La
Fiesta, el desafío
La presente ponencia corresponde a una autorreflexión
del proyecto Azapa. Fiesta para los muertos,
que se enmarca dentro de una investigación
etnográfica centrada en la Celebración
del Día de Todos los Muertos realizada en
Azapa cada 1° de noviembre. Familias enteras
viajan hasta allí, tanto de otras regiones
del país como de Perú y Bolivia, sólo
para celebrar ese día con sus muertos. Se
presentan con sus mejores ropas, con su mejor actitud,
gastan en comida y bebida para ofrecerla a la gente
en favor de su finado, preparan las tumbas con flores
de psicodélicos colores y convocan a bandas
para complacer musicalmente a aquellos que ya fallecieron.
Para
algunos participantes la fiesta comienza el día
anterior con una serie de rituales, para otros comienza
meses antes con el ahorro de dinero para afrontar
los costos que esta ocasión implica. Hay
quienes viven esta celebración como la manifestación
de antiguas prácticas y creencias traspasadas
de generación en generación, otros
optan por ser parte de ella al sentir la atracción
que produce esta particular forma de vivir lo fúnebre.
Se
trata de una fiesta única y contrastante,
un momento donde la comida, la música y la
emoción rebalsan y rompen los límites
de lo cotidiano, una manera distinta de relacionarse
con la muerte. En nuestro primer acercamiento en
terreno los ejes temáticos no estaban demarcados,
fue por lo tanto una experiencia exploratoria en
el sentido amplio de la palabra, sabíamos
que teníamos que investigar, en base a observación
y entrevista, la Celebración del Día
de Todos los Muertos.
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Para
ello, sólo nos guiaban las ganas de conocer
y registrar esta fiesta. Aunque revisamos material
teórico-etnográfico disponible sobre
rituales, muerte y formas “alternativas”
de hacer etnografía, junto con antecedentes
sobre la música y arqueología del sector,
no existió la posibilidad de armar un cuerpo
teórico contundente capaz de ser el eje del
proceso.
Por otra parte, estaba claro que los resultados de
la investigación se entregarían en diversos
formatos: escrito (texto), visual (fotografías),
audiovisual (videos) e hipermedial -este último
definido por Kevin Taylor como “un documento
multimedia no lineal” (Taylor, 1999)-.
Nuestro equipo humano está compuesto por cuatro
investigadores, todos estudiantes, un antropólogo,
un etnógrafo, un arqueólogo -también
camarógrafos- y un sonidista -también
etnógrafo-. Como bien lo señala Taylor
“es inverosímil que un solo antropólogo
pueda realizar todas las tareas” que involucra
esta forma de hacer etnografía (op. cit). En
la práctica, las tareas asumidas y los temas
trabajados respondieron a los intereses, contactos
y afinidades surgidos para cada investigador durante
los días del terreno.
Este
proyecto, en su origen, no tuvo por motivación
responder a un requerimiento académico o laboral,
no existía la obligación de entregar
un informe o rendir cuentas a alguien. Esa mezcla
de libertad y propia responsabilidad es uno de los
valores que el equipo más defiende.
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