grafican las de siglo
XX?, estoy pensando en la imagen de La Moneda ardiendo como
ícono del siglo XX, ¿Hay alguna imagen que sea
un referente así del siglo XIX?
Tan pesadillesca o tan emblemática como esa. En el siglo
XIX estamos llenos de imágenes, pero no sé si
hay alguna que sea así, que sea como que la estamos observando
permanentemente y estamos tratando de descifrarla: La Moneda
en llamas. Que hace referencia a su vez a un acto que no tiene
ningún sentido, que los militares de este país
bombardeen La Moneda es algo que realmente no resiste análisis,
es un simple puñetazo, es un gesto del cual no digamos
que tiene mucho sentido, son actos muy brutales de violencia.
Lo que pasa es que no tenemos ningún equivalente de violencia
de esa naturaleza en el siglo pasado chileno.
La manera en que lo graficaría es más o menos
lo siguiente, no solamente en el caso chileno sino que hay que
mirar en términos occidentales también. Las guerras
en el siglo XIX, son conflictos que todavía responden
a una tradición en que los enemigos se reconocen unos
a otros en tanto sujetos nobles. Las guerras normalmente tienen
que ver con el estamento militar, no involucran civiles. Pero
cuando nos adentramos en el siglo XX la situación cambia
completamente, desde la Guerra del 14, que es una guerra brutal,
que es el inicio de un siglo horroroso, el XX, como Eric Hobsbawm
lo demuestra muy bien. Son guerras con un componente tecnológico
inhumano, pensemos por ejemplo en las bombas de Hiroshima y
Nagasaki, que involucran a los civiles, con una taza de mortandad
terrible y, además, el Holocausto. Ese grado de brutalidad
y violencia del siglo XX no tiene equivalencia en el XIX.
Bombardeo a La Moneda, 11 de septiembre
de 1973. |
Entonces, no me parece que tengamos una cosa tan emblemática,
creo que cuando uno ve imágenes del siglo XIX, que ya
a estas alturas (tiene que ver también con el tiempo
que ha pasado), logramos entender. A veces encontramos ciertas
imágenes que son feroces, como las de Con Con y Placilla
(1891), son bastante terribles. De igual manera que, la primera
guerra que fue notablemente fotografiada, como fue la Guerra
Civil norteamericana, con toda esa cantidad de cadáveres
en los sitios de batalla, así y todo no se compara eso
con fotografías de campos de concentración por
ejemplo. Son espantosas, cadáveres, esqueletos vivientes,
cosas de esa índole. Después también en
Camboya, esas fotografías terribles de pobreza en África
que hemos visto, niños desnutridos. Nuestra capacidad
de consumir ese tipo de imágenes en el siglo XX no se
compadece con nuestra incapacidad para entender y comprender
eso.
Ahora,
las imágenes en los textos escolares, sobre todo las
que representan a los pueblos indígenas, poseen un cierto
carácter exotizante, mostrando una diferencia radical
sobre todo en lo referente a vestimentas y costumbres, ¿No
cree que estas imágenes terminan configurando un imaginario
particular sobre estos pueblos?
Claro, pero no podía ser de otra manera. Creo que pensando
en los imaginarios, tienen un componente artificial y de constructo
pero, al igual que los mitos, son intentos es dar una explicación,
con toda la torpeza que significa eso, pero también con
toda la versatilidad poética, metafórica que implica;
por lo tanto las imágenes y los imaginarios no son inocentes.
Y consecuentemente, se requiere de un historiador que discrimine,
que sepa manejar las imágenes. Eso es un arte, hay que
saber entenderlas, lo cual supone manejar muchos registros,
mucha información y saber ver. Uno tiene que adiestrar
el ojo y saber detectar.
Los imaginarios sirven para entender cosas, son formas de proyecciones
que se hacen. Nos entregan mucha información, incluso
entregándonos falsedades nos entrega información,
y por lo tanto hay que atender a los imaginarios. Por cierto,
las imágenes que nosotros tenemos de los indígenas
no son los indígenas. Esto es como el psicoanálisis
y como el psicoanalista; el historiador tiene que saber distinguir,
discriminar, tiene que cumplir esa función.
Eso, sin perjuicio de que además el historiador está
creando mitos, el historiador desmitifica pero a su vez fabrica
mitos, eso exige que nadie tiene la última palabra, es
sólo una propuesta que hace el historiador que lo lleva
a invitar a otros a que lo refuten, o lo falsifiquen, o lo valoren.
Es decir, la Historia es un diálogo interminable de hipótesis
que se contraponen unas con otras, esto es un modelo evidentemente
popperiano, de lo que yo considero que es la Historia; no es
una ciencia en el sentido de que uno descubre la verdad. Hay
intentos distintos de formular verosimilitudes, que tienen mayor
o menor grado de credibilidad.
