En San Miguel de Azapa, al interior de Arica,
se encuentra un cementerio con dos mil quinientos
años de antigüedad. Hasta allí,
desde mediados del siglo pasado, cada 1º
de noviembre, los deudos acuden para compartir
con sus difuntos. Ofrecen comida, bebida, flores
y música en favor de su finado. Surge
una fiesta única, que a la vez son muchas,
desbordantes en despilfarro, una manera distinta
de relacionarse con la muerte.
Nuestra
realización es parte de una investigación
aún en curso, que abarca con distintas
miradas diversos tópicos de las festividades
del valle. Los invitamos a ver esta sinopsis.
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