UNA MIRADA AL VIDEO INDIGENA LATINOAMERICANO.
Por María Paz Bajas
Amalia
Córdova es Licenciada en Arte y Estética
de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Siendo estudiante inicia su relación con el video,
trabajando en distintos proyectos audiovisuales con
arqueólogos vinculados al Museo Chileno de Arte
Precolombino, destacando su participación en Incas y Diaguitas a través de las Imágenes
(1470-1536 d.c.).
El
año 2001 se traslada a Estados Unidos y comienza a trabajar en
el Centro de Cine y Video del Museo Nacional del Indígena
Americano de la Institución Smithsonian de New
York, como asistente de Carol Kalafatic. Actualmente
es la coordinadora de los proyectos latinoamericanos,
donde realiza investigación, manejo de archivos
audiovisuales, curatoría de muestras, traducción
y subtitulación de videos. Estas actividades
le han permitido una visión privilegiada de la
producción audiovisual realizada por organizaciones
indígenas latinoamericanas, en tanto que tiene
un contacto directo con diferentes centros de producción
de videos.
Es
justamente sobre su visión del video indígena
latinoamericano, los niveles desarrollo que presenta,
las diferencias en las políticas estatales de
producción, entre otros temas, que decidimos
conversar con ella…
¿Cuándo
nace el Consejo Latinoamericano de Cine y Comunicación
de los Pueblos Indígenas (CLACPI)? ¿Cuáles
fueron las principales motivaciones que llevaron a su
creación?
En muchos países latinoamericanos hubo dictadura,
represión y cuando hay represión hay medios
alternativos de comunicación. Esos medios alternativos
les sirven a comunidades que no tienen acceso a los
grandes medios, por lo que se forman radios comunitarias,
boletines, cassettes y distintas formas de transmitir
mensajes.
El CLACPI fue un intento de juntar todas estas experiencias
en México, durante el año 86, y fue impulsado
sobre todo por antropólogos y realizadores etnográficos,
ya que en México han existido fondos para desarrollar
y difundir la riqueza indígena, como un ente
patrimonial y turístico también.
Teniendo
en cuenta la presencia del Estado mexicano en toda labor
que se piensa emprender, en el año 90 y a través
del Instituto Nacional Indigenista (INI), se empiezan
a hacer capacitaciones hacia los indígenas para
formarlos para lo que posteriormente serán los
Centros de Video Indígena (CVI). ¿Qué
sabes tú de esa experiencia?
Empecemos con lo de CLACPI. Se fundó el año
86 como producto de un festival, principalmente para
organizar diferentes materiales audiovisuales, que incluían
una presencia fuerte de indígenas, lo que ya
iría llevando hacia un mayor protagonismo y autoría
indígena dentro del audiovisual. Eso presionó
un poco al gobierno, que dentro de un marco de la diversidad
cultural de México, y más que la diversidad
de la multiculturalidad, que desembocó en este
proyecto deTransferencia de Medios y que fue impulsado
por el Instituto Nacional Indigenista (INI), que decidió
crear los Centros de Video Indígena,
formando oficinas donde estuvieran los equipos y un
entrenador, digamos alguien que se hiciera cargo para
poder empezar a hacer audiovisual en diferentes partes.
Se partió con 4 centros de videos el año
92, primero en Oaxaca, otro en Yucatán, hubo
uno en Sonora y el otro en Michoacán. Los de
Michoacán y Oaxaca fueron los más fuertes.
Oaxaca es un estado donde hay una diversidad indígena
muy fuerte, también es un centro de artistas
y de artesanía, o sea, ya hay mucha producción
indígena tradicional-artística, varias
cosas ya están pasando ahí, que es diferente
a otros estados. Es un lugar muy fértil para
la expresión artística. Entonces ya hay
algo que fortalece este desarrollo del video indígena
en Oaxaca.
Pasemos
ahora a Bolivia, con la creación del Centro de
Formación y Realización Cinematográfica
(CEFREC) en 1996…
El Plan Nacional Originario de Comunicación
Audiovisual, creo que se llama así, tengo
entendido que comienza el 96, previo a un proceso bastante
largo de consulta. Hubo varios festivales CLACPI; y
cabe mencionar el festival CLACPI va rotando de país
en país y aparte de ser un ente coordinador de
video indígena y de circulación de ese
video y de crear un archivo, ellos también se
proponen impulsar procesos nacionales, o sea, cada lugar
donde hay un festival CLACPI se asienta el festival
y se supone que es la oportunidad en que las organizaciones
indígenas o los videastas indígenas de
cada lugar se toman el espacio para hablar de discusiones
nacionales, mostrar lo que haya sido hecho si es que
existe. Hay lugares donde no existe mucho video indígena,
por lo que hay que organizarse y dialogar con otras
personas que llegan con más experiencia.
Y vienen, por ejemplo, personas de México a Bolivia
a hacer un taller de capacitación. Alberto Muenala
que es kichwa de Ecuador va a Bolivia, él ha
estudiado en México, entonces empieza haber gente
que ya ha estado en muchas partes y que ha visto más
video y que puede dar talleres a personas de comunidades
diferentes en Bolivia.
Eso
pasa en Bolivia principalmente, es decir, que van a
capacitarse a México porque tienen más
experiencia...
Ha pasado, no es que siga pasando, en Bolivia este año
que hubo el festival y que se realizaron los talleres,
se creó el Plan Nacional, entonces ahí
se da una metodología completamente diferente,
no dependen del Estado en lo absoluto, en que ellos
están felices de no tener al Estado metido ahí,
porque les da cierta autonomía y ellos con su
geografía, digamos, donde hay diversas culturas
en diferentes geografías, que van eligiendo personas
de cada zona que viaje a Cochabamba, a La Paz, a Santa
Cruz a los talleres. Entonces, ellos van compartiendo
entre ellos, es un sistema totalmente rotacional, los
talleres van rotando, las personas van rotando. Son
talleres que culminan con una obra, o sea, hay un proceso
de producción y dentro de ese proceso se van
turnando también en la cámara, sonido,
todos los diferentes roles. Ellos no se llaman director,
dicen persona responsable, persona a cargo. Y se hacen
ficciones, documentales, video clip, ahora en Bolivia
hay incluso televisión comunitaria, también
se han hecho reportajes. Ellos están muy preocupados
de tener la integración cultural de todas las
diferentes etnias que hay allá, y de a poco se
han ido formando grupos regionales, hay un grupo aymará
llamado Saphi Aru, hay un grupo en Potosí,
hay un grupo en la selva. Mantienen una cohesión,
una unidad como Coordinadora Audiovisual Indígena-Originaria
de Bolivia (CAIB).