Volviendo el tema de los textos escolares, revisando
algunos de los que se están utilizando hoy, nos dimos
cuenta de que esta la tendencia de utilizar las mismas imágenes
para explicar ciertas cosas, por ejemplo los Mapuche con los
grabados de Gay; Rugendas con el campesino, el huaso, ¿Qué
le parece a usted esta escasez de imágenes?
Hay muy pocas imágenes, eso tiene que ver con la pobreza
no sólo material en Chile, sino que además hay
otras consecuencias. También tenemos muy pocos archivos
y eso que este es un país que ha logrado hacer muy buenos
archivos, pero tiene que ver con el carácter de terremoto
permanente, el hecho de que no tengamos muchas ciudades en los
primeros tres siglos después de la inicial Conquista,
las ciudades protegen mejor que los sectores rurales, ahí
sufren humedad, tenemos maremotos, terremotos. Hay mucho material
que se ha perdido.
Grabado de Claudio Gay, editado
en París 1854.
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A
mi me parece que eso es un factor, pero ojo, ¿Cuánto
sabemos de cosas concretas? No sabemos la estatura de ciertas
personas, sabemos que eran bajos, pero qué tan bajos,
¿Cuál era el color de los ojos? ¿Cuál
era el color del pelo? incluso habiendo fotografías no
lo podemos detectar fácilmente. A mi no termina nunca
por sorprenderme cuando veo fotografías del siglo XIX
chileno, cuán morenos eran los miembros del grupo de
dirigentes, por ejemplo. Uno supone que deberían ser
más bien blancos, pero no eran blancos, eran bastante
moros. Puede haber elementos étnicos envueltos ahí.
Nos hemos emblanquecidos con el tiempo. Puede tener que ver
con nuestros filtros, hay una especie de photoshop más
sofisticado que vuelve más blancas a las personas. Ha
habido también un desarrollo del maquillaje, entonces
eso también oculta cuán morenos pueden aparecer
las personas, cosas de esa índole. Pero certezas sobre
ciertos individuos que son muy preponderantes en nuestra historia,
tú puedes llenar con datos duros, duros cinco líneas,
seis líneas.
Nosotros estamos convencidos que Portales tiene un cierto físico,
pero puedo traer veinte imágenes distintas de Portales,
por lo tanto ¿Quién es Portales? sabemos que las
primeras ilustraciones de Portales se hicieron después
de su muerte, y sobre la base de sus hermanos que sirvieron
de modelos, pero nunca vamos a saber a ciencia cierta cómo
era exactamente. Entonces, sabemos muy poco del pasado y el
pasado nos entrega a veces, por dificultades materiales, muy
poca información.
Por eso se repiten las imágenes incansablemente, y claro,
cuando se comienzan a repetir adquieren una especie de sacralización.
Es como la imagen del Rey que empieza a circular por las calles
de Santiago, el día del Rey se paseaba una pintura, habían
muy pocas pinturas en el mundo colonial chileno, y uno de los
primeros pintores es Gil de Castro, realmente ahí aumenta
el número de pinturas, pero antes había una sola
pintura y era la del Rey y esa circulaba, así como circula
San Pedro en el día de San Pedro, entonces ahí
tienes esos efectos repetitivos, y al volverse repetitivos,
adquieren un aura icónica, sacra. Vemos una cierta presencia,
a veces las imágenes tienen esta característica
casi sobrenatural, que es una forma de ser natural y por lo
tanto de realidad y la gente se lo cree.
A mi me gusta creer en las imágenes, creer y no creer,
jugar un poco en ellas, dejarme convencer por su tremenda capacidad
de persuasión, pero ojo, desconfiar también del
uso de ellas.
Jocelyn-Holt
y su relación con las Imágenes
Portada Historia General de Chile
Tomo I. El retorno de los dioses.
A. Jocelyn-Holt, Editorial Planeta, 2000.
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¿Cómo
utiliza las imágenes dentro de sus libros, por ejemplo
en su Historia General de Chile? Me parece que es uno
de los textos de Historia de Chile con más imágenes,
incluso me atrevería a decir que proponen un recorrido
complementario al texto y no necesariamente cumplen una función
ilustrativa.
No, admiten un relato paralelo. Porque en la Historia General
siempre ha estado la idea de que se pueda transformar en un
documental.
Yo estudié inicialmente en Estados Unidos, mi primera
carrera fue Historia del Arte y Literatura, y me impactó
mucho un documental de Kenneth Clark que se llama Civilización,
es un documental realizado por la BBC, extraordinario, con imágenes
y sonidos muy notables, es un hito entre los documentales de
la BBC. Como también El Ascenso del Hombre de
Jacob Bronowski, y después Simon Schama que ha hecho
Ciudadanos y otros muy en esa misma línea. Ahí
aprendí a usar las imágenes, siempre he querido
que estos libros se transformen alguna vez en guiones y documentales.
Han sido pensados para eso.
