¿En
qué consiste esa representación? Intentaré
aquí hacer una síntesis de los elementos
visuales y contenidos recurrentes del cine post “Caluga
o Menta” (Justiniano, 1990), o más concretamente
post “Historias de Fútbol” (Wood,
1997), películas que enfocan la mirada francamente
en el mundo popular, contienen varios elementos presentes
en las películas posteriores, e influyen en la
visualidad de varias de las películas de acogida
comercial de este período como “El Chacotero
Sentimental” (Galaz, 1999), “Taxi para Tres”
(Lübert, 2001), “Mala Leche” (Errázuriz,
2004) o “Azul y Blanco” (Araya, 2004).
He
detectado principalmente dos formas de mirar lo popular
desde el cine contemporáneo. Una, que sitúa
el mundo de lo popular en un contexto cotidiano y
lo releva como un estilo de vida propio y notable.
La otra se refiere en específico a lo más
marginal dentro de este mundo popular, al “bajo
pueblo” vinculado con la delincuencia, la violencia,
el narcotráfico o la prostitución. Si
bien en las películas se puede optar por una
u otra, también es frecuente que ambas se articulen
dentro de la misma propuesta, como sucede en el caso
de “Taxi para Tres” o de la “Fiebre
del Loco” (Wood, 2001): el cotidiano popular
atravesado por la violencia o la delincuencia, presentando
un límite sutil entre lo popular y lo marginal.
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En
el primer caso, las películas presentan personajes
que pertenecen en su mayoría a las clases bajas
o medias-bajas, hombres trabajadores (obreros, jornaleros,
feriantes, pescadores, taxistas, mecánicos), mujeres
dueñas de casa o asalariadas (vendedoras, cajeras).
La aparición de las mujeres merecería un
tratamiento especial. Por el momento, baste señalar
que la mirada del cine chileno actual es una mirada principalmente
masculina: a las mujeres se les asigna, generalmente,
roles secundarios como “parejas de”, “hijas
de”, “madres de” o “sexo de”.
En el segundo caso, los personajes se dedican principalmente
a la delincuencia en variadas formas (narcotráfico,
robos, apuestas o mundo del hampa en general) y en el
caso de las mujeres, a la prostitución o mundos
relacionados, como las bailarinas de boite en “Los
Debutantes” (Waissbluth, 2003).
Desde las dos perspectivas, los
personajes nos recuerdan al tradicional “roto
chileno”, con su fuerza, su empuje, su violencia
y agresividad. Pero también al roto pillo, con
la famosa “picardía del chileno”,
el ingenio para engañar “al Malo”
(antes, el diablo), la búsqueda de los intersticios
en la normativa social y la manipulación de las
normas “por lo bajo”, eludiendo el enfrentamiento
directo.
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