¿Cuándo
nace la CAIB?
Creo que surge ese mismo año, está en
la página web. Lo que pasa es que ahí
el proceso fue distinto, es un sólo centro de
video, que tiene toda la tecnología -CEFREC-
junto a otros grupos de organizaciones indígenas,
ellos delegan encargados audiovisuales que van a los
talleres. Entonces ahí parte de las organizaciones
de base que ya existen en Bolivia.
Centro
de Trabajo Indigenista, Brasil. |
¿Es
un tipo de formación distinta a lo que se dio
en México?
Es distinto a cualquier otro proceso del que yo haya
sabido, es muy particular a la realidad en Bolivia,
sólo ellos tienen ese sistema. El sistema en
Brasil fue impulsado por dos personas Carelli y Gallois,
y muchas personas que vinieron antes de ellos. Hubo
el Centro de Trabajo Indigenista (CTI), estuvo Aurelio
Michiles, partió como un programa de ellos para
documentar a las comunidades. Carelli, igual que Guillermo
Monteforte, buscó una forma de financiar una
organización que, aparte de impartir talleres
de capacitación, ayudara en la grabación
y prestar asesoría.
O sea, en los tres casos ha existido la visión
de un grupo de personas que decide tomar esta dirección
de poner a disposición de las comunidades los
equipos y ya no servir al Estado como la oficina de,
sino crear un centro muy pragmático, una visión
de poner en práctica el hacer. Ni siquiera están
vinculados a universidades, son proyectos que surgen
más por esta comunidad que se cohesiona y que
necesita un cauce y necesitan equipos. Entonces muchas
veces hay personas como Vincent Carelli, Guillermo Monteforte,
Iván Sanjinés y Alex Halkin de Chiapas
Media Project, que llevó equipos a comunidades
Zapatistas en el 94. Hubo al mismo tiempo un movimiento
de hacer llegar los equipos, pero no es llegar y poner
los equipos e irse, sino que requiere, bueno como les
digo yo, un proceso de consulta muchas veces, de dónde
ir, cómo hacerlo, con quién hacerlo, para
qué hacerlo. Llegar con los equipos, enseñar
como usarlos, la mantención de los equipos, la
post producción del material y después
la circulación del material. Video en las Aldeas
empezó a hacer video cartas y la circulación
de videos con monitores en el Amazonas. Llevar los programas
de una comunidad a otra, hablados en los idiomas de
cada grupo, aun cuando no se entendían los idiomas,
por lo menos mostrarse las imágenes de una comunidad
en otra comunidad. Es todo al mismo tiempo, tú
haces la muestra de difusión en el marco de un
taller, que al final tú produces un trabajo,
es un sistema muy comprimido de aprendizaje. Hay gente
que empieza hacer videos después de dos semanas
de capacitación, no de 4 años de una escuela.
Entonces, es todo un sistema diferente y la gente que
participa de estos talleres tiene responsabilidades
comunitarias a menudo, a veces son personas que han
estudiado cine como Alberto Muenala, que se ganó
una beca. A veces reciben becas del Estado, como Dante
Cerano (p’urepecha de Michoacán, México),
que recibió becas de Creadores Jóvenes
del Fondo Nacional de la Cultura y de las Artes (FONCA)
y apoyo de CONACULTA (Consejo Nacional para la Cultura
y las Artes) o apoyo del Estado. Pero a menudo, como
el caso de Crisanto Manzano (zapoteco de Oaxaca, México),
la gente ya tiene una vida antes de que irrumpa el video
en ella. La gente ya tiene matrimonio, la gente ya tiene
tierras, cultiva café y llega como una actividad
adicional, ellos no pueden dejar de tener su cargo en
la comunidad, no pueden dejar de cosechar en su loteo
o su café. La gente que emprende el audiovisual
tiene un desafío, de repente no es reconocido
en su comunidad como una actividad tan válida
o de beneficio para la comunidad y se producen cuestionamientos
a ellos, del tipo “¡mientras yo estoy
aquí plantando, tú estás jugando
con la cámara!”. Hay un proceso de
negociar con la comunidad lo que va a ser su participación
en el video, de que los videastas expliquen
por qué quieren hacer un video sobre esta comunidad
y que ustedes actúen. En realidad, hay un trabajo
muy grande que ellos empiezan hacer, que es crear un
espacio al audiovisual entre las comunidades.
¿Eso
es específicamente en Bolivia, o tú hablas
en términos generales?
Súper general, o sea, la persona que va a un
taller audiovisual se ausenta de su comunidad por dos
semanas, alguien tiene que ocupar su lugar, alguien
tiene que hacerse cargo de los niños, en el caso
de la mujer. Estamos hablando de personas que están
en la sobrevivencia. Tampoco se ve ningún beneficio
directo del trabajo en video, aún para muchas
personas. Cuando se trata de un asunto de derechos humanos
sí, la gente se da cuenta que el video puede
ser usado para llevar un mensaje más allá,
destacar una situación de abuso o una situación
de derechos humanos hacia un público más
amplio, ahí la gente se alínea y coopera.
Pero no puedes desligarte de las experiencias previas
que tiene la comunidad con el audiovisual, que es que
llega gente de afuera, graba y se va; y nunca más
sabes de ellos. Por eso te digo, ése es un antecedente
muy importante, no es llegar y hacer video. El video
ya tiene una carga en las comunidades, y esa es una
cosa que suele discutirse en los talleres. Es interesante
mostrar videos también en la comunidad, mostrar
videos de otros grupos en una comunidad indígena:
video indígena de Brasil mostrarlo en Bolivia,
video indígena de México mostrarlo en
Chile, porque la gente todavía no tiene la imagen
de cómo podría ser un video, que no es
como la televisión que prenden o el cine cuando
uno va a ver. Y hay comunidades donde no hay luz, en
el Amazonas, en el norte, en Chile, acá mismo,
entonces, es difícil hacer video, es caro, hay
poca familiaridad con los formatos, cómo elegir
un formato. Por eso es bueno cuando ha habido un lugar
donde la gente puede llegar con esas preguntas, puede
llevarse la cámara para grabar material y volver,
discutir lo que quieren hacer, editar, conversarlo con
gente y eso ha creado una atmósfera de colaboración.