En
mi trabajo pienso en términos de imágenes, me
dedico más a ver que a leer, leo bastante pero veo más.
Parto de una imagen y después escribo, por lo tanto me
parece que podemos llegar a un punto donde las imágenes
visuales pueden ser tan importantes o casi más importantes
que los textos escritos. Ciertamente creo que se puede llegar
a eso. Todo es imagen, porque de alguna manera lo escrito evoca
imágenes a su vez. Quisiera pensar que en el tipo de
trabajo que yo hago la imagen es protagonista, dicta el texto,
es la fuente principal que utilizo tanto en su versión
literaria como en su versión plástica, visual.
En realidad, para mí, las fuentes son las imágenes,
no los testamentos.
¿Los
medios de comunicación, como la TV, terminan construyendo
la historia?
Más que historia terminan construyendo muchas veces crónicas,
que es una etapa menos sofisticada, que es un mero registro,
que no contiene un sobre-valor interpretativo o si lo tiene
es muy elemental, porque siempre hay interpretación,
siempre hay selección. Las crónicas y los registros
son de un coeficiente muy bajo, porque además la televisión
pretende llegar a un gran público. Entonces esa es la
idea, el nivel al que se quiere llegar es bastante elemental
y eso empobrece la televisión.
Hay otro aspecto que tiene que ver con mi generación,
y es que hay una especie de secuencia en las imágenes
que no da tiempo para poder decodificar, para digerir, por lo
menos para mí.
Me parece que las imágenes de algún modo u otro,
tienen que invocar una secuencia casi gramatical: sujeto, verbo
y predicado. Muchas veces en la televisión por la rapidez,
por los efectos sonoros, ocurre una especie de disonancia, pretenden
producir un efecto, una especie de golpe, pero que no nos permite
entender en términos racionales. No hay sujeto, verbo
y predicado, hay simplemente sujeto o un imperativo que le lleva
a uno a hacer una cosa casi automáticamente. Es muy invasiva
y no permite reflexionar mucho, por lo tanto, hay un coeficiente
muy bajo en la televisión por eso yo no veo televisión,
no me sirve para nada, la apago no más.
Pero también sabemos que en algunos momentos, puede ser
muy extraordinaria, y ahí si que sí, como por
ejemplo el bombardeo a las Torres Gemelas en Estados Unidos.
Y ahí hay algo que uno ve, que la televisión tiene
un impacto enorme. Pero no veo noticias, salvo en casos muy
excepcionales, no pretendo mirar con ojo crítico para
tratar de entender cómo una masa televisiva ve las cosas
porque es de mala calidad, es demasiado subestimulante. Es un
manoseo total, a mi me gustan más dosificado el manoseo.
En relación a lo anterior, durante la última
elección presidencial usted estuvo en el centro de la
polémica. Apareció en todos los noticiarios!.
Desde una óptica tan cercana, siendo uno de los focos
de esa polémica, ¿Cree usted que los medios de
comunicación representaron correctamente los hechos?
La pregunta a la señora Bachelet, fue una cosa magnificada
que a mi me sorprendió mucho, de sobremanera. Esto era
un seminario que se estaba realizando con los otros candidatos.
Yo había hecho preguntas bastante difíciles a
los otros candidatos, y lo hice con ella también. El
número de periodistas que hubo con los otros candidatos
era bastante menor, a veces llegaba una cámara, esta
vez había cuatro, estaba lleno de periodistas. Cuál
sería mi sorpresa cuando hago la pregunta, que la leí,
la redacte ahí mismo, era una pregunta que tenía
en mi mente hacía mucho tiempo, le hago la pregunta y
se produce un silencio sepulcral, y ahí noté que
algo había ocurrido. La verdad es que yo sólo
pensé que era una pregunta y como tal merecía
una respuesta, la cual no creo que haya sido respondida y se
dramatizó la situación.
Era una pregunta dura, el tipo de pregunta que yo suelo hacer,
la hice y provoca un efecto de silencio, un efecto de quién
lo invitó y ella se toma cierto tiempo en responder,
porque hubo otras preguntas entremedio, sólo una cámara
registra la pregunta, no obstante que habían cuatro cámaras
funcionando. Yo fui el más sorprendido, llegan y empiezan
a encenderse las cámaras, es algo totalmente distinto.
Y ahí empiezan a registrar, y toman desde todos los ángulos
a la señora Bachelet. Esto es lo que va a quedar finalmente
de todo este asunto, el punto es que no responde la pregunta,
y es muy emocional, sumamente emocional, y eso es lo que queda
registrado.
Me costó mucho hacer que apareciera la pregunta en toda
su extensión, al final apareció en revista Qué
Pasa, los demás reprodujeron tres líneas
de una pregunta bastante larga y complicada. Por lo tanto nuevamente
uno se da cuenta de que los medios son incapaces de registrar
toda la complejidad de un acontecimiento.
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