Hay gente siempre dispuesta, porque tampoco le vas a
pagar a toda la comunidad para que actúe, para
que hagan el vestuario, para que participen en una producción,
porque uno tiene una idea. Por ejemplo, un video de
Marcelina Cárdenas (de Bolivia) que es una ficción,
ahí la gente se pone de acuerdo, si algo en el
libreto no suena bien, la gente lo discute, lo cambia,
lo improvisa, “yo no lo diría así,
lo diría de tal forma”. Hay negociaciones
colectivas, no es tanto como que yo tengo mi guión,
voy y me lo financian, voy y lo grabo, esa no es la
norma. Surge de un taller o de un proyecto aprobado
colectivamente y que a su vez está sujeto a la
crítica de la comunidad. Yo diría que
lo que más he escuchado del video indígena
es que graban y cuando están haciendo su grabación
o su producción, tienen ya la idea de que lo
van a presentar a la comunidad y que la comunidad les
va a responder. Ellos tienen que responderle a la comunidad.
Es una mirada creativa individual, pero también
con una responsabilidad colectiva, con una conciencia
de la respuesta que pueda tener desde su misma comunidad.
¿Qué
otro país está en este circuito? Tú
el otro día me hablabas de Ecuador, país
que pudiese tener cierta trayectoria en la producción
de videos…
Hay organizaciones indígenas del gobierno en
varios países, se han creado oficinas comunicacionales,
y esas son las personas que terminan encargadas del
video indígena en ese país, ese es el
caso de Ecuador. Y eso no tiene que ver con quién
quiere hacer video o para qué lo están
haciendo, más bien es una cosa que se corta de
arriba para abajo. A pesar de eso, de esa estructura,
igual ha habido interesantes experiencias, un poco errática,
pero más o menos continua dentro del tiempo,
de un tiempo largo. En Ecuador y en Colombia lo que
no ha habido es una buena estructuración de un
organismo de circulación, no sé si hay
festivales regulares, no sé si hay archivo de
video.
La Organización Nacional Indígena de Colombia
(ONIC) o lo que está pasando en video en el valle
del Cauca (Consejo Regional Indígena del Cauca-CRIC).
Son organizaciones que han hecho video, pero esos videos
nadie sabe dónde están, tenemos algunos
en el Museo, pero hay lugares donde es mucho más
difícil la producción y Colombia es uno
de ellos. No es falta de capacidad, ni de mensaje ni
de creatividad, es de repente falta de fondos y situaciones
políticas muy complejas. Andar con la cámara
te puede significar un peligro muy real, donde hay situaciones
de desplazamiento que no están siendo documentadas,
es una realidad mucho más complicada y poca gente
puede entrar a las comunidades, entrar y salir, circular
libremente. Es un estado de guerra básicamente.
En Ecuador no ha habido mucho movimiento autónomo
en el audiovisual indígena, todavía sigue
muy ligada la producción a la CONAIE (Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) a la
CODENPE (Consejo de Nacionalidades y Pueblos del Ecuador),
son organizaciones indígenas nacionales (de gobierno).
Pero ha habido financiamiento para hacer videos de parte
de la CONAIE, hay videos sobre parteras, sobre las comunidades
en Santo Domingo de los Colorados, una serie de videos
que han sido producidos.
Imagen
de video “Sahuari” |
¿Ellos
han participado en los distintos festivales que se han
hecho?
Hay un festival que se hizo en Ecuador el 98, se suponía
que iba a ser un festival CLACPI, pero también
se generó un primer Festival Abya Yala,
que es un festival que va a continuar independientemente
del CLACPI, un festival en Ecuador, periódico,
pero que no ha tenido mucha continuidad. Uno de los
grandes problemas que ha habido es la falta de continuidad,
tanto en la producción, como en los festivales,
incluso en la mantención de un espacio físico.
Hay un Proyecto TV-Tamix en México,
tienen cintas, tienen una serie de producciones para
televisión local y están literalmente
sin casa, están con problemas de que tienen que
moverse de donde están y no tienen idea dónde
van a irse con todas las cintas. Ese es problema de
rescate patrimonial, de preservación de los trabajos
que se han hecho, problemas de equipamiento, de factores
económicos, porque el audiovisual es una actividad
que requiere materiales, requiere espacio, requiere
un montón de cosas. Entonces, hay un tipo de
video más institucional, o más de la mirada
del indígena que es aceptado por el Estado, reconocido
por el Estado como indígena.
Hay lugares donde hay más financiamiento y hay
videastas que se han ido de sus países de origen
a otros países a trabajar en video y hay países
donde todavía no hay un video indígena
muy fuerte, muy reconocible como en Perú. En
todas partes hay gente interesada, desde el momento
en que tú muestras un video de una comunidad
indígena, la gente se interesa y les interesaría
tener los videos. Un problema también es cómo
accedemos a esos videos, dónde están.
Y el problema de los idiomas, si yo tengo un video en
mixteco ¿le pongo subtítulos en castellano?
¿la gente en comunidad, las señoras leerán
español? No toda la gente ha tenido una educación
completa en castellano. Entonces la circulación
también es limitada.
¿Qué
pasa con la situación del video indígena
en Argentina?
Hay núcleos de documentalistas que han hecho
videos en comunidades indígenas y hay video mapuche.
Mucho video mapuche de hoy día es de denuncia,
de situaciones en el sur de Argentina, o sea, están
en situación parecida a los mapuche de Chile,
pero en Argentina, yo diría, tiene una negación
aún mayor de la existencia de sus pueblos indígenas
que la que hay en Chile. En términos de legislación,
Chile y Argentina están pésimo, en cuanto
al trato con las comunidades indígenas, respecto
a la soberanía, a la autodeterminación,
pésimo.
Jorge Prelorán durante la filmación
de Hermógenes Cayo |
Es
decir, ¿hay una diferencia concreta en relación
a lo que sucede en el resto de Latinoamérica?
En Bolivia hay un 60-70% de nacionalidades o personas
que se identifiquen como indígenas, entonces
ellos son una fuerza política importante, el
Estado tiene que lidiar con ellos. Pero en Brasil, por
ejemplo, aunque hay demarcación de tierras, hay
un racismo súper fuerte y hay una separación
muy grande, yo diría que un brasilero típico
mira como exótico a un indígena del amazonas
tanto como lo haría un europeo que mirara a ese
indígena del amazonas, hay un distanciamiento
tremendo con ellos. Y en Argentina se dice muchas veces
que ni siquiera hay indígenas, no te hablo de
la gente que trabaja en antropología, o en cine.
Hay un director -Jorge Prelorán- que ha dejado
antecedentes importantes en el registro cinematográfico
de comunidades indígenas, tampoco pueden negarlo
del todo. Pero no hay para nada un financiamiento estatal
para apoyar el video indígena.
Respecto
de Chile, ¿Qué piensas del proceso que
se ha dado en relación a la autoformación
de audiovisualistas indígenas? Por qué
no se ha dado lo que en otros países, que el
Estado se ha hecho presente o que ha habido ciertas
capacitaciones, a pesar que Claudio Mercado hizo un
intento de transferencia. Me gustaría que me
hablaras un poco de eso.
Bueno, cada proceso es diferente. Me parece que hay
antecedentes importantes, como Juan Downey y el trabajo
de Caiozzi y Perelman en Caspana, que ha existido una
aproximación hacia lo indígena con un
nivel de respeto. En Chile se han producido estos pequeños
antecedentes históricos y ha existido mucho documental,
encuentro que hay una tradición muy fuerte del
documental que empieza a registrar a los pueblos indígenas.
Entonces, está esa relación tensa, y hay
un movimiento indígena que se desarrolla y hay
una dictadura de por medio. Hay un montón de
factores en torno a lo social dentro del audiovisual
chileno, que me parece que es fértil para el
video indígena. Me parece que hay documentalistas
sensibilizados a las reivindicaciones indígenas,
a las realidades indígenas. La gente está
en ese sentido familiarizada, ha habido audiovisual
mapuche hecho por personas de comunidades y por personas
de afuera y ha habido diálogo entre ellos. Personas
como José Ancán que ha trabajado con Maga
Meneses para producir Wichan, que fue hecha
en cine y que se mostró en Estados Unidos en
el festival de Cine y Video del NMAI, del año
97.
|
Juan
Downey |
|
Imagen
de la película “A la sombra del
Sol” (1974), dirigida por Caiozzi y
Perelman. |
Entonces,
lo que me parece increíble es que después
no pase nada Llo que me llama la atención de
Chile es la discontinuidad, cada uno hace una cosa y
después el proyecto se desbanda, no hay un equipo
sólido que se haya proyectado en el tiempo para
hacer cosas, a menos que sean de productoras de canales
de televisión, programas como Al Sur del
Mundo o Tierra Adentro como ejes continuos
en que también el tono es monótono y tú
sabes exactamente lo que puedes esperar de ellos. Y
lo que está pasando, siento yo, es que ha habido
personajes fuertes que han agarrado la cámara
como Jeannette Paillán, ha habido colectivos
de radio que han incursionado en el audiovisual como
es el caso de los Trequil, ha habido cineastas
que tomaron historias mapuche como Maga Meneses, ha
habido como diferentes iniciativas, pero que no se traducen
en un proyecto. Jeannette ha tomado más una línea
de hacer un centro comunicacional, de producir periódicamente
algo, de alguna forma ella ha hecho un comentario, cada
tanto tiempo sale el comentario de Jeannette Paillán
sobre el trato con los mapuches, pero ella ha sido casi
la única que ha tenido esta continuidad. Hay
una ficción hecha por Sofía Painequeo
y su equipo, un mito creación. Está el Proyecto Lickanantay en el norte, con Claudio
Mercado que consigue un fondo para ir hacer capacitación
audiovisual, pero que tampoco tiene mayor continuidad
y también es una realidad tremendamente difícil
de organizar entre ellos, porque no hay buses entre
las comunidades en Atacama. La centralización
de los equipos iba a quedar en la ciudad de Calama,
que en el fondo no es el hábitat de ninguno de
ellos, tendrían que viajar. Hay un montón
de dificultades, como logísticas, de cómo
llevas a cabo el proyecto. Tal vez tendría que
haber sido una oficina de video en San Pedro de Atacama,
el centro de cine indígena San Pedro de Atacama,
o algo así, para que hubiera una continuidad
de ese movimiento. Y los videos de ese proyecto, de
esa experiencia no circulan. Hay un problema de circulación
en Chile tremendo, ni siquiera hay un festival de cine
como el Festival de Cine de Viña del Mar que no tiene programación indígena. Es
surrealista pensar así, pero ¿por qué
no? Si está pasando en otros festivales de Latinoamérica,
festivales de derechos humanos, festivales regionales.
Y me parece interesante que trabajos como A la Sombra
del Sol están saliendo, están circulando
en pequeñas muestras, en regiones, yo no sé
que concurrencia tendrán, no sé que tanta
gente irá, no hay reportajes tampoco, no hay
seguimiento. Y uno de los problemas en general del video
indígena, y que también encuentro que
sucede en Chile, es que no hay una crítica especializada,
una visibilización de este trabajo, pasa un festival
y ahí queda. Entonces, grupos como el CLACPI
están buscando impulsar procesos regionales,
locales o nacionales y coordinarlos con otras fuerzas
y tratar de generar varios trabajos o giras que muestren
estos videos, de lugar a lugar, de punto a punto y que
genere discusión en torno al video.
¿Por
eso se dio el festival el año pasado en Chile?
¿Cómo una estrategia de algún modo,
que vendría siendo una negociación?
Siempre el festival trata de potenciar las organizaciones
locales. El CLACPI tiene metas bastante ambiciosas,
suelen ser de muchos componentes, taller de capacitación,
muestra en comunidad, desarrollo de un festival, memoria,
encuentro de realizadores, reunión continental
de CLACPI, se hacen muchas cosas dentro de un festival.
Esa es la cosa también, tú juntas un montón
de realizadores indígenas y no llega cada uno
con sus videos, llegan con las preocupaciones de su
comunidad, llegan con ganas de llevarse algo más
devuelta a la comunidad. Son instancias de discusión
muy ricas. Hay muchos desniveles en los diferentes lugares
de América Latina, hay países como México,
con cientos de producciones y hay países como
Perú que son súper pocas, muy escasas.
En Guatemala en el año 99’, se votó
dónde se haría el próximo festival,
y producto de la situación que estaba sumergida
en los medios, de lo que estaba viviendo el pueblo mapuche,
se decidió acoger la oferta de Jeannette (con
su equipo) de hacer el próximo festival en Chile.
Ese festival tendría que haber sido el 2003,
pero costó muchísimo explicarle a alguien
lo que es un festival CLACPI, que no es una muestra
de videos solamente, es mucho trabajo. Hacerlo en otro
idioma y postular a fondos en otros idiomas, fondos
europeos y lidiar con unificar grupos indígenas
en este país, que no están de acuerdo,
por ejemplo, en a quien se le pide plata o no, Jeannette
trabajó con un grupo que estaba totalmente en
contra de recibir dineros del Estado y trabajó
con comunidades que tienen personas dentro del gobierno.
Conciliar grupos que tienen diferentes realidades, urbanos,
rurales.
¿Existe
alguna organización que tenga que ver con los
pueblos originarios de Chile y que dependa del Estado?
¿No existe desde la Corporación Nacional
de Desarrollo Indígena (CONADI) algún
grupo, un ente social que este tratando de formar audiovisualistas
indígenas?
Ha habido una iniciativa que es la Oficina de Culturas
Originarias de la Comisión Nacional de Cultura,
que después fue la Secretaría del Ministerio
de Educación, muy enterrado, a cargo de Bruno
Serrano, que trabajaba en ese momento con dos personas
más en esa oficina, que actualmente se trasladó
a Valparaíso, y ahora de esa oficina queda solamente
Bruno, él está dentro del departamento,
de la Oficina de Culturas Originarias, pero él
no es audiovisual, ni hace ninguna capacitación
audiovisual, él se consiguió financiamiento
del Estado para ir grabando unas cápsulas pequeñas
sobre los pueblos de Chile; afrodescendientes, culturas
indígenas, diferentes situaciones. Pero no ha
sido un proyecto de video indígena.
¿Ellos
participaron en el festival? ¿Presentaron algún
Trabajo?
Ellos mostraron esas cápsulas porque es de lo
poco que hay de Chile. Pero no hay ningún organismo,
por ejemplo la CONADI, que yo sepa, que tenga un departamento
audiovisual. Un problema que han tenido los videastas
chilenos, encuentro yo, es que no ha habido ninguna
política de desarrollo del audiovisual, ni del
Estado, ni tampoco de las organizaciones indígenas,
que es lo que finalmente se gestó en Bolivia,
que las organizaciones indígenas destinaran,
delegaran a una persona como encargada de lo audiovisual,
o sea, algo que ya está funcionando -como la
organización indígena- meterle un componente
audiovisual. Acá no ha existido un proceso ...
bueno, hay luchas judiciales, luchas del territorio,
pero no se ha tomado al audiovisual como una herramienta
de parte de esas organizaciones, como una herramienta
de lucha y de mayor documentación sobre esos
temas.
¿Qué
rescatas del festival CLACPI realizado en Chile?
La experiencia del festival CLACPI aquí en Chile
el 2004, en junio, fue interesante porque se pudo ver
una variedad de estrategias de cómo llevar a
cabo el video indígena y para qué, y quién
lo hace. Y el nivel de discusión que se dio en
este festival encuentro que estuvo bastante bueno.
¿Qué
otras personas conoces, indígenas en Chile, que
estén o que hayan realizado videos?
Jeannette Paillán, que ha trabajado con un grupo
de personas, Lulul Mawidha; Fernando Ansa,
está en el norte, se acaba de ganar un FONDART
(Fondo de Desarrollo de las Artes), es Lickanantay,
pero vive en Arica y pertenece a la Asociación
de estudiantes de Pueblos Originarios y ellos acaban
de ganarse un FONDART para hacer capacitación,
comprar equipos y hacer una muestra de video indígena
por el norte.
¿Eso
es reciente?
Desde el año pasado. En el Museo San Pedro de
Atacama hicieron una muestra de video indígena
el año pasado y tienen ganas de implementar una
especie de videoteca de acceso comunitario. En el sur,
tengo entendido que el Proyecto Orígenes también está incluyendo audiovisual dentro
de su bienal, tienen una bienal de arte indígena
este año. Yo diría que hay focos regionales
acá en Chile, yo no diría que hay un movimiento
nacional, ni un plan nacional, ni un acuerdo nacional.
Tal vez es una discusión que está pendiente,
porque el festival que hicimos fue internacional. Tal
vez nunca se hizo el festival nacional como de discusión
previa. Yo creo que a este festival llegaron por primera
vez todas las personas que están trabajando en
lo audiovisual. Y no llegaron tanto los videastas, los
documentalistas y los profesores de antropología,
no estuvieron mucho en el festival.
¿No
crees que los grupos indígenas que están
haciendo videos son pocos?
Yo creo que hay mucha gente que ha colaborado y ha hecho
posible las pocas producciones que hay, te diría
que no pocos, te diría que no están organizados
todavía. Falta equipamiento, infraestructura
y organización y a veces es tan simple como tener
un lugar físico.
Esta
es tú evaluación respecto del video indígena
en Chile. ¿Y del video indígena en general?
Yo diría que el video indígena en general
está pasando por un muy buen momento, cada vez
a nosotros nos llaman para pedirnos más videos,
nos han llamado de festivales de Suiza, que no son festivales
indígenas, son festivales internacionales...en
Latinoamérica como el Festival de Cine en Morelia
(México), el Festival de Sundace (EEUU).
Negociar con el primer mundo es una cosa que requiere
tiempo, requiere manejo de idioma, fluidez cultural,
acceso a equipo, o sea, hay un montón de obstáculos
todavía, pero el interés de parte del
mundo audiovisual, de tener y de programar videos indígenas
en las muestras existe, cada vez más. Y estamos
haciendo mesas redondas en los festivales, estamos tratando
de que el video migrante, por ejemplo, de comunidades
que han migrado de México a Estados Unidos, que
están produciendo video en Estados Unidos se
muestren en los festivales latinos.
Hay interés de parte de las universidades por
comprar ese video, hay interés de los festivales
de mostrarlo. Se va hacer ahora una retrospectiva de
cine indígena, porque no hay mucho cine indígena
en Latinoamérica, hay más video en Latinoamérica.
Se están mostrando videos como parte de encuentros,
por ejemplo, de la OEA y otros lugares más donde
se quiere denunciar situaciones de tala ilegal en los
bosques, de intervención de las petroleras en
el Amazonas. El mundo de los derechos humanos está
siendo cada vez más permeado por el trabajo audiovisual
y el hecho de que sea hecho por gente de la comunidad,
directamente, le da más fuerza.
¿Con
una idea de denuncia o para qué?, ¿Tienen
alguna especificidad o lo utilizan para distintos propósitos
o motivaciones?
Yo diría que más que las motivaciones,
el acceso hoy día es una limitante. Usa el video
el que tuvo acceso al video, tal vez si hubiera un acceso
por igual veríamos una diversidad enorme de trabajos.
Pero, hay organizaciones como Witness que se
dedican a llevar cámaras a lugares donde hay
una violación de derechos humanos, para que la
gente use la cámara para eso, pero ellos se quedan
con todo el material, no es que la gente este ideando
guiones y pensando hacer producciones con esas cámaras,
están ahí para ese propósito. Entonces,
también viene de afuera.
¿Pero
lo que hacen ellos al interior, desde dentro?.
Desde dentro depende mucho de cómo llega el equipo,
quién está a cargo, para qué se
usa, cómo se está financiando.
Pero
de acuerdo a los materiales que tú has tenido
acceso, ¿qué piensas hoy del video indígena,
de lo que está tratando de mostrar?
Yo diría que más de dos tercios del video
que ha llegado al Museo es documental, cuando es de
Latinoamérica, hay poca ficción, pero
hay mucho interés en desarrollar ficciones. La
ficción ha tenido mucha aceptación por
las comunidades, hay video cartas, creo que el video
denuncia es el que adquiere mayor legitimidad ante la
comunidad de una forma más rápida, pero
ese concepto de la rapidez también viene del
Norte. Por eso te digo que depende de quién,
de cómo llega. Mucha gente quiere las cámaras
para denunciar la situación de derechos humanos
o si tuvieran las cintas grabarían también
una ceremonia, grabarían también una asamblea.
Yo he visto video cartas que han salido de las comunidades
a parientes que están trabajando en Estados Unidos,
y en una misma cinta puede venir una fiesta del Día
de Muertos en un cementerio, o una mujer haciendo las
tortillas para la reunión de la asamblea general
que elegirá al nuevo alcalde y un cumpleaños
de una sobrina. Y eso es una video carta, pero no está
editado, es un video que se está mandando de
una parte a otra, pero que va circular mucho dentro
de la comunidad donde los migrantes están, va
a ser usado casi como un programa de televisión,
va a ser visto 10 veces seguidas en una semana, van
a invitar a parientes, lo van a ver 6 veces. Entonces,
hay un video indígena que está circulando
y que no está en los circuitos ni televisivos,
ni de festivales. Hay una práctica, yo sostengo
que hay una práctica de video indígena,
lo que no hay es este ajustamiento a un formato específico
que se quiere encajar en los canales por donde circula
en otros países, los festivales, la televisión
, los colegios, las videotecas, pero que la gente está
haciendo video, y que la gente tiene cosas que decir.
Mensajes creativos, mensajes personales, cuentos tradicionales,
cuentos en los idiomas originarios, hay una diversidad
muy grande y latente, pero lo que recibe más
financiamiento es la cosa de los derechos humanos, porque
es más fácil de ser aprobado en una asamblea,
va a ser una cosa que le sirva a la comunidad, y eso
es el tema del respeto a los derechos humanos, el tema
de la preservación de ritos, del idioma o de
prácticas, son tres grandes áreas del
pronunciamiento sobre el pensamiento comunitario de
una determinada situación. Como el video de Plan
de Vida Nasa, que es un video que hicieron en Colombia,
en el Valle del Cauca ante el plan Colombia. El Plan
Colombia es un plan que tiene Estados Unidos para
eliminar la coca y mantener el control de una situación
que está fuera de control allá en Colombia.
Pero los indígenas tienen su propio plan, ellos
le llaman Plan de Vida. Entonces, es traducir a un lenguaje
audiovisual sus propuestas, darles una amplificación
a su voz, que dentro de todo no se escucha. El video
usado como un amplificador.
Y
del video que llega a los festivales, como el festival
que tuvimos acá en Chile, ¿qué
tipo de video es el más común?
En el festival CLACPI, principalmente documentales,
y documentales con una fuerte crítica a la situación
de violación de derechos humanos. Es lo que más
llega, pero también hay muchas otras cosas. Está
el Día 2 de Dante Cerano, el día
después de un matrimonio. Hay video cartas, que
han ganado premios por todo el mundo, pero mayoritariamente
es un video documental de denuncia. Y en Chile es lo
que más se ha dado también, no ha habido
un desarrollo de la ficción en manos de videastas
indígenas. Jeannette lo mencionó bastante
en el festival cuando habló, ella tiene sus motivaciones
para hacer video denuncia, pero lleva 10 años
haciendo video denuncia, o sea, le gustaría poder
dejar eso en manos de otra persona y poder ir hacer
ella una película, hacer una ficción,
estudiar cine, porque ella está en el audiovisual
porque es su medio expresivo. Entonces la gente también
se ve encasillada en este formato de denuncia, de la
urgencia y cuando ya se maneja un lenguaje, uno quiere
experimentar en diferentes formatos, en diferentes géneros.
Dante Cerano, en ese sentido, me parece un caso bien
interesante porque él hace ficciones, ha hecho
documentales, trabaja mucho con música, trabaja
mucho con jóvenes, poniendo el conflicto de los
jóvenes p’urhépecha en la cámara.
Él es p’urhépecha de México,
en Michoacán. Y él ha hecho un camino
bien autónomo, el creó su propia organización
Exe Video. A pesar de que él no viene de una
organización campesina organizada en la región
que lo delegó como encargado audiovisual, él
si ha sido reconocido por su comunidad, por el aporte
a su comunidad, y en otros lugares también ha
pasado eso. Por ejemplo, Sergio Julián (mixteco
de Oacaca, México) lleva ya diez años
trabajando en video, que siempre tuvo que luchar por
introducir el video en su comunidad, finalmente está
siendo reconocido como el videasta oficial de la comunidad,
ese es tu "cargo". Cargo que viene siendo
reconocido como el Secretario, el que va a las asambleas
con otras comunidades, o el encargado de educación
o el encargado de la milpa, como un reconocimiento
del videasta como una persona de la comunidad que tiene
una responsabilidad específica, un rol dentro
de la comunidad. Eso ha sido un logro grande para los
videastas indígenas ¿a quién le
importa en el festival de cine?, pero eso va hacer vital
para la sobrevivencia del video en la comunidad, eso
para mi realmente es un logro del video indígena,
cuando una comunidad nombra a sus propios videastas
y los reconoce.
¿Tú
ves alguna diferencia o alguna característica
particular de los realizadores indígenas con
los videos que podrían hacer, por ejemplo, los
antropólogos o videastas?
Sí, dicho así muy ampliamente. Yo diría
que es una mirada colectiva, es un pensamiento colectivo,
pensar siempre en tu público y tu público
está ahí mismo, es con quien tú
estás grabando, es con quien tú estás
trabajando, entonces es una mirada colectiva. Tú
dejas de lado y a veces sacrificas la autoría
y tu libertad creativa en pos de que el mensaje sea
colectivizado, sea recibido mejor, sea emitido de una
forma que no es personal necesariamente, tú eres
un traductor de un pensamiento colectivo, el uso del
plural, el nosotros y no el yo.
La relación con los lugares, tomas largas de
un determinado paisaje, un sentido del tiempo a veces…
no te podría decir que es igual siempre, pero
en conversaciones luego de las muestras empezamos hablar
de cómo hiciste este video, en qué estabas
pensando, viene esta idea que casi nunca se plantea
como algo personal, que a veces se ve mucho en los festivales
de cine o de arte experimental, “yo di esta
idea y yo hice esto”. Acá es más
bien “quisimos decir esto o nos parece importante
esto o nos está pasando esto”, pero
si es un pensamiento colectivo volcado en el audiovisual,
así lo veo yo.
Pero
es siempre cuando se da una posterior conversación
respecto del video que estás viendo, no es que
tú te logres dar cuenta con la imagen...
También, más que con la imagen, de repente
es con las entrevistas, las narraciones, no hay una
narración personal, casi nunca, es escaso el
hecho que haya una persona que narre lo que está
pasando. Dante igual lo usa en el Día 2,
pero se entrevista con mucha gente, se habla con mucha
gente, se está en público, se está
en una plena fiesta de matrimonio, lo sacan a bailar,
la persona que está con la cámara está
dentro y circula libremente y conversa con todo el mundo.
Hay videos en que si se percibe más, hay videos
en que no tanto.
¿Se
puede ver algún tipo de evolución o desarrollo
en el video realizado por indígenas?, ¿En
qué se estaría notando?
Un cambio importante es el acceso al formato DV, que
ha permitido que las personas se lleven las cámaras
más lejos o por más tiempo. Cuando el
video era en unas cámaras gigantes, necesitaban
cantidad de baterías y de equipo, y tenían
que ser editados en un lugar determinado. Era más
escaso, era más difícil de hacer. Hay
mucho video indígena en toda América,
especialmente en Estados Unidos y en Canadá,
que está en manos de jóvenes, porque los
jóvenes se manejan súper bien en computadores
desde una edad muy temprana, cuando antes para que alguien
editara su video en un sistema no lineal tenías
que ensañarle a usar un computador y era parte
del entrenamiento, enseñarles a usar el computador,
el e-mail, todo lo que era entrar en lo digital. Entonces
ahora los jóvenes ya están metidos en
Internet, ya están con cámaras digitales,
ya tienen una familiaridad con la tecnología,
que hace que ellos no se compliquen con esa parte. Las
mujeres han participado más, todavía yo
siento que hay una descompensación de la participación
de las mujeres, yo creo que participan, pero no son
reconocidas. Muchas veces son las productoras, las que
están haciendo las llamadas por teléfono
para organizar la grabación en una comunidad,
no siempre son las que aparecen en los festivales, les
cuesta más ausentarse de sus labores en casa
o dentro de su comunidad, están a cargo de otras
cosas, tienen cargos que no son públicos, entonces
no aparecen tanto, sus producciones tampoco aparecen
tanto, pero María Santiago -que es zapoteca de
Oaxaca- decía que la cámara era muy pesada,
era una de las pocas mujeres que cargaba la cámara,
había un problema neto de peso, del esfuerzo
físico que significaba grabar. Con este cambio
de formato, la cámaras digitales son más
chicas, portátiles, tienen menos presencia, no
son tan imponentes, puedes continuar interactuando con
la persona en una entrevista usando el visor de abajo.
Hay un montón de cosas que han facilitado, que
han hecho que las personas le tengan menos recelo al
medio en si, es un avance que se empieza a reflejar
en los trabajos, técnicas más experimentales,
ha habido un esfuerzo, por ejemplo en México,
de que la gente acceda a talleres de entrenamiento con
estudiantes de cine, no solamente con otros indígenas,
también hay un diálogo en cuanto al lenguaje,
más experimentación con los formatos,
yo creo que ha habido un crecimiento, una diversificación
del video.
Hemos
hablado bastante sobre la producción del video
indígena y en algún momento tú
tocaste el tema de la circulación ¿qué
ha pasado con los mecanismos de distribución
del video?
La circulación es uno de los temas más
delicados, porque si bien los videos están hechos
para ser vistos, ¿vistos por quién? y
¿cómo?. El hecho que sean hechos colectivamente
significa que hay gente que ha dado su trabajo en forma
gratuita para la producción de los videos. Hay
lugares, por ejemplo en Bolivia, donde se ha generado
una cantidad enorme de videos, pero no existen para
la venta, no hay una red de distribución a nivel
local, ni internacional. Hay algunos proyectos más
exitosos en el plano de la distribución como Chiapas Media Project, pero ellos tienen una
oficina en Chicago y ahí todos los videos pasan
a ser traducidos en inglés, la mayoría
de los videos. Tienen una página web, se pueden
comprar con tarjeta de crédito y te lo mandan
a tu casa, y ellos van haciendo muestras de videos en
la universidades y cada vez que hay una muestra hay
venta, ellos han logrado que el video les genere un
ingreso y que no sea solamente una pérdida asumida
el sacar copias y hacer videos. Pero hay costos para
hacer copias, para subtitular, para mandar a festivales,
hay festivales donde se paga una cuota de inscripción
solamente para postular tu video. Hay un tiempo que
hay que dedicarle a preparar las carpetas, a incluir
fotos en el envío del video. A veces te piden
materiales adicionales, carpetas de prensa. Muchos festivales
que quisieran tener video indígena no tienen
un formulario de postulación en ningún
otro idioma que no sea el idioma del festival, francés,
holandés, inglés. En la circulación
del video hay obstáculos por donde tú
lo mires, o sea, los videos logran concretarse, los
videos se editan, los videos existen y en muchos casos
está la opción de que van a circular de
mano en mano, por mano o por trueque, por intercambio.
Es complejo pensar quién va a recibir dinero
si es que todos trabajamos gratis, quién va ha
recibir ese dinero, se va a ir a un fondo de video para
otros videoastas jóvenes, se va ir de vuelta
a la gente que dio el trabajo. Es un tema complejo,
de manejo de dinero y también, en cierta forma,
el que el video se convierta en un producto para el
consumo, que es una idea que a mucha gente le molesta.
Tal como las imágenes, las fotografías
de los indígenas están en postales que
circulan, hay gente que opina que es bueno para contrarrestar
las imágenes que ya están en circulación,
hay gente que opina que las imágenes deberían
ser para los pueblos y no deberían ser compradas
y vendidas. Entonces, todavía no hay un consenso,
yo diría que lo único que hay hasta ahora
es el deseo de que la circulación esté
por mano, el control de la distribución, el control
de la circulación, saber quién lo va a
mostrar y dónde, si van a ganar dinero con eso
o no. Yo creo que esto tiene que ver con las experiencias
audiovisuales previas que han vivido las comunidades,
que tal director graba y después él vende
copias y después se hace rico. Está ese
mito de que tú estas ganándote la vida
con esto, y si bien la gente no genera grandes ingresos,
se genera prestigio, participación en diferentes
festivales, así se ven las ganancias y como tú
distribuyes eso. Por ejemplo, si hay un festival te
van a preguntar quién fue el director del video,
muchas veces hemos tenido que decir “esto
es una creación colectiva, no hay director, por
la asociación tanto que produjo esto como el
director”, y eso para algunos festivales
es inaceptable o no les entra en la cabeza.
O hay becas que se dan sólo a individuos. Hubo
un caso hace poco de una beca que se dio a una organización
en México, pero se le dio al individuo y creó
un montón de problemas dentro de la comunidad,
porque hasta ahora los dineros habían sido usados
por el proyecto entero, pero la beca tienen que ir con
nombre y apellido, para darle la beca a esa persona
tiene que ir y abrir una cuenta en el banco y es una
persona que jamás tuvo cuenta bancaria, entonces,
crea problemas. Entra el prestigio, entra el nombre
y el apellido, entra la individualización, se
personaliza el asunto, cuando en realidad la creación
ha sido un grupo de personas, con todo el mundo trabajando.
Entonces, ahí topa la distribución, y
hay una distribuidora en Estados Unidos como la Latin
American Video Archive (LAVA) y la Videoteca
del Sur que quieren ser los distribuidores del
video indígena, pero no hacen toda esta labor
de contextualización cultural para que estas
obras en realidad lleguen a ser bien comprendidas por
las personas que podrían estar circulándolas,
mostrándolas, comprándolas. No van a festivales,
no van a encuentros videotecarios latinoamericanos o
de festivales de cine de derechos humanos, o sea, ellos
son distribuidoras pasivas, hacen muestras, van a algunos
festivales, ellos tienen su sede. Cobran a veces precios
institucionales como US 200, la gente que hace los videos
le gustaría que la gente en Estados Unidos o
en Canadá, gente indígena, gente de organizaciones
sociales, sindicatos, pudieran comprar los videos y
mostrarlos en sus eventos, pero si el video va a costar
US 200, les parece exagerado, sobretodo si de esos US
200 a ellos les va a llegar US 20. No ha habido una
solución que deje a todo el mundo contento en
este asunto de la distribución del video indígena.
Y
la creación de algún archivo que aglomere
todos estos materiales, evidentemente que uno quisiera
hablar de una red latinoamericana de archivos, pero...
Hay bastante entusiasmo con esta idea de que los archivos
puedan ser digitales, de que uno pueda bajarlos a un
disco duro y pueda tener un archivo digital que ya no
ocupa tanto espacio. Lo que pasa es que vuelve el problema
del control, la tecnología para hacer este tipo
de archivo existe en Europa o en Estados Unidos, entonces,
el día en que un videasta quiera sacar una copia
de un video porque quiere mostrarlo a su comunidad,
porque va a ir un fin de semana, tiene que pasar por
aprobación de alguien, ¿por qué
pasos va a tener que pasar la persona para tener una
copia de su video? Ese es un problema. Que estén
centralizados en ciudades, cuando la gente vive en lugares
remotos, hay un problema con la conservación
también, hay lugares muy secos, hay lugares muy
húmedos, la gente no sabe en realidad muy bien
cómo cuidar los materiales y hay formatos...
imagínate si ya hay cintas Súper VHS,
¡de 10 años atrás! en que estado
están esas cintas ahora... En Bolivia siguen
haciendo sus masters en U-Matic porque esos son los
equipos que tienen, invertir y cambiar todo a otro formato
sería una inversión muy grande, sería
costoso, pero siguen funcionando. Entonces, hay una
diversidad de formatos, hay disparidad en los formatos
de DVD de zona a zona, si tienes que mandar a un festival
y el DVD lo grabaste en tu casa a lo mejor no se lee
en el CD del otro lugar. Hay un montón de problemas
logísticos todavía.